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lunes, 30 de junio de 2014

Capitulo: 40


Peter
Gas, el abuelo y yo recogimos y limpiamos todos los platos mientras las chicas salieron y se sentaron en el pórtico. No podía dejar de pensar qué era lo que tenía a Lali disgustada
. ¿La abuela le dijo algo? ¿Tal vez Rochi dijo algo? Tendría que hablar con la abuela cuando tuviera la oportunidad de hablar a solas.
—Jesús, Peter… estás sumido en tus pensamientos —dijo Gas cuando intentaba entregarme una plato para secar.
—Lo siento, amigo, no me di cuenta.
—Mujeres, te provocan eso y mucho más. Es mejor si acaban de acostumbrarse ahora, chicos, porque será así el resto de sus vidas. Cuando conocí a mi Emma, todo mi mundo se puso patas arriba. Los chicos solían burlarse porque decían que andaba con una mirada boba en mi cara todo el tiempo. No era eso, pensaba en ella cada minuto. ¿Qué hacía en ese momento? ¿Con quién estaba? ¿Si pensaba en mí? También me asustó completamente, déjenme decirles. Ahora, Juan Pedro, tu abuela no era la primera chica con la que salía. Pero era la primera que me hizo perder el aliento cuando la vi. La única en la que pensé los siete malditos días de la semana. —El abuelo rió y nos miró a Gas y a mí. Los dos estábamos asimilando todo.
—Mierda, todavía siento lo mismo por Emma después de cuarenta y nueve años de matrimonio. —Se dio la vuelta y apoyó la espalda contra el fregadero—. Quiero que ustedes dos me escuchen ahora mismo. No soy estúpido. Ambos tienen veintiuno, ya casi veintidós años. Sé que hantenido sexo con chicas, probablemente demasiadas con su buena apariencia. Pero déjenme decirles, cuando encuentren esa chica… lo sabrán al instante. No querrán sólo conseguir meterse sus bragas y luego dejarla. Sus ojos llegarán a cautivar los suyos y sacarán el aire de sus pulmones con sólo una sonrisa. Su risa, bueno, mierda… su risa los volverá locos y tratarán de hacer todo lo habido y por haber para oírla tanto como puedan. Sus lágrimas les arrancará el corazón, especialmente si ustedes son la causa. Sólo el sonido de su voz los volverá loco. Cuando encuentren esa chica, habrán encontrado el amor. No deseo… sino que amor verdadero. Habrán encontrado a la chica con la que pasarán el resto de su vida amando, cuidando y tratando de hacerla tan malditamente feliz que morirían con gusto haciéndolo.
Gas y yo sólo nos quedamos allí. Nunca había oído hablar así a mi abuelo acerca de las mujeres. Quiero decir, sabía que amaba a mi abuela con todo su corazón, eso nunca lo dudé. Pero aquí estaba, a los setenta y tres años, y era como si tuviera una ventana en mi corazón desde el momento en que conocí a Lali.
—Cuando lo encuentren, no sean tercos y no estén asustados. Luchen por ello, chicos… nunca lo dejen ir.
Simplemente nos quedamos en silencio. Luego Gas soltó una carcajada.
—Joder, Peter… creo que tu maldito abuelo también consiguió un trabajo en Hallmark. —El abuelo le dio un golpe en la cabeza.
—Cierra la puta boca… Veo cómo miras a Rocio, muchacho. ¡Voy a tener que engrapar tu maldita lengua a tu mandíbula, porque cada vez que ella entra en la sala, se cae! —dijo, terminando y empezando a dirigirse al pórtico.
—Sabes que tiene razón —dije cuando puse el último de los platos arriba—. No va a esperar por siempre, Gas.
—Sí, bueno… no sé de qué diablos están hablando. No hay nada entre Rochi y yo. Además, tiene un novio, ¿lo olvidas? —dijo mientras agarraba las fichas de dominó y se dirigía a la puerta.
—Nah, no lo olvidé, pero seguro que ella sí —dije con una sonrisa. Gas se encogió de hombros y se dirigió afuera.
Estúpido hijo de puta.
