Cuando Peter despertó a la mañana siguiente, o por la tarde
por así decirlo, le tomó un momento ubicar los sonidos que venían del interior
de su apartamento. Lali.
Su corazón hizo un pequeño baile feliz en su pecho
ante la idea de encontrarla en su cocina. Se estiró y fue a investigar. Cuando
entró en la cocina, sus pies descalzos hicieron un ruido sordo contra el suelo
de madera, Lali levantó la vista y se congeló como si la hubieran sorprendido
haciendo algo mal.
—Hola —ofreció, tratando de tranquilizarla.
Sus rasgos se suavizaron. —Hola.
Peter escaneó los tazones y los ingredientes esparcidos a
través del mostrador, y la isla cubierta por una capa de harina. —¿Has dormido
bien?
Los ojos de Lali vagaron por la longitud del pecho desnudo
de Peter y se detuvieron donde el pelo fino rozaba la parte baja de su estómago
y desaparecía bajo el cinturón. Se aclaró la garganta y miró sus manos. —Mmm
hmm —tartamudeó.
Peter se mordió el labio para no reírse. Su físico musculoso
siempre recibió críticas positivas del sexo opuesto. Y se sorprendió al ver que
incluso después de todo lo que Lali había pasado, todavía lo notó. Entrenaba
duro para mantenerse en plena forma física, kick-boxing tres veces a la semana,
levantar de pesas y correr el resto de los días. Echó un vistazo a su pecho y
abdomen desnudo. Sus pantalones se habían deslizado ligeramente hacia abajo en
las caderas, dejando al descubierto sus abdominales inferiores y las líneas a
lo largo de los costados que formaron en sus caderas una profunda V. Apretó el
cordón, duplicando el nudo. Tranquilo muchacho. Ahora no era el momento para
obtener una erección.
Rara vez vestía algo en la cama, pero se había puesto un par
de pantalones de pijama anoche por si acaso Lali necesitaba algo en el medio de
la noche. De esa manera no tendría que buscar a tientas su ropa en la
oscuridad, o el riesgo de aterrorizar a la pobre chica con su masculinidad al
desnudo. No se había molestado con una camisa, encontraba el material
malditamente restrictivo. Prefería la sensación de sus sábanas de satén contra
su piel desnuda —era el único consuelo que se permitía.
—Estoy haciendo panqueques. Espero que esté bien —dijo Lali
en voz baja.
Una caja de mezcla se apoyaba en el mostrador. —Por supuesto
que está bien. Gracias. —Peter cruzó la cocina para hacer una taza de café,
pasando a su alrededor y dándose cuenta de lo poco acostumbrado que estaba <
tener a alguien en su espacio, a pesar de que no era del todo desagradable.
—Lo siento, no sabía cómo manejar esa cosa. —Lali miró la
cafetera como si la hubiera ofendido personalmente.
—Ven aquí, te mostraré.
Una vez que Lali había limpiado sus manos en un paño de
cocina y se acercó furtivamente junto a Peter, no pudo resistirse a guiarla
entre él y el mostrador, así estaba más cerca de la máquina de café, se dijo.
Lali contuvo el aliento ante el contacto, pero no protestó,
permitiéndole maniobrar su cuerpo a su antojo. Le demostró cómo agregar granos
frescos en la amoladora y luego cómo configurar los granos para asar, luego
colar. La cafetera estaba más inquieta de lo que estaba acostumbrado, pero
había sido un regalo de Marissa la Navidad pasada, y ahora él era adicto a los
granos de café asados.
Ninguno de los dos se alejó cuando el café comenzó a gotear
en la jarra. Una repentina visión de levantar el cabello de la parte posterior
de su cuello e inclinarse para plantar un beso en la suave piel, bailaba por su
cabeza. Se encontraba a pocos centímetros de presionarse en ella, moliendo sus
caderas en su culo. Sintió un revuelo en su polla y supo que la lección había
terminado.
—Vamos a comer —se quejó.
