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lunes, 13 de enero de 2014

Capitulo: 10


  Cuando  llegué  al  trabajo  al  día  siguiente,  había  una  nota esperándome. 
La  Sra.  Mary  suspiró  y  me  la  dio  tan  pronto como entré. Miré a la mesa y una ola de decepción me golpeó cuando vi la silla donde había esperado que Peter estuviera sentado, vacía.

—No  hay  necesidad  de  estar  tan  triste.  Lee  la  nota,  y  luego  date prisa y prepárate. 
Volví  a  la  lavandería  antes  de  abrir  la  carta.  No  quería  leer  nada delante de los ojos fisgones de la Sra. Mary.
 “Lali
 Lamento  no  poder  desayunar  contigo  esta  mañana.  He  estado  tan ocupado  revolcándome  en  el  no  poder  tenerte,  y  que  luego  me  haya  sido dado el regalo de... mi aire...que olvidé el estreno de una película a la que se supone que tengo que ir esta noche. Voy a volar a Hollywood esta mañana temprano y estaré de vuelta tan pronto como esto termine. Pretendo coger un avión y dirigirme hacia ti tan pronto como sea posible. Por favor perdóname. Nos veremos pronto. Extráñame.
Peter”
Tragué el bulto  que tenía en  la garganta,  agravada conmigo misma más que con cualquier otra cosa. Peter era una estrella del rock. Tenía una banda y gente que dependían de él. Tenía que ir a cosas como estrenos de películas.  Sabía  que  cuanto  más  tiempo  pasase  con  él,  las  cosas  como estas  serían  más  difíciles  de  llevar  para  mí,  pero  también  necesitaba decidir si quería estar con él lo suficiente como para superarlo.
 Me cambié rápidamente  y  me  salpiqué  la  cara  con  agua  fría.  Necesitaba concentrarme, no pensar en Peter y su vida real. Era algo que nunca sabría o  entendería.  Necesito  conseguir  un  control.
 Me  sequé  la  cara  con  una toalla y volví a la cocina. —¿Por dónde empiezo?
La  Sra.  Mary  se  volvió.  Le  sonreí  y  frunció  el  ceño,  entonces  a regañadientes me sonrió.
  —Tengo cuatro kilos y medio de patatas por ahí recién  salidas  de  mi  jardín.  Empieza  por  lavarlas,  y  luego  pélalas  todas para mí.

Asentí  y  fui  directa  al  trabajo.  Limpiar  patatas  me  dio  una  gran oportunidad de sacar mi mente de otras cosas. Deseé no extrañarle tanto. Dos días y ya era tan adicta a su presencia que estaba perdida sin él. Pero entonces  recordé  mi  iPod,  salté,  fui  a  mi  bolso  y  lo  saqué.  Me  había sentado  la  noche  anterior  en  mi  habitación  imaginándomelo.  Encontré  el último álbum de peter y me puse los auriculares.  Escucharlo ayudaba. No veía  una  estrella  en  el  escenario  cuando  lo  escuchaba.  Veía  a  un  chico sentado  en  su  cama con  su  vieja guitarra, sonriéndome. Su voz  ayudó  a que las patatas, y la mañana, pasasen más rápido. Estaba tan perdida en mis  pensamientos  y  en  la  música  que  salté  cuando  alguien  me  tocó  el hombro.
Gas me miró. —Perdida en la música, veo. —dijo sonriendo.
Asentí y me quité los auriculares de los oídos.
 —Sí, supongo que lo estaba.
Gas empujó un taburete y se sentó a mi lado.
—Déjame adivinar a quien estás escuchando. ¿Podría ser el número uno de la tabla top de las listas de las pasadas tres semanas,Peter Lanzani?
Me  alegraba  que  Gas pareciese  estar  de  un  humor  bromista.
Asentí y le sonreí.
—Supongo que soy bastante obvia.
Gas suspiró. —Desafortunadamente, sí, lo eres.
