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jueves, 3 de julio de 2014

Capitulo: 51


Gaston
Me senté debajo del mismo roble bajo el que me había sentado el día que Rochi y yo nos quedamos atascados aquí afuera. Estrella de Fuego estaba caminando alrededor, comiendo tanta hierba como podía. Esperaba que nada le asustara y saliera corriendo,
porque tenía mi iPod encendido y no sería capaz de oírlo si lo hacía.
Life After You de Daughtry sonaba. La tenía en repetición más o menos desde el día que destruí cualquier tipo de futuro con Rochi. Cerré los ojos y apoyé la cabeza contra el roble. Empecé a imaginarla contra la camioneta. El sonido de ella diciendo mi nombre, la mirada en su rostro cuando me dijo que me amaba.
¡Joder!
Dios… ¿Sería capaz de superarla alguna vez? Mi maldito corazón estaba cansado de sufrir. Había intentado sacármela de la cabeza, pero incluso en eso apestaba. Si solamente pudiera retroceder en el tiempo a ese día bajo este árbol. Cambiaría muchas cosas. Le diría lo mucho que la amo y deseo. Era demasiado tarde.
Se iba a casar.
Sólo entonces sentí algo golpear mi bota. Abrí los ojos y tuve que cerrarlos de nuevo y frotármelos. ¿Veía cosas? Rochi se encontraba de pie frente a mí con las manos en las caderas. Sonriéndome. Mi corazón empezó a latir tan fuerte que podía oírlo. ¿Qué hacía aquí? ¿Cómo sabía siquiera dónde me encontraba? ¿Qué me hacía pensar que me buscaba?
—¿Sólo vas a sentarte ahí y mirarme, Gas? ¿Quizás estás pensando en una forma de librarte de nuestra carrera de revancha?
Espera… ¿qué acababa de decir? Sacudí la cabeza y me quité los auriculares. No podía mover mi cuerpo. Me quedé allí, sentado, mirándola.
—¿Qué… qué estás haciendo aquí?
Echó la cabeza hacia atrás y empezó a reír. Lo siguiente que supe fue que se acercaba a mí y comenzaba a sentarse a horcajadas sobre mí. Se quitó el sombrero y lo tiró al suelo. Maldita sea, era hermosa. Cayó en el suelo y se encontraba sobre sus rodillas, mirándome.
Oh, joder… no te sientes sobre mí… por favor, no te sientes sobre mí.
—He venido para nuestra carrera de revancha, Gas. ¿No recuerdas que el otro día, en mi cumpleaños, me prometiste una revancha? —Se lamió los labios mientras bajaba la vista hacia mi boca. Nunca en mi vida había querido besarla más de lo que lo hacía en ese preciso momento. ¿Por qué se encontraba aquí, sin embargo? Iba a casarse con otra persona.
Bajé la vista a su mano izquierda y no vi el anillo. Eché la cabeza hacia atrás, mirándola y dejó que la sonrisa más malditamente sexy que había visto se extendiera por su rostro.
—Yo… eh… pensé que no estarías aquí, porque te vas a casar, así que… supongo que simplemente pensé… simplemente pensé… —Joder, no podía pensar lo suficiente como para formar ninguna maldita palabra. Se encontraba a escasos centímetros de distancia de mi entrepierna y me ponía duro por segundos con el calor proveniente de su cuerpo. ¿Por qué me hacía esto? ¿Cómo venganza, quizás?
Bajó la mirada hacia su mano izquierda y se encogió de hombros mientras la sostenía en alto para que la mirara. Entonces lo hizo. Joder, se sentó encima de mí. Alzó las cejas, mirándome cuando sintió mi erección. Mi maldita polla me traicionó. Balanceó las caderas lo suficiente como para volverme jodidamente loco mientras dejaba escapar un pequeño gemido. Sonrió mientras me miraba.
—No veo un anillo en mi dedo, Gas. Como ves, no estoy casada, al menos no ahora mismo, y ciertamente no con Jason.
Oh, Dios, todo lo que quería era tomarla y hacerle el amor aquí y ahora mismo.
—¿Por qué?
Me miró y sacudió la cabeza mientras mantenía esa maldita sonrisa que me volvía loco en su cara. —No podía casarme con él cuando estaba enamorada de otra persona. —Se movió contra mi polla.
Mi corazón iba a explotar por lo rápido y fuerte que latía. Por favor, Dios… por favor, deja que diga que aún me ama.
Le devolví la sonrisa. Era la cosa más hermosa sobre la que había puesto mis ojos.
—¿Alguien a quién conozca?
Extendió las manos y ahuecó mi rostro. Se lamió los malditos labios otra vez y bajó la mirada hacia mi boca de nuevo. Se acercó más a mí y rozó ligeramente sus labios contra los míos. Luego lo hizo otra vez, pero esta vez mantuvo sus labios sobre los míos.
—Siempre he estado y estaré enamorada de ti, Gaston. Siempre.
Cerré los ojos cuando sentí la amenaza del ardor de las lágrimas. Amaba a esta chica tan desesperadamente. No merecía su amor. Lentamente los abrí para verla mirándome.
