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viernes, 22 de agosto de 2014

Capitulo: 16


Peter y Lali disfrutaban una tarde de sábado perezoso cuando un fuerte zumbido que provenía del intercomunicador atrajo su atención. —¿Estás esperando a alguien? —preguntó Lali.

Peter sacudió la cabeza. No le gustaba la idea de que alguien interrumpiera la burbuja privada que él y Lali había creado las últimas semanas. Presionó el botón en la pared. —¿Sí?
Una pausa crepitó a través del altavoz. —Uh, sí, mi nombre es Dillon James. Estoy buscando a Lali.
Peter se dio la vuelta para quedar frente a Lali. Su rostro se había puesto pálido y sus manos temblaban. Lentamente negó con la cabeza, llevándose un dedo a los labios.
¿Cómo demonios Dillon había rastreado a Lali hasta aquí? Peter le dio un asentimiento de cabeza rígido y presionó el botón de respuesta para contestarle. —Lo siento, nadie con el nombre Lali vive aquí.
Tomó toda su fuerza de voluntad para no bajar corriendo las escaleras hasta el vestíbulo para enfrentar a ese cabrón. En vez de eso se dio la vuelta hacia Lali. —¿Estás bien?
Sus ojos permanecieron en los de él, llenos de intensidad.
—No puede oírnos Lali.
Respiró temblorosamente. —Es sólo que… es probablemente estúpido de mi parte, sólo no quiero verlo en este momento. No le va a gustar que esté viviendo aquí contigo. No quiero lidiar con él.
Peter fue a su lado, poniendo una mano en su hombro. —No es estúpido. Tú no tienes que enfrentarlo. Estás a salvo aquí, ¿de acuerdo? —Sus hombros se sacudieron y sus manos se frotaron automáticamente por la tensión. No le pasó desapercibido que Lali temía tanto por ver a Dillon como porque explotara viéndola con otro hombre. El pensamiento no le cayó bien. Peter no había estado en una pelea de puños apropiada por una chica desde el sexto grado, pero no iba a dudar ahora si la ocasión lo requería.
Ella asintió. —Gracias, Peter. Por todo.
Peter la envolvió en sus brazos, inseguro de cómo reconfortarla. Odiaba que Lali tuviera una historia con ese fenómeno, y que hubiera crecido alrededor de hombres con sistemas de creencias jodidas. Deseaba poder protegerla con un escudo de todo, pero se conformaba con abrazarla, y por su parte, Lali se aferró a él como si fuera el último árbol en pie en medio de una tormenta eléctrica. Le rompía el corazón, y renovó su decisión de protegerla de una buena vez.
Esa noche, cuando Peter estaba vestido en vaqueros oscuros y en su camisa de botones azul clara, supo que necesitaba decirle a Lali de su cita con Sali. Se roció con el aerosol de su raramente usada colonia en el cuello, y pasó las manos por su cabello en un intento de ordenarlo. No había pensado mucho en salir con la chica cuando Marissa vino con la idea. Y aunque habían pasado tan solo unas semanas desde que aceptó la cita, de algún modo se sentía más cercano a Lali. Tal vez era el verla con Levi, o que no volvió a discutirle que se acurrucaran en las noches, o porque la otra noche se sintió como una cita entre ellos, pero cualquiera que sea la razón, se sentía extraño decirle.
La encontró en la sala de estar, con sus rodillas en el pecho en el sillón. —Oye, Lali. —Ella se dio la vuelta para verlo, acunando a Cuddles en sus brazos—. Saldré en un rato. No necesitas hacer la cena está noche. —Se preguntó lo que Lali pensaría acerca de que fuera a una cita. Y si iba a tener las bolas para decirle.
—Ah, está bien. Puedo comer algo de los restos de la pizza de anoche. Y Cuddles y yo probablemente veremos una película.
—De acuerdo. Recuerda mantener la puerta con seguro.
—Lo haré. —Prometió—. ¿Peter?.
—¿Si?
—¿A dónde vas?
Vaciló sólo un segundo. No podría mentirle a Lali. Además era libre de tener citas. —Mi hermana me organizó una cita a ciegas.
—Ah. —Su labio inferior sobresalió ligeramente—. ¿Pero te veré más tarde, cuando llegues a casa?
—Sí. —le aseguró—. Estaré de vuelta más tarde en la noche.
Se mantenía tácito entre ellos, pero ambos sabían que estarían durmiendo juntos en su cama después.
Se puso en camino para cumplir su cita con Sali en el bar. Hubiera preferido recogerla, pero como Marissa le recordó, las chicas no dejan que hombres que no conocen las recojan. Podría ser algún acosador despreciable, y entonces tendría su dirección. Le aseguró que no iba a empezar a acosar a su amiga del yoga, pero eso sólo permitió que Marissa empezara otra ronda de diatribas de que él obviamente no tenía citas lo suficiente para saber las reglas mínimas.