—Sé que paso todo mi tiempo con Peter. Sólo tengo este verano con él, después se irá de mi vida, y tendré que aprender a seguir viviendo.
Gas se apoyó en la pared y frunció el ceño. 
—Sabes que cuando se  vaya  este  verano,  estará  terminado.  Quiero  decir,  te  ha  dicho  esto, seguramente.
Pensé en cómo contestarle. Era entre Peter y yo, pero Gas era mi amigo y necesitaba algunas respuestas. Se merecía algunas respuestas.
—Los dos sabemos que intentar tener una relación, mientras él rockea por el mundo y yo termino el colegio, es imposible. Sabíamos esto al empezar la relación, y los dos acordamos que estar juntos ahora era lo que queríamos.
Gas miró  a  la  gran  pila  de  patatas.
  —¿Y  estás  bien  con  esto? Quiero  decir,  ¿Estás  bien  con  salir  con  él  ahora?  ¿Después  sólo  se  irá cuando termine el verano y no estarás con el corazón roto?
Dejé  salir  una  risa  corta. 
—No  dije  que  mi  corazón  no  se  romperá. Me temo que eso es inevitable.
Gas se apoyó en las  rodillas y me estudió.
 —¿Entonces por qué te estás haciendo esto a ti misma? —preguntó lo suficientemente bajo para que nadie que estuviese cerca lo oyese.
  Puse  la  última  patata  en  la  pila. 
—Ahora  es  demasiado  tarde, Gas. Lo amo. Ya no tengo elección.
Reaccionó  como  si  le  hubiese  abofeteado,  y  odiaba  hacerle  daño, pero sabía que necesitaba saberlo. 
—No  se  lo  merece.  Puede  tener  el  amor  de  cualquier  chica  del mundo, y tomó el tuyo. Alguien que merece mucho más que una aventura de verano
. Se  levantó  y  empezó  a  irse,  pero  paró  y  me  miró. 
—Si  fueses  mía, nunca te dejaría ir. —Se fue de la cocina. El resto del día pasó despacio, y estaba contenta de que terminase. Fui  a  cambiarme de ropa  y  estaba saliendo por  la  puerta cuando la  Sra. Mary me llamó.
 —Se me olvidó decirte que habrá un coche esperándote para llevarte a casa en el frente cuando estés lista.
Suspiré y pensé en ir a casa sola en uno de sus coches y sacudí la cabeza. 
—Está bien,  quiero ir en mi bici esta noche. Todavía es pronto, y quiero un poco de aire fresco.
 La Sra. Mary sacudió la cabeza. 
—No le va a gustar oír eso. Puedes estar segura de que Kane le dirá que te fuiste en bici a casa.
Sonreí y abrí la puerta.
—Es mi... amigo, Sra. Mary, no mi guardián. —contesté.
Volver  a  casa  en  bici  mientras  se  ponía  el  sol  era  realmente placentero.  Paré  en  la  playa  pública  y  me  senté  por  unos  pocos  minutos mientras  miraba  a  las  familias  disfrutar  el  último  rato  de  luz  del  sol. Turistas con la piel roja llenaban la playa, y reconocí bastantes chicos del colegio trabajando en los alquileres de sillas, sombrillas y motos acuáticas. Todos parecían estar cerrando. Tomé una profunda respiración y dejé que el aire húmedo del océano llenase mis pulmones. Algo sobre el aire parecía estar  sanándome.  Como  si  hiciese  todo  bien  sólo  con  ser  limpio y  puro y lleno de algo bonito.
—¿Lali Esposito?
Oí mi nombre y me di la vuelta para ver a una chica que reconocí de mi clase de biología, de pie, a mi lado, con un bañador de una pieza, rojo. No  podía  recordar  su  apellido,  pero  recordé  su  nombre.
  —Sí,  Amanda, ¿Verdad?
Sonrió  amistosamente  y  asintió. 
—Sip,  no  te  he  visto  desde  que terminó el colegio.
