Cuando llegué
al trabajo al día siguiente,
había una nota esperándome.
La Sra. Mary
suspiró y me
la dio tan
pronto como entré. Miré a la mesa y una ola de decepción me golpeó
cuando vi la silla donde había esperado que Peter estuviera sentado, vacía.
—No hay necesidad
de estar tan
triste. Lee la
nota, y luego
date prisa y prepárate.
Volví a la
lavandería antes de
abrir la carta.
No quería leer
nada delante de los ojos fisgones de la Sra. Mary.
“Lali
Lamento no
poder desayunar contigo
esta mañana. He
estado tan ocupado revolcándome
en el no
poder tenerte, y
que luego me
haya sido dado el regalo de... mi
aire...que olvidé el estreno de una película a la que se supone que tengo que
ir esta noche. Voy a volar a Hollywood esta mañana temprano y estaré de vuelta
tan pronto como esto termine. Pretendo coger un avión y dirigirme hacia ti tan
pronto como sea posible. Por favor perdóname. Nos veremos pronto. Extráñame.
Peter”
Tragué el bulto que
tenía en la garganta, agravada conmigo misma más que con cualquier
otra cosa. Peter era una estrella del rock. Tenía una banda y gente que
dependían de él. Tenía que ir a cosas como estrenos de películas. Sabía
que cuanto más
tiempo pasase con
él, las cosas
como estas serían más
difíciles de llevar
para mí, pero
también necesitaba decidir si
quería estar con él lo suficiente como para superarlo.
Me cambié
rápidamente y me
salpiqué la cara
con agua fría.
Necesitaba concentrarme, no pensar en Peter y su vida real. Era algo que
nunca sabría o entendería. Necesito
conseguir un control.
Me sequé
la cara con
una toalla y volví a la cocina. —¿Por dónde empiezo?
La Sra. Mary
se volvió. Le
sonreí y frunció
el ceño, entonces
a regañadientes me sonrió.
—Tengo cuatro kilos
y medio de patatas por ahí recién
salidas de mi
jardín. Empieza por
lavarlas, y luego
pélalas todas para mí.
Asentí y fui
directa al trabajo.
Limpiar patatas me
dio una gran oportunidad de sacar mi mente de otras
cosas. Deseé no extrañarle tanto. Dos días y ya era tan adicta a su presencia
que estaba perdida sin él. Pero entonces
recordé mi iPod,
salté, fui a
mi bolso y
lo saqué. Me
había sentado la noche
anterior en mi
habitación imaginándomelo. Encontré
el último álbum de peter y me puse los auriculares. Escucharlo ayudaba. No veía una
estrella en el
escenario cuando lo
escuchaba. Veía a
un chico sentado en
su cama con su
vieja guitarra, sonriéndome. Su voz
ayudó a que las patatas, y la
mañana, pasasen más rápido. Estaba tan perdida en mis pensamientos
y en la
música que salté
cuando alguien me
tocó el hombro.
Gas me miró. —Perdida en la música, veo. —dijo sonriendo.
Asentí y me quité los auriculares de los oídos.
—Sí, supongo que lo
estaba.
Gas empujó un taburete y se sentó a mi lado.
—Déjame adivinar a quien estás escuchando. ¿Podría ser el
número uno de la tabla top de las listas de las pasadas tres semanas,Peter
Lanzani?
Me alegraba que Gas
pareciese estar de
un humor bromista.
Asentí y le sonreí.
—Supongo que soy bastante obvia.
Gas suspiró. —Desafortunadamente, sí, lo eres.
—Sé que paso todo mi tiempo con Peter. Sólo tengo este
verano con él, después se irá de mi vida, y tendré que aprender a seguir
viviendo.
Gas se apoyó en la pared y frunció el ceño.
—Sabes que cuando se
vaya este verano,
estará terminado. Quiero
decir, te ha
dicho esto, seguramente.
Pensé en cómo contestarle. Era entre Peter y yo, pero Gas era
mi amigo y necesitaba algunas respuestas. Se merecía algunas respuestas.
—Los dos sabemos que intentar tener una relación, mientras
él rockea por el mundo y yo termino el colegio, es imposible. Sabíamos esto al
empezar la relación, y los dos acordamos que estar juntos ahora era lo que
queríamos.
Gas miró a la
gran pila de
patatas.
