Caminé dentro de
la cocina la
siguiente mañana y
colgué mi mochila en el gancho
antes de echar un vistazo hacia donde sabía que la Sra. Mary estaría trabajando
en el desayuno de los Lanzani.
—Buenos días, Sra.
Mary, vendré a
ayudarle tan pronto
como me cambie.
La Sra. Mary
me miró y
luego miró hacia
la mesa con
el ceño fruncido. Seguí
su mirada. Recostado
en una de
las sillas, luciendo ridículamente sexy
para ser las
siete de la
mañana, estaba sentado
Peter. Me dio una sonrisa torcida, y mi corazón entró en estado de
frenesí.
—Hola —dije sin sonar afectada por su presencia. Sabía que
él había dicho que estaría
por la cocina
con más frecuencia,
pero no sabía
que significaba tan temprano en la mañana—. ¿Qué? ¿Por qué estás aquí?
Alzó sus cejas y me sonrió. —Yo pensaba que eso habría sido
obvio.
Sabía que me estaba
sonrojando. Me volví hacia la Sra. Mary y luego hacia él. Me di cuenta que ella
no estaba feliz con su presencia, y supe que esto podría causar problemas.
—Está bien, Lali.
Ella no está
enojada contigo. Está
enojada conmigo. Tú pasaste a ser quien ella está protegiendo.
—Yo, um, necesito ir a cambiarme. Estaré aquí pronto —dije,
con la esperanza de que el ceño fruncido de la Sra. Mary no fuera para mí.
Caminé hacia el
cuarto de lavado. Mi corazón latía de la frustración de mis
sentimientos encontrados. Saber
que Peter quería verme
me hacía extremadamente feliz,
pero tampoco quería
enojar a la
Sra. Mary.
Peter susurró
algo que sonaba
como que estaba
a la defensiva.
Necesitaba darme prisa. No quería dejarlo solo con la Sra. Mary. Lo cual
parecía tonto, dado que ella trabaja para él.
—No voy a
hacerle daño. Sé
que ella es
especial y traté
de mantenerme alejado, pero
cuando estoy con
ella no me
siento tan frío y
solo.
Peter se paró
frente a la
mesa con su
atención en la
Sra. Mary. Me quedé inmóvil en la puerta. La Sra. Mary
se dio vuelta y apuntó hacia Peter con
una cuchara de madera.
—Yo lo entiendo. Sin
embargo, esa chica
tiene demasiado sobre sus hombros
para una niña de su edad, y, bueno, no puedes evitarlo, pero le vas
a romper el
corazón cuando te
vayas. —Su susurro
no era tan silencioso. Se
volvió para mover
la olla y
sacudió la cabeza.
—Solo no quiero que la lastimes.
Peter no
respondió de inmediato.
Finalmente, dijo en
un susurro—: Estoy tratando de
averiguar cómo voy a evitar hacerle daño. Lastimarla es la última cosa que quiero hacer.
Esperé un
minuto más, y
luego entré en
la cocina.
—Bueno, Sra. Mary,
¿Dónde empiezo?
La Sra. Mary me dio dos platos.
—Ve y disfruta tu desayuno con el Sr. Peter. Me volví
hacia él mientras caminaba
a mi lado.
—No discutas,
por favor —susurró, tomó
los platos de
mis manos y
fue de nuevo
hacia la mesa. Miré sin poder
hacer nada a la Sra. Mary. Ella me sonrió y me dio dos largos vasos con jugo de
naranja.
—Sólo come con
el chico antes
de que empiece
a rogar y se
avergüence a si mismo —dijo lo suficientemente alto como para que Peter la
escuchara. Él colocó los platos con una sonrisa.
—Es la verdad y tú lo sabes —dijo.
No pude
evitar sonreír. Tomé
los vasos y fui hacia
la mesa. Peter corrió
la silla para mí y
me senté. Él se sentó
a mi lado, metió su
mano bajo la mesa y tomó la mía.
—Gracias por desayunar conmigo.
Le sonreí y
asentí. No creí
que decir “con
gusto” sonara bien.
Yo debería ser quien le agradeciera. Tenía tanta
hambre, y el
desayuno de hoy
sabía mucho mejor
del que normalmente tomaba
después de que
los Lanzani terminaban el
suyo. Tomé un trozo de tocino y lo
mastiqué, pero el peso de la mirada
de Peter me hacía sentir incómoda.