Asentí.
—He estado trabajando
Sonrió.  —¿No  sabes  que  lo  mejor  de  vivir  aquí  es  que  puedes trabajar en la playa?
Pensé exactamente lo mismo al principio del verano. Quería tener un trabajo  en  la  playa,  pero  ahora  las  cosas  eran  muy  diferentes. 
—Estoy segura  de  que  lo  es,  pero  gano  un  buen  dinero  haciendo  trabajos domésticos.
Frunció el ceño.
—¿Pero dónde está la diversión en eso...a no ser que haya chicos guapos alrededor? Deberías hacer el examen de socorrista. Ser socorrista  es  muy  divertido.  Hay  chicos  calientes  por  todas  partes... ¡Muchas veces consigues trabajar con uno!
Asintió  con  la  cabeza  hacia  un  chico  alto,  rubio  y  bronceado  que estaba  bajando  del  puesto  de  socorrista  con  un  bañador  rojo. 
—¡Cómo Todd Mitchell! ¡Va a ir a último curso este año y luego a la universidad de Tucaloosa el próximo otoño! ¡Es taaaaan guapo! ¿Puedes nadar?
Asentí, intentando seguir el hilo de la conversación. 
—Sí, pero estoy bien  donde  estoy  ahora  mismo.  De  todas  formas,  si  me  aburro  mucho, recordaré el trabajo de socorrista.
 Frunció  el  ceño  de  una  manera  que  me  recordó  a  la  hermana pequeña de Barbie.
—Bien,  supongo.  Oye,  deberías  venir  a  la  fiesta  del  4  de  Julio  en casa de Dylan McCovey. Tiene una casa en la playa, y da una fiesta todos los 4 de Julio. ¡Es genial! ¡Deberías venir!
 Por  alguna  razón,  me  gustaba  a  esta  chica  burbujeante.  Yo,  sin ninguna personalidad. Y no quería dejarla plantada otra vez. 
—Vale, bien, claro. Um, ya te diré. Tengo que comprobar mi horario de trabajo y todo. —Pensé en Peter y me pregunté si querría pasar el 4 de Julio conmigo. Amanda  asintió  y  metió  la  mano  en  su  bolso  rosa  brillante  con puntos y sacó un celular.
—¿Cuál es tu número?
Pensé sobre ello un minuto. No estaba segura de qué decirle. Jessica tenía un celular, pero no siempre se pagaba la factura. Supuse que podía darle  a  Jessica el  número  y  esperar  que  me  lo  dijese  cuando  llamase,  si funcionaba esta semana.
—555-9987.
Lo tecleó en su fino y rosa celular y lo metió de nuevo en su bolso.
—Guay,  te  llamaré  más  tarde  esta  semana  para  ver  si  puedes hacerlo.
 Asentí, y nos despedimos. Se volvió, y se fue rebotando. Parecía muy feliz  y  amistosa.  Todo  lo  que  deseé  poder  ser.  Sin  embargo,  no necesariamente quería botar cuando andaba. Volví a mi bici y me dirigí a casa. Estaría en casa a tiempo para hacerle la cena a Jessica
  En  el  momento  en  que  entré  por  la  puerta,  mamá  me  llamó  desde su habitación.
—¿Lali? ¿Eres tú?
—Sí  —contesté,  mientras  iba  a  verla,  así  no  tendríamos  que gritarnos.
Paré cuando llegué a la puerta de su habitación y la encontré de pie en braguitas y sujetador en frente de la ventana con un helado grande en la mano.
 —¡El  calor  me  está  matando,  Lali!  Lo  juro,  no  puedo  esperar  a tener mi cuerpo de vuelta.
Suspiré y me mordí la lengua para no recordarle que esto era culpa suya.
 —Estoy segura. —Era todo lo que me permitía decir.
—Así que estás pronto en casa hoy. No te han despedido, ¿Verdad? —preguntó  toda  seria,  mientras  la  idea  de  que  yo  no  tuviese  trabajo empezaba a echar raíces en sus pensamientos.