—¿Y estás
bien con esto? Quiero
decir, ¿Estás bien
con salir con
él ahora? ¿Después
sólo se irá cuando termine el verano y no estarás con
el corazón roto?
Dejé salir una
risa corta.
—No dije que mi
corazón no se
romperá. Me temo que eso es inevitable.
Gas se apoyó en las
rodillas y me estudió.
—¿Entonces por qué te
estás haciendo esto a ti misma? —preguntó lo suficientemente bajo para que
nadie que estuviese cerca lo oyese.
Puse la
última patata en
la pila.
—Ahora es demasiado
tarde, Gas. Lo amo. Ya no tengo elección.
Reaccionó como si
le hubiese abofeteado,
y odiaba hacerle
daño, pero sabía que necesitaba saberlo.
—No se lo
merece. Puede tener
el amor de
cualquier chica del mundo, y tomó el tuyo. Alguien que merece
mucho más que una aventura de verano
. Se levantó y
empezó a irse,
pero paró y
me miró.
—Si fueses mía, nunca te dejaría ir. —Se fue de la
cocina. El resto del día pasó despacio, y estaba contenta de que terminase.
Fui a
cambiarme de ropa y estaba saliendo por la
puerta cuando la Sra. Mary me
llamó.
—Se me olvidó decirte
que habrá un coche esperándote para llevarte a casa en el frente cuando estés
lista.
Suspiré y pensé en ir a casa sola en uno de sus coches y
sacudí la cabeza.
—Está bien, quiero ir
en mi bici esta noche. Todavía es pronto, y quiero un poco de aire fresco.
La Sra. Mary sacudió
la cabeza.
—No le va a gustar oír eso. Puedes estar segura de que Kane
le dirá que te fuiste en bici a casa.
Sonreí y abrí la puerta.
—Es mi... amigo, Sra. Mary, no mi guardián. —contesté.
Volver a casa
en bici mientras
se ponía el
sol era realmente placentero. Paré
en la playa
pública y me
senté por unos
pocos minutos mientras miraba
a las familias
disfrutar el último
rato de luz
del sol. Turistas con la piel
roja llenaban la playa, y reconocí bastantes chicos del colegio trabajando en
los alquileres de sillas, sombrillas y motos acuáticas. Todos parecían estar
cerrando. Tomé una profunda respiración y dejé que el aire húmedo del océano
llenase mis pulmones. Algo sobre el aire parecía estar sanándome.
Como si hiciese
todo bien sólo
con ser limpio y
puro y lleno de algo bonito.
—¿Lali Esposito?
Oí mi nombre y me di la vuelta para ver a una chica que
reconocí de mi clase de biología, de pie, a mi lado, con un bañador de una
pieza, rojo. No podía recordar
su apellido, pero
recordé su nombre.
—Sí, Amanda, ¿Verdad?
Sonrió
amistosamente y asintió.
—Sip, no te
he visto desde
que terminó el colegio.
Asentí.
—He estado trabajando
Sonrió. —¿No sabes
que lo mejor
de vivir aquí
es que puedes trabajar en la playa?
Pensé exactamente lo mismo al principio del verano. Quería
tener un trabajo en la
playa, pero ahora
las cosas eran
muy diferentes.
—Estoy segura de que
lo es, pero
gano un buen
dinero haciendo trabajos domésticos.
Frunció el ceño.
—¿Pero dónde está la diversión en eso...a no ser que haya
chicos guapos alrededor? Deberías hacer el examen de socorrista. Ser
socorrista es muy
divertido. Hay chicos
calientes por todas
partes... ¡Muchas veces consigues trabajar con uno!
Asintió con la
cabeza hacia un
chico alto, rubio
y bronceado que estaba
bajando del puesto
de socorrista con
un bañador rojo.
—¡Cómo Todd Mitchell! ¡Va a ir a último curso este año y
luego a la universidad de Tucaloosa el próximo otoño! ¡Es taaaaan guapo!
¿Puedes nadar?
Asentí, intentando seguir el hilo de la conversación.
—Sí, pero estoy bien
donde estoy ahora
mismo. De todas
formas, si me
aburro mucho, recordaré el
trabajo de socorrista.
Frunció el
ceño de una
manera que me
recordó a la
hermana pequeña de Barbie.
—Bien, supongo. Oye,
deberías venir a
la fiesta del
4 de Julio
en casa de Dylan McCovey. Tiene una casa en la playa, y da una fiesta
todos los 4 de Julio. ¡Es genial! ¡Deberías venir!
