Yo soy aquel que por tenerte da la vida
Yo soy aquel que estando lejos no te olvida
El que te espera, el que te sueña
Aquel que reza cada noche por tu amor.
RAPHAEL, Yo soy aquel
«Es demasiado tarde. Debería irme.»
Apenas doce horas más tarde de aquella llamada telefóni ca, Peter
estaba de pie frente al portal de Lali intentado decidir si llamaba al timbre o
no. Probablemente ella no estaría en casa. Seguro que dormía en casa de su
madre con Alexia y Patricia. Convencido de que no iba a obtener respuesta,
levantó la mano y llamó al timbre.
Nada.
Volvió a llamar.
—Un segundo —oyó que decía la voz de Lali antes de girar el
cerrojo—. ¿Peter?
Él tardó varios segundos en responder. Lali iba vestida con
los pantalones de un pijama a cuadros y una camiseta de algodón rosa. Llevaba
gafas y sujetaba una novela entre los dedos de la mano izquierda.
—Hola —la saludó él cuando encontró la voz—. ¿Puedo pasar?
—le preguntó enarcando una ceja—. Solo será un momento.
—Claro, pasa. —Lali se apartó de la puerta y le dejó entrar.
Peter pasó decidido y dejó una desvencijada caja de cartón
encima de la mesa que había frente al televisor. Parecía una caja de zapatos
pero era completamente negra y la tapa tenía cinta adhesiva en varios lugares.
Lali esperó a que Peter empezase a hablar y le contase el
motivo de su inesperada visita, pero al ver que él seguía en silencio, optó por
preguntárselo directamente.
—¿Cuándo has llegado, Peter? ¿Qué estás haciendo aquí?
Él estaba dándole la espalda, pero se volvió y se apartó de
la caja para acercarse a Lali. Se detuvo justo delante de ella y antes de
hablar respiró hondo un par de veces. Levantó el rostro y la miró a los ojos.
—Sé que te dije que me quedaría en Barcelona para que los
dos tuviésemos tiempo y espacio para pensar, que había tomado la decisión de
seguir adelante con mi vida sin ti, pero he descubierto que no puedo. —Tomó
aire y la miró a los ojos antes de continuar—: Y después de la llamada de
anoche estoy más convencido que antes de que las personas tenemos una
oportunidad, una sola, de ser felices, La. Y sé que no seré capaz de renunciar
a ella si sigo soñando con que me perdones. No te estoy pidiendo que me
perdones ahora, ni que nuestra relación cambie en ningún sentido, pero necesito
saber si algún día llegarás a perdonarme. Nunca pretendí hacerte daño, y
lamento muchísimo habértelo hecho. Es de lo que más me arrepiento en este
mundo, pero no puedo volver atrás en el tiempo.
—¿Lo sientes? —le preguntó ella—. ¿Quieres que te perdone?
—Vio que Peter asentía en silencio y abrió la puerta al rencor y al dolor que
llevaba años sintiendo. Era la primera vez que él le pedía perdón sin más y el
que se hubiese pasado la última semana sin verlo y queriendo hablar con él no
ayudó demasiado—. Me abandonaste, Peter. Desapareciste de mi vida sin decirme
ni una sola palabra. ¿Cómo crees que me sentí cuando fui a buscarte a tu casa y
Martin me dijo que te habías ido y que no querías que te buscasen?
—Ya te he contado...
—Ahora, me lo has contado ahora. Pero entonces no lo sabía, Peter.
Yo solo tenía dieciocho años y estaba convencida de que me había enamorado del
hombre más maravilloso del mundo. De un hombre que me correspondía y que me
había prometido que estaríamos juntos siempre. Y al día siguiente descubrí que
se había esfumado de la capa de la tierra sin despedirse de mí. Me pasé meses
llorando desconsolada cada noche, preocupada por ti, convencida de que te había
sucedido algo horrible y de que me llamarías en cuanto pudieses. ¡Creía que
habías tenido un accidente y estabas amnésico en alguna parte! ¡Te buscaba por
todas las ciudades a las que iba, maldito seas!
—Sé que cometí un error, lo sé. Tendría que haberte escrito.
