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miércoles, 11 de junio de 2014

Capitulo 20


It's a new dawn
It's a new day
It's a new life
For me
And I'm feeling good
NINA SIMONE, Feeling good

SOLO PETER
(Lali no quiere compartir sus recuerdos de esta noche con nadie.)
Estaba en la cama cuando oí que alguien llamaba a la puerta. ¿Quién podía ser? Valentina, Martin. Me puse en pie de un salto. Quizá le había sucedido algo a uno de mis hermanos. Bajé la escalera que conducía hasta la entrada y abrí sin preguntar quién era.
Jamás me lo habría creído si no lo hubiese visto con mis propios ojos.
—¿Lali?
Ella se lanzó a mis brazos y cuando la rodeé con los míos noté que llevaba el corsé.
—Te necesito.
Cerré los ojos. A pesar de lo mucho que anhelaba que Lali me dijese exactamente eso, y mucho más, sabía que si ella había aparecido en medio de la noche en mi apartamento era porque había sucedido algo muy grave.
—¿Qué ha pasado?
—Te necesito —repitió Lali tirando de mí hacia el interior del apartamento.
Me dejé llevar y cerré la puerta, pero me dije que no daría ni un paso más hasta que ella me contase qué había pasado.
Ella me empujó contra la pared y me mordió el pecho. Yo iba sin camiseta, dormía solo con los pantalones del pijama, y me quedé completamente inmóvil. Y muy excitado.
—¿Qué ha pasado? —repetí cuando ella apartó los labios de mi torso. Intenté respirar, pero Lali se pegó a mí y me resultó imposible. ¿Qué diablos me estaba haciendo?
Abrí los ojos y vi que se había quitado la chaqueta y el vestido y que estaba descalza y con ese corsé. Lali me cogió de la mano y volvió a tirar de mí.
—Vamos al dormitorio —me dijo.
—¿Qué ha pasado? ¿Es tu madre?
—No quiero hablar —contestó ella—. No he venido a eso.
Me quedé mirándola a los ojos y vi lo herida y dolida que estaba. Tenía que averiguar qué diablos le había sucedido para provocar aquella reacción, pero al mismo tiempo supe que si volvía a preguntárselo, se iría y me dejaría sin darme ninguna explicación.
—¿A qué has venido?
—La última vez que me sentí segura fue contigo —confesó Lali entre dientes—. Necesito volver a sentirme así.
No dejé de mirarla a los ojos y no di un paso más.
—Por favor —susurró ella.
Dejé de cuestionarme si estaba bien o mal, si Lali iba a utilizarme y a hacerme daño o si así conseguiría por fin que me perdonase.
Lali me necesita. Me bastaba con eso.
Di un paso hacia el dormitorio y vi que ella soltaba el aliento.
—Párate donde estás.
Me detuve y vi que los ojos de Lali se detenían en la corbata que descansaba en el respaldo de la silla que había en el dormitorio. Ni siquiera recordaba cuándo la había dejado allí.
—Pon las manos en la espalda.
Lali se acercó y me las ató con mucha fuerza. Supongo que se olvidó de que yo me había pasado doce años en el ejército y de que, si me lo proponía, podía soltarme sin ningún problema. No iba a intentarlo. De hecho, si ella me lo hubiese pedido habría dejado las manos inmóviles detrás de la espalda sin necesidad de ninguna atadura. Yo quería hacerla feliz y estaba dispuesto a todo para conseguirlo. Me acarició la espalda y poco a poco fue colocándose delante de mí. Me pasó las manos por el torso y con el dedo índice recorrió la marca que me había dejado antes con los dientes.
—A veces tengo ganas de hacerte daño, de marcarte de alguna manera para que no te olvides jamás de lo que me hiciste —dijo Lali en voz muy baja y pensé que no me lo estaba diciendo a mí, sino que se lo estaba confesando a ella misma.
—Puedes hacerme lo que quieras —le prometí yo.
Lali colocó las manos en la cintura de los pantalones del pijama y los deslizó por los muslos agachándose con ellos. Me los quitó y después ella volvió a subir lentamente sin tocarme, aunque la intensidad con la que podía sentir sus ojos en mi piel fue igual que una caricia.
—Siéntate en la cama.
Me senté en el extremo de los pies y ella mantuvo las distancias. Yo estaba muy excitado, tanto que me temblaban los muslos del esfuerzo que estaba haciendo para contenerme, y ella apenas me había tocado.
