sábado por la mañana Marissa irrumpió en el apartamento
de Peter sin esperar que la invitara a entrar. Había estado esquivando sus
llamadas y evitando sus peticiones para visitarlo por semanas, lo cual era
extraño. Normalmente, cuando se trataba de su hermana, Peter hacia
prácticamente todo lo que quería.
—¿Dónde están? —preguntó severamente, pasando junto a él.
—¿Dónde están qué?
—Los cuerpos sin vida. —Pasó por alto la cocina, entrando en
la sala de estar y mirando alrededor.
—¿Los qué? —Peter fue detrás de ella, mirando nerviosamente
a la puerta de la habitación de Lali, donde estaba seguro que se escondía.
—O las prostitutas. Lo que sea que estas escondiendo de mí.
Dios, realmente debería haberte animado a tener más citas. Me preocupo por ti,
sabes.
Se rio entre dientes. —Bien, como puedes ver, no hay cuerpos
sin vida, no hay prostitutas. Todo está bien Rissa. —Era el sobrenombre que le
había dado cuando tenía tres y no podía pronunciar Marissa. Y para su disgusto,
se le había pegado por más de veinte años.
Un ruido en la habitación de huéspedes atrajo su atención.
—¿Qué fue eso?
Peter se movió incómodo y maldijo en voz baja mientras
Marissa se dirigía a la habitación. No tenía idea de cómo explicar lo de Lali.
—Peter, ¿mi cronometro se apagó? —Secándose las manos en el
delantal que tenía atado a la cintura, Lali salió de la habitación y se dirigió
a la cocina—. Ah. Hola. —Se detuvo repentinamente, frente a Marissa.
Marissa frunció el ceño, mirando entre Peter y Lali, y
finalmente se volvió hacia él. —¿Quién es ésta?
—Esta es… ah… —tartamudeó Peter.
Lali dio un paso al frente, ofreciéndole su mano a Marissa.
—Soy Lali, la nueva cocinera de Peter.
—¿Cocinera? —La cara de Marissa estaba llena de duda.
—Sí. —La mirada de Lali permaneció impasible. No se veía ni
de cerca tan nerviosa como se sentía Peter. Pero el supuso que, al menos en
parte, era cierto. Lali era su cocinera… más o menos—. ¿Supongo que eres su
hermana? —preguntó Lali retorciendo sus manos en el delantal.
Marissa asintió, observando a Lali con curiosidad.
—Bueno, es un placer conocerte. Si me disculpan, sólo
necesito sacar esos bollitos del horno.
—¿Hiciste bollitos?
—Sí.
—¿Caseros? —Las cejas de Marissa se levantaron.
—Por supuesto.
—No creo haber comido nunca bollitos caseros —comentó
Marissa bajo su aliento.
—¿Te gustaría uno?
—No, no me gustaría uno. ¡Amaría jodidamente uno!
Peter se rio entre dientes, mirando a las dos mujeres en la
cocina, Lali sacando la bandeja del horno mientras Marissa miraba pasmada por
encima del hombro los abultados bollitos. Era tan fanática de los productos
horneados como él.
Lali sirvió café y bollitos calientes de frambuesa antes de
corretear a su habitación nuevamente. Pudo haber mostrado valor al conocer a
Marissa, pero Peter sabía que no se sentiría cómoda participando en la charla o
respondiendo preguntas sobre sí misma. Conseguir que se abra era un proceso
lento.
La sonrisa de Marissa era tan ancha y sospechosa como la del
maldito gato de Cheshire. —Así que es tu cocinera, ¿eh? —Hizo un punto
estirando el cuello para mirar por el pasillo, hacia la habitación en la que
Lali había desaparecido—. ¿Cocinera con cama adentro?
Peter logró no derramar el café, colocando la taza sobre la
mesa con las manos temblorosas. —Si cocinera, y ah, ama de casa.
Marissa desprendió un pequeño bocado del bollito y se lo
metió en la boca. —Oh, Dios mío. Son increíbles.
Peter se relajó en su asiento. Lali era una cocinera asombrosa,
lo que le daba cierta cantidad de credibilidad a su historia.
—Así que, ¿es ella por lo que te has estado escondiendo?