Tendría que haber encontrado el modo de contarte lo sucedido... pero tenía
tanto miedo de que mi madre cumpliese con su amenaza y me arrestasen. Y luego,
tenía miedo de que tú no quisieras saber nada de mí, de que finalmente te
hubieses dado cuenta de que te merecías a alguien mucho mejor que yo. Me daba
miedo volver y encontrarte felizmente casada con otro hombre, o incluso
teniendo ya algún hijo. No habría podido soportarlo. Si no volvía, al menos en
mi mente podía seguir imaginándome que estábamos juntos y que me querías, y que
algún día formaríamos una familia, pero si volvía y ya estabas con otro,
entonces habría tenido que renunciar a mi fantasía. Y ya había renunciado a
demasiadas cosas en mi vida, La.
—Yo te amaba, Peter, para mí no había nadie mejor que tú. Y
si de verdad tenías tanto miedo de que me enamorase de otro, ¿por qué no me
escribiste para pedirme que te esperase? Dios sabe que lo habría hecho.
—Le escribí a mis hermanos porque con ellos podía resistir
la tentación de volver. Contigo no habría podido. Si tú me hubieses dicho que
querías verme, habría cogido el primer avión rumbo a España y habría venido. No
podía correr ese riesgo. Y no lo digo solo por lo de mi madre. Me alisté en la
marina porque no tenía suficiente dinero como para ir a la universidad y porque
así tenía tanto una carrera como un lugar donde vivir. Por ti habría desertado,
habría hecho cualquier cosa con tal de volver a verte, y todavía no estaba
preparado.
—A mí me habría bastado con oír tu voz, con saber que no
estabas tumbado en una playa del Caribe con una multimillonaria riéndote de mí,
de la niña de dieciocho años y de los besos inexpertos que te dio en la playa.
—Yo jamás me he reído de ti —dijo él dolido por el
comentario—. Me fui porque no quería acabar en la cárcel condenado por
asesinato, porque no quería perderte de esa manera.
—¿Y cómo querías que lo supiera? Te fuiste, Peter, y no me
dijiste nada. Y no he sabido nada de ti durante doce años. No puedes ni
imaginarte la cantidad de teorías descabelladas con las que pasé años
torturándome. En unas estabas muerto y nunca lograba encontrarte, en otras
estabas casado y con hijos y sencillamente te habías olvidado de mí.
—Nunca me olvidaré de ti, Lali. Dime qué puedo hacer para
que me perdones, y lo haré.
—¿Por qué, Peter? ¿De qué serviría? ¿Qué quieres de mí?
—Quiero quedarme a tu lado para siempre. Quiero recuperar
todos y cada uno de los besos que no nos hemos dado durante estos doce años.
Quiero hacerte el amor con las luces encendidas y mirándote a los ojos. Quiero
ir contigo a todas partes. Quiero hacerte feliz y que tú me lo hagas a mí.
—Levantó las manos y le sujetó el rostro sin ocultar las lágrimas que se
agolpaban en sus ojos—. Pero sé que antes tienes que perdonarme, así que, te lo
pido por favor, dime qué puedo hacer para que me perdones.
—Yo... —tragó saliva y se pasó la lengua por el labio
inferior— yo no sé si puedo perdonarte. Ni siquiera sé si puedo estar con un
hombre.
Peter cerró los ojos y apretó los párpados unos segundos
mientras iba separándose poco a poco de Lali. Las manos le cayeron inertes a
los costados y dio un paso hacia atrás antes de volver a dirigirle la mirada.
«Ya está. Ya tienes tu respuesta. No solo no la recuperarás
jamás, sino que le hiciste tanto daño que jamás podrá olvidarlo.»
La herida que le habían infligido las palabras de Lali había
sido mortal. A Peter se le había parado el corazón, el alma, incluso las ganas
de seguir viviendo.
«Has llegado demasiado tarde. Tendrías que haber vuelto hace
años, por tu culpa la has perdido para siempre.» Tenía que irse de allí cuanto
antes, si se quedaba en presencia de Lali, terminaría humillándose más de lo
que ya había hecho. Sin saber muy bien lo que hacía, Peter se dio media vuelta
y se dirigió hacia la puerta.
—¿Te vas? —le preguntó Lali—. ¿Otra vez?