Lali llevaba el mismo corsé que la otra vez y unas braguitas diminutas también de color blanco. Se las quitó y pensé que iba a darme un infarto. Se acercó a mí con movimientos lentos y muy lentamente levantó una pierna y apoyó el pie junto a uno de mis muslos. Yo me estremecí y ella también. Descendió despacio encima de mí y se sentó en mi regazo. Los dos estábamos desnudos y Lali empezó a moverse muy, muy, muy despacio.
Iba a morir.
Seguro.
Podía notar los húmedos labios de su sexo acariciándome el pene y moví las caderas sin darme cuenta ansioso por impregnarme de ese calor.
—No te muevas —me dijo ella y me tiró del pelo de la nuca para echarme la cabeza hacia atrás.
—No me moveré —le aseguré apretando los dientes.
Lali apoyó la otra mano en mi pecho y fue deslizándola hacia abajo. Cuando llegó a la zona en que se unían nuestros cuerpos se incorporó un poco y no se detuvo hasta enredar los dedos alrededor de mi erección. Volvió a descender con la misma poca velocidad y se detuvo cuando el extremo de mi pene entró en su interior.
—Dios, La. —Me mordí el labio y tiré de los brazos hacia atrás—. Tengo que moverme. Tengo que hacer algo.
Notaba que mi pene iba deslizándose poco a poco hacia el interior del sexo de Lali. Podía sentir que ella temblaba a mi alrededor. Mis ojos no sabían si detenerse en su rostro, preso del placer, o los pechos que le subían y bajaban por encima del corsé.
—No te muevas —repitió ella tirándome de nuevo del pelo.
Me dije que aunque muriese en el intento, algo que cada vez me parecía más probable, iba a quedarme inmóvil como una estatua.
—Voy a moverme yo —me dijo ella—. Voy a moverme y no me detendré hasta tener un orgasmo. Y tú no puedes correrte. ¿Lo has entendido?
Dios.
—Lo he entendido —afirmé tras humedecerme los labios y notar cómo me excitaba todavía más.
—No puedes moverte. Haga lo que haga.
—No me moveré.
—Me dijiste que podía hacerte lo que quisiese, que me pertenecías.
Abrí los ojos y busqué su mirada. Por fin. Esa frase, esa petición, esa orden, o como quiera que se llamase, no tenía nada que ver con el sexo. Lali necesitaba sentir que yo no iba a fallarle.
—Te pertenezco.
—A ver cuánto tardas en cambiar de opinión —dijo justo antes de levantarse y volver a descender moviendo las caderas en círculos al mismo tiempo.
Con una mano siguió sujetándome la cabeza hacia atrás y yo no aparté los ojos del rostro de La ni un segundo. Su expresión iba del más puro asombro al miedo más atroz, pasando por el placer. El asombro se debía probablemente a que ella estaba tan perpleja como yo por lo que estaba sucediendo entre los dos, y el placer era idéntico al mío. ¿Pero el miedo?
Movió las caderas otra vez y dejé de pensar. Me tiró del pelo pero de repente aflojó los dedos y empezó a acariciarme la nuca. Iba a correrme. Levanté un poco las caderas y cuando Lali lo notó volvió a tirarme del pelo. Menos mal. Los tirones me parecían sexys y eróticos, pero si me acariciaba con ternura sí que no iba a poder contenerme.
Lali se movió arriba y abajo, buscó la posición que más placer le daba, y la que más me hacía enloquecer, y nos atormentó a ambos. Yo tenía la espalda empapada de sudor, me dolía el cuello de las ganas que tenía de gritar y de gemir y no recordaba haber estado jamás tan excitado.
—Lali, por favor.
—Yo... —balbuceó ella—. No te muevas..., no te corras... dijiste que eras mío.
—Y lo soy. Por favor, córrete tú y deja que sienta tu orgasmo. Deja que vea el placer que puedes sentir en mis brazos.
Lali empezó a temblar sin previo aviso y lo único que salió de sus labios fue mi nombre una y otra vez. Me abrazó y dejó que yo notase todo lo que estaba sintiendo sin ocultarme nada y en mi mente fue como si ella no llevase corsé y yo no tuviese las manos atadas. Cuando terminó, se quedó apoyada en mi torso y me dio un beso en el mordisco de antes.
