Quizá la culpa es mía
por no seguir la norma,
ya es demasiado tarde
para cambiar ahora.
ALASKA,
A quién le importa
Al día siguiente, Peter no fue a trabajar. Llamó a Márquez
para informarle de que tenía que ir a Madrid para resolver unos asuntos en el
Ministerio, y luego llamó a Domingo para pedirle que supervisase un par de
temas mientras él no estaba. Desde su llegada a Cádiz que había pospuesto ese
viaje, pasearse por las oficinas ministeriales le parecía una absoluta pérdida
de tiempo, normalmente resolvían en días lo que podía dejarse zanjado en
cuestión de minutos, pero Peter comprendía que formaba parte del juego. Lo
había aprendido mientras estaba en Chile y viajando por el mundo a bordo de los
buques en los que había servido.
Lali no le había preguntado nada acerca de lo que había sido
su vida durante esos largos y vacíos doce años, y a Peter le dolía muchísimo
ver que ella no solo no le había perdonado, sino que ni siquiera le había
entendido. Tras aquella horrible discusión con su madre, en la que Peter por
fin asumió que Antonia había dejado de quererle cuando él cometió aquel
horrible error en su adolescencia, Peter supo que tenía que irse. Si se
quedaba, su madre no dudaría en llamar a la policía y en acusarlo de todo lo
imaginable. Él iría a la cárcel y perdería a Lali, y también a Juan Martin y a Valentina.
Peter no se hizo ilusiones acerca de la posibilidad de demostrar su inocencia,
si la policía llegaba a casa y le encontraban a él con la droga, sumarían dos
más dos y lo dejarían listo para sentencia. Su madre tuvo al menos la decencia
de llamar a Chile, a Francisco Lanzani, un primo tercero o cuarto de la familia
con el que seguían en contacto, y le dijo que Peter iría a vivir allí. En
cuanto
terminó la llamada, Antonia le dio algo de dinero y lo echó
de casa. Peter tuvo el tiempo justo de recoger sus cosas, coger el dinero que
había ahorrado, y escribirle una nota a su hermano diciéndole que no le
buscase. A lo largo de los últimos meses, él y Juan Martin se habían hecho
amigos, otra vez, y Peter estaba convencido de que su hermano no entendería su
partida y que intentaría encontrarlo. Por nada del mundo quería que después del
sacrificio que iba a hacer, Juan Martin se metiese en un lío por su culpa, así
que escribió aquella breve nota de despedida. Los recuerdos de los días antes
de coger el vuelo rumbo a Santiago le resultaban algo confusos, era como si su
mente hubiese intentado borrarlos, o incluso modificarlos, pero la realidad era
que Peter se subió a ese avión y dejó atrás la vida que había deseado tener y
que durante un breve instante había podido tocar con la punta de los dedos.
En Chile, Francisco resultó ser mucho mejor de lo que Peter
esperaba. Su tío era un viejo marino retirado muy estricto pero con un marcado
código de valores que, sorprendentemente, coincidían muchísimo con los de Peter.
Y amaba el mar tanto como Peter. Francisco nunca le preguntó qué había sucedido
en España y le recibió con los brazos abiertos. Tras la primera semana, que Peter
dedicó a instalarse y a buscar trabajo, Francisco le sugirió que se pasase por
la base española y preguntase si podía alistarse en la marina. Al principio, Peter
descartó la idea por absurda, pero Francisco insistió y una mañana le llevó a
hablar con uno de sus amigos que todavía estaba en activo y capitaneaba un
buque español que hacía la ruta Galicia-Chile con relativa frecuencia. Tanto
Francisco como su amigo insistieron en que no iba a resultarle nada fácil, pero
le dijeron que si lo conseguía, tendría una gran carrera por delante en la que
siempre podría estar cerca del mar. Y quizás algún día podría volver a España
siendo un hombre respetable y con futuro. Fueron unos años muy difíciles para Peter,
y no solo porque tuvo que estudiar mucho y entrenarse a diario, sino también
porque cada día que pasaba echaba más de menos a Lali. Y cada día, cada
segundo, se planteaba si había tomado la decisión correcta. A pesar de lo que
ella había dicho, Peter había descolgado el teléfono millones de veces para
llamarla y le había escrito muchísimas cartas que al final no se había atrevido
a mandar. La amenaza de su madre se había colado por los poros de su piel y
vivía bajo el miedo constante de que Antonia la hiciese realidad.