Lali se quedó en silencio, atónita, mientras él salía de la
cocina. Cogió una camiseta y la se la tiró encima antes de sentarse en la barra
de desayuno. Lali deslizó una pila de panqueques frente a él.
—Gracias. —Lanzó una rápida mirada hacia ella. No se dio
cuenta que tener esta hermosa mujer joven en su casa le afectaría de esta
manera. Era un profesional. No debería estar afectado por ella.
La vio moverse por el apartamento, doblar la cintura para
recoger un montón de cartas que había dejado junto a su sillón, arrastrándolas
a la cocina para ordenarlas y se mordió el labio mientras estudiaba un lugar en
el mostrador antes de limpiarlo. Sus labios eran carnosos y rosados, y se
encontró preguntándose a que sabían antes de rápidamente empujar lejos el
pensamiento.
Mientras estaba de pie en el mostrador de la cocina, Peter
apreció su perfil. Pequeño pero alegre pecho, pelo oscuro rizado alrededor de
sus hombros, un vientre plano, y un culo bien formado. Apreciaba un culo bien
formado y poner sus palmas en esa redondeada parte trasera se reprodujo por su
mente como una canción en repetición, no importaba cuántas veces se recordó a
sí mismo que eso iba a suceder.
El pequeño corte en el labio inferior había sanado
rápidamente, sólo una línea débil rosada, la vería si la estuviera buscando.
Lali alzó la vista y lo miró a los ojos, su boca abierta en una pregunta no
formulada.
Tenía que dejar de mirar a su boca o ella iba a tener una
idea equivocada. No la trajo aquí para ningún propósito siniestro. No esperaba
nada a cambio de dejarla quedarse aquí.
Encontró su voz. —Ven, siéntate y come conmigo.
Lali obedeció, llevando un plato extra y un juego de
cubiertos de plata encima de la barra de desayuno para reunirse con él. Se
sirvió unos panqueques de la bandeja entre ellos. Peter se alegró al ver que no
parecía demasiado consiente de ella o tímida.
Cortó sus panqueques en pedacitos, pero todavía no había
dado un mordisco.
—¿Cómo estás esta mañana? —preguntó, haciendo todo lo
posible por jugar un papel de crianza, algo nuevo para él.
Tragó con dificultad y miró por encima de él. —¿Es estúpido
que eche de menos allí?
¿El recinto? Suponía que era todo lo que conocía. —No, creo
que no. Eran la única familia que tenías.
Asintió. —Hay algunas cosas que no voy a extrañar.
La dejó sola con sus pensamientos, luchando contra el
impulso de presionarla para más detalles. Apreciaba su personalidad —no sentía
la necesidad de llenar el silencio con la charla sin sentido. Ella era más
observadora del mundo que contribuyente directamente, y podría relacionarse. Se
acercaba a la mayoría de las cosas con una buena dosis de sospecha, y las
relaciones para él no eran diferentes. Aun estaban sintiéndose el uno al otro,
cada uno en guardia, pero por razones posiblemente diferentes. Ella era una
niña traumatizada vulnerable en la casa de un extraño, y él era un agente del
FBI que se había endurecido y experimentó más que su justa parte de la pérdida.
Se pasó una mano por la nuca. Cristo, que par.
Después de unos segundos de silencio mordiéndose la uña del
pulgar, le preguntó—: ¿Crees que alguien del recinto podría encontrarme aquí?
Dudaba que eso pudiera ser posible. Se suponía que debía
estar en la casa de acogida. Aunque si alguien se interesaba lo suficiente y
empezaba a hurgar, el coordinador podría recordar a Peter y podrían rastrearla
a través de él, pero ¿por qué alguien se tomaría tantas molestias?
—¿Por qué lo preguntas?
—Había alguien...
—¿Alguien que?
Bajó la mirada, volviendo a estar fascinada con la uña del
pulgar.
—Respóndeme. —No tenía intención de usa la fuerza bruta
detrás de su voz.
—El hijo de Benjamin.
Peter se devanaba los sesos. El archivo mencionaba que Benjamin
tenía un hijo veinteañero, Dillon, pero no había estado viviendo en el recinto
en el momento de la redada. —Dillon.
