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martes, 27 de mayo de 2014

Capitulo: 12


Y despertar a tu lado
en cada amanecer,
hacer rodar mis labios sobre tu piel.
DUNCAN DHU,
A tu lado

Peter no recordaba nada del trayecto hasta casa de Lali. Había conducido con un único objetivo en mente; llegar allí para abrazarla. Estaba convencido de que ella le echaría de allí de una patada, o de que ni siquiera le abriría la puerta. Pero tenía que intentarlo. Aunque ella no estuviese dispuesta a perdonarlo, ni tan solo a escucharlo, él tenía que volver a intentarlo. Y Juan Martin tenía razón, nadie tenía que estar solo en momentos tan difíciles como el que Lali estaba atravesando. «Probablemente a ella le gustaría estar con Agus», le dijo la voz de su conciencia, «pero Agus no está. Y yo sí».
Aparcó con movimientos bruscos, furioso por tener que perder el tiempo con aquellas banalidades y corrió hacia la puerta. Llamó dos veces seguidas y acto seguido una tercera sin obtener respuesta. Volvió a llamar y el loro de Lali graznó y Peter vio luz a través de una ventana.
—¡Lali, abre la puerta!
Nada.
—¡Lali, abre la puerta, por favor!
Nada. Peter apoyó las manos y la frente en la puerta y tuvo la sensación de que ella estaba haciendo lo mismo al otro lado.
—Abre la puerta —le pidió en voz más baja que antes—. Por favor. Solo quiero asegurarme de que estás bien. Luego me iré. Te lo prometo.
—¡Cómo te atreves a prometerme nada! —le gritó ella abriendo la puerta hecha una furia.
—Lali —susurró Peter. Era obvio que había estado llorando, tenía los ojos rojos e hinchados y en las mejillas todavía podían verse los senderos que habían dibujado las lágrimas—. ¿Puedo pasar?
—¡Cómo te atreves a prometerme nada! —repitió ella sujetando la puerta con firmeza—. Dímelo. La última vez que me prometiste algo no tuviste ningún problema en romper la promesa. Oh, veo que no te acuerdas, por qué será que no me extraña.
Peter entrecerró los ojos y la observó un instante y al verle los ojos comprendió que la expresión echar chispas por los ojos podía tener un sentido literal.
—Me acuerdo. La noche de tu cumpleaños —vio que la había sorprendido y aprovechó aquella pequeña ventaja—, la noche que nos besamos —añadió para ver cómo reaccionaba y, aunque Lali no dijo nada, apretó los dedos con los que sujetaba la puerta y se sonrojó—, te prometí que a la mañana siguiente iría a buscarte a tu casa. Esa no ha sido la única promesa que he roto en mi vida, pero sí la que más me ha dolido.
—¿Dolido? Nadie lo diría, capitán —se burló Lali.
—¿Has estado bebiendo?
—Eso, lo que me faltaba. No, capitán, no he estado bebiendo, sencillamente no estoy de humor para tus tonterías. —«Porque necesito estar enfadada, si no volveré a ponerme a llorar y tú volverás a abrazarme.»
—¿Tonterías? ¿Le llamas tontería a que tu... —tragó saliva— a que yo me preocupe por ti?
—No, tienes razón, no es una tontería. Es una gran estupidez.
Peter respiró hondo y se recordó que no había ido allí a discutir con ella, a pesar de que era más que evidente que Lali estaba buscando pelea.
—¿Puedo entrar? Aunque no me importa que me insultes en medio de la calle, no creo que quieras que se te llene la casa de mosquitos. Y tu loro nos está mirando mal —añadió tras mirar por encima del hombro de Lali.
Lali se lo pensó unos segundos y al final dio un paso hacia atrás y le indicó que pasase.
—Adelante, ¿quieres tomar algo? —le preguntó sin tener ninguna intención de servirle nada. Cerró la puerta y se acercó al loro—. Traidor —murmuró antes de tapar la jaula con una sábana.
—No, gracias.
Lali caminó hasta el sofá pero no se sentó, estaba demasiado tensa como para sentarse y fingir que Peter había ido a visitarla como haría cualquier amigo.
—¿De qué quieres hablar? —le preguntó directamente. Cuanto antes se fuese Peter, antes podría meterse en la cama y echarse a llorar.
Peter también se quedó de pie y se acercó a ella tanto como pudo, pero no como quiso. Había algo en los hombros de Lali que le advirtió que no toleraría que diese ni un paso más hacia ella.
—¿Por qué no me dijiste que tu madre había tenido cáncer? —le dijo cuando ella todavía le estaba dando la espalda.