—No me he estado escondiendo, Marissa. Sólo ocupado es todo.
—Uh, huh.
Esconder algo de Marissa era algo casi imposible. Lo sabía
por experiencia propia, había descubierto su escondite porno cuando tenía
catorce años, y la marihuana cuando tenía dieciséis y, por supuesto, las dos
veces lo había delatado con sus padres. Siempre había sido como una segunda
madre para él, a pesar de que sólo era tres años mayor.
Continuaron con una pequeña charla, Marissa quejándose del
último percance de su cita, una cita a ciegas que conoció en línea y que le
había entregado su resumen clínico y los resultados de su último análisis en la
primera cita. —Te juro que atraigo a los hombres más extraños.
Peter gruñó en respuesta. Descubrió que si asentía con la
cabeza de vez en cuando, sus conversaciones eran más suaves.
—¿Puedo usar el baño?
Peter se irguió. —Ah, sí, sólo que usa el que está en mi
habitación. No estoy seguro dónde está Lali.
—De acuerdo. —Marissa se paseó hacia su habitación.
Volvió un minuto después, con su rostro iluminado con una
sospecha juguetona. —Cocinera y ama de casa ¿eh?
La frente de Peter se frunció. —¿Qué?
—¿Y por eso sus bragas están en el piso de tu baño?
Maldición. Peter había olvidado que ella había tomado un
baño en el jacuzzi en la mañana. Había dejado un pequeño par de bragas color
rosa tirado en la alfombra de baño, ante el cual se había parado y observado
por unos buenos diez minutos, sin saber qué hacer con ellos. Finalmente los
había dejado ahí, pensando que tal vez regresaría a buscarlos.
Peter caminó a la habitación, agarrando las bragas de donde
yacían en el suelo y las metió en el cajón del cuarto de baño. Maldición. No
tendría a Marissa haciendo un gran escándalo sobre eso. No quería que Lali se
avergonzara, o peor, se abochornara. No había hecho nada malo. Pero sabía que,
tarde o temprano, Marissa se daría cuenta de la verdad —bueno tal vez no la
verdad actual— que Lali era refugiada de una secta, pero probablemente llegaría
a la conclusión de que eran novios y acribillaría a Lali con preguntas. No
podía dejar que eso pasara.
Volviendo a la sala de estar, apartó a Marissa a un lado.
—Escucha. No es mi cocinera o mi ama de llaves.
Su boca se curvó en una sonrisa. —No me digas. Bueno, ¡era
la maldita hora de que comenzaras a salir con alguien! ¿Cómo voy a ser tía si
nunca encuentras a una chica? Quiero decir, quiero mis propios hijos, pero
sabes que la mejor cosa siguiente sería…
—Alto. —Peter levantó una mano—. No es mi novia tampoco.
Lali sólo tiene diecinueve años.
Las manos de Marissa volaron hacia sus caderas. —Demonios.
Un poco joven, ¿no crees? Y si no lo has olvidado, tu cita con mi amiga Sali es
la próxima semana. Quiero asegurarme que no estas involucrado con otra mujer.
Chica. Lo que sea.
—Escucha, voy a explicarte todo, pero necesito que confíes
en mí.
Su mirada se suavizó. —Confío en ti, Juan Pedro. Lo sabes.
Él asintió. —Entonces ven, siéntate. —La llevó hasta el sofá
y se sentó frente a ella.
Afortunadamente, no tenía que preocuparse de que Lali oyera,
porque justo entonces salió de su habitación, diciendo que necesitaba sacar a
Cuddles. Marissa, por supuesto, tenía que conocer a Cuddles, lo que dio lugar a
hablar un montón como bebé y acurrucar a la pequeña bestia. Peter se esfumó,
sirviéndoles otra taza de café y tomando más bollitos.
Una vez que Lali estuvo afuera, le explicó toda la historia
sobre encontrar a Lali en el recinto, rescatarla de esa mala casa y que había
estado viviendo con él durante tres semanas en secreto. Sabía que en la Oficina
enloquecería si se enteraban, pero no podía enviarla lejos. Dejó de lado la
parte en que Lali invadía su cabeza prácticamente a cada hora del día,
haciéndole difícil concentrarse en el trabajo, en el gimnasio, y sobre todo en
casa.
