Peter y Lali disfrutaban una tarde de sábado perezoso cuando
un fuerte zumbido que provenía del intercomunicador atrajo su atención. —¿Estás
esperando a alguien? —preguntó Lali.
Peter sacudió la cabeza. No le gustaba la idea de que
alguien interrumpiera la burbuja privada que él y Lali había creado las últimas
semanas. Presionó el botón en la pared. —¿Sí?
Una pausa crepitó a través del altavoz. —Uh, sí, mi nombre
es Dillon James. Estoy buscando a Lali.
Peter se dio la vuelta para quedar frente a Lali. Su rostro
se había puesto pálido y sus manos temblaban. Lentamente negó con la cabeza,
llevándose un dedo a los labios.
¿Cómo demonios Dillon había rastreado a Lali hasta aquí?
Peter le dio un asentimiento de cabeza rígido y presionó el botón de respuesta
para contestarle. —Lo siento, nadie con el nombre Lali vive aquí.
Tomó toda su fuerza de voluntad para no bajar corriendo las
escaleras hasta el vestíbulo para enfrentar a ese cabrón. En vez de eso se dio
la vuelta hacia Lali. —¿Estás bien?
Sus ojos permanecieron en los de él, llenos de intensidad.
—No puede oírnos Lali.
Respiró temblorosamente. —Es sólo que… es probablemente
estúpido de mi parte, sólo no quiero verlo en este momento. No le va a gustar
que esté viviendo aquí contigo. No quiero lidiar con él.
Peter fue a su lado, poniendo una mano en su hombro. —No es
estúpido. Tú no tienes que enfrentarlo. Estás a salvo aquí, ¿de acuerdo? —Sus hombros
se sacudieron y sus manos se frotaron automáticamente por la tensión. No le
pasó desapercibido que Lali temía tanto por ver a Dillon como porque explotara
viéndola con otro hombre. El pensamiento no le cayó bien. Peter no había estado
en una pelea de puños apropiada por una chica desde el sexto grado, pero no iba
a dudar ahora si la ocasión lo requería.
Ella asintió. —Gracias, Peter. Por todo.
Peter la envolvió en sus brazos, inseguro de cómo
reconfortarla. Odiaba que Lali tuviera una historia con ese fenómeno, y que
hubiera crecido alrededor de hombres con sistemas de creencias jodidas. Deseaba
poder protegerla con un escudo de todo, pero se conformaba con abrazarla, y por
su parte, Lali se aferró a él como si fuera el último árbol en pie en medio de
una tormenta eléctrica. Le rompía el corazón, y renovó su decisión de
protegerla de una buena vez.
Esa noche, cuando Peter estaba vestido en vaqueros oscuros y
en su camisa de botones azul clara, supo que necesitaba decirle a Lali de su
cita con Sali. Se roció con el aerosol de su raramente usada colonia en el
cuello, y pasó las manos por su cabello en un intento de ordenarlo. No había
pensado mucho en salir con la chica cuando Marissa vino con la idea. Y aunque
habían pasado tan solo unas semanas desde que aceptó la cita, de algún modo se
sentía más cercano a Lali. Tal vez era el verla con Levi, o que no volvió a
discutirle que se acurrucaran en las noches, o porque la otra noche se sintió
como una cita entre ellos, pero cualquiera que sea la razón, se sentía extraño
decirle.
La encontró en la sala de estar, con sus rodillas en el
pecho en el sillón. —Oye, Lali. —Ella se dio la vuelta para verlo, acunando a
Cuddles en sus brazos—. Saldré en un rato. No necesitas hacer la cena está
noche. —Se preguntó lo que Lali pensaría acerca de que fuera a una cita. Y si
iba a tener las bolas para decirle.
—Ah, está bien. Puedo comer algo de los restos de la pizza
de anoche. Y Cuddles y yo probablemente veremos una película.
—De acuerdo. Recuerda mantener la puerta con seguro.
—Lo haré. —Prometió—. ¿Peter?.
—¿Si?
—¿A dónde vas?
Vaciló sólo un segundo. No podría mentirle a Lali. Además
era libre de tener citas. —Mi hermana me organizó una cita a ciegas.
—Ah. —Su labio inferior sobresalió ligeramente—. ¿Pero te
veré más tarde, cuando llegues a casa?
—Sí. —le aseguró—. Estaré de vuelta más tarde en la noche.
Se mantenía tácito entre ellos, pero ambos sabían que
estarían durmiendo juntos en su cama después.
Se puso en camino para cumplir su cita con Sali en el bar.
Hubiera preferido recogerla, pero como Marissa le recordó, las chicas no dejan
que hombres que no conocen las recojan. Podría ser algún acosador despreciable,
y entonces tendría su dirección. Le aseguró que no iba a empezar a acosar a su
amiga del yoga, pero eso sólo permitió que Marissa empezara otra ronda de
diatribas de que él obviamente no tenía citas lo suficiente para saber las
reglas mínimas.