Por alguna
razón, me gustaba
a esta chica
burbujeante. Yo, sin ninguna personalidad. Y no quería dejarla
plantada otra vez.
—Vale, bien, claro. Um, ya te diré. Tengo que comprobar mi
horario de trabajo y todo. —Pensé en Peter y me pregunté si querría pasar el 4
de Julio conmigo. Amanda asintió y metió la
mano en su
bolso rosa brillante
con puntos y sacó un celular.
—¿Cuál es tu número?
Pensé sobre ello un minuto. No estaba segura de qué decirle.
Jessica tenía un celular, pero no siempre se pagaba la factura. Supuse que
podía darle a Jessica el
número y esperar
que me lo
dijese cuando llamase,
si funcionaba esta semana.
—555-9987.
Lo tecleó en su fino y rosa celular y lo metió de nuevo en
su bolso.
—Guay, te llamaré
más tarde esta
semana para ver
si puedes hacerlo.
Asentí, y nos
despedimos. Se volvió, y se fue rebotando. Parecía muy feliz y
amistosa. Todo lo
que deseé poder
ser. Sin embargo,
no necesariamente quería botar cuando andaba. Volví a mi bici y me
dirigí a casa. Estaría en casa a tiempo para hacerle la cena a Jessica
En el
momento en que
entré por la
puerta, mamá me
llamó desde su habitación.
—¿Lali? ¿Eres tú?
—Sí —contesté, mientras
iba a verla,
así no tendríamos
que gritarnos.
Paré cuando llegué a la puerta de su habitación y la
encontré de pie en braguitas y sujetador en frente de la ventana con un helado
grande en la mano.
—¡El calor
me está matando,
Lali! Lo juro,
no puedo esperar
a tener mi cuerpo de vuelta.
Suspiré y me mordí la lengua para no recordarle que esto era
culpa suya.
—Estoy segura. —Era
todo lo que me permitía decir.
—Así que estás pronto en casa hoy. No te han despedido,
¿Verdad? —preguntó toda seria,
mientras la idea
de que yo
no tuviese trabajo empezaba a echar raíces en sus
pensamientos.
Sacudí la cabeza
y me apoyé
en el marco
de la puerta.
—No, la familia está fuera esta
noche, así que pude venir a casa antes.
Todavía no sabía
nada sobre Peter .
No quería que
averiguara y descubriera alguna
manera de poder sacar dinero a Peter. Ligar con tíos era cosa suya,
no mía. No
quería que ningún
hombre cuidase de mí.
Quería ser auto-suficiente. No quiero que mi hija adolescente pague las
facturas y cocine.
—Hmmm, bien
eso está bien
para mí y
el bebé. Estamos hambrientos, y
el pensamiento de
trabajar en una
cocina caliente es demasiado.
Asentí y me volví. La cocina tenía todo lo que necesitaba
para hacer tacos. Y Jessica amaba los tacos. Saqué la carne de la nevera y la puse
en agua caliente para que se descongelase.
—Mañana tengo que ir a la clínica a hacerme un chequeo. ¿Vas
a ir a trabajar?
Quería reírme de su pregunta. Había trabajado todos los días
desde que había terminado el colegio, excepto los domingos claro. No me estaba
quejando, porque si no trabajase, no ganaría dinero, y no vería a Peter.
—Sí.
—¡Oh mierda! Odio conducir.
No contesté. En
cambio, busqué por
los armarios los
condimentos para los tacos.
—Sabes, voy a cumplir treinta y un semanas este lunes, y,
dentro de dos meses, tendré a este bebé. Ni siquiera he elegido el nombre
todavía.
Un nudo nervioso creció
en mi estómago al pensar que
un bebé de verdad llegaría
a casa. El
bebé no había
parecido real mientras
no tenía nombre, pero darle un
nombre de alguna manera lo hacía real, y me ponía muy nerviosa.
—Estaba pensando que
me gusta el nombre Sasha si es una chica. Ya sabes pegarse a los nombres con S.Lali,
Sasha. (lali aquí se llama sadie por eso la cosa con s)
No dije nada.
—O si es un chico, ¿Qué
te parece Sam?
