El lunes por la
mañana llegó demasiado rápido después de pasar un fin de semana agradable con
Peter. Lali bostezó y se alisó el cabello hacia atrás, manteniéndolo en una
parte baja en la nuca. Lo menos que podía hacer para agradecer era ayudar en la
casa, por no hablar de si querían comer, la responsabilidad parecía descansar
sobre ella.
—El café está listo —le gritó a Peter. Entró en la cocina
con el ceño fruncido.
—No estoy de humor.
Siempre bebía café. Siempre.
—¿Qué pasa? —preguntó, dirigiéndose a verlo abrocharse los
últimos botones de su camisa de vestir. Le ayudó con los gemelos porque sus
dedos siempre trastabillaban—. Aquí. Déjame.
—Gracias. —Él sonrió débilmente.
—¿Estás enfermo? —preguntó, notando los círculos oscuros
bajo sus ojos.
—Es sólo un malestar estomacal. Voy a estar bien.
Lo miró fijamente, ya que nunca lo había visto pachucho, y
se sentía totalmente inútil. —¿Puedo conseguirte un poco de ginger ale2 y
galletas saladas?
Asintió. —Ah, claro.
Tal vez eso ayude. —Se puso los mocasines mientras Lali sirvió un vaso de la
bebida de color ámbar, burbujeante—. Mi mamá me daba lo mismo.
—Ten. —Observó mientras comía las galletas y luego bebió el
refresco.
—Mira, estoy bien, Lali. —Se rió, pasándole de nuevo el vaso
vacío.
—Está bien —dijo a regañadientes, aceptándolo. Había hecho
mucho por ella, lo menos que podía hacer era estar allí para él. Lali se
dirigió a la cocina y apagó la máquina de café, sin haber desarrollado un gusto
por las cosas, y vio por el rabillo de su ojo mientras Peter metió su teléfono
celular, cartera y las llaves en los bolsillos de sus pantalones. Era un hombre
de rutina, eso era muy cierto. Mantuvo todos sus elementos esenciales, además
de unas monedas, y un reloj rara vez usado en una pequeña caja de caoba en la
mesa de la entrada, y repetía el mismo ritual cada mañana. Lali continuaba
inspeccionándolo, apreciando la forma en que se veía vestido con su ropa de
trabajo, cuando Peter de repente se precipitó desde la entrada, pasando por
ella cuando él se lanzó por el pasillo.
—Peter... —Lo siguió hacia el baño, pero los sonidos la
detuvieron en el umbral. Se quedó con su espalda apoyada contra la pared justo
fuera de la puerta del baño, preguntándose si debía ir con él.
Oyó correr el agua y a él haciendo gárgaras. —¿Peter? —Llamó
suavemente a la puerta—. ¿Estás bien?
—Saldré en un minuto —gritó. Su voz era tensa y más áspera
de lo habitual, haciendo que el estómago de Lali se anudara con preocupación.
Salió un segundo más tarde, sin lucir peor por el desgaste y
continuó hacía a la puerta principal. —Nos vemos esta noche.
—¡Peter! —Lo enfrentó en la puerta—. ¿Todavía vas a
trabajar?
Asintió, haciendo una pausa en la puerta entreabierta. —Sí.
—¡Pero estabas enfermo!
—¿Y? Soy un chico grande. Voy a estar bien.
—Tienes gripe, tienes que ir a la cama.
Una expresión de sorpresa cruzó el rostro de Peter y corrió
hacia el baño, maldiciendo entre dientes. Escuchó los signos reveladores de que
se enfermaba de nuevo.
Unos minutos más tarde, Lali se dirigió a la habitación de
Peter, negándose a aceptar un no por respuesta, y le ayudó a salir de sus
pantalones de vestir, los bolsillos todavía llenos y el cinturón colgando
libremente.
—Necesito mi celular. —Lucía adorablemente lindo parado ahí
haciendo una mueca en tan sólo sus bóxers cortos negros y camiseta blanca.
Un poco exasperada porque iba a ser un paciente difícil,
Lali ancló las manos en sus caderas, dispuesta a hacer lo necesario para
obligarlo a ser un paciente obediente. —No hay teléfonos. No hay trabajo. No.
—Sólo voy a enviar un mensaje a Nico y decirle que hoy me
voy a quedar en casa.
Mordió su labio, decidiendo si podía creerle. —Está bien.