Cuando Peter entró al bar buscó a Liam primero. La mayoría
de veces podía encontrarlo detrás de la barra, proporcionando un segundo par de
manos al cantinero en vez de sentarse a solas en su oficina al fondo. Y esa
noche no era la excepción. Liam asintió una vez que vio a Peter al otro lado
del lugar. Era su último amigo soltero, pero ciertamente no le hacía falta la
compañía femenina siendo el propietario de un bar popular. Era conocer chicas
valiosas lo que se le dificultaba. Peter sabía que si Liam conociera a la chica
indicada, no se opondría a sentar cabeza. Él y Liam habían sido amigos por 20
años. En la universidad, a menudo ambos engañaban a las chicas haciéndoles
pensar que eran hermanos. Ambos eran un par centímetros más altos del metro
ochenta y tres, con cabello oscuro y cuando ninguno se afeitaba por unos días,
algo que Liam a menudo se descuidaba en hacer, adquirían un misterioso
parecido.
Peter respiró frustradamente. No estaba seguro de cómo iba a
encontrarla. Vio dos mujeres solteras al final del bar. Una era una rubia
sensacional, hermosa desde las piernas hasta sus tetas. Su hermana no lo amaba
tanto. La otra mujer era una castaña simple, con un par de kilos de más y
anteojos tan grandes, que pertenecían a otra década. Sacudió su cabeza,
preguntándose si sólo se podía escabullir antes de que ella lo viera. Maldita
Marissa. Lo metía en mierdas como está usando la frase: “Bueno, pensé que era
linda.” Para limpiar su conciencia.
Tomó aire profundamente. Un trago. Podía hacerlo. Un trago
jodidamente fuerte. Echó una última mirada nostálgica a la preciosa rubia y se
acercó a la castaña en su lugar. —Hola, tú debes ser Sali.
Su cara se frunció en confusión. —No, lo siento.
Su cabeza se giró y se encontró con los ojos de la rubia
mientras una lenta sonrisa se extendió por su cara. Marissa, después de todo,
lo amaba.
Dejó a la castaña mirando en su dirección y se acercó a la
rubia. —Por favor, dime que tú eres Sali.
Ella sonrió. —Peter, ¿presumo?
Querido Dios, tenía acento australiano. Su hermana realmente
lo amaba.
Se deslizó junto a ella y cada uno ordenó un trago. Sali
conocía a su hermana del yoga, pero Marissa no había mencionado que era la
instructora. Compartieron algunas risas sobre los accidentes torpes de Marissa
en el yoga, hablaron acerca del lugar en el que había crecido en Australia, y
él la hizo reír con su pobre intento de acento australiano.
Un trago se convirtió en dos, y después en tres. Era
extrovertida, coqueta y sexy como el infierno. Ese acento lo tuvo con media
erección toda la noche. Al principio se sintió culpable por dejar a Lali sola,
pero mientras el alcohol iba suavizando su humor, pensó que tal vez algún
tiempo alejados les podría hacer bien a ambos. Necesitaba independizarse de él,
y el Señor sabía que necesitaba sacarla de su mente.
Cuando Sali se excusó para ir al sanitario, Peter hizo un
balance de cómo avanzaba la noche. Se entendían bien, y había empezado a
inclinarse hacia él, poniendo su mano en su muslo mientras se reía, o encontraba
otras maneras de rozarse contra él, como presionar sus senos contra su brazo
cuando estiraba la mano para tomar un trago del fondo de la barra, Peter se
preguntó si estaría dispuesta a continuar las cosas de regreso a su casa.
Sali regresó con una nueva capa de brillo rosa en sus labios
y una sonrisa seductora. Descubriendo que su paciencia y modales habían
desaparecido junto con su último trago, Peter se puso de pie y la puso contra
él. —Vamos a algún lado —susurró cerca de su oído.
Ella sonrió un poco, sus ojos bailando en los de él. —¿Qué
tienes en mente? —Una sonrisa juguetona permanecía en su boca.
—Algún sitio donde podamos estar solos. —Sin esperar a que
respondiera Peter tomó su mano y la sacó del bar. Esperaron en la acera, con
los brazos de Sali envueltos alrededor de su cintura.
—Y yo que pensé que eras un buen tipo. Tú hermana te tiene
por algún santo. Pensé que está noche iba a ser completamente tediosa.
—No lo tiene que ser. —Se inclinó y presionó un suave beso
en su boca, poniéndola a prueba. Ella envolvió los brazos alrededor de su
cuello, acercándolo aún más. Maldición, necesitaba esto, necesitaba la
distracción antes de que hiciera algo con Lali de lo que pudiera arrepentirse.
—Tengo compañeros de habitación. No podemos ir a mi casa.
—Susurró ella.
—Eso está bien, seremos silenciosos —dijo en medio de besos.