Sacudí  la  cabeza  y  me  apoyé  en  el  marco  de  la  puerta.  —No,  la familia está fuera esta noche, así que pude venir a casa antes.
Todavía  no  sabía  nada  sobre  Peter .  No  quería  que  averiguara  y descubriera alguna manera de poder sacar dinero a Peter. Ligar con tíos era cosa  suya,  no  mía.  No  quería  que  ningún  hombre  cuidase de  mí.  Quería ser auto-suficiente. No quiero que mi hija adolescente pague las facturas y cocine.
 —Hmmm,  bien  eso  está  bien  para  mí  y  el  bebé.  Estamos hambrientos,  y  el  pensamiento  de  trabajar  en  una  cocina  caliente  es demasiado.
Asentí y me volví. La cocina tenía todo lo que necesitaba para hacer tacos. Y Jessica amaba los tacos. Saqué la carne de la nevera y la puse en agua caliente para que se descongelase.
—Mañana tengo que ir a la clínica a hacerme un chequeo. ¿Vas a ir a trabajar?
Quería reírme de su pregunta. Había trabajado todos los días desde que había terminado el colegio, excepto los domingos claro. No me estaba quejando, porque si no trabajase, no ganaría dinero, y no vería a Peter.
 —Sí.
—¡Oh mierda! Odio conducir.
No  contesté.  En  cambio,  busqué  por  los  armarios  los  condimentos para los tacos.
—Sabes, voy a cumplir treinta y un semanas este lunes, y, dentro de dos meses, tendré a este bebé. Ni siquiera he elegido el nombre todavía.
 Un nudo nervioso  creció  en mi estómago al pensar  que un  bebé de verdad  llegaría  a  casa.  El  bebé  no  había  parecido  real  mientras  no  tenía nombre, pero darle un nombre de alguna manera lo hacía real, y me ponía muy nerviosa.
 —Estaba pensando que me gusta el nombre Sasha si es una chica. Ya sabes pegarse a los nombres con S.Lali, Sasha. (lali aquí se llama sadie por eso la cosa con s)
No dije nada.
 —O si es un chico, ¿Qué te parece Sam? 
Intenté ignorarle. Realmente no quería darle un nombre a este bebé. Hacía que mi interior hiciese cosas raras. El pensar en la comida de bebé, concepción, pañales, y, bueno, un bebé, me asustaba. Podía ver a Jessica venir a casa y decir que no podía cuidarla y darme el bebé a mí. No tenía ni idea de qué hacer con un bebé. De verdad  necesitaba que ella fuese la madre. Necesitaba  que  fuese madura con  este  bebé. Porque yo  no estaba preparada.
—Bien... así que ¿No te gusta ese nombre? —preguntó otra vez.
 —No, me gusta. Es sólo que no tengo ninguna preferencia. 
Se  quedó  en  silencio  por  un  momento,  y  me  pregunté  si  notó  mi miedo. 
Y  luego  dijo:  —Bueno,  creo  que  va  a  ser  una  niña,  así  que  voy  a llamarla Sasha Jewel Esposito.
Tragué el nudo que apareció en mi garganta y me forcé a contestar.
 —Claro, mamá. Suena bien.
 Jessica comió en frente de la ventana en ropa interior, y yo comí sola en  la  mesa.  Cuando  terminamos,  lavé  los  platos  y  me  fui  a  tomar  una ducha. Quería irme a la cama más temprano que de costumbre, y dormir de repente parecía muy atractivo.
 —¡Lali!
Me  senté  en  la  cama  al  oír  el  sonido  de  mi  madre  gritando  mi nombre.  Bajé  mis  pies  al  duro  piso  de  madera  y,  antes  de  que  pudiera llegar a la puerta, ella comenzó a gritar de nuevo.
—¡Lali !
Corrí a través del pasillo y entré en su habitación. Estaba sentada en el borde de la cama, sosteniendo su estómago, con sudor en su rostro.
