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jueves, 17 de octubre de 2013

Capitulo 9

           


Peter corrió tras ella, pero un viejo amigo de su madre lo detuvo para hacerle preguntas sobre posibilidades de inversión en la empresa mientras Lali salía del salón con sus padres.
            –Lo siento, pero tengo que hablar con una persona urgentemente –se disculpó–. Luego te veo.
            Corrió al vestíbulo, pero ya era tarde. Había un grupo de personas despidiéndose de Gimena, pero Lali y sus padres ya se habían ido.
            –Despídete de los Stevenson, cariño.
            Peter decidió cumplir con sus deberes familiares, pero no podía dejar de preguntarse si tendría una niñera cuando volviese a casa.


             
            LA VOZ de Lali despertó a Peter al día siguiente, pero en lugar de saltar de la cama para ayudarla se tapó la cabeza con el edredón.
            ¿De verdad la había besado la noche anterior?
            Sí, porque era un idiota. No sabía qué había pasado en la fiesta, pero no podía culpar a Cande por lo que había intuido con tal claridad: le gustaba Lali.
            Le gustaba más de lo que le había gustado ninguna otra mujer en mucho tiempo, pero no debería haberla besado porque no solo era un hombre con dos hijos y serios problemas de confianza sino que, además, la necesitaba.
            Lali era la niñera de sus hijos. Tenía que respetar la relación profesional que había entre ellos y no debería haberla besado.
            Ella había salido corriendo como Cenicienta y seguramente estaría a punto de decirle que no quería seguir trabajando para él...
            Suspirando, Peter apartó el edredón.
            El beso había sido un error y se disculparía. No pasaría nada, no tenía tanta importancia.
            Tomó una camiseta y se la puso a toda prisa antes de entrar en la habitación de los niños.
            –Buenos días.
            –Buenos días.
            Lali apartó la mirada inmediatamente y  Peter se sintió avergonzado. No sabía por qué se sentía tan tímido estando con ella, por qué quería algo más que una relación niñera-jefe. Pero fuera lo que fuera, era un error. Tenía que serlo. Si no, intentaría conquistarla, flirtear con ella como había hecho con otras mujeres. Como no podía hacer eso, tampoco se dejaría llevar por el deseo de besarla.
            –Antes de que digas nada, quiero pedirte disculpas por lo que pasó anoche –empezó a decir, señalando a Tomas, que daba saltos en el andador.
            –Ya están bañados y desayunados –Lali levantó a Alay del cambiador para dejarla en la cuna–.Peter, tenemos que hablar.
            No iba a dejarlo escapar con una simple disculpa, estaba claro.
            –Por favor, no te vayas. Me he portado como un idiota, pero te juro que no volverá a pasar.
            Lali se llevó una mano al cuello y sacó una cadena de la que colgaba un anillo.
            –Estoy comprometida.
            Peter tardó unos segundos en entender lo que estaba diciendo, pero cuando lo hizo tuvo que dejarse caer en una de las mecedoras.
            –¿Estás comprometida?
            –Sí.
            Y él pensando que se sentía atraída por él... era lógico que hubiera salido corriendo.
            –Lo siento.
            Lali se aclaró la garganta.
            –No tienes por qué disculparte. No llevo puesto el anillo, así que no podías saberlo.
            Peter no podía creerlo. ¿Estaba comprometida? Pero había bailado con él, había tonteado con él...
            –Mi prometido conducía la moto cuando tuvimos el accidente –siguió Lali–. Iba a darme el anillo esa noche, pero... en fin, él no tuvo tanta suerte como yo. Está en coma, Peter. Lleva cinco años en coma.
            –Vaya, lo siento mucho.
            –Sus padres encontraron el anillo y la carta en la que me pedía en matrimonio, escrita en un trozo de papel gastado... –Lali tuvo que aclararse la garganta–. Parecía haberla escrito y reescrito varias veces. Gas no pudo decírmelo de viva voz, pero conservé el anillo... aquí.
            Peter asintió con la cabeza. Estaba prometida y cuando intentaba divertirse un poco, su jefe había intentado ligar con ella.
            –¿Es eso lo que haces los sábados y domingos? ¿Visitar a tu prometido?
            –Sí.
            –Lo siento mucho.
            –Yo también –Lali sacó a Tom de su andador–. No es fácil. A veces siento que llevo sola toda mi vida. Y si quieres que sea sincera, me siento atraída por ti. Anoche me quedé abrumada, pero estoy comprometida con Gas y me encanta este trabajo. El accidente lo tuve a los veinte años y este es mi primer trabajo serio, pero no puedo seguir siendo la niñera de Tomas y ALAysi tú estás interesado por mí.
            –No, no lo estoy –anunció Peter. Decir eso el día anterior hubiera sido una mentira, pero en aquel momento era cierto. Lali estaba prometida, de modo que no había nada que hacer–. Y quiero que sigas siendo la niñera de mis hijos.
            –¿Entonces no hay ningún problema?
            –No, ninguno.
             