Bueno él lo seria, no podía decir lo mismo de ella, ya que esperaba hacerla
gritar.
Puso una mano contra su pecho. —No puedo, sexy. Comparto
habitación con Jenny. Me mataría si llevo un chico a casa otra vez.
¿Otra vez? Se preguntó qué tan seguido hacía esto, pero lo
dejó pasar. Peter supuso que él también tenía una compañera de habitación,
aunque no tenía ni idea de cómo explicar lo de Lali.
—Vamos a tu casa. —Sugirió Sali, colocando una mano sobre el
ya endurecido bulto en sus pantalones y le dio un apretón.
Peter accedió a regañadientes. Bueno, no tan a
regañadientes. La sola idea de echar un polvo y empujar a Lali en el rincón más
lejano de su mente, aunque fuera unos 30 minutos, sonaba demasiado bien para
dejarla pasar. Sólo esperaba que Lali no estuviera en su cama. Primero
inspeccionaría su apartamento, diablos y si era necesario, se follaría a Sali
en su camioneta.
Peter se dio cuenta de que no estaba en condiciones de
manejar. —De acuerdo, vamos tomaremos un taxi.
Sali pasó todo el camino en el taxi lamiendo su cuello y
agarrando la cresta dura de sus vaqueros. Supo que tenía a una chica extraña en
sus manos. La idea lo hizo al mismo tiempo delirantemente feliz y nervioso ya
que lo último que quería era herir a Lali. Le advirtió a Sali que tenía a
alguien quedándose con él en ese momento, y que iban a tener que ser extra
silenciosos. Mientras mordisqueaba su oreja, y lamía su cuello, dijo que no
tenía ningún problema.
Se tambalearon desde el taxi hasta la escalera, besándose y
tocándose el uno al otro mientras avanzaban.
—Recuerda, extra silenciosa —le recordó cuando le quitó el
seguro a la puerta.
En vez de responder, Sali llevó su mano al frente de sus
vaqueros y le dio un suave apretón. Cerró los ojos, imaginándose brevemente que
era la mano de Lali apretándolo. Sus ojos se abrieron de golpe. ¿De dónde había
venido ese pensamiento? Nunca iba a estar con Lali. No de esa manera. Retiró la
mano de Sali de sus pantalones y le pidió que esperara en la cocina.
La sala de estar estaba vacía, lo que significaba que Lali
se había ido a la cama, pero no tenía idea si eso quería decir la suya o la de
él. La puerta de la habitación de huéspedes estaba cerrada. Siguió derecho a su
propia habitación. Se encontraba vacía. Dejó salir un pequeño suspiro de
alivio. Dios, estaba tan desesperado pensando en que Lali se enterara de esto,
y se preguntó si debía sólo sacar a Sali antes de que todo le estallara en el
rostro. Pero cuando se dio la vuelta, Sali ya se encontraba de pie en el umbral
de su dormitorio.
—¿No ibas a empezar sin mí, cierto? —Sonrió y caminó hacia
él.
Tragó saliva y observó su cuerpo delgado y esbelto cruzar la
habitación. Estaría mintiendo si dijera que no quería esto. Su polla ya estaba
tirante contra sus vaqueros. Sólo que no sabía si era por la idea de que Lali
los descubriera o porque las largas piernas de Sali se enroscaría en un
cintura.
Cerró la puerta detrás suyo, apagó las luces y lo empujó
hacia la cama. Su espalda golpeó el colchón con un ruido sordo. Sali se puso a
horcajadas y le quitó la camisa. Tal vez podía hacer esto rápido y sacarla del
apartamento. Peter pasó por el juego previo más rápido de lo que le gustaba.
—¿Estás lista para mí? —preguntó, rozando su cuello con besos.
Usualmente se aseguraba de que la chica se viniera al menos
una vez, para que estuviera agradable y húmedo antes de que se hundiera en
ella. Pero algo le decía que a Sali no le importaría saltar al evento
principal. Se quitó las bragas y se dio placer a si misma mientras él miraba,
después trajo sus dedos a su boca. Él abrió obedientemente. —Ves, ya estoy
mojada —susurró ella.
Bien, sigamos adelante. Escuchando a su monólogo interno era
como tener un ángel en un hombro, y un diablo en el otro. La mitad de él quería
follarla hasta dejarla sin sentido, perderse a sí mismo en el placer, y la otra
mitad deseaba nunca haberla traído a casa para poder acurrucarse con Lali. Pero
Dios, no era como si él y Lali estuvieran en una relación. Podía tener citas con
otras mujeres. ¿Pero dormir con ellas en el apartamento que compartía con Lali?
Esa parte era cuestionable.
Peter cogió un condón del cajón en su mesa de noche y se lo
pasó a Sali. —Pónmelo. —rugió.
