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viernes, 17 de enero de 2014

Capitul:16



Peter no  tuvo  que  despedir  a  Gas;  él  renunció.  La  Sra.  Mary dijo  que  era  lo  mejor  y,  para  que  no  me  preocupara,  Gas volvería  a  la  universidad  en  unas  semanas,  y  probablemente necesitaba  este
 tiempo  libre  para  prepararse.  Sin  embargo,  William también  renunció,  y  eso  dejó  a  la  Sra.  Mary  con  un  problema.  Sin sirvientes.
—He  visto  dos  candidatos  hoy,  y  solo  uno  es  apropiado.  Pero necesitará algo de ayuda por ser su primera vez —La Sra. Mary se detuvo sobre un montón de hojas frente a ella.
—Lo haré esta noche. Sé cómo. El único candidato apropiado puede ayudarme.
La  Sra.  Mary  posó  sus  ojos  en  mí  y  frunció  el  ceño.  —No  estoy segura.  Al  amo  Peter  no  le  va  a  gustar  mucho.  Ya  está  quejándose  de  ti trabajando  fuera  en  el  sol,  y  me  hizo  prometerle  no  hacerte  tocar camarones u ostras de nuevo desde que descubrió cuánto los odias.
Me reí. —Bueno, lo superará. Además, ¿Qué mas puedes hacer?
La  Sra.  Mary  mordió  su  labio  inferior,  y  luego  asintió.  —Bueno, supongo que tienes razón. Tú eres mi única salida de este lío.
La puerta se abrió, y Peter entró con una sonrisa en su rostro.  —Ah, justo  a  quien  quería  ver.  —Se  inclinó  y  besó  mi  nariz,  y  le  dio  a  la  Sra.
Mary su encantadora sonrisa de niño pequeño.
—¿Tienes algo de té dulce?
—Sabe que sí. Acabo de hacer uno fresco —Se incorporó para servir su bebida—. Mientras está aquí, quería hacerle saber que como despidió a mis  sirvientes,  Lali  estará  ocupada  esta  noche  con  el  chico  nuevo entrenándolo.
Peter frunció el ceño. —No, no va a hacerlo.
—Peter,  no  veo  por  qué  no.  La  Sra.  Mary  necesita  ayuda  —Me incorporé y puse mis manos en las caderas, lista para pelear.
Él sonrió y deslizó sus brazos por los míos. —La familia cenará fuera esta noche, y yo estaré ocupado. No necesitamos sirvientes —Se giró hacia la Sra. Mary y sonrió—. Tómese la noche libre. —Me miró—. ¿Me harías el honor de ir a cenar conmigo?
La Sra. Mary se echó a reír, y yo sonreí. —Me encantaría.
Tomó mi mano y me guió hacia la entrada a la parte principal de la casa. —Buenas noches, Sra. Mary —dijo por encima del hombro.
Caminamos a su habitación.
—Hice que mi estilista te comprara ropa para el viaje que no llegaste a  hacer  conmigo.  Si  queremos  disfrutar  una  comida  sin  admiradores, entonces tenemos que ir a un lugar donde el código de vestimenta sea un poco más estricto que en la mayoría  —Abrió su gran closetentró y salió con una larga caja blanca. —Para ti —dijo sonriendo. 
No  me  gustaba  la  idea  de  él  comprándome  ropa,  pero  la  sonrisa ansiosa en su rostro me hizo morder mi lengua y olvidarlo. La puse sobre la cama y  la  abrí. En el interior había  un vestido  azul  pálido que parecía estar hecho con una tela tan delicada que se rompería cuando lo tocara.
—Tengo miedo de dañarlo —susurré y lo miré a él.
Se rió y se acercó detrás de mí. Su aliento acariciaba mi oído. —Todo lo que vas a hacer es causar la envidia de todos a tu alrededor  —Volvió a su closet y regresó con una caja de zapatos—. Necesitarás estos también.
La  abrí.  Dentro  había  un  par  de  zapatos  plateados  de  tacón  de puntilla  con  tiras.
 —Espero  poder  caminar  en  estos.  —Mi  voz  sonó nerviosa, incluso para mí. 
Él tomó uno, lo deslizó por su dedo y lo dejó colgando.  —Estos sí se ven  complicados,  pero  puedo  imaginarlos  puestos,  y  la  imagen  me  está haciendo sudar. Necesitamos alejarte de mí. —Tomó el vestido y me guió a una  habitación  de  huéspedes—.  Tienes  un  baño  a  tu  disposición,  y encontrarás que tiene todo lo que podrías necesitar para vestirte para esta noche.
—Está  bien  —dije,  mientras  él  dejaba  el  vestido  sobre  la  cama  y regresaba  a  la  puerta.  Me  dio  una  sonrisa  arrogante—.  Te  recogeré  a  las siete, si eso está bien.