Jugamos dominó hasta que el sol se puso. Me encantó cada minuto de estar con los que tanto amaba en mi lugar favorito en el mundo. Mirar a Lali con la abuela calentó mi corazón más de lo que nunca pensé que lo haría. Gas estuvo bastante raro el resto de la noche mientras Rochi hablabasin parar desde cuánto le encantaba el dominó hasta cómo iba a patear el culo de Gas en la pesca de mañana. Sabía que a mi abuelo le gustaba Rochi. Tenía un fuego en ella que él apreciaba. De verdad, nunca te darías cuenta que esta chica vino de una tonelada de dinero.
Estaba seguro que él amaba a Lali. ¿Cómo no iba a hacerlo? Esa sonrisa, esa sonrisa y esos ojos azules hermosos que te quitaban el aliento. La abuela se había levantado y se metió en la casa. El capataz del abuelo, Drake, apareció con sus dos hijos, Aarón y Dewey. Pensé que Dews iba a tropezar cuando vio a Rochi. Gas también se dio cuenta y casi podía ver el vapor saliendo de sus orejas.
Hablamos de ir a pescar mañana al río y Dewey hizo un punto para que Rochi supiera que tenía el día libre y que le encantaría unirse a nosotros si estábamos de acuerdo. No tuve ningún problema con eso y cuando Rochi dijo que le encantaría que nos acompañara, Gas se levantó y empujó su silla hacia atrás tan rápido que la maldita cosa se cayó.
—Voy a ducharme. Hablaré con ustedes más tarde, Drake, Aaron, Dew… tengan una buena noche. —Le dio una mirada a Rochi y entró a la casa.
—¿Qué diablos fue todo eso y por qué ha estado tan callado esta noche? —preguntó Rochi, mirándome fijamente como si supiera cuál era su problema.
—No tengo ni idea, había estado bien durante todo el día. Tal vez está cansado.
Drake y los chicos se fueron una vez que hablaron con el abuelo de algunas cosas que Gas y yo íbamos a encargarnos en nuestra estadía aquí.
Rochi se levantó, se inclinó y besó en la mejilla al abuelo. —Creo que me iré, agarraré un libro y me relajaré un poco, si a ustedes no les importa. ¡Hay un vampiro sexy llamado Kane que me espera!
—Pequeña chica, siéntete como en tu propia casa, ¿sí? —dijo el abuelo al ponerse de pie cuando Rochi se levantó y entró en la casa.
Justo en ese momento, la abuela salió con una manta y una cesta. El abuelo miró a Lali y sonrió cuando la abuela colocó todo encima de la mesa blanca y pequeña en donde habíamos estado jugando al dominó.
—Cariño, Juan Pedro nos dijo que nunca has visto el cielo nocturno lejos de las luces de la ciudad. Creo que es un crimen que necesita ser arreglado de inmediato. ¡Todo el mundo necesita ver las estrellas en el campo! Es digno de ver —dijo mientras se sentaba al lado del abuelo. Le tomó la mano y besó la parte de atrás.
Dejó escapar una carcajada. —No, nunca lo he hecho. Esa fue una de las cosas por la que más deseaba venir al rancho. ¡He escuchado que es increíble!
—Está bien, Juan Pedro, ¿por qué no tomas la manta y la canasta que tu abuela hizo y vas al pastizal del oeste? Creo que te dará un montón de espacio lejos de las luces de aquí.
Les sonreí a mis abuelos. Sabía exactamente lo que hacían. Mi abuelo me guiñó un ojo mientras mi abuela decía lo que había guardado en la canasta.
—Hay una taza de chocolate caliente junto con algunas galletas con chispas de chocolate que horneé esta mañana. También hay algunos trozos de queso, galletas y frutas frescas directamente desde el mercado de agricultores.
—¡Oh, guau, Emma! ¡Muchas gracias! Estoy tan emocionada. Hace un poco de frío, voy a correr y agarrar una sudadera y ponerme zapatillas deportivas. ¡Vuelvo enseguida!
Se levantó de un salto, besó en la mejilla a la abuela y fue a la casa. La miré cuando prácticamente entró de un salto a la casa. Su entusiasmo era contagioso.
—¡Esa es una sonrisa bastante grande la que llevas en la cara, Juan Pedro! —dijo la abuela mientras apartaba la mirada de la puerta por la que Lali entró.
—Sí, bueno, esa chica ha puesto mi mundo patas arriba —dije y le di un guiño al abuelo—. Abuela, ¿qué le disgustaba cuando entré antes? El verla llorando casi me mató.
La abuela sonrió y miró al abuelo. Intercambiaron algo entre ellos y no dijeron una palabra.