Sali siguió las instrucciones, abriendo con los dientes el
paquete, y plantando un beso en la cabeza de su polla antes de rodar el condón
hacia la base de su longitud. La levantó debajo de sus brazos y la alzó por
encima de él para que estuviera a horcajadas en su regazo. Después envolvió sus
brazos detrás su cabeza y le sonrió con una mueca desafiante. Tenía el
presentimiento de que podía doblarla como a un pretzel, con ella siendo
instructora de yoga y todo, pero de algún modo la idea no tenía ningún
atractivo. Podía deducir que Sali era el tipo de chica que le gustaba estar a
cargo, que estaría feliz de montarlo hasta que ambos se vinieran.
Se sentó lentamente sobre su longitud, echando la cabeza
hacia atrás en éxtasis mientras desaparecía en su interior. Sali aumentó su
velocidad, alternando entre rodar sus caderas y rebotando contra él. Dejó
escapar gemidos y gruñidos entrecortados cada vez que dio en el lugar correcto.
A medida que su velocidad aumenta, aumenta su volumen. —Si… justo ahí… justo
ahí… —gimió ella.
Peter plantó la palma de su mano en la boca de Sali. —Shh.
—Mantuvo su mano asegurada en sus labios mientras ella se movía contra él. No
era consciente de su mano, y continuó montándolo. Después de unos pocos
minutos, Peter abrió los ojos para ver si Sali estaba cerca de terminar. Como
el infierno que él no lo estaba. No sabía por qué, pero algo no se sentía bien.
Simplemente no podía concentrase en el momento. Peter se dio cuenta que la
habitación no estaba tan oscura como antes, y sus ojos fueron de la forma en
que Sali se retorcía a la puerta de su dormitorio, que ahora se encontraba
parcialmente abierta. ¿Cómo demonios pasó eso? Una luz proveniente del pasillo
inundaba la entrada de su cuarto. Levantando la cabeza de la almohada, vio a
Lali de pie en la entrada mirándolos.
Santa mierda.
Sus ojos estaban fijos en él, ardiendo de curiosidad. Su
polla se sacudió dentro de Sali.
—Oh sí. Justo así. —Gimió. Él apretó la mano con más fuerza
sobre su boca. Sali seguía completamente en su propio mundo, ni siquiera se
había dado cuenta de que no estaban solos, o que toda la atención de Peter se
hallaba en Lali.
La mirada de Lali fue a la espalda de Sali, que levantaba su
trasero arriba y abajo de Peter.
Lali vestía sólo un par de bragas y una camiseta sin mangas.
Se veía tan inocente, sin embargo, completa y malditamente sexy, que se puso
incluso más duro. Tenía los labios entreabiertos, haciendo respiraciones cortas
y sus ojos se oscurecían por el deseo.
Lali se quedó mirándolos durante varios minutos, sin apartar
la mirada de la suya, hasta que Sali dio un pequeño grito y luego se bajó de
él. Lali se volvió y corrió hacia su dormitorio.
—¿Terminaste? —preguntó Sali.
—Sí —dijo ahogado. Dudaba que ella comprobara el condón en
busca de evidencia. Se lo quitó y lo envolvió en el pañuelo, con la esperanza
de mantener el engaño de que estaba lleno, y lo arrojó en el cesto de basura al
lado de su cama. No había manera de que fuera capaz de venirse con Sali. A
menos que se sustituyera la imagen de Sali con la de Lali, pero Dios no podía
pensar de esa manera. No era correcto.
—Espero que no te importe. —Sali se puso su top—. Pero no me
gusta quedarme después, así que envié un mensaje para que me recogieran y ya
están aquí. —Levantó su teléfono, con la luz azul indicando que tenía un
mensaje nuevo.
Peter no planeaba convencerla de que se quedara. —Sí, está
bien. Bueno, gracias.
—No hay problema, sexy. Fue divertido, ¿cierto? —Sali se
deslizó en el resto de su ropa, mientras Peter se puso un par de vaqueros.
Después de ver a Sali salir, Peter se encontraba de pie en
la entrada oscura completamente desconcertado y fuera de lugar. Maldijo y luchó
contra el impulso de golpear la pared. Se vio reflejado en el espejo del
pasillo, el pálido y atormentado hombre mirándolo era casi irreconocible. No
sabía por qué había pensado que era correcto traer a Sali a la casa, porque sin
duda no estaba jodidamente bien. Para nada. Se le había pasado la borrachera en
el instante que se encontró con los ojos de Lali.
Respiró hondo y se acercó a la puerta de su dormitorio, que
estaba entreabierta. Encontró a Lali sentada en el centro de la cama, todavía
vestida con sólo un par de bragas y una camiseta blanca. Su mirada era
derrotada, la tristeza de su pose y la caída floja de sus hombros lo golpeó
como un dolor físico en el pecho. —Lali. —Su voz se quebró y el dolor en el
pecho hizo que fuera difícil respirar. No obteniendo ninguna respuesta, se
acercó a la cama.
