La Sra. Mary estaba
bien conectada. Por tres
semanas, había estado haciendo el papeleo
en la
oficina
del abogado local. Aparentemente, la vecina
de la Sra.
Mary trabajaba para un
abogado, y el abogado
necesitaba a alguien
que asistiera a su secretaria. Con la recomendación
brillante de la Sra. Mary,
él me contrató
y me estaba pagando exactamente lo que había estado
ganando. Cuando la
escuela empezara, iría directamente a su oficina y luego trabajaría hasta la seis
cada noche. Mary Ellis, su secretaria, estaba alrededor de la edad de Jessica y
era fácil trabajar con ella. Disfrutaba el trabajo, y había veces en las que estaba
tan ocupada que ni siquiera pensaba en
el Sr. Greg y sus historias sobre la
guerra, o la risa de
la Sra. Mary.
Había terminado mi tercera semana de trabajo, y el cheque estaba en mis manos.
No era que realmente lo
necesitara, sin embargo,
considerando la ridícula
suma que Peter me había
pagado y que Jessica se negaba
a dejarme disponer de él, era
mejor tener el
cheque. La Sra.
Mary me había
asegurado que todos
habían sido igual de ridículos. Me apaciguó un poco, pero no lo suficiente. De algún modo,
aún me sentía
comprada. Odiaba pensar
de ese modo,
pero lo hacía.
Estacioné mi bicicleta junto a la puerta, y un grito vino del interior de la casa. Mi corazón
empezó a correr. Abrí la puerta de un golpe y corrí dentro. Jessica estaba inclinada,
junto al mostrador
de la cocina,
y agua sangrienta estaba corriendo por sus
piernas y extendiéndose por el piso.
—¿Qué está pasando? —pregunté aterrorizada.
—¡Llama al 911 ahora!
Su teléfono estaba encima
del mostrador, y lo agarré.
Ella gritó de nuevo. Mis manos
temblaban tan fuerte,
que era difícil
marcar. Algo estaba terriblemente mal.
—¿911, cuál es su emergencia?
—Mi madre, está sangrando
y tiene mucho
dolor, está gritando.
Tiene ocho meses de
embarazo —Mis palabras sonaban tan apresuradas
que rogaba porque tuvieran sentido.
—La ayuda está en
camino ahora. Dime
lo que tu madre está
haciendo. —La voz sonaba tan calmada.
—Está respirando fuerte y pesadamente y está sentada en una
silla.
—Pregúntale cómo se siente.
La miré y todo el color se había desvanecido de su rostro.
Sus ojos estaban enormes y asustados. Ver a mi madre preocupada y con dolor me hacía
querer entrar en pánico.
—¿Cómo te sientes? —pregunté temblorosamente
—Está bien justo ahora,
pero eso no significa nada. Volverá.
—Apretó sus dientes y cerró los ojos.
—Ella está bien ahora, pero dijo que el dolor regresaría.
—Tiene razón, volverá. Tu madre
está en trabajo
de parto. Ahora
necesito que permanezcas en calma y humedece su rostro con una toalla mojada
con agua fría. La ayudará a calmarse.
Hice lo que la voz me dijo. Jessica se sentó silenciosamente
mientras lavaba su rostro.
—¿Cómo está? —preguntó la voz.
—Está bien. Lavé su rostro, y está respirando más
fácilmente.
—Eso es bueno. El bebé no está viniendo tan rápidamente.
Ahora, si consigues algo de hielo triturado para que lo chupe, eso también
ayudará.
Empecé a tomar unos
cubos de hielo
y romperlos en pedazos
pequeños cuando oí la ambulancia llegando.
—La ambulancia está aquí —le dije a la voz en el
teléfono.
—Bien. Entonces todo estará
bien, y lo hiciste realmente bien. Te
dejaré ir para que hables con ellos.
—Gracias —dije vacilante y colgué el teléfono.
Corrí hacia la puerta y la abrí en su totalidad justo cuando
un chico estaba a punto de tocar.
—Ella está aquí. —Le indiqué.
Entró rápidamente con una mujer detrás
de él. Ellos le
hablaron y revisaron su pulso y
temperatura. Cuando terminaron con sus exámenes y preguntas, recostaron a
Jessica en una camilla y la deslizaron de vuelta en la ambulancia. Me detuve,
congelada e insegura. Jessica no era la
mejor madre del mundo, pero la
amaba, y las lágrimas corrieron por mi rostro.
No quería pensar que algo le ocurriera.
La mujer me dijo:
—Oh, cariño, todo está bien. Tu madre sólo está en trabajo
de parto.
Vamos, límpiate esas lágrimas
antes que ella
te vea. La
última cosa que
necesita es verte molesta.