Asintió.
—¿Es peligroso?
—No, nada de eso. —Dudó un instante, pero antes de que Peter
pudiera probar de nuevo, lanzó un suspiro y continuó. Dillon había vivido en el
recinto hasta el año pasado. Había ido a buscar un empleo mejor remunerado,
pero juró que volvería por ella. A pesar de los sentimientos sólo platónicos de
Lali por él, estaba convencido de que tenían de casarse algún día. Él eliminó
sus dudas, diciéndole que estaban destinados a estar juntos y que iba a cuidar
de ella.
Peter se volvió hacia ella y le cogió las manos,
sosteniéndolas entre sus palmas.
—Escucha. No va a encontrarte aquí. Ahora estás a salvo. ¿De
acuerdo?
Asintió. —Está bien.
Después del desayuno Peter anunció que iba a la tienda de
comestibles. —¿Hay algo que te gustaría? Puedes hacer una lista —alentó,
deslizando su billetera en el bolsillo trasero de sus vaqueros.
—Oh no, compra lo que quieras. No quiero ser una plaga.
—Lali, no lo eres. —Su mirada de sinceridad no dejó lugar a
otro argumento, pero ella no le proporcionaría una lista. Él no quería
presionarla, porque incluso después de colocar un bloc de papel y un lápiz
sobre el mostrador, Lali solemnemente negó con la cabeza. No sabía si su
negativa se debía a que ella realmente sentía que sobrepasaba sus límites, o si
tal vez no sabía escribir, así que la dejó.
En el supermercado su rutina habitual era tomar sólo lo
esencial y hacer malabarismos con todo en sus brazos. Esta vez, sin embargo,
vagó por cada pasillo y prácticamente tomó algo de todo, tirando las cosas en
el carro a su antojo. Se aventuró a la sección alfombrada del supermercado
donde había bastidores de ropa. Lali probablemente necesitaba algunos elementos
esenciales, pero no sabía su tamaño, o lo que tal vez le gustaría, así que
siguió caminando. Se puso de pie en un pasillo, mirando a los envases de
plástico de la ropa interior. Pero, maldita sea, comprar las bragas parecía ir
demasiado lejos. Huyó, sintiéndose extraño incluso de pie en el pasillo.
Sabía que si se quedaba más tiempo, tendrían que cruzar ese
puente y conseguirle más ropa, pero no hoy. No por sí mismo. Tendría que
traerla la próxima vez para que ella pudiera decirle el tamaño. No permitía que
sus amantes se quedaran, así que no tenía ni siquiera un cepillo de dientes de
repuesto en el baño de invitados, por lo que decidió coger un cepillo de
dientes, algo práctico, y aún así impersonal. También arrojó botellas de color
rosa de champú y acondicionador en su carro antes de dirigirse a las cajas
registradoras.
Cuando llegó a casa, Lali no estaba en ninguna parte a la
vista. La puerta de su habitación se encontraba cerrada, así que se fue a
guardar todos los alimentos, encontrando que los armarios se hallaban más llenos
de lo que había estado nunca.
Cuando Lali salió quince minutos más tarde, se duchó, y una
vez más, vestida con sudaderas y la camiseta que le había dado la noche
anterior, se arrepintió de no comprarle ropa. Se preguntó si aún tenía las
bragas o sujetador debajo de ellos. La vio avanzar hacia la cocina y mirar
dentro de los armarios y nevera.
—¿Cómo lo he hecho? —preguntó, venía detrás de ella, pero
apoyándose contra la isla para mantener una barrera física entre ellos.
—Muy bien. Puedo hacer lasaña, pastel de carne, hacer algo
horneado. Esto es perfecto.
Peter sonrió, contento de haberla complacido. —Tengo esto
para ti también. Empujó el cepillo de dientes, champú y acondicionador hacia
ella.
Los ojos de Lali se iluminaron mientras cogía las botellas en
sus manos. —Gracias. —Se podría pensar que le había dado algún regalo
elaborado. Claro, derrochó un poco y compró una marca más cara que su propio
champú barato, pero pensó que se merecía algunas comodidades básicas en estos
momentos. Toda su vida había dado un vuelco.
