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martes, 19 de agosto de 2014

Capitulo: 11


 El lunes por la mañana llegó demasiado rápido después de pasar un fin de semana agradable con Peter. Lali bostezó y se alisó el cabello hacia atrás, manteniéndolo en una parte baja en la nuca. Lo menos que podía hacer para agradecer era ayudar en la casa, por no hablar de si querían comer, la responsabilidad parecía descansar sobre ella.

—El café está listo —le gritó a Peter. Entró en la cocina con el ceño fruncido.
—No estoy de humor.
Siempre bebía café. Siempre.
—¿Qué pasa? —preguntó, dirigiéndose a verlo abrocharse los últimos botones de su camisa de vestir. Le ayudó con los gemelos porque sus dedos siempre trastabillaban—. Aquí. Déjame.
—Gracias. —Él sonrió débilmente.
—¿Estás enfermo? —preguntó, notando los círculos oscuros bajo sus ojos.
—Es sólo un malestar estomacal. Voy a estar bien.
Lo miró fijamente, ya que nunca lo había visto pachucho, y se sentía totalmente inútil. —¿Puedo conseguirte un poco de ginger ale2 y galletas saladas?
 Asintió. —Ah, claro. Tal vez eso ayude. —Se puso los mocasines mientras Lali sirvió un vaso de la bebida de color ámbar, burbujeante—. Mi mamá me daba lo mismo.
—Ten. —Observó mientras comía las galletas y luego bebió el refresco.
—Mira, estoy bien, Lali. —Se rió, pasándole de nuevo el vaso vacío.
—Está bien —dijo a regañadientes, aceptándolo. Había hecho mucho por ella, lo menos que podía hacer era estar allí para él. Lali se dirigió a la cocina y apagó la máquina de café, sin haber desarrollado un gusto por las cosas, y vio por el rabillo de su ojo mientras Peter metió su teléfono celular, cartera y las llaves en los bolsillos de sus pantalones. Era un hombre de rutina, eso era muy cierto. Mantuvo todos sus elementos esenciales, además de unas monedas, y un reloj rara vez usado en una pequeña caja de caoba en la mesa de la entrada, y repetía el mismo ritual cada mañana. Lali continuaba inspeccionándolo, apreciando la forma en que se veía vestido con su ropa de trabajo, cuando Peter de repente se precipitó desde la entrada, pasando por ella cuando él se lanzó por el pasillo.
—Peter... —Lo siguió hacia el baño, pero los sonidos la detuvieron en el umbral. Se quedó con su espalda apoyada contra la pared justo fuera de la puerta del baño, preguntándose si debía ir con él.
Oyó correr el agua y a él haciendo gárgaras. —¿Peter? —Llamó suavemente a la puerta—. ¿Estás bien?
—Saldré en un minuto —gritó. Su voz era tensa y más áspera de lo habitual, haciendo que el estómago de Lali se anudara con preocupación.
Salió un segundo más tarde, sin lucir peor por el desgaste y continuó hacía a la puerta principal. —Nos vemos esta noche.
—¡Peter! —Lo enfrentó en la puerta—. ¿Todavía vas a trabajar?
Asintió, haciendo una pausa en la puerta entreabierta. —Sí.
—¡Pero estabas enfermo!
—¿Y? Soy un chico grande. Voy a estar bien.
—Tienes gripe, tienes que ir a la cama.
Una expresión de sorpresa cruzó el rostro de Peter y corrió hacia el baño, maldiciendo entre dientes. Escuchó los signos reveladores de que se enfermaba de nuevo.
Unos minutos más tarde, Lali se dirigió a la habitación de Peter, negándose a aceptar un no por respuesta, y le ayudó a salir de sus pantalones de vestir, los bolsillos todavía llenos y el cinturón colgando libremente.
—Necesito mi celular. —Lucía adorablemente lindo parado ahí haciendo una mueca en tan sólo sus bóxers cortos negros y camiseta blanca.
Un poco exasperada porque iba a ser un paciente difícil, Lali ancló las manos en sus caderas, dispuesta a hacer lo necesario para obligarlo a ser un paciente obediente. —No hay teléfonos. No hay trabajo. No.
—Sólo voy a enviar un mensaje a Nico y decirle que hoy me voy a quedar en casa.