La provocación frenó a Peter en seco.
—No sé qué más puedo hacer —respondió con la voz quebrada—.
Supongo que no me queda más remedio que asumir que tú y yo no existiremos
jamás. Siempre creí que si tú y yo nos amábamos lo suficiente podríamos superar
cualquier obstáculo, que nada se interpondría entre nosotros. Pero está claro
que no basta con que te ame más que a mi vida para que me perdones. —Peter
carraspeó y añadió—: No puedo quedarme en España, llamaré a los del puerto de
Barcelona y les diré que he cambiado de opinión, que quiero volver a navegar,
espero que...
Los dedos de Lali se enredaron en la nuca de Peter y él dejó
de hablar. No la había oído acercarse y el gesto fue tan tierno y cariñoso, tan
propio de la Lali que él recordaba y con la que había soñado tantas veces, que Peter
se estremeció. Y de repente pensó que aquella sería la última vez que ella le
tocaría y creyó morir. Durante todos los años que habían estado separados, él
siempre había sabido que algún día volvería a España a buscar a Lali, por eso
había tenido fuerzas para seguir adelante y luchar por su futuro.
Pero Lali no lo sabía. Lali no sabía que él iba a volver.
«Porque tú no se lo dijiste.» Lali creía que jamás volvería a verlo, que jamás
volvería a oír su voz ni a tocar su piel. ¿Era así como se había sentido Lali,
como si alguien le retorciese el alma? Lali se había pasado doce años creyendo
que él la había abandonado y convencida de que jamás volvería a verlo. «Y
volviste sin avisarla, convencido de que ella te perdonaría en cuanto le
contases la verdad.» Ahora que sabía que no volvería a tener cerca a Lali, por
fin comprendía la agonía por la que ella había pasado.
No le extrañaba que no pudiese perdonarlo.
Peter levantó el rostro y dejó que las lágrimas resbalasen
libremente por sus mejillas.
—Perdóname, La, por favor —le pidió dándose media vuelta
para mirarla—. Perdóname por haber sido un cobarde y por no haber sabido
plantarle cara a mi madre. Perdóname por no haber confiado en ti y por no
haberte contado lo que me sucedía. Por favor. Yo te amaba entonces igual que te
amo ahora, e igual que te amaré hasta el día que me muera. —Cerró los ojos y
las pestañas le brillaron por las lágrimas—. Siento mucho haberte hecho daño,
no te lo merecías. Tú eras lo mejor de mi vida.
En aquel instante, viendo a Peter abriéndole el corazón de
tal modo, Lali comprendió que él jamás había querido hacerle daño y el rencor
que llevaba años guardando en el fondo de su alma, desapareció de repente. Ella
nunca conseguiría olvidar del todo la tristeza y el dolor que sintió después de
la partida de Peter. Nadie podía olvidar algo así, pero Lali se dio cuenta de
que el pasado ya no tenía importancia. No podía seguir castigando a Peter por
algo que ya no tenía remedio, por algo que no había sido culpa de él y de lo
que se arrepentía tanto. Ahora sabía que él no la había abandonado sin más y
que nunca se había reído de ella, y que siempre, siempre la había amado. Y fue
entonces cuando el amor que ella nunca había dejado de sentir por Peter pero
que había encerrado en el fondo de su alma y de su corazón, salió a la superficie
y amenazó con ahogarla por su intensidad. Amaba a ese hombre, ese hombre
imperfecto y extremadamente honesto que ahora estaba dispuesto a salir de su
vida si con ello la hacía feliz. Dios, había estado a punto de perderlo.
Lali levantó una mano y le acarició la mejilla. Él movió el
rostro y dejó que la palma de ella lo reconfortase, no sabía si alguna vez
volvería a tenerla tan cerca. Peter abrió los ojos dispuesto a enfrentarse a la
decisión de Lali, al veredicto final que terminaría aniquilando cualquier
esperanza. Pero lo que vio fue mucho más demoledor que un rechazo. Más
devastador que una despedida. Lali le estaba sonriendo con una lágrima
resbalándole por la mejilla. Entonces ella se puso de puntillas y susurró
pegada a los labios de él:
—Te perdono.
