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jueves, 19 de junio de 2014

Capitulo: 11


Lali
En el momento en que sus dedos tocaron mi rostro mientras secaba mis lágrimas, sentí la electricidad deslizarse a través de mi cuerpo.
Sus ojos mostraban tanta preocupación que un nudo se formó en mi estómago. Sé que sólo se preocupaba porque soy la hermana de su mejor amigo, pero…
No… No podía permitirme pensar de esa manera. Luego dejó caer la bomba atómica sobre mí. ¿De quién hablaba? ¿Quién le dijo a Peter que fallaría? No lo podía creer… Quiero decir, era bastante inteligente por lo que mi hermano me dijo, incluso más inteligente que él. También era un jugador de fútbol impresionante. Lo había visto jugar un montón de veces cuando Rochi y yo íbamos a ver jugar a Gaston. Era súper guapo. Sí, no había forma que ese tipo quisiera estar con alguien como yo.
Nos dirigimos hacia la puerta y comenzamos a caminar hacia el camión de Peter. Tenía una enorme sonrisa en su rostro, lo que me hizo sonreír. ¿Por qué estaba tan contento? Oh, eso es… su camión es su "chica". Jesús… ¿por qué me siento celosa de un maldito camión?
Caminó hacia el lado del pasajero, abrió la puerta de atrás y puso mi mochila dentro. Luego abrió la puerta delantera y me tomó del brazo mientras me ayudaba a entrar.
—¿Te has acordado de tomar tus pastillas para el dolor, La? —preguntó Peter, mirando mi mano. Realmente se sentía mucho mejor hoy, eso era seguro.
—Sí… Tomé una en la mañana, después del desayuno, y las guardé en mi mochila, mamá —dije mientras me miraba de arriba abajo. Echó la cabeza hacia atrás y se rió.
Dios, su risa se deslizó a través de mi cuerpo e hizo que el área entre mis piernas doliera. Apreté las piernas disimuladamente para aliviar esa pulsátil sensación. En ese momento, me miró con esa maldita sonrisa torcida. Levantó su mano y tocó mi nariz.
—Eres tan malditamente linda, ¿lo sabías? —Parecía como si quisiera inclinarse y besarme… ¡Sí! ¡Vamos! Un poco más… más… sólo un poco más cerca.
—¿Cuál es tu perro favorito? —preguntó Peter, apartándose y parándose lejos de la puerta.
—¿Eh? —¿Qué diablos? ¿Por qué lo preguntaba? ¡Mierda! Y yo que creía que iba a besarme, y él estaba pensando en… ¿perros?
—¡Piensa en ello! —dijo, sonriéndome y cerrando la puerta.
Lo vi bordear la parte delantera del camión y pasar las manos por su hermoso cabello. Estoy bastante segura de que lo hace cuando está nervioso o molesto. Dios, es una de las cosas más sexys que he visto. ¿Por qué está nervioso?
¿Perros? Este tipo me confunde demasiado.
Peter entró y me miró. Oh, diablos. Me sonrió, mirándome fijamente.
—¿Qué sucede? ¿Qué es tan gracioso? —le pregunté, devolviéndole la sonrisa.
—Nada, es sólo que te ves malditamente bien sentada en mi camioneta, cariño, eso es todo —dijo Peter con otra sonrisa.
—¡Oh, vale!
Peter encendió la camioneta y recé en silencio que Truck Yeah no comenzara. Por favor, Dios… por favor. En ese momento, Every Time You Turn Around de Daughtry comenzó a sonar a través de los altavoces. ¡Oh, gracias, Jesucristo!
—Supongo que te gusta Daughtry, por tu sonrisa —dijo Peter antes de comenzar a retroceder.
—¡Sí! ¡Me encanta! Amo esta canción. Pero, sinceramente… rezaba que no empezara Truck Yeah. No estoy segura de lo que te hubiera hecho si hubiera comenzado esa canción —dije, echándole un vistazo. Puso el freno y se me quedó mirando.
—¡Oh, gracias a todo lo santo que no soy el único! Mierda, quiero borrar esa canción del iPod de Gas. Estoy tan cansado de escucharla —dijo Peter, mirándome seriamente. Tuve que reírme.
—¡He pensado lo mismo! Te juro que lo único que quiero hacer cuando empieza es armarme de valor y golpearlo. —Miré mi mano, que todavía lucía un poco hinchada.
—¡Las grandes mentes piensan igual, La! —dijo Peter con una sonrisa mientras retrocedía y se dirigía hacia la escuela.
Era como la tercera vez que Peter me llamaba La. Un montón de gente me llamaba Lali o La. ¿Por qué cuando él lo decía se me formaba un nudo en el estómago? Al igual que cuando me llamaba cariño.