             
            Peter jugó con los niños durante toda la mañana mientras ella ponía varias lavadoras. Luego, a mediodía, dieron de comer a los niños y los metieron en sus cunas.
            Peter hizo un par de llamadas desde su habitación y cuando salió Lali estaba sentada en el sofá...
            Antes de que pudiese decir nada, alguien llamó a la puerta. Era Robert, el guardés de la finca, con una fiambrera en la mano.
            –Para usted, señor Lanzani.
            –¿Qué es? –preguntó Lali.
            –La comida. He llamado a la cocina para pedir que la trajeran.
            –No tenías por qué hacerlo.
            –Lo sé, pero anoche tuvimos un... tropiezo y he pensado que sería bueno que hablásemos de ello.
            –¿En serio?
            –Si seguimos hablando, tarde o temprano empezaremos a sentirnos cómodos el uno con el otro.
            Peter estaba dispuesto a probar lo que fuera.
            –¿Y de qué deberíamos hablar?
            Él se encogió de hombros mientras sacaba vasos y platos del armario.
            –No lo sé. En realidad te debo más de una disculpa. Me siento mal por haber hecho ese comentario sobre tu conjunto. Era precioso.
            –No pasa nada. Tú no sabías lo de mi pierna.
            –¿Te duele?
            –Cuando llueve o cambia el tiempo.
            Peter sonrió.
            –No es verdad.
            –Sí es verdad. Me duele cuando cambia el tiempo. Tiene algo que ver con los cambios de presión y con la humedad.
            –¿Te duele mucho?
            –Antes me dolía mucho, ahora menos –Lali levantó la pernera del pantalón para mostrarle la pierna, con cicatrices y todo.
            –Casi parece artificial.
            –Es por los injertos de piel.
            –¿Tuvieron que hacerte injertos de piel?
            –Me operaron muchas veces y tuve que hacer años de rehabilitación.
            –Imagino que lo pasarías mal.
            Lali se encogió de hombros.
            –Siento como si hubiera perdido cinco años de mi vida. Tengo veinticinco, pero en muchos sentidos es como si aún tuviese veinte.
            Peter asintió con la cabeza. Tenía un novio, pero como ella misma había dicho era casi una niña cuando sufrió el accidente y a partir de ese momento su vida había quedado en suspenso. Eso explicaba muchas cosas.
            Aunque aquella conversación debería haber cortado de raíz la atracción que sentía por Lali, Peter se sentía decepcionado. Pero se recordó a sí mismo que a menudo las relaciones no funcionaban, especialmente las suyas, de modo que debería alegrarse de que fuera una persona sensata y, sobre todo, de que a pesar de todo quisiera ser la niñera de sus hijos.
            Después de comer, Lali se tomó el resto del día libre y cuando volvió a casa Peter ya había metido a los niños en la cuna, de modo que le dio las buenas noches y fue directamente a su habitación.
            Peter fue a trabajar al día siguiente con la sensación de que todo había vuelto a la normalidad entre ellos y, antes de marcharse, llamó a la cocina para pedir que les llevasen la cena. Mientras se quitaba la chaqueta, Lali colocó platos y cubiertos en la mesa mientras los niños balbuceaban en sus tronas.
            Peter intentó no pensar en cuánto le recordaba esa imagen al sueño que había tenido cuando Liliah le dijo que estaba embarazada. Aunque odiaba admitirlo, estaba creando la imagen de una familia feliz... con Lali en ella.
            Una campanita de alarma sonó en su cerebro, pero decidió no hacer caso. Él era un hombre adulto con dos niños pequeños que necesitaban una niñera, eso era lo único importante. La madre de los mellizos le había hecho demasiado daño como para creer en fantasías, especialmente con una mujer que le había dejado bien claro que no podía haber nada entre ellos.