Tragué y le susurré, no queriendo que la Sra. Mary me
escuchara. —No voy a ser capaz de comer si me estás mirando.
Sonrió. —Lo siento,
es sólo que es algo que no había visto antes.
Fruncí el ceño, no muy
segura de lo
que quería decir.
—¿Nunca habías visto a una chica comer? —pregunté,
confundida.
Él se rió.
—Bueno, ahora que
lo mencionas, no,
no he visto
a muchos comer. Por lo general no pueden comer frente a mí, o ellos sólo
no lo hacen por regla. Pero lo que quería decir es que nunca te había visto a
ti comer, y es lindo. No quería mirar. Lo siento.
Me recordó a aquel niño pequeño de nuevo, tratando de
escapar de un castigo, y no pude evitar sonreír. —Está bien, pero ya me viste,
así que deja de mirarme y come tu desayuno antes de que se enfríe.
El sonrió y miró hacia su propia comida. La puerta de la
cocina se abrió, y Gas entró silbando.
—Buenos días, Sra.
Mary, ¿Me tiene algo bueno para comer?
La Sra. Mary
le lanzó una
advertencia silenciosa que claramente le decía
que se comportara,
y Gas frunció el
ceño y se
volvió hacia nosotros. Peter se
inclinó en su silla y tomó un trago de su jugo.
—Ah, buenos días, Lali, Sr. Lanzani.
Peter asintió con la cabeza hacia Marcus, y la mirada de Gas
no se quedó. Sólo fue hacia el cuarto de lavado para cambiarse. Suspiré de
alivio porque él
no había dicho nada estúpido. Peter se inclinó hacia mí.
—Nada que él pueda
decir hará que
lo despida, a
menos que sea
en tu contra. Deja de preocuparte. Sé que está
enojado conmigo, y una parte de mí no lo culpa, pero la otra parte sólo está
aliviada de que tú me quieres.
El lugar en mi
corazón, donde Peter tomó residencia, creció.
Le sonreí. —Gracias.
Se encogió de hombros y se inclinó de nuevo.
—No tienes nada que
agradecerme, pero con gusto.
El resto
del desayuno transcurrió
sin problemas, y Peter
me llevó aparte antes de que fuera a
ayudar a limpiar lo del desayuno.
—Trataré de mantenerme alejado de ti, si puedo, mientras
trabajas. Pero tan pronto como hayas terminado, vendré por ti.
Una sonrisa tonta se
posó en mi rostro, y yo asentí. Tomó mi mano y la besó antes de girarse para
salir. Me forcé a
mi misma a
empujar mis pensamientos
sobre Peter a un lado, para poder concentrarme en el resto
del día. Varias veces, una cálida sensación
de hormigueo me
recorría, y mi corazón se
aceleraba sabiendo que él me
miraba.
El final de mi día de trabajo no pudo llegar más pronto.
En cuanto caminé
fuera del cuarto
de lavado, después
de cambiar mi uniforme por ropa, una mano me tomó por el
brazo.
—Ven conmigo
—susurró Peter, y
lo dejé guiarme
por escaleras que nunca había usado
y, a través
de varias puertas
y pasillos, que no sabía que existían.
Finalmente, estábamos en la puerta de su cuarto. Recordaba
claramente la última vez que estuve allí, pero caminar hacia dentro, de su mano,
hizo que todo
fuera diferente. Este
era el lugar
donde él dormía
y escribía canciones. Algo
dentro de mí,
sabía que cada
momento que me acercaba
a él, hacía
mucho más difícil
tener que dejarlo
ir.
Dio un paso hacia adentro, y cerró la puerta,
girándose para sonreírme. —Quería
que vieras mi
cuarto. Bueno, creo
que debería decir
que quería que vieras mi cuarto conmigo.
Tomó mi mano y me
llevó hasta la pared de las guitarras. Alargó la mano hacia la vieja guitarra usada en el medio y la trajo hacia abajo. La veneración que
parecía tenerle al instrumento me hizo sonreír.
—Esa debió haber sido tu primer guitarra. Se ve muy amada.
Asintió y me la dio. Tomé la
fresca y dura madera en mis
manos y estudié la
escritura en ella.