—¿Y cuándo se supone que tendría que habértelo contado? —Lali se dio media vuelta y él vio que mantenía los puños cerrados, como si solo así pudiese contener las ganas de pegarle—. ¿Cuándo se supone que tenía que haberte contado que mi madre tenía cáncer y que un mes más tarde de que se lo diagnosticaran mi padre, mi fabuloso padre, se fue a vivir con su amante húngara? Dime, Peter, cuándo. ¿Durante una de tus inexistentes llamadas de teléfono? ¿O quizá podría haberte respondido a una de esas cartas que nunca llegué a recibir? ¡Ah, no, ya sé! ¡Podría habértelo dicho en uno de los miles de correos electrónicos que nos hemos escrito!
—¿Tu padre os abandonó?
—Oh, sí. Mi padre, el respetadísimo señor Ruiz-Espsito, tenía una amante desde hacía años. Y cuando mi madre dejó de ser la anfitriona perfecta, decidió que no tenía tiempo para nosotras.
—Lo siento.
—No te atrevas a decirme nada más, Peter. Tú no estabas aquí cuando te necesité, así que nada de lo que digas ahora importa.
—Lo siento.
Ella dio un paso hacia él y levantó el rostro. Estaba furiosa, dolida, enfadada con la vida y con el destino por haberle dado unas cartas de mierda para jugar esa partida.
—No tienes derecho a sentirlo —dijo entre dientes mirándolo a los ojos. Tenía los ojos brillantes y le temblaba la mandíbula.
—Vamos, pégame —dijo Peter al ver que ella abría y cerraba nerviosa la mano.
Ambos se quedaron en silencio, mirándose, a la espera de la reacción del otro. Lali no tenía ninguna duda de que si le pegaba, Peter aguantaría estoico, y de que luego ella se sentiría todavía peor de lo que se sentía ahora. A su madre no le gustaría verla así. «No metas a mamá en esto», se aconsejó a sí misma. Al final, Lali cerró los ojos y retrocedió un poco. Se dio media vuelta de nuevo y se acercó a la ventana. Era de noche pero había luna llena y podía ver el mar, las olas moviéndose al ritmo de las notas de una lenta melodía que solo ellas podían oír. Apoyó la frente en el cristal y durante un segundo recordó lo sola que se sintió diez años atrás cuando a su madre le diagnosticaron cáncer por primera vez.
—Esa mañana fui a tu casa —empezó con una voz que apenas identificaba como propia—. Juan Martin me dijo que te habías ido y que habías dejado una nota diciendo que no volverías. Tu hermano había estado llorando, así que le consolé y le dije que probablemente te habías discutido con tus padres y que volverías más tarde. Y de verdad lo creía así, pero entonces vi a tu padre y supe que te habías ido de verdad. Me despedí de ellos y días más tarde, cuando volví a ver a Martin en una terraza, hice como si nada.
—Yo tuve...
—Déjame terminar. No podía decirle a nadie que te echaba de menos. Tú siempre habías insistido en mantener en secreto lo mucho que nos veíamos.
—Lali...
—Yo nunca le conté a nadie lo de esa noche, al principio me callé porque una parte de mí estaba convencida de que te pondrías en contacto conmigo y me contarías dónde estabas y por qué te habías ido. Y no quería meterte en ningún lío. Pero cuando se hizo evidente que no ibas a llamarme ni a escribirme, no se lo conté a nadie porque me daba vergüenza haber sido tan estúpida como para enamorarme de ti. Me engañé a mí misma y me dije que solo había sido una tontería, un encaprichamiento, pero el día que le diagnosticaron cáncer a mi madre... —se le quebró la voz—. Jamás te he necesitado tanto como ese día. Me pasé toda la noche llorando, creo que fue entonces cuando me di cuenta de verdad que no sabía ni dónde estabas ni cómo encontrarte. Estaba en Madrid, pero me tragué el orgullo y busqué el número de tu hermano para preguntarle por ti.
Peter se puso detrás de ella y levantó despacio una mano, la acercó al hombro de Lali decidido a abrazarla, pero las palabras de ella le detuvieron.
—Le pregunté a Martin si sabía algo de ti y me dijo que os escribíais a menudo. «Está en Chile», me dijo, «haciendo submarinismo». Le pregunté incluso si en alguna de esas cartas preguntabas por alguien de aquí, o si tenías intención de volver algún día. Martin me dijo que no, que nunca preguntabas por nadie y que no volverías porque estabas muy feliz «navegando a todas horas». Le di las gracias a Martin y volví a casa. Ese día me juré a mí misma que te olvidaría para siempre, Peter. Y lo he logrado, así que no quiero oír tus excusas. —Se volvió y le empujó en el pecho—. No quiero que te intereses por mí. —Otro empujón—. No quiero que vengas a preguntarme cómo estoy. —Otro—. Ni que preguntes por mi madre o por mi hermana. No quiero nada de ti. Nada. Así que ahora que has visto que no estoy hecha un mar de lágrimas y que no necesito ningún hombro sobre el que llorar, puedes irte tranquilo. —Se apartó de él y se acercó de nuevo al sofá—. Vete y no vuelvas, Peter.