            Cuando abrió la fiambrera del asado, el aroma llenó la cocina.
            –Nadie cocina como Emma.
            –Desde luego –asintió Lali–. Seguramente engordaré veinte kilos antes de irme de aquí.
            Una conversación normal, pensó Peter. Nada personal.
            –Veinte kilos en dieciocho años no está tan mal. Algunas personas engordarían más.
            Lali hizo una mueca.
            –No creo que vaya a quedarme aquí dieciocho años.
            –¿No?
            –No –respondió ella, en voz baja–. Al principio pensé que sí, pero los niños no necesitarán una niñera durante tanto tiempo. Además, quiero terminar mis estudios.
            –¿Ah, sí?
            –Antes del accidente estaba estudiando administración de empresas... por estudiar algo. Pero le he tomado tanto cariño a tus hijos que he decidido ser profesora de primaria. Aunque para eso tengo que terminar la carrera, claro.
            Peter asintió con la cabeza. No tenía ninguna responsabilidad hacia ellos aparte de su trabajo y después de lo que había tenido que sufrir merecía una segunda oportunidad en la vida.
            –Creo que serías una profesora estupenda.
            –No sé si lo creerás, pero yo era una niña tímida.
            –¿No me digas? –bromeó Peter.
            –Entonces era más tímida que ahora, pero mis profesores hicieron todo lo posible para que me integrase con los demás alumnos. Y eso es lo que quiero ser: alguien que entiende los problemas de los niños y los ayuda.
            –Me parece muy buena idea –dijo él, aunque no era exactamente lo que estaba pensando.
            –Había pensado tomar clases nocturnas, por supuesto. No creerías que iba a dejarte solo con los niños, ¿verdad?
            El corazón de Peter dio un vuelco. Iba a quedarse. Había pensado en ellos y había hecho planes teniéndolos en cuenta.
            Todo lo contrario que Liliah.
            La emoción que experimentó en ese momento casi lo asustaba. Solo habían pasado unas semanas, pero empezaba a sentir algo extrañamente fuerte por aquella chica.
            Porque era buena, sincera, inteligente.
            Dulce, amable.
            Todo lo que siempre había querido en una mujer.
            Pero no podía tenerla.
            Ni siquiera debería desearla. Si no tenía cuidado, iba a romperle el corazón.
            –No tienes que quedarte, Lali.
            –Pero es que me he encariñado con los niños. Y oí lo que dijiste el primer día.
            –¿A qué te refieres?
            –Sé que Tom y Alay  han sido abandonados por su madre –respondió Lali–. Tú querías que tuvieran continuidad y yo puedo ser parte de esa continuidad.
            ¿De verdad podía ser tan generosa?, se preguntó Peter.
            Lali puso una mano sobre la suya.
            –Me gusta sentir que alguien me necesita. Creo que estar aquí contigo y con los niños me está ayudando a rehacer mi vida. Hasta que os conocí tenía la intención de seguir en mi casa, compadeciéndome de mí misma, pero tú haces que me sienta útil.
            Peter contuvo el aliento. ¿Él la hacía sentir bien consigo misma? Ella estaba restaurando su fe en la humanidad. Era tan diferente a Liliah que resultaba increíble que pertenecieran a la misma especie. ¿Y creía que él estaba ayudándola?
            Nervioso, se aclaró la garganta.
            –Tú también eres muy buena para mí y para mis hijos.
            En ese momento, Tomy empezó a llorar y  Lali se levantó de un salto.
            –¿Que te ocurre, pequeñajo? ¿Quieres que alguien te tome en brazos?
            Tomy apoyó la cabecita en su hombro.
            –Yo lo haré, tú sigue comiendo –dijo Peter.
            –No hace falta. Come, creo que Tomy solo necesita estar unos minutos en brazos.
            Después de decir eso salió de la cocina y Peter miró a Alay, que le sonreía desde su trona.