Primero pensé que
estaba autografiada por alguien
más, pero tomándola
más de cerca,
vi la firma
infantil que claramente decía
“Peter Lanzani”. Deslicé mis
dedos sobre el
nombre, pensando en cuánto tiempo ha pasado ya para él.
—Cuando tenía siete años, le rogué a mis padres una
guitarra. Sabía que ellos no
me la comprarían
dado que el
año anterior rogué
por una batería y no asistí a las
lecciones. Les prometí que aprendería a tocarla sin lecciones si sólo pudiera
tener una. Tomaron dos años para que finalmente me la dieran. Desperté una
Navidad, y estaba de pie delante
del árbol de Navidad. Nunca
olvidaré la emoción
que me recorrió
el cuerpo. Tomé
la guitarra y corrí directo a mi cuarto. Toqué hasta que di con el
estribillo de “Wanted Dead or Alive”. Fue cuando me di cuenta que podía tocar
de oído.
Había leído ese dato
una vez, pero se lo había achacado a la ficción de la publicidad.
—Apuesto a que tus padres se sorprendieron.
Él se rió
y asintió.
—Sí, no todos
los días un
niño de nueve
años toma una guitarra
y toca una
canción de Bon
Jovi, sin ningún entrenamiento formal.
Sonreí y le di la guitarra.
—Entonces, así es como todo comenzó. No es de extrañar que
la tengas en el centro.
Asintió y se volvió para colgarla de nuevo en la pared.
—No, espera —extendí la mano y toqué su brazo.
Él me miró.
—Toca para mí.
Se volvió hacia
la pared de
costosas guitarras.
—Bueno, yo en realidad te traje aquí para dar rienda
suelta a mi don, que es un imán para las
chicas —me dio
una sonrisa torcida—.
Considerando que mi personalidad de
estrella no te
impresiona, iba a
hacer trampa, tomar
la Fender Stratocaster10 original, tocarte una de mis canciones número
uno y ver si podía conseguir que te convirtieras en masilla en mis manos.
Reí y
sacudí mi cabeza.
—Lamento
decepcionarte, pero tu
Fender Stratocaster original y un hit número uno, que he escuchado
infinidad de veces en la radio, no me harán convertirme en masilla. Sin
embargo, si te escucho tocar en esa guitarra, la primera canción que has
tocado, veré qué puedo hacer al respecto para convertirme en masilla.
Suspiró juguetonamente y se sentó en el borde de su cama.
Palmeó un lugar junto
a él, y me senté
a su lado.
—Estoy
trabajando con la desventaja
de una vieja
guitarra desgastada y una canción
que no he tocado
en años, pero
si esto es
lo que se
necesita para impresionarte entonces aquí va. —Comenzó a
tocar y pronto su voz se unió a la guitarra.
Si quería convertirme en masilla, tuvo éxito, porque el
sonido de su voz me calentó
todo el cuerpo.
Quería cerrar mis
ojos e imaginar
al pequeño niño en su cuarto, la mañana de Navidad. Podía ver al niño
antes de haberse convertido
en estrella. El
deseo de que
él fuera normal,
y no famoso, creció con más
fuerza. Me sentí culpable, pero no pude hacer que se fuera.
Si él sólo fuera
un chico regular
que tocaba bien la
guitarra, y cantaba para
mí en citas
junto al agua.
Me permití mirarlo
mientras cantaba las palabras,
con una sonrisa
en su rostro.
Lo imaginé cantándose a sí mismo
cuando era niño, mientras vagaba por el aire libre, pretendiendo ser un
vaquero. La canción llegó a su fin, y me sonrió.
—Bueno, ¿Qué te pareció?
Le sonreí.
—Perfecto.
Se rió y
sacudió su cabeza.
—La mayoría de
las chicas quieren sonatas románticas,
y tú quieres una canción sobre un vaquero buscado vivo o muerto.
Colgó la guitarra de nuevo en la pared.
Llamaron a la puerta,
y Pablo Lanzani entró. Me vio y se detuvo. —Uh, lo siento. No sabía que tenías
compañía. Sólo caminaba por aquí y escuché esa
vieja canción y
pensé que debería
pasar y ver
a qué se
debía el recuerdo del pasado.
Peter se volvió y le sonrió a su hermano. —Está bien. Puedes
entrar.