Cuando Peter entró al bar buscó a Liam primero. La mayoría de veces podía encontrarlo detrás de la barra, proporcionando un segundo par de manos al cantinero en vez de sentarse a solas en su oficina al fondo. Y esa noche no era la excepción. Liam asintió una vez que vio a Peter al otro lado del lugar. Era su último amigo soltero, pero ciertamente no le hacía falta la compañía femenina siendo el propietario de un bar popular. Era conocer chicas valiosas lo que se le dificultaba. Peter sabía que si Liam conociera a la chica indicada, no se opondría a sentar cabeza. Él y Liam habían sido amigos por 20 años. En la universidad, a menudo ambos engañaban a las chicas haciéndoles pensar que eran hermanos. Ambos eran un par centímetros más altos del metro ochenta y tres, con cabello oscuro y cuando ninguno se afeitaba por unos días, algo que Liam a menudo se descuidaba en hacer, adquirían un misterioso parecido.
Peter respiró frustradamente. No estaba seguro de cómo iba a encontrarla. Vio dos mujeres solteras al final del bar. Una era una rubia sensacional, hermosa desde las piernas hasta sus tetas. Su hermana no lo amaba tanto. La otra mujer era una castaña simple, con un par de kilos de más y anteojos tan grandes, que pertenecían a otra década. Sacudió su cabeza, preguntándose si sólo se podía escabullir antes de que ella lo viera. Maldita Marissa. Lo metía en mierdas como está usando la frase: “Bueno, pensé que era linda.” Para limpiar su conciencia.
Tomó aire profundamente. Un trago. Podía hacerlo. Un trago jodidamente fuerte. Echó una última mirada nostálgica a la preciosa rubia y se acercó a la castaña en su lugar. —Hola, tú debes ser Sali.
Su cara se frunció en confusión. —No, lo siento.
Su cabeza se giró y se encontró con los ojos de la rubia mientras una lenta sonrisa se extendió por su cara. Marissa, después de todo, lo amaba.
Dejó a la castaña mirando en su dirección y se acercó a la rubia. —Por favor, dime que tú eres Sali.
Ella sonrió. —Peter, ¿presumo?
Querido Dios, tenía acento australiano. Su hermana realmente lo amaba.
Se deslizó junto a ella y cada uno ordenó un trago. Sali conocía a su hermana del yoga, pero Marissa no había mencionado que era la instructora. Compartieron algunas risas sobre los accidentes torpes de Marissa en el yoga, hablaron acerca del lugar en el que había crecido en Australia, y él la hizo reír con su pobre intento de acento australiano.
Un trago se convirtió en dos, y después en tres. Era extrovertida, coqueta y sexy como el infierno. Ese acento lo tuvo con media erección toda la noche. Al principio se sintió culpable por dejar a Lali sola, pero mientras el alcohol iba suavizando su humor, pensó que tal vez algún tiempo alejados les podría hacer bien a ambos. Necesitaba independizarse de él, y el Señor sabía que necesitaba sacarla de su mente.
Cuando Sali se excusó para ir al sanitario, Peter hizo un balance de cómo avanzaba la noche. Se entendían bien, y había empezado a inclinarse hacia él, poniendo su mano en su muslo mientras se reía, o encontraba otras maneras de rozarse contra él, como presionar sus senos contra su brazo cuando estiraba la mano para tomar un trago del fondo de la barra, Peter se preguntó si estaría dispuesta a continuar las cosas de regreso a su casa.
Sali regresó con una nueva capa de brillo rosa en sus labios y una sonrisa seductora. Descubriendo que su paciencia y modales habían desaparecido junto con su último trago, Peter se puso de pie y la puso contra él. —Vamos a algún lado —susurró cerca de su oído.
Ella sonrió un poco, sus ojos bailando en los de él. —¿Qué tienes en mente? —Una sonrisa juguetona permanecía en su boca.
—Algún sitio donde podamos estar solos. —Sin esperar a que respondiera Peter tomó su mano y la sacó del bar. Esperaron en la acera, con los brazos de Sali envueltos alrededor de su cintura.
—Y yo que pensé que eras un buen tipo. Tú hermana te tiene por algún santo. Pensé que está noche iba a ser completamente tediosa.
—No lo tiene que ser. —Se inclinó y presionó un suave beso en su boca, poniéndola a prueba. Ella envolvió los brazos alrededor de su cuello, acercándolo aún más. Maldición, necesitaba esto, necesitaba la distracción antes de que hiciera algo con Lali de lo que pudiera arrepentirse.
