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jueves, 14 de agosto de 2014

Prologo

 



Peter escuchó los suaves sonidos de su respiración, preguntándose cómo se había permitido llegar a esta situación. Él no era de los que se acurrucaban. Sin embargo, ahí estaba él, con su brazo entumecido y dormido donde descansaba bajo la mejilla de Lali. Ella no tuvo ningún problema en replantear su solicitud y sentirse cómoda en su cama, incluso si eso significaba el uso de diversas partes de su cuerpo como almohada. Sus favoritos parecían ser su pecho o el hombro. Aunque en este momento, sus bíceps eran un casi tercer lugar.
No quería moverla, no quería despertarla de su sueño. Le había prometido que estaría bien y se vio incapaz de romper esa promesa de alguna manera. Si ella necesitaba estar cerca de otro cuerpo cálido mientras dormía, ¿qué dificultad era para él? Aparte de la incómoda erección y el brazo entumecido, viviría. Ella suspiró satisfecha y rodó más cerca, lanzando una pierna sobre su cadera, lo cual no hizo nada para ayudar al flujo de sangre que corría al sur.
Sabía que si cruzaba esa barrera física con Lali, él no sería el amante gentil que ella merecía. La abrumadora sensación de deseo por ella que se agitó dentro de él no permitiría eso. La follaría duro y rápido. Y ya que estaba bastante seguro de que ella seguía siendo virgen, se merecía a alguien que fuera cuidadoso, suave, y que se tomara su tiempo. Otra razón por la que él no era el hombre para ese trabajo. Peter desplazó su rodilla para aliviar la presión de su cálido muslo contra su entrepierna y trató de relajarse.
En momentos como este, su mente vagaba con frecuencia y no podía dejar de recordar la primera vez que la vio. Ella había sido una pequeña cosa asustada, acurrucada en un rincón, mirándolo con los ojos muy abiertos. Incluso entonces, había despertado en él todo tipo de instintos de protección, hizo que el macho alfa en su interior saliera de modo considerable. Y si su actual estado acurrucado era una indicación, todavía lo hacía. Apretó su agarre alrededor de ella de manera inconsciente, atrayéndola más cerca. Incluso si no pudiera actuar sobre el deseo que sentía por la mujer en su cama, estaba seguro como la mierda que no dejaría que nadie le hiciera daño.

Lali se retorció en su sueño, murmurando suavemente. Llevó su mano libre hacia su cabello, alejando los mechones enredados de su frente para tranquilizarla. Era demasiado vulnerable, tan dañada, lo cual era exactamente el por qué tenía que dejar de pensar con su pene. Pronto.

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