Los ojos de Lali siguieron sus pies a través de la alfombra,
hasta que se situaba al extremo de su cama. Ella lo miró mordiéndose el labio
inferior. Lo vio como si fuera alguna criatura salvaje, tenía los labios
entreabiertos, sus ojos muy abiertos y su respiración superficial.
—¿Estás bien? —preguntó él.
Amplios ojos verdes lo estudiaron. Asintió lentamente. Su
mirada bajo persistente sobre su pecho y estómago desnudo, deteniéndose en la
banda de la cintura de su pantalón, que había dejado desabotonado en su prisa
por sacar a Sali por la puerta.
Sus manos jugueteaban con el borde de su camiseta y los
pulmones de Peter se apretaron. Que estaba ella… Levantó la camiseta dejando al
descubierto la suave piel de su vientre y continúo alzándola lentamente hasta
que sus pechos se hicieron visibles. Peter no pudo evitar seguir sus
movimientos. Se mordió el labio y bajó la mirada hacia ella, piel lechosa suave
y pezones de color rosa pálido apretándose en el aire frío. Mierda, era
perfecta, mejor que en su imaginación. Trago ásperamente.
—No puedes hacer eso Lali. —Alcanzó la camiseta tirada y se
la devolvió.
Ella aceptó la camiseta, solo para tirarla a través del
cuarto. Malditasea sobre estimaba seriamente su auto control. El daría su
próximo aliento sólo para probar sus hermosas tetas.
—Lali —gruñó con los dientes apretados—. Vístete. —Su orden
sonó débil incluso para sus propios oídos.
Chupo su labio dentro de su boca, dándose la vuelta con un
resoplido, acostándose sobre su estómago y escondiendo su cara en la almohada.
¿Por qué parecía herida? Él curvó sus manos en puños, luego
se enderezó y se sentó a su lado en la cama.
Su pequeño culo estaba en plena exhibición en las escasas
bragas rosas, que hicieron apariciones en sus sueños. Contuvo la respiración
mientras captó en la vista los bien formados globos redondos de su culo,
rogando por su atención.
Puso su mano en su espalda desnuda, frotando la piel entre
sus omóplatos con su pulgar. Ella giró la cabeza hacia el lado, apoyando la
mejilla contra la almohada, así podía mirarlo a los ojos. —Siento que hayas
tenido que ver eso, no debería haberla traído a casa.
—¿Entonces por qué lo hiciste? —desafió.
Porque había estado pensando con su polla. Pero no le podía
decir eso a Lali, así que no dijo nada y ella no lo presionó. Siguió corriendo
la mano a lo largo de su espalda.
—¿Me vas a hacer eso a mí… lo que le hiciste a ella?
—preguntó.
—No —su voz salió imposiblemente escasa—. Estas a salvo
conmigo, Lali, no voy a hacerte daño.
Ella se mordió el labio —No parecía que le estuvieras
haciendo daño —bateó sus pestañas.
—Lali, detente —imploró.
—Al menos que ella te estuviera haciendo daño… —su frente se
arrugó. Recordó la forma en la que Sali lo había montado… rápido y fuerte, solo
la punta de sus pies en la cama, sus manos apretadas en sus pectorales mientras
rebotaba contra él.
—No. —Se ahogó. Dios, ella realmente no sabía nada sobre el
sexo.
No pudo resistir correr sus dedos por su espalda, sobre su
columna vertebral y hasta el cuello de nuevo. Fue un toque con la intensión de
calmarla. Entonces, ¿por qué diablos lo encendía?
Quería preguntarle por qué los había visto, pero se contuvo,
no estaba seguro de poder manejar la respuesta
—Lali ¿dime que está mal? —La persuadió, cuidadosamente
frotando su espalda desnuda, pero permaneció quieta y en silencio. Arrastró los
dedos hasta sus hombros y luego de vuelta a donde su espalda baja se sumergía.
Dejó que sus manos se aventuraran más lejos, justo hasta el borde de sus
bragas, antes de arrastrar los dedos por su espalda de nuevo. Sintió su
respiración superficial salir y crecer más rápido.
Dios, cuan malamente deseaba tocar su culo, tomarlo en sus
manos y tal vez incluso hacer llover pequeños golpes a través de él. Tenía un
culo perfecto, después de todo.
Continuó masajeando su espalda y sintió que lentamente
comenzaba a relajarse en el colchón. Pero entonces ella hizo algo que no
debería, gimió y movió ese pequeño culo mientras se ponía más confortable.
Maldición. Incapaz de resistirse por más tiempo, Peter llevo ambas manos a su
trasero y lo tomó en sus palmas necesitando tocar, masajear cada parte de él.