—Tengo compañeros de habitación. No podemos ir a mi casa. —Susurró ella.
—Eso está bien, seremos silenciosos —dijo en medio de besos. Bueno él lo seria, no podía decir lo mismo de ella, ya que esperaba hacerla gritar.
Puso una mano contra su pecho. —No puedo, sexy. Comparto habitación con Jenny. Me mataría si llevo un chico a casa otra vez.
¿Otra vez? Se preguntó qué tan seguido hacía esto, pero lo dejó pasar. Peter supuso que él también tenía una compañera de habitación, aunque no tenía ni idea de cómo explicar lo de Lali.
—Vamos a tu casa. —Sugirió Sali, colocando una mano sobre el ya endurecido bulto en sus pantalones y le dio un apretón.
Peter accedió a regañadientes. Bueno, no tan a regañadientes. La sola idea de echar un polvo y empujar a Lali en el rincón más lejano de su mente, aunque fuera unos 30 minutos, sonaba demasiado bien para dejarla pasar. Sólo esperaba que Lali no estuviera en su cama. Primero inspeccionaría su apartamento, diablos y si era necesario, se follaría a Sali en su camioneta.
Peter se dio cuenta de que no estaba en condiciones de manejar. —De acuerdo, vamos tomaremos un taxi.
Sali pasó todo el camino en el taxi lamiendo su cuello y agarrando la cresta dura de sus vaqueros. Supo que tenía a una chica extraña en sus manos. La idea lo hizo al mismo tiempo delirantemente feliz y nervioso ya que lo último que quería era herir a Lali. Le advirtió a Sali que tenía a alguien quedándose con él en ese momento, y que iban a tener que ser extra silenciosos. Mientras mordisqueaba su oreja, y lamía su cuello, dijo que no tenía ningún problema.
Se tambalearon desde el taxi hasta la escalera, besándose y tocándose el uno al otro mientras avanzaban.
—Recuerda, extra silenciosa —le recordó cuando le quitó el seguro a la puerta.
En vez de responder, Sali llevó su mano al frente de sus vaqueros y le dio un suave apretón. Cerró los ojos, imaginándose brevemente que era la mano de Lali apretándolo. Sus ojos se abrieron de golpe. ¿De dónde había venido ese pensamiento? Nunca iba a estar con Lali. No de esa manera. Retiró la mano de Sali de sus pantalones y le pidió que esperara en la cocina.
La sala de estar estaba vacía, lo que significaba que Lali se había ido a la cama, pero no tenía idea si eso quería decir la suya o la de él. La puerta de la habitación de huéspedes estaba cerrada. Siguió derecho a su propia habitación. Se encontraba vacía. Dejó salir un pequeño suspiro de alivio. Dios, estaba tan desesperado pensando en que Lali se enterara de esto, y se preguntó si debía sólo sacar a Sali antes de que todo le estallara en el rostro. Pero cuando se dio la vuelta, Sali ya se encontraba de pie en el umbral de su dormitorio.
—¿No ibas a empezar sin mí, cierto? —Sonrió y caminó hacia él.
Tragó saliva y observó su cuerpo delgado y esbelto cruzar la habitación. Estaría mintiendo si dijera que no quería esto. Su polla ya estaba tirante contra sus vaqueros. Sólo que no sabía si era por la idea de que Lali los descubriera o porque las largas piernas de Sali se enroscaría en un cintura.
Cerró la puerta detrás suyo, apagó las luces y lo empujó hacia la cama. Su espalda golpeó el colchón con un ruido sordo. Sali se puso a horcajadas y le quitó la camisa. Tal vez podía hacer esto rápido y sacarla del apartamento. Peter pasó por el juego previo más rápido de lo que le gustaba. —¿Estás lista para mí? —preguntó, rozando su cuello con besos.
Usualmente se aseguraba de que la chica se viniera al menos una vez, para que estuviera agradable y húmedo antes de que se hundiera en ella. Pero algo le decía que a Sali no le importaría saltar al evento principal. Se quitó las bragas y se dio placer a si misma mientras él miraba, después trajo sus dedos a su boca. Él abrió obedientemente. —Ves, ya estoy mojada —susurró ella.
Bien, sigamos adelante. Escuchando a su monólogo interno era como tener un ángel en un hombro, y un diablo en el otro. La mitad de él quería follarla hasta dejarla sin sentido, perderse a sí mismo en el placer, y la otra mitad deseaba nunca haberla traído a casa para poder acurrucarse con Lali. Pero Dios, no era como si él y Lali estuvieran en una relación. Podía tener citas con otras mujeres. ¿Pero dormir con ellas en el apartamento que compartía con Lali? Esa parte era cuestionable.