—Algo está mal —jadeó—. ¡Me duele como el infierno!
Agarré su bata y la deslicé por sus brazos.
—Vamos, vayamos al hospital.
  Gruñó y se levantó. Habíamos  recorrido  medio  pasillo  cuando  soltó  otro  grito espeluznante y se agachó para aferrarse a su estómago
—Ayúdame, Lali, esto duele mucho —dijo entre lágrimas.
Era  difícil  ocultar  mi  pánico.  Ver  a  mi madre gritando de dolor me aterrorizaba. La metí en el auto y recordé su bolso, así que corrí hacia  el interior  para  agarrarlo.  En  mi  camino  a  la  puerta,  volvió  a  gritar,  y esperaba  que  alguien  la  oyera  y  se  ofreciera  a  venir  a  ayudar.  En  ese momento, no me sentía lo suficientemente competente, y realmente quería ayudar.  Corrí  hasta  el  coche,  abrí  la  puerta  y  salté  dentro.  Giré  hacia  el camino  y  me  dirigí  al  hospital  local.  Por  suerte,  estábamos  a  sólo  unos kilómetros  de  distancia.  Miré  a  Jessica  mientras  descansaba  su  cabeza sobre el asiento.
—¿Estás bien? —pregunté, rogando por un sí.
—Por ahora —dijo en voz baja.
 No  pregunté  más.  No  quería  causarle  ningún  dolor.  Llegamos  a  la sala  de  emergencias  rápido,  ya  que  las  carreteras  estaban  vacías  a  las cuatro de la mañana. Me detuve en la entrada y corrí a abrir la puerta. No había  experimentado  más  dolor  desde  que  salimos  de  la  casa,  y  estaba agradecida. Concentrarme en el camino fue bastante difícil con mi corazón latiendo  fuera  de  mi  pecho  y  mis  manos  sudorosas. 
—Espera  aquí.  Iré  a buscar ayuda. No camines.
Asintió con firmeza, y corrí hacia el interior. El olor al desinfectante en el hospital me golpeó  la nariz y, por una vez,  el  olor  me  consoló.  Una  señora  estaba  detrás  de  un  escritorio, observándome.
—Mi mamá está en el auto. Está embarazada y tiene mucho dolor.
 La  señora  se dirigió rápidamente a  otra  habitación  y  salió  con  una silla de ruedas.
 —El auto está estacionado justo enfrente  —dije mientras rodeaba el escritorio.
Caminamos  hasta  el  auto  apresuradamente.  La  señora  y  yo ayudamos  a  Jessica  a  sentarse  en  la  silla  de  ruedas.  La  señora  de inmediato  comenzó  a  hacerle  preguntar,  y  me  mordí  la  lengua  para  no evitar  urgirle  a  que  hiciera  algo  para  detener  el  dolor.  Una  vez  dentro, consiguió su información y luego me ordenó quedarme en la sala de espera mientras ellos le hacían un chequeo. Lo cual sonó bien para mí, no quería ir  con  ellas.  Sentarme  sola  por  unos  minutos  para  calmar  mi  corazón acelerado,  era muy  necesario.  Había un  montón  de asientos  vacíos  a esa hora,  así  que  encontré  una  silla  frente  a  un  televisor  que  colgaba  en  la pared, y vi las noticias sin sonido.
—Hola  —Una  mano  sacudió  ligeramente  mi  hombro  y  una  voz femenina me despertó. 
Me senté en mi silla. —Um, sí, lo siento. ¿Mi mamá está bien?
La  enfermera  sonrió.  —Sí,  ella  está  bien.  Tenía  un  caso  grave  de deshidratación  provocado  por  no  beber  suficientes  líquidos,  pero  estará muy bien y también el bebé.
Suspiré de alivio. —Está  dormida,  y  la  hemos  trasladado  a  una  habitación.  Una  vez que la hidratemos y nos aseguremos que las contracciones han cesado la daremos de alta. Puedes ir a verla a su habitación si así lo deseas.