Peter desvió la vista hacia la bolsa de viaje que había preparado.
Sí, le iría bien ausentarse unos días. Iría a Madrid y resolvería los temas que
tenía pendientes, y quizás incluso preguntaría si había alguna vacante en otra
capitanía. O en un buque. O quizás incluso en una base militar en el
extranjero.
Cuando Lali llegó a capitanía y vio que el despacho de Peter
estaba vacío se preocupó un poco, pero no demasiado. Probablemente tenía una
reunión en otra parte y llegaría más tarde. Pero cuando terminó el día sin que Peter
hubiese aparecido, se dio por vencida y fue a preguntarle a Domingo si sabía
algo de él.
—Se ha ido a Madrid —le explicó su amigo.
—¿A Madrid?
—Sí, tardará unos días en volver. Al parecer tenía varios
asuntos que tratar con el Ministerio. ¿Necesitas algo? Ya sabes que puedes
ausentarte los días que haga falta, Peter me dejó claro que eso no era ningún
problema.
A Lali le reconfortó ver que él había hablado de ella con
Domingo, sin embargo, le puso furiosa que Peter se hubiese ido sin decírselo.
«Tú le echaste de casa y prácticamente le dijiste que no
querías saber nada de él, a pesar de que Peter te contó lo más horrible y
doloroso que le ha sucedido jamás.»
—No, estoy bien, gracias. Mamá está en casa con Alexia y
todo parece ir bien. Ya sé que no puedo hacerme ilusiones —siguió—, pero la
verdad es que se la ve animada.
—Tu madre es una mujer muy fuerte, una luchadora. Y no me
extrañaría que se estuviese aprovechando de la situación para dejar que sus dos
hijas la cuiden y la mimen —sugirió Domingo guiñándole un ojo.
—Gracias, Domingo.
—Oye, ¿por qué no vienes a cenar a casa uno de estos días? A
Marce y a los niños les hará mucha ilusión verte.
—Claro, deja que hable con Alexia para organizarme. ¿De
acuerdo?
—Ningún problema. ¿Quieres que le diga algo a Peter? —le
preguntó—. Me dijo que me llamaría por la noche para que le contase cómo había
ido el día en capitanía.
—No, no hace falta, pero gracias por el ofrecimiento.
—De nada. —Domingo estiró los brazos—. Creo que me iré a
casa, ayer jugamos a futbol con los niños y estoy destrozado.
Lali se despidió de Domingo y decidió que ella también se iría.
Quizás incluso iría al gimnasio antes de ir a casa de su madre. A ver si así
dejaba de pensar en la mirada dolida de Peter antes de irse, y en todas las
preguntas que ella había querido hacerle acerca de su pasado y que no se había
atrevido a preguntarle.
La jornada en el Ministerio fue agotadora y más fructífera
de lo que había esperado. Peter llegó al hotel y tras ver que tenía piscina
interior, se puso el bañador que había metido en la maleta casi por casualidad
y fue a nadar. Durante los primeros años de instrucción, Peter se convirtió
además en submarinista profesional de gran profundidad y era el único de su
promoción que podía sumergirse cien metros sin equipo practicando apnea. Estar
bajo el agua a esa profundidad era doloroso pero al mismo tiempo reconfortante.
Allí, a esa profundidad, el mundo dejaba de existir y solo estaba él, el mar, y
su mejor recuerdo. El día que besó a Lali. El único día que besó a Lali.
Se lanzó a la piscina y nadó hasta que le dolieron los
brazos. Y luego, tras comprobar que estaba solo, pues no quería asustar a otro
huésped, respiró hondo una única vez y se sumergió en el agua. Se quedó bajo el
manto del agua cristalina de la estática piscina del hotel tanto tiempo como le
permitieron los pulmones, pensando en ese beso que le había dado esperanza
durante un tiempo y que ahora parecía perdido en la profundidad de sus
recuerdos y de sus rencores. Salió de la piscina cuando notó que el pecho
empezaba a quemarle y se puso el albornoz. Afortunadamente no se tropezó con
nadie de regreso a su habitación, probablemente creerían que era un loco por
cruzar empapado los pasillos del hotel, y tras abrir la puerta con la tarjeta
de plástico se sentó en la cama y descolgó el teléfono. Un timbre.