Peter cogió un condón del cajón en su mesa de noche y se lo pasó a Sali. —Pónmelo. —rugió.
Sali siguió las instrucciones, abriendo con los dientes el paquete, y plantando un beso en la cabeza de su polla antes de rodar el condón hacia la base de su longitud. La levantó debajo de sus brazos y la alzó por encima de él para que estuviera a horcajadas en su regazo. Después envolvió sus brazos detrás su cabeza y le sonrió con una mueca desafiante. Tenía el presentimiento de que podía doblarla como a un pretzel, con ella siendo instructora de yoga y todo, pero de algún modo la idea no tenía ningún atractivo. Podía deducir que Sali era el tipo de chica que le gustaba estar a cargo, que estaría feliz de montarlo hasta que ambos se vinieran.
Se sentó lentamente sobre su longitud, echando la cabeza hacia atrás en éxtasis mientras desaparecía en su interior. Sali aumentó su velocidad, alternando entre rodar sus caderas y rebotando contra él. Dejó escapar gemidos y gruñidos entrecortados cada vez que dio en el lugar correcto. A medida que su velocidad aumenta, aumenta su volumen. —Si… justo ahí… justo ahí… —gimió ella.
Peter plantó la palma de su mano en la boca de Sali. —Shh. —Mantuvo su mano asegurada en sus labios mientras ella se movía contra él. No era consciente de su mano, y continuó montándolo. Después de unos pocos minutos, Peter abrió los ojos para ver si Sali estaba cerca de terminar. Como el infierno que él no lo estaba. No sabía por qué, pero algo no se sentía bien. Simplemente no podía concentrase en el momento. Peter se dio cuenta que la habitación no estaba tan oscura como antes, y sus ojos fueron de la forma en que Sali se retorcía a la puerta de su dormitorio, que ahora se encontraba parcialmente abierta. ¿Cómo demonios pasó eso? Una luz proveniente del pasillo inundaba la entrada de su cuarto. Levantando la cabeza de la almohada, vio a Lali de pie en la entrada mirándolos.
Santa mierda.
Sus ojos estaban fijos en él, ardiendo de curiosidad. Su polla se sacudió dentro de Sali.
—Oh sí. Justo así. —Gimió. Él apretó la mano con más fuerza sobre su boca. Sali seguía completamente en su propio mundo, ni siquiera se había dado cuenta de que no estaban solos, o que toda la atención de Peter se hallaba en Lali.
La mirada de Lali fue a la espalda de Sali, que levantaba su trasero arriba y abajo de Peter.
Lali vestía sólo un par de bragas y una camiseta sin mangas. Se veía tan inocente, sin embargo, completa y malditamente sexy, que se puso incluso más duro. Tenía los labios entreabiertos, haciendo respiraciones cortas y sus ojos se oscurecían por el deseo.
Lali se quedó mirándolos durante varios minutos, sin apartar la mirada de la suya, hasta que Sali dio un pequeño grito y luego se bajó de él. Lali se volvió y corrió hacia su dormitorio.
—¿Terminaste? —preguntó Sali.
—Sí —dijo ahogado. Dudaba que ella comprobara el condón en busca de evidencia. Se lo quitó y lo envolvió en el pañuelo, con la esperanza de mantener el engaño de que estaba lleno, y lo arrojó en el cesto de basura al lado de su cama. No había manera de que fuera capaz de venirse con Sali. A menos que se sustituyera la imagen de Sali con la de Lali, pero Dios no podía pensar de esa manera. No era correcto.
—Espero que no te importe. —Sali se puso su top—. Pero no me gusta quedarme después, así que envié un mensaje para que me recogieran y ya están aquí. —Levantó su teléfono, con la luz azul indicando que tenía un mensaje nuevo.
Peter no planeaba convencerla de que se quedara. —Sí, está bien. Bueno, gracias.
—No hay problema, sexy. Fue divertido, ¿cierto? —Sali se deslizó en el resto de su ropa, mientras Peter se puso un par de vaqueros.
Después de ver a Sali salir, Peter se encontraba de pie en la entrada oscura completamente desconcertado y fuera de lugar. Maldijo y luchó contra el impulso de golpear la pared. Se vio reflejado en el espejo del pasillo, el pálido y atormentado hombre mirándolo era casi irreconocible. No sabía por qué había pensado que era correcto traer a Sali a la casa, porque sin duda no estaba jodidamente bien. Para nada. Se le había pasado la borrachera en el instante que se encontró con los ojos de Lali.