Pablo entró y cerró la puerta detrás de él. —Traje a Lali
aquí para tocar
para ella uno
de sus números favoritos de mi repertorio,
y vengo a
darme cuenta que ella
no tiene un favorito. No le gusto para nada.
Me reí de su
expresión, y la expresión de asombro de Pablo se volvió instantáneamente una
sonrisa cuando se dio cuenta que su hermano sólo quería molestarme.
—No es cierto.
Resulta que me gusta mucho la
canción que cantas sobre luchar para encontrarte a ti
mismo.
Peter alcanzaba otra guitarra y se congeló. Se volvió hacia
mí. No supe que fue lo que dije mal, pero me miró fijamente a los ojos, muy
seriamente por lo que
pareció una eternidad.
Poco a poco,
una sonrisa se
formó en sus perfectos labios
justo antes de que preguntara: —¿En serio?
Asentí, no muy segura de por qué le sorprendía.
—A mi también —dijo finalmente, antes de bajar la otra
guitarra.
Miré a su hermano, confundida, y Pablo me sonrió. —“Inside War”
fue la primera canción que Peter escribió. Él luchó con uñas y
dientes para conseguir
que la lanzaran. Para
ese momento de su carrera, solo había grabado
canciones escritas por otras personas.
Luchó fuerte con “Inside War”, y nunca logró llegar al número uno, pero estuvo
en el
top ten. A
partir de entonces,
se le dio
más rienda suelta
a lo que cantaba en sus discos.
Asentí. Peter había tomado
otra guitarra y se paró
junto a la
cama mirándome.
—A la mayoría de las chicas les gustan mis canciones de amor
—se encogió de hombros—. Tú sigues sorprendiéndome.
Traté de recordar una canción de amor que él hubiera
grabado, pero ninguna se me
vino a la
mente. En casa, Jessica me
forzaba a escuchar canciones de
los ochentas. Ella no escuchaba mucho más. La música no era algo de lo que supiera mucho.
—Bueno, cántame una de tus famosas canciones de amor.
Me sonrió y tocó una
suave y tersa melodía. Pronto su voz se unió, y me encontré a mi misma incapaz
de quitar mis ojos de él.
—Sólo para hacer brillar tus ojos, haría cualquier cosa.
Podría dejarlo todo para saber que eres mi chica.
Sólo estar contigo y escuchar tu risa es lo que hace
a mi otra
mitad.
Estaba perdido y
frío por dentro,
cuando tu corazón llamó
al mío.
Ahora sé
que eres lo
único que me
mantiene aguantando, cuando el resto del mundo parece venirse abajo.
¡No me dejes ahora! ¡No podría lograrlo!
No me dejes ahora. ¡No soy lo suficientemente fuerte!
Eres la razón por la que puedo tomar esta guitarra y hacerla
cantar.
No me dejes ahora, o me voy a desmoronar.
Sé que a veces la vida conmigo es difícil de manejar.
Estoy atrapado entre luces y multitudes.
Pero tú eres la razón por la que sigo tocando.
Sin ti niña, todo moriría.
Apóyate en mí a través
de este viaje,
por favor, porque si lo
dejas ir también
lo haré yo.
Si el brillo
en tus ojos
se empieza a desvanecer,
mi corazón no latirá y mi canción desaparecerá.
¡No me dejes ahora! ¡No podría lograrlo!
No me dejes ahora. ¡No soy lo suficientemente fuerte!
Eres la razón por la
que puedo tomar esta guitarra y hacerla cantar.
No me dejes ahora, o
me voy a desmoronar.
No me dejes ahora, o me voy a desmoronar.
Niña, si me dejas, todo se va a desmoronar.
Su voz suave y ronca se detuvo, y tocó la guitarra más lentamente. Cuando la canción terminó, lo miré
fijamente incapaz de decir nada. Él
sonrió tímidamente.
—La primera número uno que yo escribí. Es la canción que las
chicas siempre quieren escuchar.
Sonreí y luego
suspiré. —Quisiera haber
podido hacer una
broma, pero después de esa interpretación, no sabía si ponerme de pie y
aplaudir, o desmayarme.
Tiró su cabeza hacia atrás y se rió.
—¡Ah, por fin!