—Tú no has terminado... —me dijo sorprendida al apartarse.
—No, tú no me has dado permiso —contesté yo sin tampoco ocultarle lo excitado que estaba.
Mi mayor recompensa fue ver que levantaba la comisura del labio y me sonreía. Se agachó y me dio un beso en los labios. Fue un beso tierno y pensé que iba a ser el único que recibiría pero tras mirarme a los ojos, Lali volvió a acercarse y deslizó la lengua por entre mis labios. Me sujetó el rostro con ambas manos y me besó. Me devoró. Me mordió. Me recorrió el interior de la boca con la lengua y no me dejó apartarme ni un segundo. Noté que los corchetes del corsé se me pegaban al torso y me temblaron las manos de las ganas que tenía de abrazarla. El beso de Lali no se interrumpió y ella empezó a mover las caderas de nuevo, pero esta vez no eran movimientos estudiados ni cronometrados, sencillamente era su cuerpo reaccionando al mío y respondiendo al fuego que nuestros besos creaban juntos.
Lali deslizó las manos por mi espalda y me acarició. Volvió a besarme para luego volver a apartarse y morderme el cuello, la clavícula.
Dios.
El pecho.
No iba a poder soportarlo más. Otro beso lleno de lengua y de pasión que volvió a interrumpir. Si ella volvía a terminar sin mí, yo iba a incumplir mi promesa. Lali se apartó y levantó una mano para apartarme un mechón de pelo que se me había pegado en la frente.
¿Cómo era posible que fuese capaz de ser tan tierna conmigo y no quisiera perdonarme?
—Chisss... Peter —me dijo al notar que me tensaba. Me dio un beso en la nariz y en los pómulos y me apartó otros mechones que se me habían pegado con el sudor.
No podía más. A ella le brillaban los ojos y tenía los labios húmedos y enrojecidos por mis besos. Y seguía moviendo las caderas de ese modo tan dulce e inocente que iba a volverme loco.
—Por favor, Ce.
—Córrete, Peter.
Y lo hice. Sin más. Ella ni se movió. Mi cuerpo entero reaccionó únicamente a sus palabras y durante un breve segundo me sentí completamente indefenso, hasta que noté que ella también tenía un orgasmo y me abrazaba. Me estremecí y mis caderas se movieron incansables hasta que mi cuerpo recuperó cierta calma, no demasiada teniendo en cuenta que Lali tenía el rostro oculto en el hueco de mi cuello y respiraba pegada a mí, y que todavía estaba dentro de ella y podía sentir su calor y los temblores de su orgasmo.
No, no estaba demasiado calmado. Pero al menos estaba con ella.
—Mi padre ha ido a ver a mi madre —me dijo ella de repente. Y yo me mantuve inmóvil a la espera de que continuase—. Al parecer quiere volver a casarse. Nos ha dicho, a Alexia y a mí, que en principio no inició los trámites de divorcio porque mi madre iba a morirse, pero ahora que ella ha decidido ponérselo difícil y vivir, no tiene más remedio.
—Lo siento, amor.
Dios, iba a romper esa corbata de un segundo a otro. Necesitaba abrazar a Lali y ella necesitaba que la abrazase.
—Mi madre no se ha enfadado, incluso nos ha dicho que firmará los papeles. Dice que no vale la pena, que lo único que quiere es vivir tranquila.
—Tu madre es una gran mujer.
—Yo no soy tan fuerte como ella —me confesó apartándose de mí y lo que vi en sus ojos me anudó las entrañas y me oprimió el pecho.
—Lo eres más.
—No, si tú me hicieras algo así, yo... —Sacudió enérgicamente la cabeza—. Tengo que irme.
—¿Qué? ¡No! —exclamé con todas mis fuerzas—. Yo nunca te haría lo que tu padre le ha hecho a tu madre. Somos personas distintas. Tú y yo tenemos nuestra propia historia de amor.
—Una historia de amor que se resumiría en un beso, doce años de separación y unas semanas de esto —nos señaló con las manos al ponerse en pie.
Yo rompí la maldita corbata y también me incorporé.
—Esto somos tú y yo haciendo las paces, Lali. Enamorándonos otra vez pero ahora como adultos.
—No, Peter. Esto es mi patético intento de olvidarme de ti junto con tu sentido de la culpabilidad y tu obsesión para que te perdone.
