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lunes, 25 de agosto de 2014

Capitulo: 26


Peter metió los pies en sus zapatos y se dirigió a la cocina. —Tengo que salir por un rato. —Le puso una mano en la cadera y se inclinó para darle un beso.

Los ojos de ella volaron hacia el reloj sobre la cocina. Él sabía que sus citas del domingo se convertían en un punto de discordia en su relación y una fuente de curiosidad ardiente para Lali. Ella abrió la boca, la pregunta justo ahí en su lengua, pero se detuvo. ¿Qué diría él si finalmente tuviera el valor de preguntar? Cerró la boca y asintió. —Está bien.
Salió a los pocos minutos. Estaba cansado de sentir que prácticamente tenía que salir a hurtadillas de su casa en las tardes del domingo. Odiaba el sentimiento de culpa que lo seguía mientras conducía. No le gustaba dejar a Lali. No le gustaba tener que hacer esto. Pero esto era lo que tenía que hacer si quería corregir sus errores del pasado. Y le debía mucho más que esto —que una hora de su tiempo. Y sabía que Lali nunca lo entendería.
Lali obedientemente siguió a Marissa de tienda en tienda, hasta que la espalda le dolía y sus brazos temblaban de llevar todas las bolsas de compras. Terminaron en el bar de Liam para tomar una copa. Liam sirvió a cada una copa de vino blanco frío y colocó un tazón de almendras saladas frente a ellas. Lali notó que sus ojos se desviaron hacia Marissa cada pocos minutos, sin importar a quién le servía.
Lali tomó un sorbo de vino. Mmm. Dulces toques de pera y albaricoque fresco se encontraron con su lengua. Su mente vagó por enésima vez en Peter y sus salidas apresuradas de los domingos. Consideraba preguntar a Marissa al respecto, pero decidió no hacerlo, ya que no estaba segura de poder manejar la información. —¿Puedo preguntarte sobre Peter? —Lali se mordió el labio, las mariposas tomando vuelo en su interior.
—Por supuesto. —Marissa se encogió de hombros, haciendo estallar una almendra en su boca.
—Un tipo como Peter... —Ella frunció el ceño luchando por las palabras adecuadas.— ¿Es difícil llegar a conocer? ¿Es cerrado?
—¿Emocionalmente atrofiado? —ofreció Marissa.
Lali exhaló, dejando escapar una pequeña risa entrecortada. —Sí.
Marissa asintió y sonrió débilmente. —Te preocupas por él.
Esa no era una pregunta así que Lali no se molestó en contestar. ¿Era tan obvio?
Marissa contempló el contenido de su copa de vino, girando el tronco con las manos. —Hay algo que quiero decirte.
La sensación de que los próximos minutos iban a cambiar las cosas considerablemente latía bajo en el estómago de Lali.
Marissa confirmó que desde hace varios meses, Peter confío en ella acerca de sus terrores nocturnos. No quiso hablar de ello durante mucho tiempo, pero Marissa fue implacable después de que comenzó perdiendo peso y con círculos oscuros grabados bajo sus ojos. Había confiado en Marissa sobre un caso donde una chica inocente fue atrapada en el fuego cruzado y acabó recibiendo una bala antes de que pudiera tirar abajo al sospechoso. Marissa lo obligó a ir a un médico, consiguió una prescripción de medicamentos contra la ansiedad y píldoras para dormir que tomó varios meses después de que ella murió. Pero él en realidad nunca trató adecuadamente las cosas, o aceptó que la muerte de ella no fue su culpa.
—¿Pero nunca se involucraron… románticamente?
—No. Literalmente acababan de conocerse. Peter estaba allí cuando ella murió y se culpó a sí mismo porque no pudo protegerla.
Aturdida en el silencio, Lali asintió. Él la estaba rehabilitando, no porque sintiera algo por ella, sino por su sentimiento de culpa por la muerte de otra chica.
—¿Estás bien? Estás pálida —dijo Marissa.
Las orejas de Lali retumbaron con la repentina avalancha de sangre, pero consiguió asentir. —Estoy bien. Es solo que no lo sabía.
Marissa le palmeó la rodilla. —Me lo imaginaba. —Luego despachó el resto de su vino, y agitó su copa a Liam por su oferta de otra más—. Mi hermano se está enamorando de ti. Solo que no lo sabe todavía. Sé paciente con él, ¿de acuerdo?
Lali asintió, con la boca seca y el estómago dando saltos mortales. —¿Podemos irnos? —Sabía que Peter regresaría de lo que fuera que hacía el domingo y ellos necesitaban hablar.
Marissa asintió, dejó una buena propina para Liam y luego condujo a su casa.
Después de luchar con las bolsas de ropa que ya ni siquiera recordaba haber comprado, Lali cogió a Cuddles en sus brazos y se salió, no muy lista para enfrentar a Peter. Cuando volvió a entrar en el apartamento lo encontró en la cocina, hurgando en los menús de comida para llevar. —Oye, no sabía cuándo estarías en casa, así que pensé que me gustaría ordenar esta noche.
Lali soltó a Cuddles retorciéndose en el suelo y miró a sus pies.
—¿Qué está mal?

Lágrimas calientes y saladas picaban en sus ojos. —Tenemos que hablar.
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