Dos.
Tres.
—¿Diga?
—Lali, soy yo, Peter —le dijo serio—. Solo te llamo para
decirte que estoy en Madrid.
—Lo sé, me lo ha dicho Domingo —le explicó ella algo
confusa, y feliz porque la hubiese llamado.
—Ah, bueno. No quería que creyeses que había vuelto a irme
sin decirte nada —se justificó él tras carraspear—. ¿Cómo está tu madre?
—Está bien, tranquila.
—Me alegro. Buenas noches.
—¿Cuándo volverás?
A Peter le sorprendió tanto la pregunta que casi le cae el
auricular al suelo.
—No lo sé, todavía tardaré unos días. ¿Por qué? —quiso saber
esperanzado.
—Por nada. —«¿Por qué le costaba tanto decirle que sentía
haber sido tan poco comprensiva con él la otra noche?»
Peter cerró los ojos y apretó el teléfono con fuerza. A esas
alturas ya debería saber que en lo que se refería a Lali no podía hacerse
ilusiones.
—Buenas noches, Lali.
—Buenas noches, Peter. —Y justo antes de colgar añadió—:
Gracias por llamar.
Y Peter se olvidó de su propio consejo y se hizo ilusiones.
Una semana más tarde, Peter seguía en Madrid y Lali no sabía
qué hacer con sus sentimientos. Él no había vuelto a llamarla, pero a través de
Domingo se enteró de que Peter había tenido que alargar su estancia porque los
altos cargos ministeriales querían presumir del capitán más joven y más
condecorado de la marina española en unos actos oficiales. ¿Por qué no le había
contado que había ganado tantas medallas? «Porque tú no se lo preguntaste. Le
echaste de casa en cuanto terminó de contarte por qué se había ido. Él te abrió
su corazón y tú solo pensaste en ti. Sí, Peter te dejó sin decirte nada, pero
tú te quedaste aquí con mamá y con Alexia, y él se fue solo a otra parte del
mundo.» ¿Por qué no volvía? ¿Por qué? «¿Y por qué va a tener prisa por volver?»
Su conciencia empezaba a ponerla furiosa, aunque por desgracia, tenía toda la
razón del mundo.
Peter llegó a Cádiz a las dos de la madrugada y se tumbó en
la cama sin desnudarse. Se quedó allí mirando el techo y respirando
profundamente. El viaje había sido un éxito, había conseguido renovar las
subvenciones de distintos proyectos, incluido el de Lali, y había convencido a sus
superiores de que invirtiesen el dinero necesario para sacar adelante el
programa informático que estaban diseñando Domingo y su equipo para el puerto.
Y había estado esos días sin ver a Lali y había sobrevivido. Sí, no había sido
feliz, y sí, todavía sentía un doloroso vacío en el pecho cuando pensaba en el
rechazo y en la indiferencia de ella, pero estaba convencido de que algún día
lograría convivir con esa sensación. Peter había recibido varias ofertas de
trabajo, un par en el sector público, y más de cinco en el lucrativo sector
privado; cuatro de ellas en España y ninguna en Cádiz. Eran muy tentadoras, y
sería un cretino si no reconociese que una parte de él se había sentido muy
redimida al recibir tantos halagos. Y si era sincero consigo mismo, también
tenía que reconocer que le habría gustado llamar a su madre y restregarle todos
esos éxitos por las narices. Durante doce años lo único que le había impulsado
a luchar había sido el amor que sentía por Lali, y el rencor que sentía por su
madre. Quizás había llegado el momento de desprenderse de ambas cosas. El
rencor solo era un lastre, un peso muerto que si seguía llevándolo encima
terminaría por hundirle en el abismo. Y el amor no correspondido solo serviría
para hacerle desgraciado. Y para amargar cualquier instante de felicidad que
pudiese llegar a sentir con otra persona. Se puso en pie y se cambió de ropa
para acostarse. Miró la luna que brillaba sobre el mar y decidió que al día
siguiente iría a hablar con sus hermanos para contarles la verdad. Ellos dos se
merecían el mismo respeto que Lali. Peter se metió en la cama y rezó para que Juan
Martin y Valentina le entendiesen.