Los brazos de Peter que le habían colgado casi sin vida a
ambos lados del cuerpo, rodearon a Lali por la cintura y la abrazaron
temblorosos. Ella le dio un suave beso en los labios y luego prosiguió
besándole las mejillas y los párpados, capturando tantas lágrimas como le fue
posible. Cuando se sintió satisfecha volvió a detenerse en los labios de Peter
y repitió:
—Te perdono.
Y entonces le besó como le habría gustado besarle durante
todos esos años. Le besó con amor y con dulzura, y sin una gota de
resentimiento ni de rencor. Le besó con los labios abiertos y entregándole
todos y cada uno de los besos que no se habían dado y no dejó de besarle hasta
que él tembló y respondió del mismo modo.
Por fin estaban donde tenían que estar; el uno en brazos del
otro. Ella nunca había dejado de amar a Peter, sí, había enterrado ese amor en
lo más profundo de su alma pero ahora sabía que nunca había dejado de amarlo. Y
nunca le había olvidado. Por eso había sido incapaz de enamorarse de otro
durante todos esos años, por eso nunca había tenido una relación estable,
porque estaba enamorada de Peter. Quizás ella había intentado negarlo, pero su
corazón siempre había sabido que le pertenecía a Peter.
Sus lenguas se entrelazaron y Lali tuvo ganas de llorar de
felicidad, pero entonces notó que Peter se apartaba inseguro.
—Jamás volveré a irme de tu lado —le prometió él
emocionado—, y nunca volveré a ocultarte nada.
—Lo sé. —Lali volvió a ponerse de puntillas para besarlo de
nuevo. Necesitaba los besos de Peter para seguir respirando.
—Te lo juro —susurró Peter con la voz ronca.
—Y yo te prometo que jamás volveré a permitirte que te
alejes de mí —le dijo ella también emocionada mirándole a los ojos.
—Tú no tuviste la culpa de nada —murmuró Peter acariciándole
el rostro—. Fui yo el que se fue.
—Sí, pero por fin me he dado cuenta de que no tuviste
elección. Hice mal en juzgarte tan duramente por haberte ido, estaba tan dolida
que solo podía pensar en mi sufrimiento. Pero tú también sufriste. Demasiado.
—Dejarte aquí ha sido lo más difícil que he hecho en toda mi
vida —pronunció cada palabra como si estuviese reviviendo aquella agonía.
—Los dos éramos muy jóvenes, y es normal que creyeses a tu
madre. Cuando el otro día me contaste por qué no me habías escrito durante
estos años, no te entendí porque en mi mente te veía como te veo ahora. —Él
enarcó una ceja confuso y ella se lo explicó—: Como un hombre de treinta y tres
años, fuerte, valiente, seguro de sí mismo.
—Gracias —dijo emocionado.
—Es verdad, pero lo que quiero decir es que cuando te fuiste
no eras así. Cuando te fuiste apenas tenías veintiún años y llevabas tres
intentando demostrarles a tus padres que no eras un delincuente. Llevabas tres
años trabajando tres turnos en distintos trabajos, viéndome a mí prácticamente
a escondidas, intentando recuperar a tus hermanos. Es normal que te asustaras
cuando sucedió lo de Julián, y es normal que tuvieses miedo de provocar a tu
madre. Me duele que no confiases en mí porque yo también me veo a mí misma como
soy ahora, cuando en realidad entonces solo tenía dieciocho años y
probablemente no habría podido ayudarte.
—Pero habrías estado a mi lado —le aseguró Peter
defendiéndola.
—Lo estaré ahora, Pipu, si eso es lo que quieres.
—Por supuesto que quiero. Quiero pasarme el resto de la vida
contigo, La. ¿Me perdonas por haberte hecho daño y por no haber vuelto antes?
—Por supuesto que sí, siempre que tú me perdones por no
haber sabido entenderte cuando me lo contaste, y por no haberte dicho antes lo
orgullosa que me siento de ti. —Lali tragó saliva—. Yo tampoco dejé de amarte, Pipu.
Quizás intenté olvidarte, pero nunca dejé de amarte.