—¡No, Lali! Lo que sucedió hace unos años fue horrible y los dos lo hemos superado como hemos podido. Ahora que por fin estamos juntos, todo saldrá bien.
—No. —Lali se vistió sin el corsé. Se puso el vestido, los zapatos y la chaqueta a la velocidad del rayo.
—Sí, Lali.
—NO.
—¿De verdad vas a echar por la borda lo nuestro solo porque tu padre es un cretino? Yo no soy como él. Tú no eres como tu madre. Sí, cometí un maldito error, pero te amo. Y tú me amas a mí. El sexo entre tú y yo es increíble, y juntos encontraremos el modo de ser felices. Vamos, La, confía en mí.
—No puedo, Peter. Lo siento.
En aquel preciso instante se me rompió definitivamente el corazón. Tragué saliva varias veces y me puse los pantalones del pijama.
—Me han ofrecido un trabajo en el puerto de Barcelona.
A ella pareció sorprenderle el cambio de tema pero se esforzó por ocultarlo.
—Felicidades.
—Es una gran oportunidad, podríamos ir juntos y empezar allí una nueva vida. Barcelona no está muy lejos y podríamos venir siempre que quisiéramos.
—No, mi vida está aquí. Si mi madre de verdad sale de esta, quiero estar a su lado. Y me gusta ver a Alexia a diario.
—Pues entonces diré que no la acepto y me quedaré aquí —le dije mirándola a los ojos sin disimulo.
—No, yo creo que deberías aceptar.
Tardé varios minutos en reaccionar. No podía creerme lo que estaba oyendo. ¿De verdad iba a dejar que me fuese?
—Sin ti, no. No quiero volver a irme de aquí sin ti.
Tenía la certeza de que si volvía a perderla, jamás la recuperaría.
—Yo no puedo seguir así, Peter.
—Yo tampoco —le confesé yo.
—No volveré a acostarme contigo, Peter. Todo esto es demasiado para mí. Acepta el trabajo de Barcelona o quédate aquí, pero tomes la decisión que tomes no lo hagas por mí. Esto —nos señaló a ambos— no sé lo que es, pero no vale la pena.
—Te amo, La —le dije e iba a cogerle las manos pero ella se apartó. Di un paso hacia delante y la cogí en brazos. La besé y no la solté hasta que el dolor que sentía en mi pecho se convirtió en agonía—. Pero entiende una cosa, si hay algo por lo que vale la pena luchar, es por esto —le dije apartándome solo lo suficiente para poder hablar—: No sé qué ha pasado entre tu padre y tu madre, pero te aseguro que no puede compararse a lo que yo siento por ti. Ni a lo que tú sientes por mí.
Le di un último beso y la acompañé a la puerta. Me negaba a tener la sensación de que me abandonaba.
—No quiero irme de Cádiz sin ti, y quedarme aquí, si tú no estás conmigo, será un verdadero infierno, pero tengo que tomar una decisión.
—Lo entiendo —susurró Lali.
—Cuando te conocí pensé que eras la chica más valiente que había conocido jamás, pero ahora ya no estoy tan seguro. —No quería hacerle daño, pero tampoco iba a quedarme callado—. Dame una oportunidad, Lali. Danos la oportunidad de estar juntos, por favor. Lo que pasó hace doce años fue horrible y tal vez no reaccioné del modo que a ti te habría gustado que reaccionase, pero ahora estoy aquí y por mucho que lo intente no puedo volver atrás. Échamelo en cara toda la vida, si quieres, pero atrévete a dar un paso hacia delante. —Le tendí la mano—. Juntos podemos superarlo, La.

Lali no me cogió la mano, sino que se dio media vuelta y se fue sin decirme nada. 


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4 comentarios:

  1. Porqueeeeee?!?!!?!!?!!!?!!??
    Dios me enferma verlos asi...es tan triste ...ash no la entiendo a Lali..
    Ojala que Peter no se vaya...no lo perdonaria...
    Si la.nove termina sin ellos juntos me muero..
    Seguila Ale !!!

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  2. Porque eres tan mala ale seguila me da penita verlis asi

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  3. que le baje un toque al histeriqueo jjja , osea el tipo te dijo que TE AMA y ella se fue sin mas, cuando quien se lo dijo es nada mas y nada menos que PETER LANZANI..
    lali esta loca, nahhh, seguro que algo fuerte paso ....
    segila

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