—Desearía haber
aprendido a tocar guitarra. Nunca he
visto a una chica
no tambalearse cuando
él empieza una
canción de amor
—dijo Pablo.
Me encogí
de hombros en
derrota.
—Desearía poder discutir,
pero tengo que admitir
que verlo cantar
esa canción y
tocar la guitarra
es increíblemente difícil de resistir. Ya la había escuchado antes, pero
nunca con la vista
que él me
dio, y nunca cambiaré de
estación cuando la escuche de nuevo.
Pablo se echó a reír, y Peter me sonrió.
—Nunca vas a dejarlo pasar sin recordarme lo poco afectada
que estás por quien soy, ¿Verdad?
—No queremos que te
crezca la cabeza.
Pablo rió de nuevo. —Su cabeza ha sido grande desde la
primera vez que supo que era un prodigio.
—Sólo te estoy
molestando. Nunca he
quitado tus canciones.
La verdad es que difícilmente escucho música en la radio. Sólo tenemos
una radio en casa,
y mi mamá
ama los ochentas.
Conozco más canciones
de ese periodo de tiempo que canciones actuales.
—Odio la música
de los ochentas,
lo siento mucho
por ti —dijo Pablo con sinceridad.
Sonreí y me encogí de
hombros. —No son tan malas cuando es todo lo que siempre has conocido.
Pablo levantó
las cejas como
si no estuviera
muy seguro.
—Ah, sí, claro —dijo
e hizo una mueca.
Pablo miró a Peter detrás
de mí, luego aclaró su voz y se levantó.
—Um, bueno, creo que ya me voy. Tengo que estar en otro lugar. Nos
vemos,Lali.
—Bueno, adiós.
—Sí, nos vemos.
Volví mi atención
hacia Peter después de
la salida precipitada
de su hermano.
—¿Por qué lo hiciste irse?
Peter fingió
inocencia.
—No tengo idea de lo que estás diciendo. Tú lo escuchaste,
tiene que estar en otro lugar.
Me reí.
—Claro que sí.
Peter me sonrió, caminó hacia un cofre alto y abrió un
cajón.
—Si te doy algo mío, ¿Lo aceptarías si yo de verdad quisiera
que lo tuvieras?
No estaba segura de
cómo responderle.
—Um, creo que depende
de qué es lo que quieres darme.
Sacó un iPod
y lo trajo.
—Quiero que
tengas esto. Es
mío y tiene varios cantantes
geniales en él,
pero quiero que
lo tengas porque
cada canción que he grabado está en él también. Tomé el iPod de sus
manos.
—Gracias.
—Si no
quieres escucharme, está
bien. Si hay
otros cantantes que quieres, tráelo, y yo los pondré allí
para ti —metió la mano en el cajón—. Oh,
y aquí hay unos audífonos. Te conseguiré unos inalámbricos, pero es necesario
que los hagan de acuerdo a tus oídos. Podemos
conseguirlos el domingo. Me reí de su entusiasmo.
—Estos audífonos están bien.
Sacudió su cabeza.
—Dices eso ahora,
pero si usaras unos audífonos inalámbricos sabrías que no es cierto.
Suspiré y estuve de
acuerdo.
—Está bien.
Se veía tan
emocionado de ser
capaz de darme
algo, que no quería estropearlo. Me gustaba verlo actuar como un niño pequeño.
Mis entrañas se ablandaban durante los momentos en que él se abría lo
suficiente para mostrarme su lado vulnerable.
—Te escucharé mientras voy a dormir por las noches —le
aseguré al niño pequeño, quien parecía ansioso por su regalo.
Cerró sus ojos con fuerza.
—No sabes lo bien que me hace sentir el pensar en eso, pero
ahora voy a tener dificultades al dormir por las noches sabiendo que estoy
cantándote al oído.
Abrió sus
ojos para mirarme,
vi algo allí
que sólo había
llegado a desear.
Eso, o mi corazón
estaba mintiéndome.
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Son tan tiernos :3
te espero http://amorporcasiangeless.blogspot.mx/
ResponderEliminarbesos!
Cuando un beso ?? Son novios es muy muy tierno peter pero encerió quiero beso laliter!! Subio otro muy bueno
ResponderEliminar+++++++++++++
ResponderEliminarAh quiero más y quiero beso!!! Besos Naara
ResponderEliminarQuiero mas mas mas mas
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