Hice lo que ella dijo. De repente, me di cuenta que, si no conducía,
estaríamos sin transporte cuando necesitáramos regresar a casa. Y luego el hecho que necesitaba conseguir el
asiento para el auto y todas las otras cosas que ella necesitaba para el
hospital se me ocurrieron.
—Yo… necesitaré nuestro auto, y las cosas para el bebé.
El hombre paramédico caminó hacia
mí, una sonrisa
fácil en su rostro.
—Entonces ve, y consigue
las cosas que
necesitarán el bebé
y tu madre y trae el auto.
Cuando llegues al hospital,
dirígete hacia información y ellos te llevarán donde tu
madre.
Observé a la mujer
mientras se subía
en la parte
trasera con Jessica.
—No olvides sus cosas también. Ella necesitará artículos de
tocador y pijamas, y por supuesto algo para cuando vaya a casa.
Asentí y las puertas
se cerraron. No podía
creer que esto
estaba sucediendo. Los observé
alejarse, y luego
me apresuré al interior
para empacar todo lo que necesitarían.
Primero limpié toda la sangre y el agua que había en el piso y la silla en
dónde ella había estado sentada. Tener un bebé en verdad era una cosa
repugnante. Después de que la cocina estuvo limpia, me dirigí a la habitación de Jessica y encontré la silla
para bebés que Jessica había comprado en una tienda de segunda mano antes de
que dejáramos Tennessee.
La Sra. Mary envió bolsas con ropa de bebé para niño y niña
al sitio de mi trabajo la semana
pasada. Ella había
conservado casi todo lo que había comprado para sus nietos y que ya
les quedaba pequeño. Deslicé mi mano a través de la perfumada ropa para bebé
para encontrar la cosa más pequeña que había. Era un suave conjunto amarillo
con pies y encaje en la parte posterior. Esto seguro debía de ser para un niño
o una niña. Lo cogí y rápidamente agarré una
pañalera para los
artículos que Jessica
había comprado para el bebé. Sin ninguna
idea de para qué se usaba cada cosa, llegué a la conclusión que si cogía todas
las cosas, estaríamos
bien.
Después de que tuve
las cosas del
bebé listas, le empaqué
a Jessica un lindo y elástico
vestido de verano
y ropa interior,
junto con unos
pocos pijamas. Ella tenía muy pocos atuendos para dormir que eran modestos,
por lo que empaqué unas cuantas camisas anchas para que durmiera con ellas encima de
sus pijamas. Una vez
que tenía todo
empacado, me encaminé hacia el
auto y lo encendí. Quería estar
allí cuando el
bebé naciera. Quería experimentar su
entrada al mundo. Había sido un extrañopara mí durante
nueve meses. Hasta
ahora, todo lo
que tenía era
a Jessica.
Ahora tendría un
hermano.
* * *
Empujé de nuevo en
mis brazos la
resbaladiza pañalera mientras salía del elevador.
La sala de
espera estaba llena
de emoción, personas esperanzadas de todas las edades.
Abuelos hacían
rebotar a sus nietos en sus rodillas y apuntaban a los bebés que se hallaban al otro
lado de la ventana. Este era un lugar feliz donde la vida empezaba. Caminé
hacia las puertas dobles que conducían a la habitación de entregas.
Pasé a nuevos
padres, o casi nuevos padres,
quienes permanecían junto a la máquina de café, compartiendo historias de terror de
esposas que se habían transformado
en monstruos. Unos pocos habían decidido que esconderse aquí
afuera era una mejor idea que asistir al nacimiento de sus hijos. Me pregunté
si Jessica era una de esos enloquecidos monstruos
mientras buscaba la habitación
321. Cuando la
encontré tomé un profundo
respiro antes de
entrar. Yo era todo lo
que Jessica tenía. No habría nadie más
junto a ella para agarrar su mano. Sólo era yo y no podía ir a ningún lugar.
—Lali, oh bien, tienes
todas las cosas.
Supongo que debí
haber empacado, pero no estaba esperando
que esto sucediera tan pronto.
Asentí, depositando las bolsas en una silla, y caminé hacia
ella. Todo tipo de cables habían
sido conectados a ella.
Húmeda por el sudor, su
cabello se pegaba a su cabeza y aún estaba pálida. Aparte de eso, ella no estaba
maldiciendo y lanzando espuma por la boca, lo que aparentemente era lo que
estaban haciendo todas las mujeres de este piso.
—Um, te ves bien —admití.
Sonrió y se encogió de hombros.
—Bueno, aún no se ha acabado cariño, y se pone peor. Justo
ahora mi dilatación se ha
desacelerado y me han dado
Demerol al máximo.