Peter la devoró con los labios y mientras le estaba dando el
beso más intenso del mundo, la levantó en brazos y empezó a andar. Llegó al
dormitorio de Lali sin dejar de besarla pero poco a poco fue apartando los
labios de los de ella para recorrerle la mandíbula y el cuello con diminutos
besos. Hundió el rostro en la clavícula de ella y respiró hondo para
impregnarse del aroma de su piel. Ella tembló y él se estremeció.
—Te amo. Quiero hacerte el amor... —le pidió él en voz
baja—. Quiero besarte y que me beses, quiero tocar cada centímetro de tu cuerpo
y recorrer tu piel con mis dedos y mis labios. Quiero oír cómo dices mi nombre
y decir yo el tuyo.
—Peter, yo... —Lali se sonrojó y se apartó de él hasta
quedar de nuevo con los pies en el suelo.
—¿Qué sucede? —le preguntó él preocupado—. Lo siento si he
ido demasiado rápido, si quieres esperar...
—¡No, no quiero esperar! —lo interrumpió mortificada—. Yo
también quiero hacer el amor contigo.
—¿Entonces qué pasa? ¿Es por el corsé? ¿Dónde está? Ya te
dije que no me importa, podemos utilizarlo todo el tiempo que haga falta —le
dijo mirándola a los ojos—, siempre que no lo utilices para mantenerte alejada
de mí.
—Sí, lo utilizo para eso —confesó Lali. Quizás algún día le
contaría exactamente cómo había empezado a usarlo, pero esa noche no era el
momento—. Yo... —balbuceó—, no sé si seré capaz de hacer el amor como una mujer
normal.
—La, mi vida, ¿qué crees que hemos estado haciendo hasta
ahora?
—La primera noche, cuando viniste a mi casa después de que
nos viéramos en el hospital... —no terminó la frase.
—La, acababas de saber lo de tu madre y yo —él se frotó la
nuca nervioso—, digamos que yo me comporté como un bulldozer. Y fue una
de las experiencias más sensuales de mi vida, me excito solo con pensarlo. Fue
una noche maravillosa porque por fin supe lo que era estar contigo, así que no
te atrevas a arrebatármela.
—No quiero arrebatártela, sencillamente me gustaría que
hubiera sido distinta —se obligó a confesar toda la verdad—. Me gustaría ser
distinta.
—¿Por qué?
—¿Cómo que por qué? El corsé, quizá sin él no pueda tener un
orgasmo.
—Pues lo llevarás siempre, con él estás preciosa. Pero eso
no sucederá, te lo aseguro. Eres perfecta, Lali, y lamento que por mi culpa
hayas sentido en algún momento de tu vida que no eras suficiente.
—No, no fue eso. Algún día te contaré toda la historia, pero
no empecé a utilizar el corsé hasta que mi padre abandonó a mi madre.
—Cuando quieras, La, tenemos todo el tiempo del mundo
—afirmó él con paciencia aunque la sorpresa se reflejó en su rostro.
—Lo que quiero decir es que quizá no me baste con estar
contigo. No sé si puedo entregarme tanto a alguien,Pitt. Tengo miedo —se le
llenaron los ojos de lágrimas y él las secó con el pulgar.
—Ya lo has hecho, La. Todo saldrá bien, cariño. Confía en
mí. Te amo.
—Y yo te amo a ti.
—Pues entonces, no necesito nada más. Lo único que te pido
es que si ahora me das una oportunidad, dejes de ver a Agus.
Lali se sonrojó y se
arrepintió de no haberle contado antes lo de Agus. Bastante había sufrido ya Peter
como para que también creyese que ella salía con otro.
—Entre Agus y yo no hay nada. Nunca ha habido nada. Agus y
yo solo somos amigos. Bueno, hace años nos dimos un beso, pero fue porque él
estaba triste porque había perdido a la mujer de su vida y yo no podía dejar de
pensar en ti.
—¿De verdad?
—De verdad. Agus y yo nos conocimos en la universidad cuando
él salía con Candela, mi mejor amiga. Las cosas entre él y Candela terminaron
muy mal y supongo que Agus y yo nos hicimos compañeros de penurias. Las
vacaciones que te pidió Agus fueron para ir a Barcelona para intentar recuperar
a Candela.
—Ah, no lo sabía.
