Contigo soy feliz
desde el instante en que te vi
y ahora comprendo que sin ti
ya no podré vivir...
NINO BRAVO,
Contigo soy feliz
Lali tenía los ojos cerrados y la suave brisa de verano se
colaba por entre sus pestañas; la arena le hacía cosquillas en los pies y la
luna sonreía con ella. Todavía llevaba puesto el vestido que su madre le había
regalado para la ocasión, pero había dejado de prestarle atención a esa tira
que no dejaba de caérsele por el hombro y se había olvidado del color exacto de
la tela; un rosa demasiado pálido que Lali jamás habría elegido.
Hoy cumplía dieciocho años y para celebrarlo sus padres las
llevaron a las dos, a Lali y a su hermana pequeña Alexia, a cenar a un
restaurante que había muy cerca de la playa. Al terminar, y dado que era un día
especial, Lali convenció a sus padres para que la dejasen salir un rato con sus
amigas. Su padre accedió a regañadientes, era un hombre que imponía unas normas
de conducta muy estrictas y al que no le gustaba que sus hijas saliesen entre
semana, y mucho menos pasadas las diez de la noche; pero era verano y Lali le
recordó que en unos meses empezaría la universidad y que estaría mucho tiempo
sin ver a sus compañeras de clase.
Aunque la explicación con la que Lali convenció a su padre
era verdad, ella no había quedado con Lucía y María, había quedado con Peter .
Y no sabía por qué era incapaz de contárselo a nadie. Sus padres conocían a Peter
y les gustaba, y sabían que ella y él
eran amigos. Quizá por eso no se lo había contado, pensó nerviosa. No se lo
había contado porque en realidad ella quería que Peter fuese algo más que su amigo. ¿Y si Peter no quería lo mismo? ¿Y
si se reía de ella o la miraba con lástima? Se estremeció
solo de pensarlo y tras abrir los ojos optó por caminar un poco y acercarse más
al mar.
La brisa la guio hasta un pequeño montículo de tierra y
decidió que era el lugar perfecto para sentarse y deleitarse con las vistas.
Observó el mar a lo lejos; la marea se había llevado consigo las olas, pero
allí todavía olía a sal. Escuchó el sonido de una moto inconfundible y un
escalofrío que no tenía nada que ver con la brisa le cubrió la piel.
—Hola, cumpleañera —la saludó Peter .
Lali giró la cabeza y le sonrió.
—Llegas tarde... —lo riñó, aunque al mismo tiempo dio unos
golpecitos en la arena para indicarle que se sentara a su lado.
—Lo sé. —Peter dejó
el casco encima de su amada moto, un trasto que era un milagro que arrancara, y
se acercó a Lali. No se sentó a su lado, sino que se colocó delante de ella, a
escasos centímetros de distancia—. Felicidades —le dijo con la voz algo ronca,
y cruzó los dedos para que ella no se diese cuenta.
Lali se quedó mirando la caja que Peter sostenía entre las manos. No esperaba que él
le hiciera un regalo, ella sabía mejor que nadie las horas que se pasaba Peter trabajando para poder ahorrar e
independizarse.
—No tenías que comprarme nada —le dijo sin coger el paquete.
—No digas tonterías. —Colocó la caja encima del regazo de Lali
e insistió—: Ábrelo.
Lali buscó los ojos de Peter y vio en ellos una vulnerabilidad que no
esperaba. Él tenía miedo de que rechazara el regalo. Rompió el papel sin
ninguna delicadeza y se quedó atónita al descubrir lo que ocultaba. Una cámara
de fotos, pero no cualquiera, la cámara que ella no le había dicho a nadie que
quería; excepto a él, porque Peter era
el único que al parecer entendía la fascinación que Lali sentía por la
fotografía.
—¡Oh, Dios mío! —Le lanzó los brazos alrededor del cuello—.
¡Gracias, Bastian!
—De nada —consiguió farfullar él después de tragar saliva
varias veces.