Sé que hay dolor, pero parece no
importarme por el momento.
Asentí, no muy segura de lo que eso significaba
—Bueno, ¿Necesitas algo? —pregunté, queriendo ser útil.
—Más hielo sería genial
—murmuró. Asentí y
me dirigí hacia
la puerta en busca de hielo—. ¡Espera!
Necesitarás mi tazón.
Me di la vuelta y fui por el tazón de plástico blanco que
estaba junto a su cama.
—Estaré de vuelta en un rato.
Una vez fuera de la habitación, fui a buscar hielo y llené
el tazón al tope. Quería asegurarme que ella estuviera bien antes de llamar a
la Sra. Mary. Una vez que le di el hielo a mamá, me deslicé fuera de la
habitación y salí del hospital. Llamé a la Sra. Mary.
—Hola —su alegre voz iluminó mi estado de ánimo.
—Sra. Mary, es Lali.
Sólo quería llamar
y dejarle saber que
mi mamá está teniendo el bebé.
—Oh, es pronto, pero no te preocupes por eso. Tuve a mis dos
niñas varias semanas antes de
lo previsto, y todo salió bien.
Iré a verte
tan pronto como salga del trabajo.
Ahora, ¿Cómo estás?
Sonreí al calor que
me llenó cuando
la Sra. Mary
se preocupó por mí. Jessica me amaba, pero nunca se había
preocupado por mí.
—Estoy bien, y mamá lo está
haciendo bien. Le
han dado algo
de Demerol, y ella dice que
el medicamento hace que
no le importe
si está adolorida.
La Sra. Mary se rió entre dientes.
—Esa es una cosa
asombrosa, te lo digo. Bueno,
estaré contigo pronto, y tal vez ya habrá un
bebé para sostener.
Llámame si me necesitas,
¿Me oyes?
No podía evitar sonreír.
—Lo haré.
—Adiós, por ahora —dijo
en su tono
alegre que siempre
hacía parecer que todo estaría bien.
—Adiós. —le respondí antes de finalizar la llamada. Le di la
vuelta al teléfono y lo deslicé de vuelta en mi bolsillo.
Para la hora que alcancé la habitación de Jessica, oí el
familiar grito y la agitación dentro de
la habitación. Jessica estaba sentada
con sus piernas separadas, con las
mantas cubriéndola, gracias al cielo.
Una enfermera, quien aparentaba
estar muy calmada
y concentrada, considerando que su paciente le
estaba gritando barbaridades, me sonrió.
Le sonreí a modo de disculpas y fui a pararme junto a
Jessica.
—¿Está ella a punto de tener el bebé? —pregunté
nerviosamente.
La enfermera asintió.
—Sip. Tan pronto como el doctor entre, ella puede empezar a
pujar.
Mi estómago se revolvió. La idea de pujar y por dónde iba a
entrar al mundo este bebé me hizo marear. Sin embargo, uno de los
escalofriantes gritos de Jessica fue como una bofetada en la cara, y
rápidamente sacudí esos pensamientos fuera de mi cabeza.
—¿Qué puedo hacer? —pregunté,
mirando ansiosamente a la enfermera.
—¡Puedes encerrarme en la habitación si alguna
vez decido tener
una cita otra vez! —gritó Jessica y agarró mi brazo mientras otra oleada de contracciones
la golpeaba. Hice una
mueca y luché
contra el impulso de quitar sus manos de
mí. Tan pronto cómo terminó y se dio cuenta de su férreo agarre, me alejé de su alcance.
La enfermera me sonrió.
—Eso puede ser prudente.
—susurró mientras pasaba junto
a mí para comprobar los pitidos de la
máquina.
Jessica empezó a gritar otra vez, y esta vez la baranda de
la cama le sirvió como agarre. Sobé mi
brazo, agradeciendo haber puesto
distancia entre nosotras.
—Ah, el doctor está aquí —dijo la enfermera, sonriendo, obviamente lista
para hacer esto y poder escapar de la violencia arrojada por la boca
de mi madre.
—¿Te vas a quedar para esta parte? —preguntó el doctor,
frunciendo el ceño mientras empujaba unos guantes
quirúrgicos en sus manos
Jessica jadeó y asintió con su cabeza.
—¡Sí! ¡Se quedará! —gritó y luego dejó salir otro feroz
alarido.
Asentí.
Él se encogió de hombros y tomó su lugar bajo sus pies.
—Muy bien, Sra. Esposito,
¿Está lista para
hacer esto? —preguntó
jovialmente y me pregunté si alguien debería estar loco y estar contento de verdad
por estar en
una habitación con una
mujer gritona a punto
de extraer un humano de su cuerpo.