—Agus no habla mucho del tema, pero estoy convencida de que
cuando seáis amigos te lo contará todo.
—Vaya. Ahora me siento culpable por haber malpensado de él.
—Peter sonrió y a Lali le recordó a la versión joven de él cuando se veían a
escondidas en la playa para buscar cangrejos.
—No te preocupes, él no te lo tendrá en cuenta, aunque ahora
que lo pienso me pidió que te dejase claro que solo éramos amigos. Agus es una
gran persona y mejor amigo. Cuando nos licenciamos, él se fue al extranjero una
época pero hace unos años me llamó y me dijo que quería volver a España y como
yo necesitaba a otra persona en el equipo, le ofrecí el trabajo. Me ha ayudado
mucho a lo largo de estos años.
—Entonces me alegro de que lo hayas tenido a tu lado todo
este tiempo.
—Si hubiera sabido la verdad, te habría esperado —le dijo Lali
a Peter con voz trémula—. Siempre soñé que tú serías el primer hombre con el
que haría el amor.
Peter vio que ella temblaba y le sujetó el rostro entre las
manos. Le levantó despacio la barbilla hasta asegurarse de que Lali le miraba a
los ojos.
—Y lo seré.
Peter inclinó la cabeza y la besó para dejarle claro que él
era y siempre sería el único hombre destinado a ocupar su corazón. Con los
labios borró el rastro de cualquier otro recuerdo, con los dientes le demostró
que la conocía mejor que nadie y con la lengua le derritió el alma. La desnudó
despacio, recorriéndole la piel con las yemas de los dedos, esforzándose por
contener las ganas que tenía de arrancarle la ropa y poseerla del modo más
primitivo. Cuando ambos estuvieron desnudos, Peter se apartó y la miró con
reverencia.
—Eres la cosa más bonita del mundo. He visto amaneceres que
palidecerían a tu lado.
Lali le acarició el torso y vio que él temblaba. Dejó que la
desnudase, cada prenda de ropa que caía al suelo la hacía estremecer y tenía
que contener las ganas de taparse y ponerse el corsé.
—Pitt, creo que... Lo siento...
Él la calló con un beso. Y luego otro. Y otro. Y cuando dejó
de besarla para cogerla en brazos y llevarla hasta la cama, Lali ya no se
acordaba de lo que iba a decirle.
Peter la dejó completamente desnuda y entonces se apartó un
poco y se quitó su ropa. Desnudo igual que ella, caminó a su alrededor y se
detuvo a su espalda. Se arrodilló en el suelo y besó las marcas que tenía Lali
en la espalda por culpa del corsé.
—Borraré cada lazo —le prometió él con un beso—, y si algún
día quieres volver a ponértelo, solo será por placer.
—
Pitt —Lali se estremeció.
—No te hace falta. Nunca te la ha hecho, conmigo no. —Le
lamió la columna vertebral y le acarició la parte trasera de las pantorrillas
con las manos—. Dime qué es lo que te da más miedo y te demostraré que no
tienes nada de qué temer.
—Que vuelvas a abandonarme —sollozó en voz baja.
—Imposible, me temo que vas a tener que quedarte conmigo para
siempre. —Se puso en pie y le besó la nuca—. ¿Qué más?
—A no poder confiar en mis instintos.
—Tus instintos nunca te fallaron, La. —Le besó el lóbulo de
la oreja y el pómulo—. Fui yo, y voy a pasarme el resto de la vida
compensándote por ello. »¿Qué más? —agachó la cabeza y le besó un pecho.
Lali se estremeció y en un acto reflejo enredó los dedos en
el pelo de Peter para pegarla a su cuerpo. Era la primera vez que un hombre la
besaba allí, y Peter era el único que había estado destinado a hacerlo.
—A no poder hacerte feliz —confesó.
—Oh, eso es imposible, amor.
—¿Estás seguro?
—Dime que me amas, Lali. —Le sujetó el rostro entre las
manos y le dio un beso—. Dímelo La, por favor.
Lali vio que a él le brillaban los ojos y que en ellos
resplandecía todo el amor que él nunca había dejado de sentir por ella.
—Te amo, Peter.
—Ya está, lo has hecho. Soy feliz. ¿Y tú?