—No te preocupes, Juan Pedro, creo que pensó demasiado en el pasado y se sintió un poco abrumada, eso es todo. Está bastante claro lo mucho que esa joven te adora. Así que, trátala bien, Juan Pedro Garrett Lanzani, o voy a patearte el trasero, ¿me oyes? Me gusta esa jovencita… mucho.
—Sí, señora, no le fallaré o a Lali, para el caso. Eh, en realidad… bueno, creo que, eh… podría ser…
—Hijo de la santa mierda, escúpelo, que no me estoy haciendo más joven —dijo el abuelo por lo que la abuela le dio una palmada.
—¡Garrett!
Respiré hondo y miré a las dos personas más importantes de mi vida.
—La amo.
Lo solté y negué con la cabeza como si todavía no pudiera creerlo. —La amo tanto que no puedo respirar al pensar en que no esté en mi vida para siempre. Sueño casarme, tener hijos y sentarme en este pórtico y ver las puestas de sol con ella por el resto de nuestras vidas. La amo, abuela y abuelo. Sé que probablemente piensan que es demasiado pronto para incluso pensar así, pero…
—Juan Pedro, escúchame y escúchame bien. En el primer momento que puse los ojos en tu abuelo lo supe. Sabía que iba a pasar el resto de mi vida con él y él sintió lo mismo conmigo. Estás predicando al coro, hijo.
Tomé una respiración profunda y la dejé escapar. —No estoy seguro que sienta lo mismo por mí, abuela.
—¡Tonterías! —dijo el abuelo—. Veo cómo te mira esa chica. No puede apartar sus ojos de ti, sólo tengo que decir tu nombre y sus ojos se iluminan.
—Juan Pedro, recuerda lo que nos dijiste sobre su madre. Toda esa mierda negativa que le metió en todos esos años. Estoy segura que siente lo mismo por ti. Sólo va a llevarle un poco más de tiempo aceptarlo, hasta que sea una posibilidad para ella. Incluso si no lo ha admitido, te ama, cariño. Sólo dale el tiempo y el espacio que necesita, mi querido niño. Todo a su debido tiempo.
En ese momento, Lali irrumpió por la puerta delantera con una gran sonrisa en su rostro. Se detuvo en seco. —Lo siento, ¿interrumpí algo? —preguntó, mirando a mis abuelos y luego a mí.
—No, cariño, en absoluto. ¿Estás lista para ponerte en marcha y ver algunas estrellas? —pregunté mientras me levantaba, y agarraba la manta y la cesta que había empacado la abuela.
Dio unos saltitos y soltó un pequeño chillido. No pude evitar reírme. Era tan malditamente linda cuando se emocionaba tanto.
—¡Estoy más que lista!
—Entonces, vamos. ¿Estarán despiertos cuando regresemos?
La abuela comenzó a reír. —Tómate tu tiempo, Juan Pedro, y no te preocupes por despertarnos cuando vuelvas. Tu abuelo y yo tendemos a preferir acostarnos bastante temprano en estos días.
—Está bien, entonces, buenas noches, abuela, buenas noches abuelo —dije y le di un beso de buenas noches a la abuela.
Lali les dio las buenas noches y corrió hacia el jeep. No podía evitarlo, pero sacudí la cabeza ante su vértigo. Era curioso cómo cosas tan simples emocionaban a esta chica.
—Una regla… No se puede mirar en absoluto, ¿está bien? —Asintió, llevó su dedo e hizo una cruz sobre su corazón.
Me subí al Jeep y nos pusimos en marcha hacia el pastizal del oeste. Conocía el lugar perfecto al que iba a llevarla. Había un roble gigante en donde acostumbraba acostarme cuando quería estar solo y pensar. Era uno de mis lugares favoritos en el rancho.
Se sentó junto a mí en el Jeep y sonrió todo el camino. —¡Es increíble lo que puedo ver aunque sea de noche! ¡Ya me encanta estar aquí, Peter! —dijo con una sonrisa.
—Me alegra saberlo, cariño.
Me acerqué al roble. Después de una rápida comprobación para asegurarme de que no hubiera estiércol, extendí la manta y puse la cesta en el suelo. Dejé el contacto encendido y sintonicé una estación de country. Me reí cuando How Country Feels de Randy Houser comenzó a sonar.
