Datos personales

sábado, 7 de septiembre de 2013

Capitulo: 7

 

             
            ESA noche, cuando los niños empezaron a llorar, Lali corrió a la habitación esperando llegar antes de que despertasen aPeter, pero no tuvo suerte porque él entró un segundo antes, con el pantalón de chándal y nada más.
            Lali se dirigió a las cunas, diciéndose a sí misma que no pasaba nada. Cuando volvió esa noche, después de reunirse con su hermano, solo le había preguntado por los niños. No tenían nada que decirse.
            Cuando él iba a sacar a Alay de la cuna estuvo a punto de detenerlo, pero recordó que la niña tenía necesidades especiales y si se lo explicaba tendrían algo neutral en lo que concentrarse.
            Cambió el pañal de Tom mientras él hacía lo propio con Alay y después fue a la cocina a buscar los biberones.
            Cuando volvió, se sentó en la mecedora y empezó a darle el biberón, mirando a Peter por el rabillo del ojo.
            –Le gusta que le hablen mientras toma el biberón.
            –¿Qué?
            –Que a Alay le gusta que le hablen.
            –¿Y qué puedo decirle?
            –Que es muy guapa, por ejemplo.
            Peter miró a su hija con una sonrisa en los labios.
            –Hola, preciosa. ¿A que lo pasamos bien cuando Lali se fue a cenar? Claro, ¿a quién no le gusta jugar con un montón de anillos de colores? Y esos ositos de peluche son muy suaves, ¿eh?
            Alay empezó a balbucear alegremente, como si quisiera responder, y Lali soltó una carcajada.
            –Lo estás haciendo muy bien –dijo después.
            –¿Entonces por qué te ríes?
            –Porque resulta un poco raro ver a un hombre tan... –quería decir viril, masculino, sexy, pero no lo hizo– joven hablando con un bebé.
            –No soy tan joven.
            No, no lo era. Saber que era adoptado despertó su curiosidad y le había preguntado a Emma, la cocinera, que le había contado un par de cosas sorprendentes, como su edad, por ejemplo. Ella creía que tenía unos veintiocho o treinta años, pero tenía treinta y cuatro. Había pensado que era un rico mimado, pero por lo visto se había marchado de casa a los dieciocho años y había trabajado para una constructora antes de abrir la suya.
            –Tengo treinta y cuatro años.
            –Lo sé. La cocinera lleva aquí treinta años y me ha dicho que tenías cuatro cuando empezó a trabajar para tu madre.
            –¿Ah, sí? ¿Se acuerda?
            –Dice que eras un niño muy mono.
             Peter sonrió.
            –También era muy travieso. ¿Y tú?
            ¿Quería saber algo sobre su vida? No recordaba la ultima vez que alguien le había preguntado por ella y no por Gaston, por el accidente o por la pierna. No quería hablar sobre eso y tuvo que decirle a su corazón que se calmase, intentando convencerse a sí misma de que solo era una conversación normal, sin importancia.
            –Yo no era demasiado traviesa.
            –Seguro que eras una de esas niñas buenas que nunca molestaban a nadie.
            –Desde luego no molestaba a la cocinera porque no teníamos ninguna.
            Peter rio mientras se colocaba a Alay al hombro.
            –¿Entonces qué hacías? ¿Te gustaba la Historia? ¿Hacías teatro en el colegio? ¿Ibas detrás de los chicos?
            El corazón de Lali dio un nuevo vuelco.
            –Deberías estar hablando con Alay, no conmigo.
            Él miró a su hija, que estaba quedándose dormida.
            –Está como hipnotizada. También ella quiere saber algo de tu vida.
            –La verdad es que no hay mucho que contar.
            –¿No ocurrió nada durante los primeros años de tu vida?
            Lali se puso colorada. Le gustaría tener alguna anécdota que contarle, pero no tenía ninguna. Había empezado a salir con Gaston en el instituto, fue con él al baile de graduación, resultó herida en el accidente y después había pasado los siguientes cinco años de hospital en hospital o visitando a Gas...
            Y entonces entendió por qué no quería hablar de ello con Peter. Quería un poco de espacio, un poco de tiempo para olvidarse de ello, para estar con gente que no supiera nada del accidente; gente que no la mirase con compasión.
            Peter se levantó de la mecedora para dejar a la niña en la cuna y  Lali hizo lo mismo con Tomas.
            –Buenas noches.
            –Buenas noches –respondió ella.
            Pero ninguno de los dos se dio la vuelta.
            En los ojos de color azul zafiro había un brillo especial y ese brillo aceleró su corazón. ¿Podría estar Peter interesado? Había sospechado eso el primer día, cuando se miraron el uno al otro mientras montaban los columpios. Había visto ese mismo brillo en sus ojos, uno que no había visto nunca en los de otro hombre.
            Pero sabía que era un error, de modo que se dio la vuelta.
            Y él hizo lo mismo.
             