 Asentí y me levanté. La televisión sin sonido decía que eran las 7:30 en  la  esquina derecha,  y  me quedé  helada  al recordar  que  debería  haber estado en el trabajo desde hace una hora.
—Tengo que hacer una llamada antes de subir. ¿Debo salir para usar el teléfono?
Sonrió. —Sí, debes salir. Estaré en el escritorio cuando estés lista, y te llevaré a la habitación.
Le  di  las  gracias  y  me  dirigí  a  la  puerta  por  donde  había  traído  a Jessica un par de horas antes.
Metí la mano en el bolso de mi madre y saqué su teléfono. Sabía que guardó  el  número  de  la  Sra.  Mary  en  alguna  parte.  Busqué  en  los contactos hasta que lo encontré.
—Hola,  Lali—respondió  la  voz  ansiosa  de  la  Sra.  Mary  al  primer timbre.
—Hola, Sra. Mary. ¡Lo lamento tanto! Tuve que traer a mi madre al hospital  a  las  cuatro  de  la  mañana,  y  me  dormí  en  la  sala  de  espera. Acaban de decirme que puedo subir a verla. Lamento no haber llamado.
—Oh, mi Señor, ¿Ella está bien?
—Sí, sí, está bien. Era un caso de deshidratación, y la tendrán aquí por  el  resto  del  día  hasta  que  esté  hidratada  y  estable.  Tengo  que quedarme y llevarla a casa cuando esté lista. Lo siento mucho. —Chica, será mejor que dejes de disculparte. Me alegro de que estés bien. Ahora, aquí está el número del Sr.Peter. Necesitas llamarlo. Fue a tu casa a buscarte. Nunca he visto a ese chico tan preocupado porque tú no llegabas.  No  te  preocupes  por  nada,  y  llámale,  por  favor,  antes  de  que llame a la policía para buscarte.
Le di las gracias y me despedí, de inmediato llamé al número de Peter.
—¿Hola?
—Peter, soy Lali.
—¿Estás bien? ¿Dónde estás? 
—Estoy bien. Traje a mi madre al hospital alrededor de las cuatro de la  mañana.  Tenía  dolores.  Pero  está  bien  ahora,  y  están  bombeándole fluidos. Debe ser capaz de irse pronto.
—Voy en camino.
—No, Peter, espera. No puedes venir aquí.
Una pausa.
—¿Por qué?
 Reí.
—Porque vas a ser detenido por tus admiradores.
Suspiró. 
—Puedo  hacer  un  par  de  llamadas  y  ponerla  en  un  área privada.
 Reí de nuevo.
—No, no hay ninguna razón. Nos iremos pronto, y no le  he  explicado  a  mi  madre  sobre  ti  aún,  y  hoy  no  es  un  buen  día  para hacerlo.
—Supongo que tienes razón.
—La tengo.
—Te extraño.
Me recorrió un hormigueo por sus palabras.
 —También te extraño.
—Sabes, puedo conseguirte un par de posters para tus paredes…
Reí. —Paso. Sucede que estoy interesada en alguien que no veo como el chico en esos posters.
Dudó un momento, y luego dijo—: Gracias.
—Te veo más tarde —dije y colgué.

 Levanté la mirada hacia el sol de la mañana y sonreí antes de girar sobre mis talones y volver al hospital para ver cómo seguía Jessica. No se deshidrataría de nuevo si podía evitarlo. Toda esta experiencia no era algo que quisiera repetir. La  dieron  de  alta  cerca  de  la  hora  del  almuerzo.  Parecía  cansada y quejumbrosa.  No  podía  esperar  para  llevarla  a  casa  e  ir  a  trabajar.  Tan pronto como la recosté en su cama con una gran jarra de agua con hielo y un vaso al lado, me marché.

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y sigue la espera... :/

PD: los domingos no subo porque es el dia que paso con mis papas

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