En los tres años que hacía que la conocía la había abrazado
varias veces, cinco para ser exactos, y en ninguna de las ocasiones había
estado preparado para el impacto que suponía tener a Lali entre los brazos.
Llevaba tanto tiempo resistiendo lo que sentía por
ella que Peter tardó
unos minutos en controlar los latidos de su corazón. Había llegado el momento.
Por fin podía confesarle a Lali lo que sentía. O al menos una parte. Hoy ella
cumplía dieciocho años y estaba a punto de empezar una nueva etapa en la vida.
Una etapa de la que él quería formar parte, siempre que Lali se lo permitiera,
por supuesto. Levantó una mano y le acarició el pelo, y notó enseguida que ella
empezaba a temblar. ¿La habría asustado?
Peter le estaba
acariciando el pelo. ¿Era posible? ¿No estaba soñando? Hacía tres años que lo
conocía, pero había sido durante esos últimos meses cuando por fin había
comprendido qué era aquella sensación que se instalaba en su estómago cada vez
que lo veía. Había llegado el momento. Por fin podía decirle a Peter lo que sentía. Se había pasado incontables
noches soñando con él, temerosa de que la rechazara, de que le dijera que la
veía como a una amiga, o algo incluso peor, como una hermana pequeña. Lo notó
temblar y se armó de valor. Aflojó los brazos y se apartó un poco para poder
mirarle a los ojos. ¿Cómo empezar? Se olvidó de respirar, los ojos marrones de Peter
, unos ojos que había visto reír tantas veces, estaban fijos en ella y
brillaban tanto que parecían casi negros. Se lamió el labio inferior y él
siguió el movimiento con las pupilas. Peter había colocado las manos en la espalda de Lali,
y ella notó que él apretaba los dedos, y también vio que la nuez de Adán subía
y bajaba con lentitud.
—Peter , yo...
No la dejó terminar. Peter obedeció a su corazón y dejó de luchar contra
lo que llevaba tanto tiempo deseando hacer. La besó. Agachó despacio la cabeza,
lo suficiente para que ella pudiese rechazarlo, pero no lo bastante como para
que él pudiera cambiar de opinión. Esperó hasta el último instante para cerrar
los ojos, quería grabar para siempre aquel precioso instante en su memoria. Y
cuando sus labios tocaron los de Lali, Peter respiró por primera vez en la vida. Se quedó
quieto, absorbiendo el calor que emanaba de ellos y sintiendo la respiración de
ella pegada a su piel. No se movió, pero levantó despacio una mano y volvió a
acariciarle el pelo. Lali tardó unos segundos en responder al beso, una
eternidad que se desvaneció con un mero latido cuando ella volvió a rodearle el
cuello con los brazos. A Lali nunca la habían besado, y lo que él había hecho
antes de conocerla prefería olvidarlo. Aquel beso era el primero de ambos, el
beso que los dos recordarían durante el resto de sus vidas. Su primer beso, el
primero de muchos y, por lo que atañía a
Peter , el primero que daba a la única mujer de su vida.
Separó un poco los labios y con la lengua buscó un beso más íntimo. Lali lo
imitó y sus bocas se fundieron. Ella tembló, él también. La dulce inexperiencia
de ella, la desesperación de él por descubrir el amor por primera vez. Se
besaron una y otra vez, Peter le sujetó
el rostro con las manos y trató de consumirla con sus besos, de explicarle que
jamás había sentido nada parecido por nadie. La estaba besando, y ella le
estaba devolviendo los besos. La vida podía ser maravillosa. Deslizó las manos
del rostro de Lali hacia sus brazos y buscó los dedos de ella. Los encontró en
su nuca y entrelazó los suyos con los de Lali para que lo soltara. La besó con
dulzura dos veces más. Tres. Y se apartó un poco.
—¿Te gusta la cámara? —le preguntó con la voz incluso más
ronca que antes.
—Mucho —le sonrió sincera—. Pero no tendrías que habérmela
comprado.