Respiró hondo y se acercó a la puerta de su dormitorio, que estaba entreabierta. Encontró a Lali sentada en el centro de la cama, todavía vestida con sólo un par de bragas y una camiseta blanca. Su mirada era derrotada, la tristeza de su pose y la caída floja de sus hombros lo golpeó como un dolor físico en el pecho. —Lali. —Su voz se quebró y el dolor en el pecho hizo que fuera difícil respirar. No obteniendo ninguna respuesta, se acercó a la cama.
Los ojos de Lali siguieron sus pies a través de la alfombra, hasta que se situaba al extremo de su cama. Ella lo miró mordiéndose el labio inferior. Lo vio como si fuera alguna criatura salvaje, tenía los labios entreabiertos, sus ojos muy abiertos y su respiración superficial.
—¿Estás bien? —preguntó él.
Amplios ojos verdes lo estudiaron. Asintió lentamente. Su mirada bajo persistente sobre su pecho y estómago desnudo, deteniéndose en la banda de la cintura de su pantalón, que había dejado desabotonado en su prisa por sacar a Sali por la puerta.
Sus manos jugueteaban con el borde de su camiseta y los pulmones de Peter se apretaron. Que estaba ella… Levantó la camiseta dejando al descubierto la suave piel de su vientre y continúo alzándola lentamente hasta que sus pechos se hicieron visibles. Peter no pudo evitar seguir sus movimientos. Se mordió el labio y bajó la mirada hacia ella, piel lechosa suave y pezones de color rosa pálido apretándose en el aire frío. Mierda, era perfecta, mejor que en su imaginación. Trago ásperamente.
—No puedes hacer eso Lali. —Alcanzó la camiseta tirada y se la devolvió.
Ella aceptó la camiseta, solo para tirarla a través del cuarto. Malditasea sobre estimaba seriamente su auto control. El daría su próximo aliento sólo para probar sus hermosas tetas.
—Lali —gruñó con los dientes apretados—. Vístete. —Su orden sonó débil incluso para sus propios oídos.
Chupo su labio dentro de su boca, dándose la vuelta con un resoplido, acostándose sobre su estómago y escondiendo su cara en la almohada.
¿Por qué parecía herida? Él curvó sus manos en puños, luego se enderezó y se sentó a su lado en la cama.
Su pequeño culo estaba en plena exhibición en las escasas bragas rosas, que hicieron apariciones en sus sueños. Contuvo la respiración mientras captó en la vista los bien formados globos redondos de su culo, rogando por su atención.
Puso su mano en su espalda desnuda, frotando la piel entre sus omóplatos con su pulgar. Ella giró la cabeza hacia el lado, apoyando la mejilla contra la almohada, así podía mirarlo a los ojos. —Siento que hayas tenido que ver eso, no debería haberla traído a casa.
—¿Entonces por qué lo hiciste? —desafió.
Porque había estado pensando con su polla. Pero no le podía decir eso a Lali, así que no dijo nada y ella no lo presionó. Siguió corriendo la mano a lo largo de su espalda.
—¿Me vas a hacer eso a mí… lo que le hiciste a ella? —preguntó.
—No —su voz salió imposiblemente escasa—. Estas a salvo conmigo, Lali, no voy a hacerte daño.
Ella se mordió el labio —No parecía que le estuvieras haciendo daño —bateó sus pestañas.
—Lali, detente —imploró.
—Al menos que ella te estuviera haciendo daño… —su frente se arrugó. Recordó la forma en la que Sali lo había montado… rápido y fuerte, solo la punta de sus pies en la cama, sus manos apretadas en sus pectorales mientras rebotaba contra él.
—No. —Se ahogó. Dios, ella realmente no sabía nada sobre el sexo.
No pudo resistir correr sus dedos por su espalda, sobre su columna vertebral y hasta el cuello de nuevo. Fue un toque con la intensión de calmarla. Entonces, ¿por qué diablos lo encendía?
Quería preguntarle por qué los había visto, pero se contuvo, no estaba seguro de poder manejar la respuesta
—Lali ¿dime que está mal? —La persuadió, cuidadosamente frotando su espalda desnuda, pero permaneció quieta y en silencio. Arrastró los dedos hasta sus hombros y luego de vuelta a donde su espalda baja se sumergía. Dejó que sus manos se aventuraran más lejos, justo hasta el borde de sus bragas, antes de arrastrar los dedos por su espalda de nuevo. Sintió su respiración superficial salir y crecer más rápido.
Dios, cuan malamente deseaba tocar su culo, tomarlo en sus manos y tal vez incluso hacer llover pequeños golpes a través de él. Tenía un culo perfecto, después de todo.