Miré  el  reloj  en  la  mesa  de  noche.  Decía  un  cuarto  para  las  seis ahora.
—Te veo entonces.
Hizo una reverencia y cerró la puerta detrás de él.
Caminé al baño contiguo. Maquillaje y geles de baño, jabones, sales, cremas  y  diferentes  lociones  corporales,  splashes,  y  polvos  llenaban  los mostradores de mármol. Mordí mi labio para no reír en voz alta. Él había estado preparado para que yo dijera “sí”. Un pedazo de papel
estaba sobre las toallas, paños de baño, esponjas, lufas y otros objetos que nunca había visto antes. La tomé y sonreí cuando me di cuenta de que era de Peter.
Lali,
No  tenía idea de  lo  que necesitarías. Me  tomé la  libertad de comprar todo lo que pensé que olía bien. Nada de ello huele tan bien como tú, pero la vendedora me aseguró que todas las mujeres querían sentirse mimadas en el baño. Así que solo lo compré todo. En cuanto al maquilaje, tú no necesitas ninguno.  Tu  belleza  natural  es  suficiente  para  ponerme  de  rodillas,  pero quería que fueras feliz, así que hice que la vendedora me diera todo lo que una  hermosa  rubia  con  piel  increíble  y  sorprendentes  ojos  azules  con pestañas  que  son  largas  y  rizadas  sin  ningún  tipo  de  ayuda  podría necesitar. Dijo  que  parecía  como  que  no  necesitabas nada,  pero  me dio  un par de cosas que creía te harían feliz.
Te amo, Peter.                                                              
Me  reí,  tomé  la  nota,  y  la  guardé  en  mi  bolso.  Olí  las  diferentes fragancias  y  finalmente  me  decidí  por  una,  y  luego  comencé  la  tarea  de verme lo suficientemente bonita para el vestido.

* * * 
Peter tocó a mi puerta exactamente a las siete, y me deslicé sobre los sexys tacones plateados. Me quedaban perfectamente. Él, de verdad, había hecho  su  tarea.  Abrí  la  puerta,  y  mi  corazón  se  aceleró.  Verlo  en  un esmoquin negro hizo que mis rodillas se pusieran ligeramente débiles.
—Realmente deberías  advertirle  a alguien  antes de  que te  muestres ante  ellos  vestido  así  —dije  con  asombro  en  mi  voz.
 Nunca  había  visto  a nadie tan increíblemente perfecto. Fue ahí cuando me di cuenta de que él estaba mirándome, bueno, mi cuerpo, y su mirada se detuvo en mis pies.
—Creo que voy a darle a mi estilista un aumento.
Sus  ojos  encontraron  los  míos,  y  sonrió,  una  lenta  y  sexy  sonrisa que no ayudó a mis débiles rodillas.
—Eres  increíble  —dijo  finalmente,  tomando  mi  mano  y  halándome contra él. Su cálido, limpio olor a jabón, enjuague bucal, y Peter, hizo correr la sangre en mis venas.
Sus labios tocaron mi oreja. —Quiero tomarte, besarte, y disfrutarte en este vestido justo aquí en esta habitación toda la noche, pero no puedo.
Me estremecí.
—Por  favor  no  te  estremezcas.  Me  hace  algo  —dijo  en  mi  oído  de nuevo.
Sonreí. —Bueno, deja de susurrar en mi oído y trazar figuras en mi espalda desnuda, y yo me detendré —me obligué a decir a través del deseo obstruyendo mi garganta.
Tomó  mi  mano  y  comenzamos  a  caminar.  —Tengo  que  ponernos alrededor  de  la  gente.  Ahora  —dijo  con  un  sentido  de  urgencia  que comprendía completamente.
Kane  estaba  a  la  puerta  del  Bentley  que  había  visto  usar  solo  a  la Sra.  Lanzani.  Él  asintió.  —Señorita  White,  señor  Stone  —dijo  sin  emoción mientras entrábamos. Peter puso su brazo detrás de mi espalda.
—Sé  de  buena  fuente  que  no  te  gusta  la  mayoría  de  la  comida  de mar.
Sonreí y asentí, sabiendo que la fuente era el Sr. Greg.
—Así que, estoy limitado a dos opciones. Esta área es para turistas. El  ocasional  turista  de  siempre,  pero  hay  unos  establecimientos  más difíciles para entrar. ¿Has escuchado alguna vez de “Le Cellier”?
Por supuesto que no. Negué con la cabeza.
—He estado ahí un par de veces. Es bueno, pero más importante, es un  lugar  donde  podemos  disfrutar  una  comida  juntos  y  no  lidiar  con admiradores.
Dejé  salir  un  suspiro  feliz,  me  recosté  en  el  asiento  y  crucé  mis piernas. Peter se aclaró la garganta, y lo miré.