—¡Sáquelo! —gritó ella de nuevo.
El doctor me sonrió.
—Regresará a la normalidad pronto.
Me guiñó el ojo y asintió hacia la enfermera. Caminé hacia
la cabeza de Jessica cuando él empujó la sábana blanca hasta sus rodillas.
—Está bien Sra. Esposito,
cuando la contracción
empiece, quiero que
puje tan fuerte como pueda —le instruyó.
Jessica jadeó, y luego empezó a gritar y a pujar, todo a la
vez.
—¿Eso es genial! Manténgase así y tendremos a un pequeñito en cuestión de segundos.
Ella se detuvo para tomar aire antes de que su cara se
transformara en el monstruo del cual habían estado hablando esos hombres, y
ella gritó y pujó de nuevo. Atravesamos el proceso muchas veces más, cuando oí
un llanto que era tan suave que no podía ser otra cosa que un bebé.
—¡Hermoso! Se puede relajar ahora, Sra. Espposito. Él ha
llegado.
El doctor dijo “él”. Ya no me importaba la escena desastrosa
que se desarrollaba bajo sus pies.
Sólo quería ver
esta pequeña vida que
ahora era parte de la mía.
La enfermera lo envolvió en una cobija y me sonrió.
—Tienes un hermano. —Le tendió
el bebé a Jessica quien, aún
exhausta, le sonrió a la pequeña vida en sus manos.
—Hola Sam —susurró.
Me incliné sobre ella y observé sus diminutos rasgos.
—Sam, conoce a tu hermana mayor, Lali
—dijo, tendiéndome el pequeño bulto.
Me puse rígida y la observé como si estuviera loca.
—Oh, vamos. Él es sólo un bebé, cárgalo.
Deslicé mis brazos bajo
él y lo tomé de
mi madre. Su
delgado, diminuto pulgar hizo su camino
a través de la manta, lo ondeó en el aire y dejó salir un pequeño llanto. Me
reí. Él era como un diminuto milagro.
—Necesitamos ir a limpiarlo
y dejar que
el pediatra lo revise.
Sin embargo, lo traeremos
de vuelta para comer muy
pronto. —la enfermera
estaba enfrente de mí con sus brazos extendidos.
—Bien —dije a través del nudo en mi garganta.
De mala gana, le tendí esta nueva diminuta persona que ya
amaba y la observé llevárselo lejos.
—No te preocupes, tú también
fuiste fea cuando
viniste, pero después de unos
días, eras la
bebé más hermosa
que había visto.
—fulminé con la mirada a
Jessica, quien había
recostado su cabeza
y cerrado sus ojos.
—Él es hermoso ahora —le
repliqué. El pequeño chico ya
me hacía querer defenderlo.
Ella dejó salir una risa.
—No, él se ve como puré. Todos los bebés recién nacidos lo
hacen.
Fruncí el ceño y traté de recordarme a mí misma que Jessica
no era normal, así que no debería esperar que ella tratara al bebé normalmente.
—Discúlpenos, pero necesitamos revisar unas cosas de tu madre y
moverla a una habitación. ¿Por qué no vas a comer y descansar un poco?Todo esto
ha sido emocionante para ti, estoy segura. —la enfermera, quien había estado
allí a través de todo con nosotras, me sonrió.
Dejé la habitación. Estaba aturdida por las secuelas cuando
entré en la sala de espera y estaba inmediatamente rodeada.
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Todo bien Naraa comenta cuando puedas conectarte, gracias por decirme porque aun que no tenga tu comentario voy a saber que la lees :)
Gracias cielo por pasarte, no creo que pueda a ser maratón porque faltan como 6 cap para que termine pero voy a ver si lo puedo hacer
Gracias anónimo por comentar y a ustedes tambien chicas :D
Mas mas mas mas mas mas PRONTO
ResponderEliminarMaaaaaaaaaaasssssss ¿Q pasara con peter? Chan chan chan ojala la busque se casen y tengan muchos hijos Jaja lo se lo se tengo mucha imaginación BESOS ALE
ResponderEliminarNaty
mas !! y peter ???
ResponderEliminarMe encanto el capítulo :D la idea de tener un hermanito que amor, y estar junto a su madre es increible
ResponderEliminarQuiero mas :D quiero reencuentro Laliter -.-
ResponderEliminarGracias por comentar siempre :)
ResponderEliminarbueno me medio voy jajaja quiero mas ehh dalee mmm maraton de 2 o 3 capitulos? -.- jajajajaja entiendo que casi ya no quedan capítulos
ResponderEliminarPasate :)
ResponderEliminarhttp://casijuegosca.blogspot.com.ar/
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