Intenté ignorarle. Realmente no quería darle un nombre a
este bebé. Hacía que mi interior hiciese cosas raras. El pensar en la comida de
bebé, concepción, pañales, y, bueno, un bebé, me asustaba. Podía ver a Jessica
venir a casa y decir que no podía cuidarla y darme el bebé a mí. No tenía ni
idea de qué hacer con un bebé. De verdad
necesitaba que ella fuese la madre. Necesitaba que
fuese madura con este bebé. Porque yo no estaba preparada.
—Bien... así que ¿No te gusta ese nombre? —preguntó otra
vez.
—No, me gusta. Es
sólo que no tengo ninguna preferencia.
Se quedó en
silencio por un
momento, y me
pregunté si notó
mi miedo.
Y luego dijo:
—Bueno, creo que
va a ser
una niña, así
que voy a llamarla Sasha Jewel Esposito.
Tragué el nudo que apareció en mi garganta y me forcé a
contestar.
—Claro, mamá. Suena
bien.
Jessica comió en
frente de la ventana en ropa interior, y yo comí sola en la
mesa. Cuando terminamos,
lavé los platos
y me fui
a tomar una ducha. Quería irme a la cama más temprano
que de costumbre, y dormir de repente parecía muy atractivo.
—¡Lali!
Me senté en
la cama al
oír el sonido
de mi madre
gritando mi nombre. Bajé
mis pies al
duro piso de
madera y, antes
de que pudiera llegar a la puerta, ella comenzó a
gritar de nuevo.
—¡Lali !
Corrí a través del pasillo y entré en su habitación. Estaba
sentada en el borde de la cama, sosteniendo su estómago, con sudor en su
rostro.
—Algo está mal —jadeó—. ¡Me duele como el infierno!
Agarré su bata y la deslicé por sus brazos.
—Vamos, vayamos al hospital.
Gruñó y se levantó.
Habíamos recorrido medio
pasillo cuando soltó
otro grito espeluznante y se
agachó para aferrarse a su estómago
—Ayúdame, Lali, esto duele mucho —dijo entre lágrimas.
Era difícil ocultar
mi pánico. Ver
a mi madre gritando de dolor me
aterrorizaba. La metí en el auto y recordé su bolso, así que corrí hacia el interior
para agarrarlo. En
mi camino a
la puerta, volvió
a gritar, y esperaba
que alguien la
oyera y se
ofreciera a venir
a ayudar. En ese
momento, no me sentía lo suficientemente competente, y realmente quería
ayudar. Corrí hasta
el coche, abrí
la puerta y
salté dentro. Giré
hacia el camino y
me dirigí al
hospital local. Por
suerte, estábamos a
sólo unos kilómetros de
distancia. Miré a
Jessica mientras descansaba
su cabeza sobre el asiento.
—¿Estás bien? —pregunté, rogando por un sí.
—Por ahora —dijo en voz baja.
No pregunté
más. No quería
causarle ningún dolor.
Llegamos a la sala
de emergencias rápido,
ya que las
carreteras estaban vacías
a las cuatro de la mañana. Me
detuve en la entrada y corrí a abrir la puerta. No había experimentado
más dolor desde
que salimos de
la casa, y
estaba agradecida. Concentrarme en el camino fue bastante difícil con mi
corazón latiendo fuera de
mi pecho y
mis manos sudorosas.
—Espera aquí. Iré a
buscar ayuda. No camines.
Asintió con firmeza, y corrí hacia el interior. El olor al
desinfectante en el hospital me golpeó
la nariz y, por una vez, el olor
me consoló. Una
señora estaba detrás
de un escritorio, observándome.
—Mi mamá está en el auto. Está embarazada y tiene mucho
dolor.
La señora
se dirigió rápidamente a
otra habitación y
salió con una silla de ruedas.
—El auto está
estacionado justo enfrente —dije
mientras rodeaba el escritorio.
Caminamos hasta el
auto apresuradamente. La
señora y yo ayudamos
a Jessica a
sentarse en la
silla de ruedas.
La señora de inmediato
comenzó a hacerle
preguntar, y me
mordí la lengua
para no evitar urgirle
a que hiciera
algo para detener
el dolor. Una
vez dentro, consiguió su información
y luego me ordenó quedarme en la sala de espera mientras ellos le hacían un
chequeo. Lo cual sonó bien para mí, no quería ir con
ellas. Sentarme sola
por unos minutos
para calmar mi
corazón acelerado, era muy necesario.
Había un montón de asientos
vacíos a esa hora, así
que encontré una
silla frente a un televisor
que colgaba en la
pared, y vi las noticias sin sonido.