Lali soltó otro gemido entrecortado y pensó que su corazón se detuvo. Levantó
su trasero ligeramente como para encontrarse con sus manos. La piel era tan
suave, tan delicada y tentadora como el infierno. Quería tirar bajar sus bragas
y tocar su culo desnudo pero no se atrevió. En su lugar, siguió frotando su
espalda, y dejando que sus manos pasen cada vez más tiempo apretando y
ahuecando su culo, mientras sus manos vagaban más abajo. La respiración de Lali
se había acelerado, y giró su cabeza, ya no enterrada en la almohada, así podía
verlo entero. La agonía en su expresión había desaparecido y fue remplazada por
el deseo y la curiosidad ardiente que había visto cuando lo vio con Sali.
—Peter —susurró.
De alguna manera sabía que no era una orden para detenerse,
sino un estímulo para ir más lejos. Sabía que no debía hacerlo, pero, joder,
estaba tan encendido. Solo un poco más lejos, no se dejaría así mismo hacer lo
que no debería. Pero quería tan mal saborear su dulce piel y sentirla
retorcerse contra su boca. Arrastró sus manos por la parte posterior de sus muslos,
haciéndole cosquillas en la sensible piel detrás de sus rodillas, y cuando
llevó las dos manos a lo largo de su culo, dejó que sus dedos se deslizaran
justo dentro del elástico, así podía sentir su piel desnuda ininterrumpida por
la tela. Fue hasta donde iría sin una señal de que ella quería más. Continuó
amasando y masajeando su cuerpo regordete, sus dedos trabajando cada vez más
cerca de su pequeño coño. Quería saber si estaba mojada, porque él estaba duro
como una roca y ella ni siquiera lo había tocado aún. Ni siquiera tendría que
tocarlo; se podría venir probablemente solo pensando en su culo.
La respiración de Lali se volvió más errática y levantó su
cadera un poco, como si le diera a sus manos mejor acceso para tocarla más
abajo si quería. Con sus dos manos ahora debajo de la tela de sus bragas, se
inclinó y la beso en la parte posterior de su pierna, luego la otra, plantando
besos con la boca abierta a lo largo de su tierna carne. Cuando su lengua
prodigaba la parte de atrás de su rodilla, sus caderas se levantaron de la
cama.
—Ah —jadeó.
—Shh, voy a hacerlo mejor —prometió. Besó su camino hasta lo
alto de sus piernas, y depositó tiernos besos sobre su trasero, luchando contra
el impulso de meter el rostro entre sus nalgas. No quería asustarla, pero le
encantaba su culo. Con una mano haciendo a un lado la tela de sus bragas, su
otra mano encontró su calor resbaladizo. Joder, estaba empapada, su polla se
retorció en contra de los límites de sus vaqueros.
Lali empujó contra su mano, él se deleitaba de la sensación
de suavidad de su pequeño coño, sus labios gruesos y el calor resbaladizo que
emanaba de ella. Hizo girar un dedo en su apertura, recogiendo la humedad que
encontró allí y recorrió su dedo sobre el pequeño clítoris hinchado.
—Peter —la voz de Lali fue insistente y segura. Sabía que no
podía dejarla así, quería hacerla venirse más de lo que quería su próxima
respiración. Deslizó sus bragas por las piernas, dejándola todavía acostada
sobre su estómago por lo que su culo estaba expuesto. Sus manos masajearon su
carne sedosa, agarrando sus nalgas y abriéndolas así podía ver la delicada piel
arrugada de color rosa allí y luego más abajo la resbaladiza humedad entre sus
piernas. Era increíblemente caliente. Su polla se puso más dura de lo que alguna
vez había estado. Sus pulgares acariciaron su trasero. Delineando sobre la
carne tierna en su centro y la respiración de Lali se dificultó. Le dio un beso
en su espalda baja y luego la impulsó a darse la vuelta.
Quedó frente a él sobre la almohada, sus pechos subiendo y
bajando con cada respiración entrecortada que tomaba.
Era perfecta. Su piel estaba en forma sobre su estómago y
sus caderas, sus tetas firmes con pezones rosados que rogaban por ser lamidos.
Le dio un beso húmedo y dulce en su mejilla, justo en la esquina de su boca, y
luego se movió hacia abajo, mordisqueando la carne tierna de su cuello
plantando besos a lo largo de su clavícula y sobre su corazón antes de besar
cada pecho. Su lengua prodigó atención en sus pezones hinchados, succionando cada
uno profundamente en su boca mientras su lengua se movía hacia atrás y delante.
Lali gimió alto y se retorció contra la almohada.
Él se movió y de esa manera se recostó a su lado, con su
cara al nivel de su vientre. Con la mirada fija en la de ella, le separó las
piernas y bajó su boca para probarla. La cabeza de Lali cayó hacia atrás sobre
la almohada y sus ojos se cerraron. Estaba demasiado encendido para ir lento y
movió su lengua sin piedad sobre ella, chupándola con su boca hasta que gemía y
se retorcía gritando su nombre. Unos segundos más tarde sintió cuando se venía,
su pequeño coño apretándose como si se estuviera agarrando a algo para
llenarlo. Pero eso no iba a pasar, pondría hielo a su polla si tuviera que
hacerlo. Lali no estaba lista y además él no estaba destinado a ser el primero.