—Podrías  intentar  no  mostrarme  ninguna  pierna  mientras  estamos solos. Estoy teniendo un momento difícil por ello. —Su sonrisa era forzada, y contuve una sonrisa.
—Lo siento  —dije  suavemente  y  metí mis  piernas cruzadas  hacia  el asiento.
Llegamos al establecimiento, y había hombres esperando para abrir nuestra  puerta.  Peter tomó  mi  mano  y  nos  llevó  hacia  la  anfitriona,  quien inmediatamente notó a Peter.
—Señor Lanzani, tenemos lista su mesa. Por aquí.
Peter  estaba en lo cierto. Los otros comensales no iban a venir a pedir autógrafos,  pero  sí  lo  reconocieron  mientras  caminábamos.  Muchos susurraron,  y  sus  ojos  lo  siguieron.  Estábamos  ubicados  en  una  mesa lejada  del  comedor  principal,  donde  no  había  gente  alrededor  nuestro.
Peter  movió  la  silla  para  mí,  y  me  senté,  agradecida  de  que  no  íbamos  a estar a la vista de los ojos curiosos.
Peter sonrió. —¿Lees francés, o debo ordenar por ti?
—¿El menú está en francés? —pregunté, sorprendida.
Él  asintió.  —Sí,  y sé  que  debo alejarme  de las  ostras y  camarones. ¿Estás de acuerdo con ternera o langosta?
No estaba muy segura de con qué estaba de acuerdo. El restaurante más  bonito  en  que  jamás  había  estado  tenía  un  menú  en  inglés  y  nada costaba más de quince dólares.
—Sólo ordena algo que creas que me gustará. —Rió entre dientes—.
Está bien. 
Un mesero apareció, y Peter ordenó en francés, por supuesto. Lo miré, hipnotizada por su voz y la forma en que las palabras extranjeras fluían de su boca con tanta facilidad.
Se detuvo. —¿Qué quieres beber?
Fruncí el ceño y casi odié preguntar. —¿Tienen Coca Cola?
Él rió entre dientes y volvió a hablar en francés.
Una  vez  que  estuvimos  solos  de  nuevo,  se  inclinó  hacia  mí  y susurró—:  Te ordené langosta  porque  sé  que aquí  es buena. Además,  no sabe para nada como ostras o camarones.
Antes de que pudiera responder, una Coca Cola apareció frente a mí, y frente a  Peter. Él tomó un sorbo y  estiró una mano hacia  mí.  Deslicé mi mano en la suya y suspiré.
—Es difícil estar cerca de ti y no tocarte de alguna manera.
Sabía  exactamente  a  qué  se  refería.  El  pensamiento  debió  ser  uno feliz,  pero  el  hecho  de  que  estábamos  a  mitad  de  julio  me  recordaba  lo cerca que estaba de no poder tocarlo más.
—No se suponía que eso te pondría triste —dijo suavemente.
Me obligué a sonreír.  —No lo hace. Solo estaba pensando acerca de lo rápido que terminará el verano. Lo rápido que ya se ha ido.

Sus ojos mostraron una emoción que no comprendí. —Lo sé —dijo y apretó  su  agarre sobre mi  mano. Miró  la  bebida frente a  él, y luego  a mí con tristeza en sus ojos.  —No puedo pensar en ello ahora mismo. Dejarte será  lo más  difícil que jamás  he tenido  que hacer.  No estoy  seguro  cómo seré capaz de hacerlo —se calló y volvió su mirada lejos de mi.

--Deseé no haber traído a colación nuestro futuro cercano. Odiaba ver el  dolor  en  sus  ojos.
—Lo  resolveremos.  No  dejemos  que  nos  desanime ahora. Aún tenemos un mes y medio.
Forzó una sonrisa y asintió. —Tienes razón —Peter se paró y rodeó la mesa  y  levantó  su  mano.  Lo  miré  en  su  esmoquin,  y  mi  respiración  se cortó en mis pulmones. Él, realmente, era impresionantemente hermoso. —¿Bailarías conmigo?
Deslicé mi mano en la suya y lo seguí hacia el salón principal, donde la banda tocaba. Me metí en sus brazos y deseé poder quedarme ahí para siempre.  Sus  manos  descansaban  en  mi  espalda  baja,  y  yo  deslicé  mis manos  hacia  arriba  y  las  dejé  en  sus  hombros.  Con  mi  altura  extra, gracias  a  mis  tacones  asesinos,  estaba  más  cerca  a  su  metro  ochenta  y ocho. Se inclinó hasta que el calor de su aliento me hizo cosquillas en mi oído y cuello.
—Te sientes increíble en mis brazos.
Me estremecí y deslicé una mano detrás de su cuello. —Sin embargo, si el anciano caballero de la mesa a nuestra izquierda no deja de comerse con los ojos tus piernas, voy a tener que ir a sacarlo.