Mordió su labio, decidiendo si podía creerle. —Está bien. —Le entregó su teléfono celular y fue a colgar sus pantalones en el armario. Desde el interior del armario, le oyó murmurar para sí mismo que los delincuentes no toman un día libre y él tampoco debería hacerlo.
Volvió a su cama y estaba dispuesta a retirar por la fuerza el teléfono de sus manos, pero como prometió, envió un mensaje rápido, luego dejó el teléfono en la mesita de noche. Se dio la vuelta sobre su lado, abrazó una almohada contra su pecho y cerró sus ojos.
Le apartó el pelo de la frente, buscando la fiebre. Amaba en secreto cómo su cabello se veía la primera vez que se despertó, como un joven libertino que había estado fuera toda la noche provocando problemas, o disfrutando de un revolcón. Presionó la palma de su mano contra su mejilla y sus ojos se abrieron. —Te sientes caliente —susurró.
—Mmm —se quejó.
—¿Crees que puedes no vomitar un poco de agua?
Él asintió.
Lali volvió con un vaso de agua fría y dos calmantes para el dolor, los que puso en la mesita de noche para más tarde una vez que estuviera segura de que hubiera terminado de enfermar. La mirada confusa de Peter encontró la de ella, observando mientras arreglaba las mantas a su alrededor y se preocupaba por él. Inclinó el vaso de agua a sus labios y él tragó un pequeño sorbo, antes de arrojar su cabeza sobre la almohada de nuevo.
—Gracias —masculló, su voz cruda—. ¿Te acuestas conmigo? —preguntó en voz baja. Nunca había solicitado su presencia antes, nunca actuó como si le importara. Se habían abrazado y acostado juntos muchas veces, pero siempre fue porque ella lo instó. El corazón le latía con fuerza en su pecho al oírle pedir por ella de esa manera. Era sólo porque estaba enfermo. Pero eso no significaba que no se permitiera disfrutar de todo lo mismo.
Apartó las mantas, uniéndose a él en medio de las sábanas donde podía acurrucarse correctamente. Peter entreabrió un ojo y levantó su brazo, instándola a acercarse.
—Acércate más, tengo frío —susurró.
Su piel estaba caliente al tacto, pero Lali no discutió, envolviendo su brazo alrededor de su pecho y una pierna sobre su cadera mientras envolvía su cuerpo.
Suspiró un sonidito de satisfacción y presionó un beso sobre su cabello. —Gracias, Lali.
Lali se despertó con un intenso calor que irradiaba a su alrededor. Se sacó las mantas de encima, sin aliento. Dios, él ardía. —¿Peter? —Sacudió sus hombros tratando de despertarlo—. Peter, despierta.
Abrió un ojo perezosamente y dejó escapar un leve gemido. —Necesito a Lali. —Levantó su mano y luego la dejó caer pesadamente contra el colchón.
—Soy Lali. Siéntate para que puedas tomar algún analgésico.
—No... quiero a Lali —gimió, sus ojos todavía cerrados.
Alcanzó las pastillas, husmeando los labios abiertos de Peter y las colocó en su lengua, luego acarició sus mejillas y le hizo tomar un sorbo de agua. Lo hizo, apáticamente, antes de caer contra su almohada.
—Lali... —dijo en voz baja una vez más.
Alisó con las manos su pelo. —Shh. Sólo descansa. Estoy aquí. —Le frotó su cuello y sus hombros, encontrándolos tensos incluso mientras dormía.
La esperanza surgió en su pecho. Sentirse necesaria y vital era un sentimiento que extrañaba tanto que trajo lágrimas a sus ojos. Las parpadeó y llevó una palma a la mejilla rugosa de Peter, deslizando su pulgar de un lado al otro. Sólo te necesita porque está delirando por la fiebre. Hizo caso omiso de la sensación de vacío en su pecho y continuó alisándole el pelo hacia atrás y acariciándolo suavemente, haciendo todo lo posible para calmar a ambos  de sus dolores.

Hola lusiana
Ya las dudas se aclararan ;)
Les subo a las 2 en mi recreo Adios comenten 😙

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