Besó sus piernas y su vientre hasta que las secuelas de su
orgasmo aminoraron y luego cambió su postura en la cama para sentarse a su
lado.
—Juan Pedro… —gimió—. Estoy mareada. —Se aferró a las
sábanas de la cama intentando apoyarse a sí misma.
Sonrió mientras su orgullo se hinchaba en su interior. Ese
debe haber sido un poderoso orgasmo. Se aliso el pelo de la cara disfrutando de
la mirada de felicidad que puso ahí.
Lo miró con los ojos desenfocados y nublados —Haz que la
habitación deje de girar… —se quejó.
Espera un segundo… Su estómago cayó. ¿Qué diablos? —¿Estás
borracha?
Soltó una risita. —Solo un poco.
—Cristo, Lali. —Se puso de pie y le subió las bragas por las
piernas. Esto no debería haber pasado. Peter se alejó de ella con las piernas
temblorosas y se ajustó la enorme erección que tiraba contra su cremallera. Sus
ojos muy abiertos siguieron sus movimientos. Una punzada de decepción coloreó
sus rasgos, pero Peter la ignoró. Salió hacia la cocina y encontró una botella
de vodka y el jugo de naranja sobre la isla. Lali había irrumpido en su
gabinete de licor como una maldita adolescente rebelde. ¿Era esto lo que su
terapeuta le había advertido? Se había emborrachado y al parecer excitado, él
había caído en ello sin ninguna duda.
Con la esencia de ella todavía aferrada a sus labios y
dedos, Peter escapó al baño principal. Arrastró sus pantalones hacia abajo lo
suficiente para liberar su erección y echo un poco de crema de manos en su
palma. La frotó contra su polla, bombeando y empujando sus caderas a tiempo
para que coincidan con los movimientos frenéticos de su mano. Luego de uno
cuantos golpes se vino con un gemido entrecortado, vaciándose en la palma de su
otra mano.
Después de lavarse regresó a su habitación y encontró a Lali
sentada en el centro de su cama.
Sus ojos se encontraron el uno al otro y buscó en su mirada
signos de que lamentaba lo que habían hecho unos momentos atrás, pero no
encontró ninguno.
—Huele a ella aquí. —Lali arrugó la nariz.
Peter empezó a trabajar para cambiar las sábanas y las
fundas de almohadas. Si ella no sacaba el tema de lo que acababan de hacer,
tampoco él. Reunió un juego limpio de sábanas y las arrojó sobre el colchón. No
haría dormir a Lali donde se acababa de follar a otra mujer, pero tampoco la
alejaría ahora. Había estado demasiado vulnerable y bajó la guardia con él por
completo. Y si este era el lugar donde quería estar, no iba a negárselo. No
podría, ahora no, tal vez nunca.
—¿Peter? —su voz tenía una cualidad suplicante, como si
necesitara tranquilidad sobre donde se encontraban ahora.
—Ve a la cama Lali.
Se volvió hacia la puerta, su mano en el codo la detuvo —No,
en mi cama, conmigo.
Ella sonrió y se arrastró a su lado, apoyando la cabeza en
su pecho una vez que se asentaron en la oscuridad.
—No quiero que bebas, Lali.
—Yo, lo siento ¿estás enojado conmigo?
—No, no estoy enojado contigo. —Enojado consigo mismo se
acercaba. No debería haberla tocado, pero ahora que lo había hecho, no quería
más que hacerlo una y otra vez—. ¿Todavía estás borracha?
—No estoy borracha, yo solo tomé un poco mientras esperaba a
que llegaras a casa. Solo quería ver cómo era.
No podía estar molesto con Lali. La había dejado sola esta
noche para salir con otra mujer. Lali se había aburrido. Había hecho lo que
muchos de diecinueve casi vente años hacían los fines de semana.
—¿Cómo te sientes ahora? —preguntó, necesitando alguna
indicación de lo que pasaba dentro de su cabeza.
—Bien.
—¿Sólo bien? —Sonrió él, volviéndose para mirarla.
Ella sonrió contra su piel y luego bostezó —Soñolienta, te
quedaste hasta tarde.
No señaló que muy probablemente estaba agotada por la
combinación del alcohol y el poderoso orgasmo que le había dado en su
habitación en lugar de la hora tardía. —¿Estuvo bien, lo que pasó en tu
habitación?
—Sí, es sólo que…
—¿Sólo qué? —sugirió él, su corazón acelerándose. No quería
oírle decir que lo lamentaba, porque seguro como el infierno que él no.
—No me besaste, y no me dejaste tocarte.