Continuó masajeando su espalda y sintió que lentamente comenzaba a relajarse en el colchón. Pero entonces ella hizo algo que no debería, gimió y movió ese pequeño culo mientras se ponía más confortable. Maldición. Incapaz de resistirse por más tiempo, Peter llevo ambas manos a su trasero y lo tomó en sus palmas necesitando tocar, masajear cada parte de él. Lali soltó otro gemido entrecortado y pensó que su corazón se detuvo. Levantó su trasero ligeramente como para encontrarse con sus manos. La piel era tan suave, tan delicada y tentadora como el infierno. Quería tirar bajar sus bragas y tocar su culo desnudo pero no se atrevió. En su lugar, siguió frotando su espalda, y dejando que sus manos pasen cada vez más tiempo apretando y ahuecando su culo, mientras sus manos vagaban más abajo. La respiración de Lali se había acelerado, y giró su cabeza, ya no enterrada en la almohada, así podía verlo entero. La agonía en su expresión había desaparecido y fue remplazada por el deseo y la curiosidad ardiente que había visto cuando lo vio con Sali.
—Peter —susurró.
De alguna manera sabía que no era una orden para detenerse, sino un estímulo para ir más lejos. Sabía que no debía hacerlo, pero, joder, estaba tan encendido. Solo un poco más lejos, no se dejaría así mismo hacer lo que no debería. Pero quería tan mal saborear su dulce piel y sentirla retorcerse contra su boca. Arrastró sus manos por la parte posterior de sus muslos, haciéndole cosquillas en la sensible piel detrás de sus rodillas, y cuando llevó las dos manos a lo largo de su culo, dejó que sus dedos se deslizaran justo dentro del elástico, así podía sentir su piel desnuda ininterrumpida por la tela. Fue hasta donde iría sin una señal de que ella quería más. Continuó amasando y masajeando su cuerpo regordete, sus dedos trabajando cada vez más cerca de su pequeño coño. Quería saber si estaba mojada, porque él estaba duro como una roca y ella ni siquiera lo había tocado aún. Ni siquiera tendría que tocarlo; se podría venir probablemente solo pensando en su culo.
La respiración de Lali se volvió más errática y levantó su cadera un poco, como si le diera a sus manos mejor acceso para tocarla más abajo si quería. Con sus dos manos ahora debajo de la tela de sus bragas, se inclinó y la beso en la parte posterior de su pierna, luego la otra, plantando besos con la boca abierta a lo largo de su tierna carne. Cuando su lengua prodigaba la parte de atrás de su rodilla, sus caderas se levantaron de la cama.
—Ah —jadeó.
—Shh, voy a hacerlo mejor —prometió. Besó su camino hasta lo alto de sus piernas, y depositó tiernos besos sobre su trasero, luchando contra el impulso de meter el rostro entre sus nalgas. No quería asustarla, pero le encantaba su culo. Con una mano haciendo a un lado la tela de sus bragas, su otra mano encontró su calor resbaladizo. Joder, estaba empapada, su polla se retorció en contra de los límites de sus vaqueros.
Lali empujó contra su mano, él se deleitaba de la sensación de suavidad de su pequeño coño, sus labios gruesos y el calor resbaladizo que emanaba de ella. Hizo girar un dedo en su apertura, recogiendo la humedad que encontró allí y recorrió su dedo sobre el pequeño clítoris hinchado.
—Peter —la voz de Lali fue insistente y segura. Sabía que no podía dejarla así, quería hacerla venirse más de lo que quería su próxima respiración. Deslizó sus bragas por las piernas, dejándola todavía acostada sobre su estómago por lo que su culo estaba expuesto. Sus manos masajearon su carne sedosa, agarrando sus nalgas y abriéndolas así podía ver la delicada piel arrugada de color rosa allí y luego más abajo la resbaladiza humedad entre sus piernas. Era increíblemente caliente. Su polla se puso más dura de lo que alguna vez había estado. Sus pulgares acariciaron su trasero. Delineando sobre la carne tierna en su centro y la respiración de Lali se dificultó. Le dio un beso en su espalda baja y luego la impulsó a darse la vuelta.
Quedó frente a él sobre la almohada, sus pechos subiendo y bajando con cada respiración entrecortada que tomaba.
Era perfecta. Su piel estaba en forma sobre su estómago y sus caderas, sus tetas firmes con pezones rosados que rogaban por ser lamidos. Le dio un beso húmedo y dulce en su mejilla, justo en la esquina de su boca, y luego se movió hacia abajo, mordisqueando la carne tierna de su cuello plantando besos a lo largo de su clavícula y sobre su corazón antes de besar cada pecho. Su lengua prodigó atención en sus pezones hinchados, succionando cada uno profundamente en su boca mientras su lengua se movía hacia atrás y delante. Lali gimió alto y se retorció contra la almohada.