Marissa permaneció en silencio mientras hablaba, asintiendo
con la cabeza y luciendo preocupada. —Guau. Esa es una gran historia. Dime la
verdad, Peter, ¿son ustedes dos… amantes? —Tragó duramente.
Peter sabía que la respuesta equivocada le ganaría un golpe
en la cabeza, pero respondió con sinceridad, que ni siquiera la había tocado.
No sexualmente al menos.
—Bien. Es demasiado joven para ti.
—Y demasiado dañada —señaló Peter—. Aunque está viendo a un
terapeuta y parece estar haciéndolo mejor.
—¿Y el perro?
—Idea del terapeuta. Terapia de animales o algo por el
estilo.
—Hmm —asintió Marissa—. ¿Estás seguro que sabes lo que estás
haciendo, Juan Pedro?
—Sí. —No.
—Bueno, no te olvides de la cita con Sali. Todavía iras,
¿verdad?
—Claro. —Mierda. Había esperado salirse de eso—. Iré a la
cita, si me haces un favor. —Peter se volvió en su mejor sonrisa por favor
hazlo por tu hermano pequeño—. ¿Llevarías a Lali al centro comercial? —Sacó la
tarjeta de crédito de su bolsillo y se la entregó—. Necesita ropa, zapatos,
casi de todo.
Agarró la tarjeta de sus manos con una sonrisa. —Ahora, eso
puedo hacerlo.
Lali regresó unos minutos más tarde con Cuddles situada en
sus brazos como si fuera el trono personal de la maldita cosa. Resistió el
impulso de rodar los ojos y bajar al perro fuera de su alcance. —Voy a cuidar a
Cuddles. Quiero que vayas con Marissa a comprar ropa nueva, y lo que sea que
necesites, ¿de acuerdo?
Estudió su expresión por un segundo antes de que su rostro
estallara en una enorme sonrisa. —De acuerdo. —Se puso de puntillas y le dio un
beso en la mejilla—. Gracias.
—Ahora ve —ordenó.
Una vez que Lali y Marissa se fueron, Peter fue arrastrado
nuevamente a su baño principal como un imán. Abrió el cajón en el que se
encontraban las bragas de Lali y miró la pequeña pieza de tela ilícita. Bragas
de encaje de color rosa pálido. Hubiera pensado en Lali más como el tipo de
chica de bragas de algodón blanco. Las levantó para inspeccionarlas. Eran de
corte alto, probablemente mostrando generosas porciones de su culo perfecto.
Demonios. Tiró las bragas en el tocador y abrió la ducha.
Mientras vapores humeantes flotaban perezosamente hacia el
techo, no pudo resistir más. Trajo la ropa interior a su nariz y aspiró el
picante aroma femenino. Su polla saltó a la vida ante el perfume. Había estado
fantaseando con Lali durante demasiado tiempo y si no conseguía un alivio
pronto iba a entrar en combustión.
Con una mano aún aferrando las bragas, la otra trabajó para
liberarlo de los confines de sus vaqueros. Ya estaba duro como una roca, su
polla hinchada y lista. Se acarició fuerte y rápido, se bombeó sin piedad
mientras el olor de Lali llenaba sus sentidos. Su piel suave, su preferencia de
estar sostenida en sus brazos, y la ligera fragancia femenina de su piel. Se
bombeó más rápido, rezando para que el alivio llegara. Sus piernas temblaron, y
con una mano alcanzó la barra para soportar su peso mientras su orgasmo golpeó.
Jajaja
Al fin sali de mates aki el cap
5 y mas
Jajaja
Al fin sali de mates aki el cap
5 y mas
Massssss
ResponderEliminarJajajaja pobre peter sube mas
ResponderEliminarDeberias hacer maraton mass
ResponderEliminarOtroooo!!!
ResponderEliminarMaaaaaaasssssssssssss
ResponderEliminarmaaaaaaaaassssssssssssss
ResponderEliminarotrooo!!!!
ResponderEliminarMaaaas!
ResponderEliminarUh que fuerte el capitulo jaja
ResponderEliminarjajaj lo que sufre peter jajaj
ResponderEliminarseguila