—¡Bueno, La, maldita sea si esta no es la canción perfecta para ti!
Se echó a reír y se sentó en la manta.
Me arrodillé a su lado y empujé un mechón de pelo que había caído de su cola de caballo detrás de su oreja.
—Cierra los ojos, cariño, y no los abras hasta que te diga.
—Bueno…
Cerró los ojos y poco a poco, se relajó. Vi su pecho subiendo y bajando bastante rápido. Dios, podía sentarme aquí toda la noche y mirarla. Me incliné sobre ella, pero fui cuidadoso de no bloquear su vista.
—Abre los ojos.
Esperó unos treinta segundos antes de que por fin los abriera. Contuvo el aliento y sus ojos se ampliaron. No dijo una palabra. La sonrisa que se extendió por su cara era la cosa más sexy que jamás había visto en mi vida. Mi puta polla decidió que también le gustaba. Me moví y me puse a su lado mientras tomaba su mano y levantaba la mirada hacia las innumerables estrellas. Nunca me cansaré de ver esto.
—Ni siquiera parece real. No sabía que había tantas estrellas. ¡Hay millones!
Nos acostamos ahí por no sé cuánto tiempo, hablando de todo. Películas favoritas, canciones, cantantes, bandas; hablamos de todo.
—¿Puedo preguntarte algo? Y por favor, no te sientas obligado a responder.
—Cariño, me puedes preguntar lo que quieras —dije y besé el dorso de su mano.
—¿Por qué nunca hablas de tus padres?
Me senté y pasé una mano por mi cabello.
—Eh, bueno… no tengo exactamente la mejor relación con ellos. No he hablado con mi padre o mi madre en casi tres años.
Se sentó y me miró, sorprendida. —¿Por qué?
Dejé escapar una pequeña carcajada. —Bueno, mierda, ¿por dónde debería empezar?
—No tienes que decirme nada si no quieres.
La miré y mi corazón se hinchó. Quería hablarle de mis padres.
—No, está bien. —Respiré profundamente y comencé a hablar—: Mi papá es un instructor en el ejército y él y mi madre viven en Lawton, Oklahoma. Mi padre y yo teníamos diferentes ideas sobre lo que debería hacer con mi vida. Yo quería jugar al fútbol aquí en Texas. Mi sueño era ir a la universidad, jugar al fútbol para ellos y luego ayudar al abuelo con el rancho. El sueño de mi padre era que fuera al ejército después de la escuela secundaria. Dijo que era la única manera de hacer algo de mi vida. Prácticamente pensó que era un perdedor por jugar al fútbol y me dijo que nunca llegaría a nada en mi vida. Después de que le dijera que me aceptaron en la universidad de Texas y que había conseguido una beca de fútbol, me dijo que si iba, había terminado conmigo. Mi madre no tenía realmente el coraje para enfrentar a mi padre, así que el día que me gradué de la escuela secundaria, él hizo mis maletas y me dijo que me fuera.
—Oh, Dios mío, ¿cómo tus propios padres podrían hacerte eso? ¿Has hablado con ellos?
—No, no desde que empecé la universidad. Mi madre llamó un par de veces en el verano después de la secundaria. Me quedé aquí con el abuelo y la abuela. Pero una vez que se dio cuenta que no iba a dar marcha atrás… bueno, no he hablado con ella desde aquel verano. Ni siquiera en navidad. No te sientas mal por mí, cariño. En realidad, no se diferencia en nada a lo que tu madre te hizo todo este tiempo.
Se acostó en la manta y levantó la mirada hacia las estrellas. Nos sentamos en silencio durante unos minutos.
—Peter, ¿quieres hijos?
Mi corazón empezó a latir a mil por minuto. ¿Qué si ella no quería? Siempre había soñado con un niñito o una niñita a quien podría enseñar a pescar, montar a caballo, aprender el negocio de ganado. Era algo que deseaba. ¿Y si su madre había jodido totalmente su forma de pensar sobre los niños? Por un breve segundo, entré en pánico.
—Sí, quiero tener hijos algún día. ¿Qué hay de ti?
Se quedó mirando las estrellas y luego sonrió. Se giró, me miró y su sonrisa me dejó alucinado.
—Sí, y los amaré incondicionalmente.
Dejé escapar el aliento que contenía.
Lali quería tener hijos.

Dios, esperaba ser el que le diera esa primera vez.



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