Él se movió y de esa manera se recostó a su lado, con su cara al nivel de su vientre. Con la mirada fija en la de ella, le separó las piernas y bajó su boca para probarla. La cabeza de Lali cayó hacia atrás sobre la almohada y sus ojos se cerraron. Estaba demasiado encendido para ir lento y movió su lengua sin piedad sobre ella, chupándola con su boca hasta que gemía y se retorcía gritando su nombre. Unos segundos más tarde sintió cuando se venía, su pequeño coño apretándose como si se estuviera agarrando a algo para llenarlo. Pero eso no iba a pasar, pondría hielo a su polla si tuviera que hacerlo. Lali no estaba lista y además él no estaba destinado a ser el primero.
Besó sus piernas y su vientre hasta que las secuelas de su orgasmo aminoraron y luego cambió su postura en la cama para sentarse a su lado.
—Juan Pedro… —gimió—. Estoy mareada. —Se aferró a las sábanas de la cama intentando apoyarse a sí misma.
Sonrió mientras su orgullo se hinchaba en su interior. Ese debe haber sido un poderoso orgasmo. Se aliso el pelo de la cara disfrutando de la mirada de felicidad que puso ahí.
Lo miró con los ojos desenfocados y nublados —Haz que la habitación deje de girar… —se quejó.
Espera un segundo… Su estómago cayó. ¿Qué diablos? —¿Estás borracha?
Soltó una risita. —Solo un poco.
—Cristo, Lali. —Se puso de pie y le subió las bragas por las piernas. Esto no debería haber pasado. Peter se alejó de ella con las piernas temblorosas y se ajustó la enorme erección que tiraba contra su cremallera. Sus ojos muy abiertos siguieron sus movimientos. Una punzada de decepción coloreó sus rasgos, pero Peter la ignoró. Salió hacia la cocina y encontró una botella de vodka y el jugo de naranja sobre la isla. Lali había irrumpido en su gabinete de licor como una maldita adolescente rebelde. ¿Era esto lo que su terapeuta le había advertido? Se había emborrachado y al parecer excitado, él había caído en ello sin ninguna duda.
Con la esencia de ella todavía aferrada a sus labios y dedos, Peter escapó al baño principal. Arrastró sus pantalones hacia abajo lo suficiente para liberar su erección y echo un poco de crema de manos en su palma. La frotó contra su polla, bombeando y empujando sus caderas a tiempo para que coincidan con los movimientos frenéticos de su mano. Luego de uno cuantos golpes se vino con un gemido entrecortado, vaciándose en la palma de su otra mano.
Después de lavarse regresó a su habitación y encontró a Lali sentada en el centro de su cama.
Sus ojos se encontraron el uno al otro y buscó en su mirada signos de que lamentaba lo que habían hecho unos momentos atrás, pero no encontró ninguno.
—Huele a ella aquí. —Lali arrugó la nariz.
Peter empezó a trabajar para cambiar las sábanas y las fundas de almohadas. Si ella no sacaba el tema de lo que acababan de hacer, tampoco él. Reunió un juego limpio de sábanas y las arrojó sobre el colchón. No haría dormir a Lali donde se acababa de follar a otra mujer, pero tampoco la alejaría ahora. Había estado demasiado vulnerable y bajó la guardia con él por completo. Y si este era el lugar donde quería estar, no iba a negárselo. No podría, ahora no, tal vez nunca.
—¿Peter? —su voz tenía una cualidad suplicante, como si necesitara tranquilidad sobre donde se encontraban ahora.
—Ve a la cama Lali.
Se volvió hacia la puerta, su mano en el codo la detuvo —No, en mi cama, conmigo.
Ella sonrió y se arrastró a su lado, apoyando la cabeza en su pecho una vez que se asentaron en la oscuridad.
—No quiero que bebas, Lali.
—Yo, lo siento ¿estás enojado conmigo?
—No, no estoy enojado contigo. —Enojado consigo mismo se acercaba. No debería haberla tocado, pero ahora que lo había hecho, no quería más que hacerlo una y otra vez—. ¿Todavía estás borracha?
—No estoy borracha, yo solo tomé un poco mientras esperaba a que llegaras a casa. Solo quería ver cómo era.
No podía estar molesto con Lali. La había dejado sola esta noche para salir con otra mujer. Lali se había aburrido. Había hecho lo que muchos de diecinueve casi vente años hacían los fines de semana.
—¿Cómo te sientes ahora? —preguntó, necesitando alguna indicación de lo que pasaba dentro de su cabeza.
—Bien.
—¿Sólo bien? —Sonrió él, volviéndose para mirarla.