            –Es estupenda, pero puede que tengamos un problema porque no quiere lo que yo quiero –murmuró.

:(

sábado, 12 de octubre de 2013

Capitulo: 8

  

             
            EL SÁBADO, Peter se estiró perezosamente, pero al ver la hora que era se levantó de un salto y corrió a la habitación de los niños... para ver a Lali jugando con ellos sobre la alfombra.
            –¿No es tu día libre?
            Ella levantó la cabeza y, al verlo con el torso desnudo, apartó la mirada. Pero no inmediatamente... no, se había fijado en sus abdominales, estaba seguro.
            Al principio, se enfadó consigo mismo por no haberse puesto una camisa, pero de repente una absurda idea entró en su cabeza: Lali se sentía atraída por él.
            Le parecía bien. Al fin y al cabo, era una chica encantadora que se portaba muy bien con sus hijos. Estando medio dormido, no recordaba por qué eso era malo.
            Lali se levantó de la alfombra.
            –Tienes razón, es mi día libre y tengo que empezar a moverme. Quería que desayunaras antes de dejarte solo con los niños, por eso no te he despertado, pero tengo que irme.
            Peter la vio salir, pensativo. Muy bien, entonces no estaba tan contenta como él por la atracción que había entre los dos, pero había visto el brillo de sus ojos cuando entró en la habitación...
            ***

             
             
            Lali salió de su dormitorio y el corazón de Peter dio un vuelco. El jersey que llevaba marcaba sus curvas y las gafas de sol le daban un aspecto elegante y sexy.
            –Voy de compras con mi madre y luego me vestiré en su casa para la fiesta. Cande y Trisha vendrán a las seis para quedarse con los niños.
            –Muy bien.
            –Adiós.
            Peter miró la puerta cerrada con el corazón acelerado, sus hormonas enloquecidas.
            Vico tenía razón, no podía pasar el resto de su vida evitando a la familia porque su padre hubiera sido un canalla. Y, si aceptaba sus consejos, tampoco podía pasar el resto de su vida evitando a las mujeres por culpa de Liliah.
            Había pasado un año desde que rompió con él y, sin embargo, llevaba quince meses sin tener una relación. Era comprensible que le gustase la única mujer con la que tenía contacto. Lali era una chica atractiva, pero una relación con ella sería un error, de modo que la respuesta tal vez no era despedirla sino encontrar otra mujer.
            Tal vez era hora de volver a la tierra de los vivos.
             