—¿Tú querías eso?
Asintió, con la cabeza todavía hacia abajo.
—¿Eres virgen? —susurró.
Los músculos en su espalda se tensaron, y su mano se quedó
inmóvil contra su piel.
—Sí.
Alivio inundó su sistema. —Bien. Vas a seguir así.
—Pero Peter…
—No, no digas nada más en este momento. No vamos a hablar de
eso, especialmente no cuando has estado bebiendo.
Dejó escapar un profundo suspiro —¿Puedo decir solo una
cosa?
Cerró su puño, sabiendo que sería inútil negar su petición
—Una.
Ella respiró hondo como si se preparara para dar un discurso
—Cuando estoy con el Dr. White o Marissa, ellos me ven como una chica Normal,
con deseos y necesidades Normales, de ser amada, tener afecto físico, pero a
veces no creo que me veas así. Todavía me sigues viendo como si fuera la
asustada y llorona chica que sacaste de ese recinto. Solo quiero que sepas que…
quiero más.
Le tomó un segundo dejar que sus palabras penetraran. Solo
habían pasado unas pocas semanas, ¿de verdad sabía lo que quería? Incluso, ¿era
capaz de más en este momento? No quería pensar en ella teniendo citas, de
hecho, la idea lo asustaba bastante. Pero era una brillante y hermosa chica. No
podía simplemente mantenerla escondida, no importaba lo mucho que pudiera
querer. Tal vez el alcohol le había aflojado un poco la lengua, pero era
cierto, no parecía borracha. No en absoluto. Parecía confiada y segura.
—Eso es bueno Lali. Yo quiero que tengas esas cosas también,
te mereces todo eso y más. —Pero sabía que no era el hombre para ella, podría
llegar a una lista de miles de razones de por qué; era muy viejo para ella,
necesitaba más tiempo para sanar, estaba casado con su trabajo; no buscaba una
relación y la lista seguía y seguía. Pero decirle eso a su cuerpo. Él la
quería, aunque sabía que era imposible.
—¿Lali? —susurró en la oscuridad, incapaz de detenerse a sí
mismo de seguir con su comentario acerca de besarlo.
—¿Si?
—¿Has sido besada antes?
—No.
Cerró sus ojos, justo lo que pensaba. —Está bien, un beso de
buenas noches. —Sabía que era una mala idea, que cambiaría irrevocablemente las
cosas entre ellos, pero maldición quería probar sus labios. Lo necesitaba como
necesitaba su próximo aliento.
Se movió y ella levantó la cabeza de su pecho, permitiéndole
moverse sobre la parte superior. Se cernió sobre ella, dejándose caer
lentamente hasta que sus cuerpos yacían juntos, sus caderas alineadas, su pecho
frotando sus pezones endurecidos y sus bocas a milímetros de tocarse. Se
mantuvo arriba en sus codos y acunó su cabeza en las manos, alisando mechones
de pelo hacia atrás. Su respiración vino en rápidas y pequeñas bocanadas contra
sus labios. Se tomó su tiempo, decidido a no correr con esto. Inclinó su
mandíbula hacia ella, y descendió para encontrarse con su boca.
Sus labios eran gruesos y suaves, y presionó profundizando
el beso. Incluso si una parte de él sabía que no debería hacerlo, merecía ser
besada correctamente en su primer beso. Peter abrió sus labios y cuando su
lengua encontró la de ella, ansiosa y húmeda mientras se arremolinaba contra la
de él, su polla se puso dura al instante. No besaba como una principiante. Se
apretó en el hueco entre sus piernas y Lali automáticamente envolvió sus
piernas alrededor de su cintura y soltó una respiración entrecortada. El calor
en su centro lo acunó y apretó sus caderas más cerca, reprimiendo un gemido por
la fricción. Su resistencia colgaba de un hilo. Por jodidamente increíble que
se sentía, Peter rompió el beso, sabiendo que no sería capaz de detenerse si
seguían adelante. Le dio un casto beso en la frente. —Ahí, ahora has sido
debidamente besada.
Ella le sonrió y sus ojos se abrieron perezosamente.
Se rio de lo malditamente linda que se veía, saciada y
soñolienta. —Sólo descansa un poco, ¿de acuerdo?
—Está bien. —Rodó a su lado y acarició la
almohada
Maaas!
ResponderEliminarOMG la beso ahhh mas
ResponderEliminarq buen capitulo!!!
ResponderEliminarMas!
ResponderEliminarSeguiii!
ResponderEliminarBuenisimo el cap quierooo masss :)
ResponderEliminarBessitos @zairasantos7
maaasss maaasss :)
ResponderEliminarMaaaaaaas!
ResponderEliminarSubi otroo
puto peter!!
ResponderEliminarllevo a una chica al departamento y luego besa a lali!!
igual me dio gracia jajaj, osea lali borracha , y peter la beso jaja
seguila