—Labrador color chocolate —le dije cuando el silencio en la camioneta comenzó a incomodarme.
Peter me observó con una mirada confusa en su rostro. —¿Qué?
—Me preguntaste cuál era mi perro favorito. Es el labrador de color chocolate. Nunca he tenido un perro, pero si alguna vez tengo uno… creo que me gustaría ese —dije, mirando por la ventana, sin saber por qué las lágrimas se empezaban a construir en mis ojos.
—Ah, sí, cierto, el perro. ¿Nunca has tenido un perro? Guau… ¿Macho o hembra? —preguntó Peter, entrando en el estacionamiento de la escuela.
—Creo que me gustaría un macho. Síp… alguien que me cuide, me proteja y me ame como si no hubiera mañana —dije, voltéandome y mirando a Peter, quien me miraba fijamente… otra vez. Lo hacía mucho. Luego pasó una mano a través de su cabello.
Mierda… ¿Por qué eso me encendía tan condenadamente mucho? Me removí en el asiento para aliviar el dolor.
—Sabes que no necesitas un perro para ese, cariño. Estoy bastante seguro de que encontrarás a alguien que esté más que dispuesto a asumir ese trabajo —dijo con la sonrisa más dulce.
Me entraron unas ganas horribles de preguntarle si quería el puesto. ¡Já! Sí, claro. Ni siquiera podía darme un beso…
—¿Cómo lo llamarías? —preguntó Peter antes de bajarse de la camioneta y bordear corriendo la parte delantera para abrir mi puerta. Dios, ese encanto texano… Apuesto a que tiene chicas lloviéndole. Bueno, no iba a ser una de ellas, o eso me quería pensar.
—Eh, vamos a ver… Creo que lo nombraría… Gus —dije con una sonrisa. Sí… ese me gustaba. Era un buen nombre para un perro. Peter dejó escapar una risa que me hizo parar y mirarlo—. ¿Qué tiene de malo Gus? Es un buen nombre. No puedo creer que te estés riendo de mi elección. ¡Qué gran amigo eres, Peter Lanzani! —dije, golpeándolo con mi mano buena.
Después de lo que pareció una eternidad, dejó de reír.
—¿Gus? ¿Quieres nombrarlo Gus? ¿Cómo diablos se te ocurrió ese nombre, Lali? —dijo Peter cuando empezamos a caminar hacia la escuela. Alargó su mano y tomó la mía. ¿Se daba cuenta que estaba sosteniendo mi mano? Dios mío. Las mariposas se volvieron locas en mi estómago.
—Bueno, si quieres saberlo… una vez, Gaston me llevó a una carrera en Fredericksburg. Dijo que necesitaba un poco de aire del campo. Vi el nombre en un buzón y, no sé, me gustó —dije con un encogimiento de hombros.
—¿Te gusta el campo? Quiero decir, ¿volverías a vivir en el campo o eres una chica de ciudad? —preguntó, golpeando mi hombro con su brazo. Buen Dios, todo ese contacto hacía que mi libido se volviera loco.
—No. O sea, no soy una chica de ciudad. Bueno, se supone que lo soy, porque crecí en Austin y todo. Pero sólo quiero irme de aquí y vivir en un pequeño pueblo con una gran cantidad de tierra, tener una hermosa casa estilo ranchera, y salir a la calle cada mañana y alimentar a los pollos. Sólo quiero escuchar la naturaleza. Sin coches, ni bocinas, ni estúpida gente tirando su maldito humo de cigarrillo en mi cara. Quiero ser capaz de mirar el cielo y ver los millones de estrellas cada noche. Nunca he visto un aunténtico cielo nocturno, uno lleno de estrellas. Me encantaría eso.
Me detuve en la puerta lateral de la escuela y volví a mirar a Peter. Estaba de pie allí, con una enorme sonrisa en su rostro. Incliné la cabeza para mirarlo. ¿Qué demonios pensaba? Sí que parecía feliz. Uh… Me di cuenta tan pronto como empecé a hablar sobre el deseo de vivir en el campo que dejó caer mi mano.
Peter se aclaró la garganta y se limitó a sacudir la cabeza. —Terminemos con esto, cariño —dijo, abriendo la puerta para mí. Nunca me iba a cansar de eso. Pablo nunca abrió una puerta para mí, ni siquiera la del coche… nada. Peter era un completo giro de ciento ochenta grados a partir de Pablo.

—¡Sí! ¡Un paso más cerca de mi nueva vida como estudiante de universidad! —dije mientras caminábamos a lo largo del pasillo.

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