Ella sonrió contra su piel y luego bostezó —Soñolienta, te quedaste hasta tarde.
No señaló que muy probablemente estaba agotada por la combinación del alcohol y el poderoso orgasmo que le había dado en su habitación en lugar de la hora tardía. —¿Estuvo bien, lo que pasó en tu habitación?
—Sí, es sólo que…
—¿Sólo qué? —sugirió él, su corazón acelerándose. No quería oírle decir que lo lamentaba, porque seguro como el infierno que él no.
—No me besaste, y no me dejaste tocarte.
—¿Tú querías eso?
Asintió, con la cabeza todavía hacia abajo.
—¿Eres virgen? —susurró.
Los músculos en su espalda se tensaron, y su mano se quedó inmóvil contra su piel.
—Sí.
Alivio inundó su sistema. —Bien. Vas a seguir así.
—Pero Peter…
—No, no digas nada más en este momento. No vamos a hablar de eso, especialmente no cuando has estado bebiendo.
Dejó escapar un profundo suspiro —¿Puedo decir solo una cosa?
Cerró su puño, sabiendo que sería inútil negar su petición —Una.
Ella respiró hondo como si se preparara para dar un discurso —Cuando estoy con el Dr. White o Marissa, ellos me ven como una chica Normal, con deseos y necesidades Normales, de ser amada, tener afecto físico, pero a veces no creo que me veas así. Todavía me sigues viendo como si fuera la asustada y llorona chica que sacaste de ese recinto. Solo quiero que sepas que… quiero más.
Le tomó un segundo dejar que sus palabras penetraran. Solo habían pasado unas pocas semanas, ¿de verdad sabía lo que quería? Incluso, ¿era capaz de más en este momento? No quería pensar en ella teniendo citas, de hecho, la idea lo asustaba bastante. Pero era una brillante y hermosa chica. No podía simplemente mantenerla escondida, no importaba lo mucho que pudiera querer. Tal vez el alcohol le había aflojado un poco la lengua, pero era cierto, no parecía borracha. No en absoluto. Parecía confiada y segura.
—Eso es bueno Lali. Yo quiero que tengas esas cosas también, te mereces todo eso y más. —Pero sabía que no era el hombre para ella, podría llegar a una lista de miles de razones de por qué; era muy viejo para ella, necesitaba más tiempo para sanar, estaba casado con su trabajo; no buscaba una relación y la lista seguía y seguía. Pero decirle eso a su cuerpo. Él la quería, aunque sabía que era imposible.
—¿Lali? —susurró en la oscuridad, incapaz de detenerse a sí mismo de seguir con su comentario acerca de besarlo.
—¿Si?
—¿Has sido besada antes?
—No.
Cerró sus ojos, justo lo que pensaba. —Está bien, un beso de buenas noches. —Sabía que era una mala idea, que cambiaría irrevocablemente las cosas entre ellos, pero maldición quería probar sus labios. Lo necesitaba como necesitaba su próximo aliento.
Se movió y ella levantó la cabeza de su pecho, permitiéndole moverse sobre la parte superior. Se cernió sobre ella, dejándose caer lentamente hasta que sus cuerpos yacían juntos, sus caderas alineadas, su pecho frotando sus pezones endurecidos y sus bocas a milímetros de tocarse. Se mantuvo arriba en sus codos y acunó su cabeza en las manos, alisando mechones de pelo hacia atrás. Su respiración vino en rápidas y pequeñas bocanadas contra sus labios. Se tomó su tiempo, decidido a no correr con esto. Inclinó su mandíbula hacia ella, y descendió para encontrarse con su boca.
Sus labios eran gruesos y suaves, y presionó profundizando el beso. Incluso si una parte de él sabía que no debería hacerlo, merecía ser besada correctamente en su primer beso. Peter abrió sus labios y cuando su lengua encontró la de ella, ansiosa y húmeda mientras se arremolinaba contra la de él, su polla se puso dura al instante. No besaba como una principiante. Se apretó en el hueco entre sus piernas y Lali automáticamente envolvió sus piernas alrededor de su cintura y soltó una respiración entrecortada. El calor en su centro lo acunó y apretó sus caderas más cerca, reprimiendo un gemido por la fricción. Su resistencia colgaba de un hilo. Por jodidamente increíble que se sentía, Peter rompió el beso, sabiendo que no sería capaz de detenerse si seguían adelante. Le dio un casto beso en la frente. —Ahí, ahora has sido debidamente besada.
Ella le sonrió y sus ojos se abrieron perezosamente.
Se rio de lo malditamente linda que se veía, saciada y soñolienta. —Sólo descansa un poco, ¿de acuerdo?
—Está bien. —Rodó a su lado y acarició la almohada

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