Contuve la risa y giré mi cabeza para ver al ofensivo anciano.
—Estás loco —susurré.
Él asintió. —He estado loco desde el día en que subí a mi habitación y  te  encontré  limpiando  algo  del  piso.  Nunca  olvidaré  pensar,  “no  me importa si ella se escabulló hasta aquí para acercarse a mí, si ella me deja enredar mis dedos en esos rizos y  mirar dentro  esos  ojos  azules  de  bebé, puede acercarse tanto como quiera.”
No  me  había  dado  cuenta  de  que  había  sentido  algo  por  mí  ese primer  día.  
—¿En  serio?  Pensé  que  estabas  enojado  porque  una admiradora loca se había colado dentro.
Sonrió con malicia. —¿Cómo crees que alguien se enoje con alguien que pudo haber caído del cielo?
Me  sonrojé  y posé mi  cabeza en  su  pecho. Terminamos el  resto  del baile en silencio. Memoricé  sus  latidos  y cerré mis  ojos  para  conservar  el momento  en  la  memoria.  Sabía  que  un  día  no  muy  lejano  necesitaría recordar  lo  bueno  que  había  sido  este  momento.  Cuando  todo  acabe,  no quería pensar nunca que había cometido un error al amarlo.
Quería  recordar  siempre  cómo  me  hizo  sentir,  y  así  sabría  que  el dolor valió la pena.
Peter me regresó a mi asiento antes de tomar el suyo. Tomé un trago de mi Coca cola y noté que había un tipo de pan en una bandeja de plataen el centro de la mesa. Peter cortó una rebanada de pan y le puso algo que podría haber sido aceite en lugar de mantequilla, y luego me lo ofreció.
—Su pan es muy bueno —me aseguró.
Tomé un mordisco y decidí que el aceite extraño sabía mucho mejor que  la  mantequilla.  Él  había  untado  un  trozo  con  el  aceite  delicioso  y  de alguna  manera  se  las  arregló  para  ser  sexy  mientras  comía  pan.  Me pregunté si le daban lecciones sobre esas cosas a las estrellas de rock. Y si lo hacían, si podría entrar en una de esas lecciones.
—¿De qué te ríes? —preguntó.
No me había dado cuenta de que mis pensamientos se mostraban en mi rostro. Me encogí de hombros.  —Estoy pensando en la manera en que haces cosas tan simples, como comer pan, atractivas.
Me  dio  una  sonrisa  torcida  y  se  inclinó  hacia  mí.  
—Tal  vez  de  la misma forma que haces sexy el respirar.
—¿Qué? —pregunté, confundida.
Levantó sus cejas. —Cuando respiras, me da escalofríos.
Reí y sacudí mi cabeza. —Eres muy bueno con las palabras.
Me  guiñó  un  ojo,  se  recostó  en  su  asiento  y  tomó  un  trago  de  su Coca cola.
—Me haces sentir poético.
Un mesero llegó detrás de Peter, y escuché uno detrás de mí así que me  senté  con  la  espalda  recta  y  esperé  que  ellos  sirvieran  nuestra ensalada.
—Lo  maravilloso  de  Alabama  es  que  recibes  nueces  en  tu  ensalada —dijo Peter cuando los meseros se fueron.
Concordé con él. Me encantaban las nueces, pero nunca antes pensé en ponerlas en mi ensalada.
Una  vez  terminamos  nuestra  comida,  y  Peter  pagó  la  cuenta,  fuimos afuera hacia Kane y el Bentley esperándonos en la puerta del frente. Cómo hizo eso Kane, jamás lo sabría, pero él siempre estaba a tiempo. Fuimos a mi apartamento en  silencio. Me acurruqué en los brazos de Peter y él jugó con  mi  cabello.  Fue  uno  de  esos  momentos  cuando  las  palabras  no  son necesarias.
Kane  ralentizó  y  se  estacionó  justo  en  la  calle  frente  a  mi apartamento.
—Gracias por esta noche.
Peter sonrió  hacia  mí  e  inclinó  mi  cara  para  que  coincidiera  con  la suya  antes  de  besarme  suavemente.  Cerré  mis  ojos  y  me  presioné  más cerca a él. Se apartó solo lo suficiente para mirar a mis ojos.
—Te amo, Lali Esposito—susurró con voz ronca.
Sonreí y besé su rostro con suavidad.
—También te amo, Peter Lanzani.
 Gimió, me trajo más cerca, y enterró su cara en mi cabello. Quería quedarme así para siempre. No quería que septiembre llegara nunca.
—Tú  eres  cada  canción  que  he  cantado.  Jamás  dejaré  que  algo  te lastime de nuevo. Por primera vez en mi vida, mis sueños no son sobre mí —Levanté mis ojos para encontrar los suyos, y él sonrió. —Son sobre ti.
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