             
            Al día siguiente, Peter entró en la cocina ya vestido con traje de chaqueta y corbata.
            –Buenos días.
            Lali sonrió mientras le daba la papilla a Tom.
            –Buenos días.
            Había logrado calmarse un poco después de la noche anterior. Peter solo estaba intentando entablar conversación, no tenía el menor interés por ella, de modo que había exagerado al tomar miradas y preguntas inocentes por lo que no eran... tal vez porque se sentía sola. No era fácil hablar con alguien que no respondía, pero no necesitaba ser víctima de una atracción absurda, solo necesitaba hacer amigos.
            –Tenemos que hablar –dijo Peter entonces.
            Lali se quedó sin aliento. Esperaba de corazón que no fuese a preguntarle lo mismo que la noche anterior...
            –¿Sobre qué?
            –Pasado mañana es sábado.
            –Ah, eso.
            –Dijiste que tenías que ir a algún sitio.
            –Y así es.
            –¿Está cerca de aquí? ¿Tienes que llegar a una hora determinada?
            –No está lejos y puedo llegar a cualquier hora, no te preocupes.
            –Solo lo pregunto porque tengo que establecer un horario para los niños.
            –¿Un horario?
            –¿Tengo que darles yo el desayuno? ¿Volverás por la noche o estarás todo el día fuera? ¿Vas a dormir en casa de tus padres?
            Lali no lo había pensado, pero su única prioridad era ver a Gas, de modo que no tenía por qué dormir en casa de sus padres.
            –Podría darle el desayuno a los niños y marcharme después.
            –No tienes que hacerlo... –Peter suspiró–. Solo quiero establecer una agenda.
            –Les daré el desayuno antes de irme.
            –Muy bien –asintió él.
            Cuando salió de la cocina, Lali se apoyó en la encimera, suspirando. Fingir que no había habido un terrible accidente en su pasado era absurdo. No estaba mintiendo, aunque tampoco estaba siendo sincera del todo. Pero no quería la compasión de  Peter porque entonces no se sentiría normal.
            Lali cerró los ojos. ¿Era por eso por lo que no se lo contaba? ¿Porque quería ser normal para él?
            ¿Qué le estaba pasando?
            A mediodía, empujó el cochecito de los niños hasta la casa principal y Gimena salió a recibirlos con un traje clásico y chic.
            –Pasad, pasad. ¡Cande, los niños están aquí!
            Una morena bajita apareció entonces en el vestíbulo y después de mirar a los niños se llevó una mano al corazón.
-Gimena, tenías razón. Son los niños más guapos del mundo –dijo, antes de ofrecerle su mano a Lali–. Hola, soy Cande, la cuñada de Peter. ¿Puedo tomarlos en brazos?
            –Sí, claro –respondió Lali.
            Cande era preciosa, pero no como una modelo sino más bien como la vecina de al lado. La clase de mujer con la que Peter se casaría.
            –Puedes tomarlos a los dos, si puedes –bromeó.
            –Vamos a tener a los niños para las dos solas durante una buen rato –dijo Gimena–. Bueno, eso si podemos convencer a  Lali para que se quede después de comer.
            –Hoy no puedo. Tengo que echarme un rato porque los niños se despiertan de madrugada y si no lo hago por la noche estoy agotada.
            –Entonces, vete –dijo Gimena alegremente–.Cande y yo queremos tenerlos todo el tiempo posible.
            Lali atravesó el largo pasillo que llevaba a la cocina. La cocinera, una mujer bajita de pelo gris que llevaba treinta años con la familia Montgomery, y JoAnn, la criada, estaban sentadas a la mesa.
            –Siéntate –dijo Emma–. La sopa está enfriándose.
            Lali colgó su chaqueta en el respaldo de una silla.
            –No teníais que esperarme.
            –No estábamos esperando –dijo JoAnn, levantándose–. La señora Montgomery va a organizar una fiesta el sábado, así que estoy supervisando a un equipo de limpieza. Lo siento, tengo que irme.
            Cuando se marchó, Lali , tomó la cuchara para probar la sopa.
            –Ummm, qué rica. Deberías abrir un restaurante.
            La cocinera hizo un gesto con la mano.
            –¿A mi edad? No, no. Además, los Montgomery son como mi familia.
            –Sí, ahora lo entiendo.
            –¿Ahora lo entiendes?
            –Sí.
            Emma puso una mano en su brazo.
            –¿Por qué tengo la impresión de que te ocurre algo?
            –No, no es nada. Es que... me comporto de manera diferente con Peter.
            –¿Diferente en qué sentido?
            –No le he contado lo de mi accidente, por ejemplo.
            –Bueno, es lógico que quieras olvidarlo.
            –Creo que no es por eso –Lali sacudió la cabeza–. Creo que lo hago porque me gusta Peter.
            –¿Te gusta en qué sentido?
            –Me siento atraída por él.
            –Ah, vaya.
            –Al principio pensé que era un gruñón, pero no es verdad. Solo es una persona a la que se le han venido encima muchos problemas de repente. Y creo que está empezando a controlar su vida.