—¿Por qué? Quería comprártela desde el día que me la
enseñaste. Vi cómo la mirabas en ese escaparate, además, así ya no tendrás
ninguna excusa para no apuntarte a un curso de fotografía.
Lali desvió la mirada hacia la caja que contenía la cámara y
empezó a abrirla.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó él confuso por la
reacción de Lali.
—Preparando la cámara —le explicó ella sin apartar los ojos
de la tarea que tenía entre manos. Levantar solapas de cartón, abrir bolsas de
plástico, comprobar que la batería estaba cargada, quitar la tapa del objetivo.
Apuntar. Disparar.
—¿Acabas de hacerme una foto? —preguntó Peter con una sonrisa algo tímida.
—Sí. —Lali miró la pequeña pantalla y observó la expresión
que había conseguido capturar—. Muchas gracias, Peter .
Él no dijo nada sino que le colocó un dedo bajo el mentón y
le levantó la cabeza un poco. Justo hasta poder verle los ojos.
—De nada. —Tomó aire y añadió—: Tenemos que hablar, Lali,
pero antes necesito volver a besarte. ¿Puedo?
Lali asintió y se acercó a él.
Peter apartó con
cuidado la cámara, que dejó en el suelo junto a los dos, y sujetó de nuevo el
rostro de Lali entre las manos. Seguían temblándole, pero no le importaba.
Quizá con el paso del tiempo, cuando ya llevara más de cincuenta años al lado
de Lali,
dejaría de parecerle un milagro que ella quisiera que él la
tocase. Inclinó la cabeza y colocó los labios encima de los de ella. Durante
unos segundos ninguno de los dos se movió y cuando ella suspiró, Peter sintió cómo el aliento de Lali se deslizaba
por su garganta. Nada le había preparado para aquello y su cuerpo reaccionó sin
consultárselo a su cerebro. Deslizó la lengua por el labio inferior de Lali y
ella tembló. Poco a poco Lali fue entreabriendo la boca y Peter se perdió en ella. Lali se sujetó a la camiseta
de él y Peter apartó los labios para
poder besarle el rostro, el cuello. Ella echó la cabeza hacia atrás y suspiró,
y él pensó que estaría dispuesto a hacer cualquier cosa para escuchar aquel
sonido durante el resto de su vida. Lali aflojó las manos y con una acarició el
pelo de Peter . La otra la deslizó por uno de los antebrazos de él y notó que
el músculo se flexionaba bajo sus yemas.
—Había soñado tantas veces con esto —dijo él pegado a su
piel—. No puedo creerme que esté aquí contigo —siguió como si estuviese
hablando consigo mismo—. Seguro que ahora me despertaré en mi cama.
—Yo también he soñado con esto —confesó Lali, a la que con
cada beso le costaba más pensar—. Tenía miedo de que todo fueran imaginaciones
mías.
Peter levantó la
cabeza y la miró con una ceja enarcada.
—No. Es real, Lali. Llevo meses esperando este día. —En
realidad eran años, pero Peter no quería
abrumarla. Deslizó los labios por una clavícula y atrapó el tirante del vestido
entre los dientes. Sintió la tentación de tirar de él, pero la miró a los ojos
y al ver las intensas emociones que se reflejaban en ellos, idénticas a las de
él, lo soltó y depositó un beso en el hombro. Se apartó y notó que ella le
miraba confusa—. Tenemos que hablar.
A Lali se le hizo un nudo en el estómago. Peter la había besado y le había regalado una
cámara, seguro que ahora no iba a decirle nada malo, pero Lali había visto las
suficientes películas como para saber que esa frase no solía augurar nada
bueno.
—Claro —le dijo tras humedecerse el labio inferior. Era
curioso, pensó, la piel seguía igual que antes, pero ahora notaba rastros del
calor de Peter en ella.
—Te quiero, y quiero irme contigo a Madrid.
Lali tardó varios segundos en reaccionar. ¿Peter la quería? ¿Quería irse a Madrid con ella?