—Le entregó su teléfono celular y fue a colgar sus pantalones en el armario. Desde
el interior del armario, le oyó murmurar para sí mismo que los delincuentes no
toman un día libre y él tampoco debería hacerlo.
Volvió a su cama y estaba dispuesta a retirar por la fuerza
el teléfono de sus manos, pero como prometió, envió un mensaje rápido, luego
dejó el teléfono en la mesita de noche. Se dio la vuelta sobre su lado, abrazó
una almohada contra su pecho y cerró sus ojos.
Le apartó el pelo de la frente, buscando la fiebre. Amaba en
secreto cómo su cabello se veía la primera vez que se despertó, como un joven
libertino que había estado fuera toda la noche provocando problemas, o
disfrutando de un revolcón. Presionó la palma de su mano contra su mejilla y
sus ojos se abrieron. —Te sientes caliente —susurró.
—Mmm —se quejó.
—¿Crees que puedes no vomitar un poco de agua?
Él asintió.
Lali volvió con un vaso de agua fría y dos calmantes para el
dolor, los que puso en la mesita de noche para más tarde una vez que estuviera
segura de que hubiera terminado de enfermar. La mirada confusa de Peter encontró
la de ella, observando mientras arreglaba las mantas a su alrededor y se
preocupaba por él. Inclinó el vaso de agua a sus labios y él tragó un pequeño
sorbo, antes de arrojar su cabeza sobre la almohada de nuevo.
—Gracias —masculló, su voz cruda—. ¿Te acuestas conmigo?
—preguntó en voz baja. Nunca había solicitado su presencia antes, nunca actuó
como si le importara. Se habían abrazado y acostado juntos muchas veces, pero
siempre fue porque ella lo instó. El corazón le latía con fuerza en su pecho al
oírle pedir por ella de esa manera. Era sólo porque estaba enfermo. Pero eso no
significaba que no se permitiera disfrutar de todo lo mismo.
Apartó las mantas, uniéndose a él en medio de las sábanas
donde podía acurrucarse correctamente. Peter entreabrió un ojo y levantó su
brazo, instándola a acercarse.
—Acércate más, tengo frío —susurró.
Su piel estaba caliente al tacto, pero Lali no discutió,
envolviendo su brazo alrededor de su pecho y una pierna sobre su cadera
mientras envolvía su cuerpo.
Suspiró un sonidito de satisfacción y presionó un beso sobre
su cabello. —Gracias, Lali.
Lali se despertó con un intenso calor que irradiaba a su
alrededor. Se sacó las mantas de encima, sin aliento. Dios, él ardía. —¿Peter?
—Sacudió sus hombros tratando de despertarlo—. Peter, despierta.
Abrió un ojo perezosamente y dejó escapar un leve gemido.
—Necesito a Lali. —Levantó su mano y luego la dejó caer pesadamente contra el
colchón.
—Soy Lali. Siéntate para que puedas tomar algún analgésico.
—No... quiero a Lali —gimió, sus ojos todavía cerrados.
Alcanzó las pastillas, husmeando los labios abiertos de
Peter y las colocó en su lengua, luego acarició sus mejillas y le hizo tomar un
sorbo de agua. Lo hizo, apáticamente, antes de caer contra su almohada.
—Lali... —dijo en voz baja una vez más.
Alisó con las manos su pelo. —Shh. Sólo descansa. Estoy
aquí. —Le frotó su cuello y sus hombros, encontrándolos tensos incluso mientras
dormía.
La esperanza surgió en su pecho. Sentirse
necesaria y vital era un sentimiento que extrañaba tanto que trajo lágrimas a
sus ojos. Las parpadeó y llevó una palma a la mejilla rugosa de Peter,
deslizando su pulgar de un lado al otro. Sólo te necesita porque está delirando
por la fiebre. Hizo caso omiso de la sensación de vacío en su pecho y continuó
alisándole el pelo hacia atrás y acariciándolo suavemente, haciendo todo lo
posible para calmar a ambos de sus dolores.Hola lusiana
Ya las dudas se aclararan ;)
Les subo a las 2 en mi recreo Adios comenten 😙
Maaas!
ResponderEliminarMasss porfiiii
ResponderEliminarwiiii :) gracias x subir!!! saludos luciana :)
ResponderEliminarMaas!
ResponderEliminarAwwww que tierna Lali...amo al Peter enfermo..jaja
ResponderEliminarSeguila !!
AWWWWWWWW
ResponderEliminarSEGUILA