            –¿Como tú? –le preguntó Emma.
            Lali se encogió de hombros. No se había dado cuenta hasta ese momento, pero el accidente había sido para ella lo que sus hijos para Peter ; una sorpresa que había cambiado sus vidas por completo. Era lógico que se sintieran atraídos el uno por el otro, casi como si fueran almas gemelas.
            –No eres la primera niñera que se enamora del padre de los niños que está cuidando –dijo Emma–. Es normal.
            Lali torció el gesto.
            –No sé yo.
            –Peter no es el hombre adecuado para ti –siguió la mujer–. Es mayor que tú y ha sido criado en un ambiente totalmente diferente al tuyo. Lo que sientes no es más que una atracción por un hombre guapo.
            –Eso es lo que me digo a mí misma.
            –Porque es la verdad.
            –¿Y entonces qué hago?
            –Encuentra una manera de olvidar esa atracción. Concéntrate en que Peter es tu jefe, por ejemplo. Tienes que recordar que vuestra relación debe ser profesional.
            –¿Cuidar de los niños no es suficiente?
            –Sí, pero debes buscar una distracción para que tu trabajo parezca más un trabajo que una familia. Como si fueras la profesora de Peter.
            –No te entiendo.
            –Me has dicho que él no sabe nada sobre bebés y que tienes que enseñarle muchas cosas, ¿no?
            –Sí.
            –Pues métete en la cabeza que eso es parte de tu trabajo y, en lugar de fijarte en lo guapo que es, encuentra la forma de enseñarle a ser mejor padre.
            –Sí, eso podría funcionar –murmuró Lali.
            –Debes dejar de verlo como un papá guapo y empezar a verlo como un hombre que no tiene experiencia y al que tú debes enseñar. Te garantizo que funcionará.
            Esa noche, Lali contuvo el aliento cuando Peter volvió a casa.
            –¿Qué tal los niños?
            –Hoy han sido particularmente buenos. Creo que, como recompensa, deberías darles tú la cena.
            –¿Yo solo?
            –Puedes hacerlo, seguro.
            –Entonces, debería cambiarme de camisa.
            –Sí, sería lo mejor.
            Peter fue a su habitación y volvió unos minutos después en camiseta y vaqueros. Una camiseta y unos vaqueros que lo hacían parecer más joven y mucho más sexy.
            Recordando su charla con la cocinera, Lali intentó verse como una profesora. Lo preparó todo para que Peter le diese la papilla a los niños y luego se apartó un poco.
            –¿Todo bien?
            –Lo he hecho antes –respondió él–. Estuve solo con ellos durante dos semanas, así que no necesito que estés pendiente todo el tiempo.
            Lali hizo una mueca.
            –Lo sé, pero los niños necesitan tiempo y atención. Contigo dándoles la papilla y conmigo vigilando, tienen las dos cosas.
            Como para confirmar eso, Alay empezó a reír.
            Pasaron el resto de la noche con ella mirando por encima de su hombro y ofreciéndole consejos. Y, como Emma había predicho, empezó a sentirse un poco mejor. Casi como una profesora.
            Los niños empezaron a agitarse a las dos de la mañana y fue corriendo a la habitación para que no despertasen a Peter. Cuando a las seis de la mañana, Peter y ella entraron en la habitación a la vez, ella le dijo que no lo necesitaba, que podía darse una ducha.
            Orgullosa de sí misma, Lali los llevó a pasear por el bosque y luego a ver a su abuela. Todo iba perfectamente hasta que fue a buscarlos después de comer y Gimena le recordó la fiesta del día siguiente.
            –Tus padres van a venir y me gustaría que tú también estuvieras.
            –Es muy amable por tu parte, pero si Peter viene a la fiesta yo tendré que quedarme con los niños.
            –Mi hija, Trisha, se quedará con ellos –dijo Cande, que estaba tomando café con su suegra.
            –Ah.
            Lali no sabía qué decir. Le encantaría ir a la fiesta, pero no tenía nada que ponerse. Y aunque lo tuviera, su pierna seguía llena de cicatrices, de modo que no podía ponerse un vestido.
            –Será divertido para Trisha –insistió Cande–. Está deseando quedarse con sus primos.
            Lali supo entonces que no iba a poder hacer nada.

            Afortunadamente, su primer sueldo podría servir para comprar un traje de chaqueta elegante o un vestido largo que escondiese su maltrecha pierna.
------------------------------------------------------------------------------------
UnA sola cosa que decir: no se pierdan la fiesta ;)

Pd: Gracias Cielo por la recomendacion 
Pd: Por si quieren pasar por la novela de cielo es http://casijuegosca.blogspot.com.ar/  ;)

domingo, 1 de septiembre de 2013

Capitulo: 6

           
  

 Como si hubiera leído sus pensamientos, Lali contuvo el aliento durante unos segundos.
 Peter recordó entonces a Liliah y la humillación que había sentido al saber que se había reído de él, la furia cuando abandonó a sus hijos. Recordó que apenas conocía a Lali y que ella tenía un secreto.