—Si no quieres que vivamos juntos, lo entenderé —añadió
Peter nervioso y algo
incómodo—. De hecho, sería lo mejor. Y lo más lógico —añadió casi para sí
mismo—. No quiero que te sientas presionada; nuestra relación avanzará tan
rápido o tan despacio como tú quieras. Pero te quiero. Estoy enamorado de ti y
quiero irme contigo. Puedo ayudarte con el traslado. Tengo trabajo, o lo tendré
cuando lleguemos, un amigo de mi padre me ha conseguido una entrevista. Podemos
vernos un par de días por semana, o solo uno. O ninguno —añadió apartando la
mirada y malinterpretando el silencio de Lali. Intentó soltarse y entonces ella
por fin salió de su estupor y le abrazó con todas sus fuerzas.
—Yo también te quiero, Peter —le dijo con lágrimas en los ojos.
Peter le devolvió el
abrazo y hundió el rostro en el pelo de Lali.
—Te quiero —susurró él emocionado—. Y te prometo que te haré
feliz. Tú y yo somos para siempre, ¿lo sabes, no?
—Lo sé. Para siempre —aseguró ella pegando la nariz al hueco
que había entre el cuello y la clavícula de Peter .
No sabía que la piel podía oler tan bien. Peter notó que ella respiraba hondo y tembló y se
apartó de nuevo para darle otro beso. Y otro. Y otro. Y otro. Y cuando
estuvieron tumbados en la arena la besó por todas las noches que había soñado
con hacerlo y que no lo había hecho porque el sentido común, la edad de ella,
la relación que tenía con sus padres, y lo que él había hecho años atrás, se lo
habían impedido. Lali le devolvió todos y cada uno de los besos y le hizo
sentir como si fuera invencible. Un hombre mejor, uno con futuro. Peter quería quitarle el vestido, quería verla
desnuda bajo la luna. Quería acariciarla y hacerle el amor. Y quería que ella
se lo hiciera a él. Pero aquel no era ni el momento ni el lugar para ello, así
que, aunque probablemente fue lo más duro que había hecho jamás, dejó de
besarla y se sentó en la arena. Junto a ella, pero sin tocarla. Lali se quedó
tumbada unos segundos con la piel de gallina y el corazón desbocado, pero tras
unos minutos también se incorporó y se sentó. Quizá se preocupó un instante,
pero cuando vio que Peter cerraba los
ojos e intentaba recuperar el aliento, sonrió.
—Será mejor que te lleve a casa —sugirió él sin ganas.
—¿No podemos quedarnos un poco más? —le preguntó ella
moviendo despacio los dedos en busca de la mano que él había dejado cerca de su
pierna.
Peter tardó unos
segundos en contestar, pero antes de
hacerlo le cogió la mano y se quedó mirándola.
—No —confesó, y no hizo falta que añadiera que el motivo era
porque no confiaba en poder contenerse una segunda vez.
Lali también tenía sus dudas acerca de sí misma. A pesar de
que nunca había estado con ningún chico, estaba convencida de que si seguía
besando a Peter , pronto no se conformaría con solo besarlo.
—¿Vendrás a verme mañana? —optó por preguntarle entonces.
—Te lo prometo. Y también hablaré con tus padres —añadió Peter
valiente y decidido—, quiero que sepan
que estamos juntos.
Lali sonrió. Era la noche más feliz de su vida.
Eran las doce del mediodía y Peter todavía no había ido a verla. Probablemente se
había quedado dormido. Peter tenía tres
trabajos; por la mañana trabajaba en el taller de reparaciones del puerto, era
su trabajo preferido porque allí podía estar cerca del mar y aprenderlo todo de
los barcos y de la navegación. Por la tarde seguía en el puerto, aunque
entonces ayudaba a los estibadores; en el muelle de carga ganaba más dinero que
en el taller, pero Peter se había
lesionado más veces de las que Lali quería recordar; a pesar de que él insistía
en negarlo y en bromear acerca de que así se ahorraba el gimnasio. Y por último
estaba el restaurante en el que hacía desde camarero hasta lavaplatos los
viernes y los fines de semana. Sí, probablemente se había quedado dormido,
pensó de nuevo Lali con la imborrable sonrisa que se había fijado en su rostro
la noche anterior. Ella también se había quedado en la cama hasta tarde, y
cuando por fin salió de ella puso la radio mientras decidía qué ponerse. Todas
las canciones hablaban de ella, del amor, de lo maravilloso que era el mundo.