             
            A las siete, Peter vaciló cuando iba a salir de la casa. Esa tarde, Vico había conseguido que se comprometiera a trabajar en la empresa familiar, esa era la buena noticia. La mala era que Lali sería la niñera de sus hijos permanentemente y eso significaba salir con otras mujeres para dejar de pensar en la niñera.
            Pero ir a una fiesta que su madre había organizado con la intención de que conociese a otras mujeres lo hacía sentir incómodo.
            –¿De verdad no te importa que me vaya, Trisha?
            Su sobrina soltó una carcajada. Tenía el pelo largo como su madre y era delgada y alta como su padre.
            –No te preocupes, tío Pitt, he cuidado tantas veces de mi hermano Clayton que prácticamente lo he criado yo.
            –Seguro que sí.
            –En serio, vete. Si pasara algo, llamaría al móvil de la abuela. Además, también tengo el móvil de tu niñera.
            –¿Ah, sí?
            –Me lo ha dado mi madre.
            Era un poco raro que Lali no le hubiese dado el número de su móvil, pensó Peter .
            En fin, podía llamar al teléfono fijo si quería algo. ¿Pero y si tenía que hablar con ella cuando no estaba en casa?
            Su desconfianza aumentó, pero no podía sospechar de todo el mundo. Si aquella no era la prueba de que tenía que volver a salir con alguien no sabía cuál podría ser.
            Entró en la casa principal por una puerta lateral y atravesó varios pasillos antes de llegar al vestíbulo, con una enorme lámpara de araña, suelos de mármol y cuadros que valían millones y que decían a los invitados que su madre tenía más dinero que algunos países del Tercer Mundo.
            Gimena, con un vestido gris y una chaqueta de un tejido brillante, se acercó con los brazos abiertos.
            –Cariño, estás muy guapo.
            Peter tiró del cuello de su camisa.
            –Gracias.
            –La mitad de los invitados han llegado ya y he organizado esta fiesta para que saludases a todo Pine Ward, así que mézclate con la gente.
            Peter entró en el enorme salón, decorado con modernos muebles en blanco y negro y alfombras blancas sobre el suelo de madera. Era un sitio tan diferente al clásico vestíbulo que los invitados solían quedarse parados en la puerta.
            Él entró en el salón, decidido. Si iba a volver al mundo de los vivos, tendría que hacerlo con ganas. Charló con su hermano y su cuñada, saludó a viejos amigos a los que no había visto desde que se marchó de Pine Ward y conoció a dos mujeres interesantes, Tina una morena de enormes ojos azules y Marcie, una rubia agente inmobiliaria que parecía claramente interesada. Pero, sin poder evitarlo, miraba hacia el vestíbulo buscando a Lali.
            –Su madre y ella han ido de compras. Imagino que llegarán un poco más tarde.
            Peter se volvió para mirar a su cuñada.
            –No estaba buscando a Lali.
            –Sí estabas buscándola –Cande, con un precioso vestido de cóctel negro, le hizo un guiño–. Es guapísima y tú eres un hombre normal.
            –Pues el hombre normal acaba de conocer a dos mujeres muy atractivas –bromeó Peter, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón.
            Su cuñada soltó una risita.
            –Lo he visto, pero ninguna de ellas es tan guapa o tan encantadora como Lali.
            –¿Qué quieres decir con eso? ¿Crees que debería tener una relación con una empleada?
            –Creo que deberías hacer lo que te dicte el corazón.
            Antes de que Peter pudiera replicar, Lali y sus padres entraron en el salón.
            Ella llevaba un top sin mangas de color beige con un pantalón a juego. Muy elegante, aunque poco revelador. Pero estaba tan guapa... era lógico que las otras mujeres no lo hubieran interesado.
            –Si vas ahora mismo se va a notar mucho –bromeó su cuñada.
            –No pensaba ir ahora mismo, pero cuando lo haga será simplemente como amigo. Es mi niñera, no estoy interesado.
            –Sí, claro, estás ahí mirándola como un crío porque no te sientes atraído por ella – Cande le dio la vuelta, empujándolo hacia delante–. Charla con los demás invitados y cuando Lali se acerque intenta fingir que lo estás pasando bien.
            –No voy detrás de Lali–insistió Peter.
            –Lo que tú digas.
            –Es una empleada que vive en mi casa y yo soy un hombre que ya no puede confiar en nadie. Lali merece algo mejor.
            –Liliah fue un obstáculo que la vida te puso por delante, pero has vuelto a casa y vas a empezar de nuevo. Date un respiro y ve tras la mujer que te interesa sin darle tantas vueltas.
            Peter se alejó sacudiendo la cabeza y estuvo casi una hora charlando con otros invitados sobre proyectos inmobiliarios, escrituras, obras. Hizo lo mismo durante la cena y cuando llegó la hora del baile, pero ninguna de aquellas mujeres lo interesaba de verdad y no podía dejar de buscar a Tory con la mirada... hasta que no pudo encontrarla entre la gente.
            Estaba casi seguro de que sus padres y ella se habían ido sin despedirse cuando la vio entre la gente.
            Podría haber sido la hija o la esposa de uno de los invitados más acaudalados. Alta, elegante, bien peinada. Aunque las demás mujeres llevaban vestidos y mostraban las piernas, ella llamaba la atención más que ninguna.
            Si quería empezar de nuevo, si merecía una segunda oportunidad, ¿no debería buscarla?
            Sin darse más tiempo para pensar, se dirigió hacia ella.
            –¿Estás intentando hacerte la interesante?
            –¿Perdona?