—Hola —Una mano
sacudió ligeramente mi
hombro y una
voz femenina me despertó.
Me senté en mi silla. —Um, sí, lo siento. ¿Mi mamá está
bien?
La enfermera sonrió.
—Sí, ella está
bien. Tenía un
caso grave de deshidratación provocado
por no beber
suficientes líquidos, pero
estará muy bien y también el bebé.
Suspiré de alivio. —Está
dormida, y la
hemos trasladado a
una habitación. Una
vez que la hidratemos y nos aseguremos que las contracciones han cesado
la daremos de alta. Puedes ir a verla a su habitación si así lo deseas.
Asentí y me levanté.
La televisión sin sonido decía que eran las 7:30 en la
esquina derecha, y me quedé
helada al recordar que
debería haber estado en el
trabajo desde hace una hora.
—Tengo que hacer una llamada antes de subir. ¿Debo salir
para usar el teléfono?
Sonrió. —Sí, debes salir. Estaré en el escritorio cuando
estés lista, y te llevaré a la habitación.
Le di las
gracias y me
dirigí a la
puerta por donde
había traído a Jessica un par de horas antes.
Metí la mano en el bolso de mi madre y saqué su teléfono.
Sabía que guardó el número
de la Sra.
Mary en alguna
parte. Busqué en los
contactos hasta que lo encontré.
—Hola, Lali—respondió la
voz ansiosa de
la Sra. Mary
al primer timbre.
—Hola, Sra. Mary. ¡Lo lamento tanto! Tuve que traer a mi
madre al hospital a las
cuatro de la
mañana, y me
dormí en la
sala de espera. Acaban de decirme que puedo subir a
verla. Lamento no haber llamado.
—Oh, mi Señor, ¿Ella está bien?
—Sí, sí, está bien. Era un caso de deshidratación, y la
tendrán aquí por el resto
del día hasta
que esté hidratada
y estable. Tengo
que quedarme y llevarla a casa cuando esté lista. Lo siento mucho.
—Chica, será mejor que dejes de disculparte. Me alegro de que estés bien.
Ahora, aquí está el número del Sr.Peter. Necesitas llamarlo. Fue a tu casa a
buscarte. Nunca he visto a ese chico tan preocupado porque tú no llegabas. No
te preocupes por
nada, y llámale,
por favor, antes
de que llame a la policía para
buscarte.
Le di las gracias y me despedí, de inmediato llamé al número
de Peter.
—¿Hola?
—Peter, soy Lali.
—¿Estás bien? ¿Dónde estás?
—Estoy bien. Traje a mi madre al hospital alrededor de las
cuatro de la mañana. Tenía
dolores. Pero está
bien ahora, y
están bombeándole fluidos. Debe
ser capaz de irse pronto.
—Voy en camino.
—No, Peter, espera. No puedes venir aquí.
Una pausa.
—¿Por qué?
Reí.
—Porque vas a ser detenido por tus admiradores.
Suspiró.
—Puedo hacer un
par de llamadas
y ponerla en
un área privada.
Reí de nuevo.
—No, no hay ninguna razón. Nos iremos pronto, y no le he
explicado a mi
madre sobre ti
aún, y hoy
no es un
buen día para hacerlo.
—Supongo que tienes razón.
—La tengo.
—Te extraño.
Me recorrió un hormigueo por sus palabras.
—También te extraño.
—Sabes, puedo conseguirte un par de posters para tus
paredes…
Reí. —Paso. Sucede que estoy interesada en alguien que no
veo como el chico en esos posters.
Dudó un momento, y luego dijo—: Gracias.
—Te veo más tarde —dije y colgué.
Levanté la mirada
hacia el sol de la mañana y sonreí antes de girar sobre mis talones y volver al
hospital para ver cómo seguía Jessica. No se deshidrataría de nuevo si podía
evitarlo. Toda esta experiencia no era algo que quisiera repetir. La dieron
de alta cerca
de la hora
del almuerzo. Parecía
cansada y quejumbrosa. No podía
esperar para llevarla
a casa e
ir a trabajar.
Tan pronto como la recosté en su cama con una gran jarra de agua con
hielo y un vaso al lado, me marché.
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y sigue la espera... :/
PD: los domingos no subo porque es el dia que paso con mis papas
quiero el beso quieto el beso!! =) besos Naara
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