—Rochi, nena, he hecho algunas cosas terribles durante los últimos meses. Cosas de las que me avergüenzo, si pudiera deshacerlas… desharía el día que estábamos aquí y te aparté… tienes que creerme cuando digo que lo haría en un latido. Yo… yo…
—Gas, voy a preguntártelo una vez y luego no quiero volver a hablar de ello nunca jamás. Necesito que seas cien por ciento sincero conmigo, ¿de acuerdo?
—¡Sí! Puedes preguntarme cualquier cosa, Rochi; ¡Nunca volveré a mentirte!
Cerró los ojos durante unos segundos y cuando los abrió, había lágrimas construyéndose en ellos. ¡Joder! No podía creer lo mucho que había herido a esta chica. Iba a tener que conseguir que Peter me golpeara otra vez, quizás unas cuantas veces.
—Cuando estuviste… cuando estuviste con todas esas chicas… —Tuvo que aclararse la garganta y hacer una pausa durante un segundo. ¡Diablos!
»¿En qué pensabas cuando te ibas con esas chicas, Gas? ¿Qué intentabas hacer?
Me quedé atónito. No podía creer que me estuviera preguntando sobre mis dos meses como hombre promiscuo. Ni siquiera me importó sentiruna lágrima rodando por mi rostro. Necesitaba ser honesto con ella. Necesitaba dejarle saber qué diablos pasaba por mi cabeza.
—Rochi… —Mi voz se quebró y fue mi turno de aclararme la garganta—. Intentaba borrarte de mi mente, de mi corazón, nena. Era la única manera que se me ocurrió de superarte, pero no funcionó. No importaba con qué chica estuviera, sólo le rezaba a Dios para que fuese la que te sacara de mi cabeza, pero nunca funcionó. Nunca funcionó porque estaba tan avergonzado de lo que hacía que terminaba cerrando los ojos y fingiendo que eras tú con la que me encontraba. Me desconectaba completamente de ellas y sólo… sólo fantaseaba con que estaba haciendo el amor contigo, no follando a alguna chica a la que acababa de conocer en un bar.
Rochi tenía lágrimas rodando por su rostro. ¡Joder! Le hice daño otra vez. Me odiaba. Maldición, me odiaba a mí mismo. Si ella encontraba una forma en su corazón para perdonarme, me pasaría el resto de mi vida haciendo las paces con ella, me prometí en ese momento.
—¿Usaste protección, Gas?
—Siempre.
—¿Sentiste algo por cualquiera de ellas?
—Nada.
—¿Me prometes que has terminado de follar por ahí?
—¡No quiero volver a tocar a otra chica de nuevo en toda mi vida!
Rochi alzó una ceja en mi dirección y ladeó la cabeza. Extendió la mano y se limpió las lágrimas de su cara mientras me dedicaba una sonrisa que, si hubiera estado de pie, me habría hecho caer al suelo.
—¿Estás seguro acerca de esa última afirmación que has hecho?
—¡Sí! Por supuesto que estoy seguro.
Empezó a reírse y se dispuso a levantarse. Tiré de ella hacia abajo y la mantuve allí.
—Espera… ¿a dónde vas?
—¡Bueno, considerando que acabas de decir que no quieres volver a tocar a una chica en tu vida, supongo que quieres que me baje de tu regazo!
Le sonreí y acerqué sus labios a los míos y la besé. Dejó escapar un gemido contra mis labios y profundizó el beso. Probablemente fue uno de los besos más poderosos que había experimentado nunca. Se sentía como si su amor corriera por mis venas.
Me aparté de ella y esperé a que abriera los ojos.
—Tú no eres una chica cualquiera, Rochi. Eres la única mujer a la que he amado y me pasaré el resto de mi vida demostrándote eso, pequeña.
Rochi dejó escapar una carcajada mientras echaba la cabeza hacia atrás.
—Bueno, santa mierda, Esposito… ¡Creo que estamos en el viaje de nuestras vidas, entonces! Pero tengo un problema —dijo mientras miraba todo mi cuerpo. Me estremecí bajo su intensa mirada.
—Un problema, cualquier cosa… ¡Sólo dilo!
—Está bien… vas a tener que dejar de poner Truck Yeah cada maldita vez que estemos en tu camioneta.
¿Qué?
—¡Lali! ¡Ella te dijo eso, esa pequeña traidora!
Rochi se rió mientras se inclinaba para besarme. Justo entonces oí You Save Me de Kenny Chesney proveniente de mis auriculares. Tuve que sonreír. Una canción malditamente perfecta. Nos sentamos allí durante otros pocos minutos y simplemente nos besamos el uno al otro sin sentido. En esos pocos minutos besando a la mujer de mis sueños, me sentí tan en paz y querido por otra persona como no me había sentido en mi vida.
—Te amo, Rocio Katherine Igarzabal… tan desesperadamente.
—Te amo, Gaston Michael Esposito. Ahora, vamos a recuperar nuestros caballos. ¡Tengo una maldita carrera que ganar!


Perdon por a verlas dejado tiradas ayer pero no me sentia bien animicamente  pero bue aqui estoy 
ojala lo allan disfutado




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