            –Me refiero a ese conjunto. Todas las demás mujeres llevan vestido.
            Lali se puso colorada y  Peter deseó darse de tortas... ¿por qué había tenido que decir eso?
            Ella se aclaró la garganta.
            –Tuve un accidente de moto hace unos años y me rompí la pierna por varios sitios –empezó a decir–. Ahora está mejor, pero... aún me quedan muchas cicatrices.
            Vaya, el fracaso más grande en la historia de los flirteos, pensó Peter .
            –Lo siento mucho, yo...
            Ella puso una mano en su brazo.
            –No pasa nada, ya no tienen que seguir operándome y he terminado la rehabilitación. Estoy bien.
            El roce de su mano lo hizo sentir algo especial, no sabía bien qué. Lali era guapa, inteligente y le gustaba mucho, pero estaba portándose como un completo idiota. No debería haberle hecho caso a Cande .
            Peter suspiró, sin saber qué decir. Además, no quería hablar sobre algo que la deprimiera.
            –¿Quieres que bailemos? –le preguntó, ofreciéndole su mano.
            Lali miró alrededor, como si estuviera buscando una forma de escapar, y él tragó saliva, decepcionado. No podía haber confundido cómo lo miraba. No, sabía que no era así.
            –No debería haber hecho ese comentario sobre tu conjunto, pero si te sirve de consuelo creo que me ha avergonzado a mí mismo mucho más que a ti. Baila conmigo para demostrar que me has perdonado.
            Ella sonrió.
            –¿De verdad te sientes avergonzado?
            Si así conseguía que bailase con él y se olvidara de la conversación...
            –Sí.
            Lali tomó su mano.
            –Muy bien.
            Peter la llevó hacia la zona que Gimena había habilitado como pista de baile y ella tuvo que hacer un esfuerzo para disimular su agitación. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que sintió el calor del cuerpo de un hombre que le costaba respirar.
            –¿Tienes frío?
            –No, no.
            Peter era su jefe y estaba siendo amable con ella, se repetía a sí misma. Solo era un baile, no iba a pasar nada.
            –Me gusta la casa de tu madre.
            –Sí, a ella también. Pero no me gustaría tener que pagar las facturas que mi madre paga todos los meses.
            Lali sonrió.
            –Es que le gusta tenerlo todo tan bonito.
            –Cuando éramos pequeños no había ninguna habitación que estuviera prohibida para nosotros, pero un equipo de limpieza entraba detrás de nosotros para dejarlas relucientes.
            –¿En serio?
            –Sí –respondió peter –. Por eso no quiero tenr una casa como esta. No quiero que Alay y Tomas sientan la presión de ser perfectos. ¿Te puedes imaginar la que organizarán los mellizos cuando tengan cuatro o cinco años?
            Lali podía hacerlo, desde luego. Podía ver dibujos en las paredes, zumos sobre la alfombra, manchas de barro por todo el suelo.
            –A lo mejor tienes suerte y se portan como dos angelitos.
            –Vico era el niño perfecto y metió una rata en su dormitorio.
            Ella se echó hacia atrás, haciendo una mueca.
            –¡Una rata!
            –No la encontró en la calle, la compró en una tienda de animales.
            –Pero las ratas propagan enfermedades y tienen unos dientes puntiagudos...
            –Pues Vico estaba loco por ella.
            Mientras daban vueltas por la pista de baile, el calor de su cuerpo parecía traspasarla.
            –Aquí hace un poco de calor, ¿no?
            –Seguramente tienes calor porque estamos bailando.
            –Tal vez.
            Sin dejar de bailar, Peter la llevó hacia la puerta que daba al jardín. Era una noche de octubre inusualmente cálida...
            –¿Por qué no salimos un rato?
            Lali se apartó un poco, aclarándose la garganta.
            –Debería ir a buscar a mis padres.
            –Pero si aún no has bebido nada. Y tampoco has comido mucho. No es que haya estado vigilándote, pero he notado que no parecías disfrutar mucho de la fiesta.
            –Es una fiesta estupenda...
            –Entonces, salgamos un rato –insistió él–. Fuera se está mejor.
            –Muy bien, como quieras.
            Salieron al jardín y  Peter la llevó hacia los rosales de su madre.
            –Mira, la luna está muy bonita.
            –Sí, pero tengo que buscar a mis padres. Es tarde y tal vez quieran volver a casa –dijo Lali, nerviosa.
            Y él tendría que quedarse allí dos horas más, mezclándose con gente que no le interesaba nada.
            –Puedes quedarte el tiempo que quieras, yo te acompañaré después.
            –No hace falta.
            Peter tiró de su mano cuando iba a darse la vuelta, pero lo hizo con demasiada fuerza y Lali prácticamente cayó sobre su pecho. Y entonces, estando tan cerca, hizo algo que le parecía tan natural como respirar: inclinó la cabeza para buscar sus labios y, al rozarlos, experimentó un deseo que no había experimentado nunca. Había algo en aquella mujer que lo atraía poderosamente, algo que lo empujaba a desear más, a tomar más.
            Y ella respondió. Aunque al principio había parecido un poco asustada, Lali le devolvió el beso y Peter supo sin la menor sombra de duda que sentía lo mismo que él.

            Pero, de repente, se apartó, como si no pudiera respirar, y entró corriendo en el salón.  


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Hola, Hola volvi no me podia conectar porque tenia mucha tarea Peerdon
   Vierron lo que paso que va a pasar ahora?¿
  ¿Lali va a seguir trabajando para peter?