—¿Yo?
—¿Qué quieres para ser feliz?
Lali pensó que nunca nadie le había hecho esa pregunta, y se
dio cuenta de que sabía la respuesta con absoluta certeza.
—Que me hagas el amor. Sin barreras, sin el corsé, sin nada
entre los dos. Solos tú y yo.
—Saldrá bien, sé que saldrá bien.
—Y yo —sonrió ella con lágrimas idénticas a las de él.
Peter la cogió en brazos y la besó y no se detuvo a pesar de
los temblores de sus cuerpos o de los besos que los dos intentaban darse hasta
quedar sin aliento. La llevó hasta el dormitorio y la tumbó en la cama y se
deslizó dentro de ella con la dulzura y la impaciencia que habría sentido si
hubiese hecho el amor con ella doce años atrás.
Y fue el instante más maravilloso de su vida.
Peter se estremeció y ella notó cómo se tensaban todos los
músculos de la espalda. Estaba empapado de sudor y seguía moviéndose con un
ritmo deliciosamente lento encima de ella. La besó una vez más con esa
intensidad que a ella le derretía el alma y después se apartó y apoyó la frente
en la de ella.
—Te amo, Lali.
Y con esas palabras impregnadas de tanta verdad, Lali y Peter
se entregaron el uno al otro.
Horas más tarde, despertaron el uno en brazos del otro y
estuvieron un rato besándose en silencio. Era maravilloso poder estar tan
tranquilos el uno con el otro, intercambiando las caricias y los susurros que
el destino les había arrebatado durante años.
—¿Qué hay en esa caja? —le preguntó de repente Lali al
recordar la caja de cartón que Peter había dejado encima de la mesa.
Peter volvió a sonrojarse. Era impresionante que un hombre
tan imponente como aquel tuviese la capacidad de ruborizarse.
—Iré a buscarla —dijo él saliendo desnudo la cama.
«Sí, es un hombre único. Y todo mío.»
Peter volvió segundos más tarde y volvió a meterse bajo las
sábanas, pero se sentó y las arremolinó en su regazo. Dejó la caja encima de
sus muslos y le indicó a Lali que también se sentase.
—Ábrela —le pidió a ella.
Lali levantó la tapa de cartón y miró confusa el extraño
contenido.
—¿Hojas de calendarios? —le preguntó cogiendo uno con los
dedos.
—Entre otras cosas —explicó Peter—. Ya sabes que ni te
escribí ni te llamé, pero eso no significa que no me muriese por hacerlo.
—Lo sé, Pipu —reconoció ella acariciándole la mejilla.
—Cada vez que sentía que iba a caer en la tentación de
ponerme en contacto contigo, que era muy a menudo, cogía un papel y anotaba
algo que iba a hacer contigo cuando te viese. Cualquier papel me iba bien, pero
no sé por qué empecé a anotarlo en hojas de calendario.
Lali miró el papel que tenía en la mano y lo leyó en voz alta:
—Uno de marzo del año dos mil, lunes: Escuchar con Lali Love
me Tender tumbados en la playa. —Cogió otro papel y notó que le resbalaba
una lágrima por la mejilla—: Diecinueve de septiembre del dos mil seis, martes:
Ir con Lali al cine y ver una película mala. Veintiocho de diciembre del dos
mil ocho, domingo: Pedirle a Lali que me abrace y que no me suelte nunca.
—También hay cintas de casete. Probablemente aquí ya no
existe ningún aparato para escucharlas, pero en un buque había uno y grabé
algunas de las canciones que me habría gustado bailar contigo.
—Yo tengo uno —susurró Lali más emocionada de lo que había
estado jamás. Ese hombre en verdad llevaba toda la vida amándola, y ella se
pasaría el resto de la suya esforzándose por hacerle feliz. Salió de la cama y
tras ponerse una bata fue en busca de su viejo radiocasete. Igual que Peter
antes, solo tardó unos segundos en volver y en brazos llevaba el trasnochado
estéreo amarillo que le habían regalado en su adolescencia y un diario. Dejó el
radiocasete en el suelo y lo enchufó—. Yo no tengo una caja como esta, lo
siento. Pero si no te importa, me gustaría compartir la tuya y hacer todas y
cada una de las cosas que anotaste.