—Dios mío, Peter. Lo siento —fue la primera frase que le
dijo Martin en cuanto terminó de escuchar el relato de Peter—. Lo siento mucho.
—Se levantó y lo abrazó con todas sus fuerzas.
Eran las diez de la mañana y los tres hermanos se habían
sentado junto a la mesa de la cocina. Martin no tenía que ir al hospital y Valentina
también se había quedado en casa. Peter les había pedido que no dijesen nada
hasta que él terminase, y les contó toda la sórdida historia sin apenas
mirarlos. Y cuando notó que su hermano le abrazaba casi se puso a llorar.
—Lo siento mucho, Pitt —repitió Juan Martin—. Te juro que no
tenía ni idea.
—Lo sé —le dijo Peter devolviéndole el abrazo—. Lo sé, Martin.
Martin se apartó y lo miró a los ojos.
—Habría renunciado a la beca —dijo solemne.
Y Peter comprendió entonces que nunca había perdido a su
hermano, y que jamás lo perdería.
—Gracias —farfulló emocionado.
—Tú eres mi hermano mayor. Siempre me cuidabas, y siempre
estabas a mi lado cuando te necesitaba. Yo habría hecho lo mismo por ti —le
aseguró Juan Martin.
—¿Cómo fue capaz de hacernos eso? —preguntó Valentina, que
estaba petrificada en la silla—. Mamá, ¿cómo fue capaz? —Notó que le resbalaba
una lágrima por la mejilla—. Es un monstruo. Dios mío, Peter. Tendrías que
habérnoslo contado.
—Quizá, pero tenía miedo de que mamá pudiera hacerme algo
—confesó sincero.
—Papá lo sabía —señaló Valentina—, por eso apenas soportaba
mirarla. Y por eso siempre llevaba una foto tuya en la cartera.
—¿Papá llevaba una foto mía? —preguntó Peter agradecido por
el cariño de sus hermanos.
—Sí, y siempre nos pedía que le leyésemos las cartas que nos
mandabas. Estaba muy orgulloso de ti —le contó Valentina.
—¿Por qué no volviste antes? —quiso saber Martin—. Yo
terminé la carrera hace años, y mamá se fue con ese hombre.
Peter se encogió de hombros.
—Supongo que tenía miedo de volver. Yo acababa de
licenciarme pero seguía siendo un don nadie.
—Tenías miedo de que Lali no te perdonase —dijo Valentina.
—Sí, pero no solo eso, también tenía miedo de que mamá
encontrase el modo de hacerte daño a ti, Valentina, tú todavía eras una niña y
ella es, al fin y al cabo, tu madre. Y no quería correr ese riesgo. Mamá me
dejó claro que estaba dispuesta a todo para echarme de la familia, y no quería
que os hiciese daño a ti o a Martin para conseguirlo.
—¿Y ahora ya estás dispuesto a arriesgarte? —le preguntó Martin.
—Mamá ahora no puede hacerme nada. Aunque siga en posesión
de ese paquete de heroína, nadie creerá que es mío. Hoy en día mi reputación es
intachable y si me hacen un análisis de sangre comprobarán que estoy
completamente limpio desde hace años. Y en cuanto a Raúl y a Julián —suspiró
resignado—, no creo que a nadie siga importándole ese caso. Tú eres un médico
respetado —señaló a Martin— y Valentina está a punto de cumplir dieciocho años.
Ya no puede hacernos nada.
—¿Vas a ir a verla? —le dijo su hermano.
—Ella vino a verme a mí. Hace unos días estuvo en capitanía
—especificó al ver el rostro estupefacto de sus hermanos—. Es una mujer
miserable que ni siquiera se merece mi rencor —aseguró Peter—. Le dije que
algún día os contaría la verdad sobre aquella noche e insinuó que no me
creeríais.