Lali vio a Peter por el rabillo del ojo, tratando de
entender su motivación. Sólo te quiere por lo que hay entre tus piernas. La
áspera voz de Benjamin en su cabeza no era bienvenida, pero familiar al mismo
tiempo. ¿Qué quería Peter de ella? Pensamientos como ese se habían arremolinado
en su mente desde que había llegado por primera vez aquí. ¿Quería tocarla?
¿Sería tosco con eso, o le susurraría y acariciaría con dulzura mientras la
tocaba? ¿Lo detendría si lo intentaba? ¿Gritaría, patearía y correría del
apartamento? ¿Qué haría entonces? Tal vez sólo le permitiría hacer lo que
quería, tomar lo que quería. Tenía las manos callosas, pero había sido amable
cuando había limpiado sus heridas, así que tal vez no sería tan malo. Ella sólo
pudo cerrar los ojos con fuerza y pensar en otra cosa.
Pero ahora parecía menos probable, ya que aún no había
intentado tocarla, no le había puesto un dedo encima. Y no sabía qué hacer con
él. Su cabeza se sentía mareada con la espera. En este punto, sólo quería que
haga su movimiento, para seguir adelante con esto. La espera y no saber cuándo
atacaría era agotador. Y también lo era no saber cómo iba a responder.
Estar cerca de Peter agudizaba sus sentidos y la dejó
tambaleándose. Nunca había sentido esto por Dillon, a pesar de sus avances
evidentes, y encontró interesante que incluso en la presencia a distancia
relativa de Peter, se despertó su curiosidad y su cuerpo ante toda la atención.
Miró la botella de color rosa de champú en sus manos. Abrió
la tapa e inhaló. Notas florales y el aroma delicioso de los melocotones
maduros satisficieron sus sentidos, y sonrió. Había usado el champú de Peter
que olía a menta verde e hizo que su cuero cabelludo hormiguera, lo que le
gustaba mucho, pero era agradable tener algo propio. Su boca se curvó en una
sonrisa lenta ante la idea de que Peter haya escogido esto para ella. Y
disfrutaba con el acondicionador también. Su cabello parecería un nido de
pájaros.
Después de colocar las botellas en el baño de visitas, se
reunió con Peter en la cocina para ver lo que podría hacer para la cena. Y tal
vez podría incluso hacer algo horneado. Mientras Lali se movía por la cocina,
Peter la miró con desconfianza, como si estuviera seguro de que estaba a punto
de romperse, o enloquecer en cualquier momento. Ya no sentía ganas de llorar.
No sentía casi nada más. Sólo quería asegurarse de que los niños estaban bien y
descubrir su nueva vida, tomando un día a la vez. Se sintió aliviada, más que
nada, por estar libre de Benjamin y el recinto donde se había sentido tan fuera
de lugar. Y agradecida a Peter por darle una segunda oportunidad en la vida.
Pero no poder entender sus intenciones la carcomía. No podía decir que tenía
miedo de él, sabía que no era así. Más como curiosidad sobre sus motivos. Se
sintió lo suficientemente cómoda, vestida con su ropa suave y gastada,
poniéndose cómoda en la cocina de su casa, y lo más extraño, poniéndose cómoda
en sus brazos. Era un consuelo que necesitaba, y no se lo negaría a sí misma. Y
después de que Peter había fallado en realizar algún tipo de movimiento la
noche anterior, ella se había puesto más cómoda, enterrándose en sus fuertes
brazos en el sofá y permitiéndose la apariencia más pequeña de seguridad,
aunque no iba a durar para siempre.
Maaaaaaasssssssssssss
ResponderEliminarMAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS!!!!!
ResponderEliminarmasssssssss
ResponderEliminarpobre lali, los dichos de benjamin la van a tormentar por siempre :(
seguila
Me encanta la nove!!
ResponderEliminar..estúpido Benjamín que le metió todo eso en su cabeza a Lali...lo odio