Eligió los vaqueros que más le gustaban, los que hacían que Peter apretara los dientes cuando la veía llevándolos,
y una camiseta con escote de pico. Cogió los zapatos en una mano, unas
bailarinas que habían visto tiempos mejores, y bajó corriendo descalza la
escalera. Entró en el salón y después en la cocina y le sorprendió no encontrar
rastro de sus padres. Alexia tampoco estaba por ninguna parte, pero su hermana
solía pasar las mañanas de los sábados en las cuadras. Lali se puso los zapatos
y bebió un vaso de zumo de melocotón para ver si así desaparecía el nudo que
sentía en la garganta, y después salió y cogió la bicicleta para ir a casa de Peter
. Así le daría una sorpresa... y ella se moría de ganas de volver a besarlo.
La familia de Peter vivía en una pequeña casa situada en el
casco antiguo, una zona humilde y respetable. La madre de Peter
, Antonia, era la cocinera del colegio más antiguo de la ciudad, y Miguel, su
marido, trabajaba como chófer en la empresa propiedad del padre de Lali. Peter tenía dos hermanos, Juan Martin y Gabriela,
ambos menores que él. Lali los conocía a los dos; Juan Martin iba a su misma
clase y a Gabriela, aunque era más pequeña, también la había visto por el
colegio.
Lali dejó la bicicleta, una BH roja, apoyada en la pared
blanca y llamó al timbre. Esperó a que la abrieran y se pasó las manos por los
muslos para secarse el sudor. Estaba nerviosa. Era la primera vez que veía a Peter
después de los besos de anoche. Notó que
se sonrojaba y se obligó a calmarse. Quizá no la abriría Peter y no quería que uno de sus hermanos, o su
madre, o su padre, la vieran así. No sabía qué les había contado Peter y no quería meter la pata.
—Hola, Lali —la saludó Juan Martin.
—Hola —dijo ella y le sorprendió ver que no la invitaba a
entrar.
—¿Puedo ayudarte en algo? —le preguntó él.
—He venido a ver a Peter —explicó ella extrañada por la actitud de Juan
Martin. Él sabía que ella y su hermano eran amigos, les había visto justos en
multitud de ocasiones. Cierto, Lali no solía ir sola a buscarle, pero tampoco
era la primera vez que lo hacía—. ¿Está dormido?
—Peter no está, Lali
—le dijo, y a ella se le retorció el estómago—. Se ha ido.
—¿Ido?, ¿adónde? —Se apoyó en el marco de la puerta—. Creía
que hoy no tenía que trabajar. Me dijo que hoy tenía el día libre.
—No. Peter se ha ido
de casa, Lali. Lali vio entonces que Juan Martin tenía los ojos rojos y que
tenía que tragar saliva varias veces para contener las lágrimas.
—Solo ha dejado una nota en la nevera diciendo que no va a
volver y que no intentemos buscarle.
Y sin una explicación, sin ni siquiera un adiós, Peter Lanzani desapareció de la vida de Lali para
siempre.
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Vieron les subí un día y me desaparecí por eso no quería subirles Pero les a dejar programados los capitulos por cada semana así nunca se van a quedar sin capitulos :D
Esta historia es muy linda asi que espero que la disfruten mucho :D
PD: cada capitulo empieza con un fragmento de cancion si quieren las pueden buscar y leer escuchandolas porque yo no selas puedo subir porque estoy colgada de una señal muy baja
PD: comenten porque yo las voy a estar leyendo desde el cel he
@alexandracuevas me gusto espero con ansias el primer capitulo avisame por blogger o twitter @cryssmile estoy como teamlalita
ResponderEliminarHola me encanto!
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