—Yo no quiero volver a verla más —afirmó Valentina—. Y por
supuesto que te creemos —afirmó airada.
—No lo hagas por mí, Valentina. Es tu madre —le recordó Peter.
—Y tú mi hermano y por su culpa he tenido que crecer sin ti.
Mira, ella tendría que haberte cuidado, tendría que haberte protegido. Se
supone que los padres están para eso, ¿no?
—Yo sí iré a verla —afirmó Juan Martin dejando atónita a Valentina—,
para decirle que desaparezca de nuestras vidas para siempre. Te has convertido
en un gran hombre, Peter, y si ella fue incapaz de ver que su hijo mayor era
una de las mejores personas que he conocido jamás, entonces no se merece formar
parte de nuestra familia.
—Bien dicho, Doctor Maligno —dijo Valentina abrazando a sus
dos hermanos mayores.
Peter no pudo contener más la emoción y se abrazó con todas
sus fuerzas a Martin y a Valentina.
—Dime una cosa, Pitt. —Martin fue el primero en separarse un
poco y volver a hablar—. Si volviste por Lali y por nosotros, ¿cómo es que no
estás con ella?
—Sí, hermanito, ¿acaso no le has contado la verdad? —quiso
saber Valentina.
—Se lo he contado —explicó Peter.
—¿Y?
—Está dolida porque no la llamé ni le escribí durante estos
doce años. A vosotros os escribí porque sabía que, aunque me resultara muy
difícil, podía contener las ganas de veros —confesó Peter al ver las cejas
enarcadas de Martin y de Valentina—, pero con Lali no habría podido. Si le
hubiese escrito, y ella me hubiese pedido que volviera, habría vuelto. Y no
podía correr ese riesgo. —Suspiró abatido—. Y luego supongo que me dio miedo.
Había pasado mucho tiempo y pensé que quizás ella me había olvidado. Y no
quería averiguarlo con certeza.
—¿Y ahora qué vas a hacer? —le preguntó Valentina.
—No lo sé. He recibido varias ofertas de empleo que me
gustaría comentaros. Si somos una familia, estas cosas tenemos que hablarlas
juntos, ¿no os parece?
—Por supuesto —le aseguró Martin—, pero ¿estás seguro de que
quieres irte de Cádiz?
—No, pero quizá sea lo mejor para todos. Para mí y para Lali
—puntualizó.
—Yo no estoy tan segura —señaló Valentina—. ¿Por qué no
hablas con ella?
—Créeme, Valentina. No servirá de nada.
—Estuviste doce años sin decirle nada, Pitt —le recordó Martin—.
Y ahora se lo has soltado todo de golpe cuando ella tiene que enfrentarse a la
enfermedad terminal de su madre. ¿No crees que deberías darle otra oportunidad?
Quizá lo único que necesita Lali es algo de tiempo para asimilar las cosas.
Peter escuchó a su hermano con atención.
—Me lo pensaré, ¿de acuerdo? —dijo al fin.
—Genial. La verdad es que tanto a mí como a Valentina
nos gustaría que te quedases por aquí, capitán. Pero si al final decides irte,
lo entenderemos.
---------------------------------------------
Perdón por no subir el finde pero estaba organizando/celerando el cupleaños mio y de Mi Hermano chico :), bueno espero que les aya gustado ;)
Bienvenida Alejandra Esponzani :) Y tambien a Chari que estuvo comentando en los cap enteriores.
Alejandra la autora se llama Anna Casanovas
Gracias Por leer
holaaa!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarnueva lectora!!!!!!!!!!!!!!
me pasaron el link de la nove, y voy a comenzar a leerla, ya te comenze a seguir .
podes pasarte por mi blog:
lecturalaliter18.blogspot.com
genial..me encanto.el.capitulo..
ResponderEliminaray por dios que Pitt siga insistiendo con Lali...que no la deje de nuevo por dios.!!!
Seguila !!!!!!
Feliz cumpleaños Ale !!!!
Atrasado.jaja
mas vale.tarde que nunca..no!?
Masasss
ResponderEliminarHay ale ahora que hara peter me mueri por leer el proximo capitulo +++++++*++++++++*+**&&&&&+++
ResponderEliminar