—Ninguna de esas cosas tiene sentido sin ti.
—Yo no tengo una caja —repitió—, pero tengo esto. —Le tendió
el sobre y se lo dio—. Lo hice para ti unos días después de mi cumpleaños.
Peter abrió el sobre y vio que era una foto de ellos dos en
la playa. La había hecho Lali el día que él le regaló la cámara cuando él no
estaba mirando. En la foto se estaban besando. Ella debió de sujetar la cámara
con un brazo mientras se besaban y el objetivo había captado el momento. Detrás
de la foto había una pequeña inscripción. Peter la leyó en voz alta:
—«A cambio de mi primer beso, yo te daré mil más, La.»
Pasó los dedos por la vieja fotografía y lamentó por enésima
vez no poder viajar en el tiempo y ser de nuevo aquel chico de veintiún años
que besaba por primera vez a la chica de sus sueños. En el sobre había otra
foto, una en la que él estaba solo. Esa sí que recordaba Peter el momento
exacto en que Lali se la había hecho.
—Por eso me costó tanto creer que no ibas a volver —le dijo Lali
señalando la fotografía en la que aparecía él solo—. No podía creerme que me
hubieses mirado así —le indicó los ojos. Los ojos de un joven asombrado de
descubrir el amor—, y que te hubieses ido sin más.
—Lo siento —repitió él.
—No, Peter, no tienes que pedirme perdón. Nunca más. Ahora
lo único que importa es que estamos juntos. Para siempre —le dijo mirándole.
—Para siempre —le prometió emocionado—. ¿Por qué las
conservaste? —Levantó las fotografías—. Si me odiabas tanto, ¿por qué no las
rompiste?
—No te odiaba, Pipu. Me hiciste daño e intenté olvidarte,
pero nunca llegué a odiarte. Y no las rompí porque a pesar de todo, mi corazón
se negó a creer que te habías ido para no volver, y una parte de mí siempre
siguió esperándote.
—¿Puedo quedármela? —le pidió él sujetando la foto en la que
se besaban.
—No, pero podemos ponerla en casa, ¿qué te parece?
Peter tardó varios segundos en responder. No podía creerse
que por fin todos sus sueños fueran a hacerse realidad.
—¿En casa? Oh, claro. Te amo, Lali, y sí, quiero que vivamos
juntos aquí, en esta casa, que es exactamente la que tendríamos ahora si yo no
me hubiese ido. O en otra. O en un barco. No me importa. Si tú estás allí, me
basta.
—Te amo, Peter.
Él dejó la fotografía con cuidado encima de la mesilla de
noche y besó a Lali. Segundos más tarde, ella se apartó.
—¿No se te olvida pedirme algo? —le dijo con una sonrisa.
Peter le devolvió la sonrisa antes de hablar:
—Sí, por supuesto. —Cogió una cinta de la caja y se dirigió
al radiocasete. Le dio al play y esperó a que sonasen las primeras
notas—: ¿Quieres bailar conmigo?
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AL FIN LOCO¡¡¡
felices? ;)
Re feliz me encanto jeje hasta que al fin se dio que bien que lali al fin se dio una oportunidad con pitt al fin pitt logro derrivar cada una de esas barreras de la y que ella escucho su corazon y le perdono y se abrio con el me alegro que el viaje que hizo pitt no fue al pedo es decir se arriesgo y gano se la jugo maas
ResponderEliminarAl fin se le dio a pitt y lali se dio le perdono se arriesgo a darse una oportunidad de ser y hacerle feliz que bueno que pitt se la jugo y que su regreso a verla hacer ese viaje no fue en vano
ResponderEliminarAaa al finnn jajaja
ResponderEliminarMe encantoo mas tiernoss!!
Maass ❤️
Dios mio oooo como esperaba este momento....que Lali le perdonase...que le dijera que lo ama todavia...me mató cuando Pitt empezo a llorar...hasta me hizo llorar ami tambien.:'(
ResponderEliminarSon tan tiernos juntos <3
yo sueño con un amor asi...jaja.
Gracias por subirla Ale !!!!!
Hay sin palabras ale massssdd tiernes pero quiero que tengan bebes.
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