—No me has olvidado. No del todo —farfulló él con los pies clavados en el suelo.
—Por supuesto que te he olvidado —insistió ella—. ¿Acaso creías que iba a esperarte? ¿Así sin más? Solo tenía dieciocho años, Peter, y probablemente tú solo querías pasar un buen rato.
Esa última frase consiguió hacer reaccionar a Peter, que se puso en movimiento y caminó hasta Lali.
—No te burles de nosotros, La. Tú no eres así.
—¿Ah, no? Hace doce años que no sabes nada de mí, Peter. Te fuiste y perdiste la oportunidad de conocerme. Ahora tú y yo no somos nada.
—No digas eso. Insúltame, grítame, pero no finjas que lo nuestro no existió.
—Fuiste tú el primero que actuó como si no existiese. Como si lo nuestro, como si yo —se le rompió de nuevo la voz y se odió por ello—, no importase—. Se sentó en el sofá y cogió un cojín para abrazarlo.
—Tú importabas. —Se arrodilló delante de ella—. Importas. Eres lo único que importa.
—No, Peter. Si te hubiese importado, no te habrías ido. No sé qué diablos pretendes demostrar ahora, pero sea lo que sea, no me interesa. Ya te lo he dicho, te he olvidado. —Se obligó a vaciar el rostro de emoción y le miró a los ojos—. Vete, Peter.
Aquella mirada helada le hirió incluso más que las palabras de Lali.
—No me has olvidado —insistió él.
—Esto no es ningún juego, Peter, no te lo estoy diciendo para retarte a nada. Eso es lo que quiero que entiendas. Tú y yo ya no somos nada. Nunca lo fuimos.
Peter seguía en el suelo y en esa posición los ojos le quedaban a la misma altura que los de Lali. Ella estaba triste, dolida, y muy preocupada por su madre, él lo sabía porque a pesar de las palabras de ella, Peter la conocía mejor que nadie en el mundo. Y a pesar de todo, a pesar de las preocupaciones y de la soledad, Lali insistía en querer pasar sola por eso. Ni hablar, él ya le había fallado una vez. No volvería a abandonarla una segunda, aunque ella insistiera en que hiciese exactamente eso. Respiró hondo y la miró a los ojos una última vez antes de tomar una decisión. Si se equivocaba, entonces probablemente recibiría la bofetada que Lali no le había dado antes. Peter colocó ambas rodillas sobre el suelo y levantó las manos. Ella debió de creer que iba a levantarse porque se echó un poco hacia atrás, pero entonces él la cogió por los hombros y la atrajo hacia él sin darle tiempo de reaccionar.
La besó.
Suerte que ya estaba en el suelo, si no, dudaba que sus piernas le hubiesen mantenido en pie. Estaba besando a Lali después de pasarse doce años echándola de menos, soñando con ella —y con sus besos—, cada noche. Lali era igual y completamente distinta a como la recordaba. Ya no era una chica de dieciocho años, ahora era una mujer de treinta, y las diferencias físicas eran más que evidentes. Ahora tenía las facciones más marcadas y poseía una elegancia de la que había carecido de adolescente, aunque había perdido su dulzura. Pero seguía oliendo igual y su piel seguía siendo la más suave que Peter había tocado jamás. Y sus corazones seguían acompasando sus latidos.
Peter la estaba besando. Lali tardó medio segundo en reaccionar. Cuando comprendió lo que iba a suceder, iba a ponerse furiosa, a abofetearle. Pero cuando notó los labios de él encima de los suyos se olvidó del rencor y sencillamente reaccionó. Se había pasado incontables noches despierta preguntándose cómo sería besar a Peter de mayor, y ahora por fin lo sabía. Devastador.
Los labios de él no le pidieron permiso para seducirla, sencillamente la conquistaron y demolieron cualquier obstáculo que ella hubiese podido interponer. Le acarició la lengua con la suya, le mordió el labio inferior y la intoxicó con su sabor. Y todo sin dejar de sujetarle el rostro con las manos. Tiró de ella hasta hacerla bajar del sofá, aunque Lali llevaba ya varios minutos en el suelo cuando se dio cuenta de que se había movido, y siguió besándola y besándola. Peter encadenaba un beso tierno y de disculpa con uno de pasión y de lujuria, para luego volver a besarla con delicadeza. A Lali nunca nadie la había besado así, ni siquiera el Peter de doce años atrás. Ella estaba tan afectada por esos besos, por los recuerdos que evocaban y por los deseos que despertaban en su interior, que no sabía qué hacer con las manos. Se moría de ganas de tocarlo, de palpar todas y cada una de las diferencias que habían ido apareciendo en el cuerpo de Peter con el paso del tiempo. Pero no se atrevió y se contentó con dejarlas encima de los hombros de él. Notó que la piel de él quemaba, o quizás eran sus manos, y sintió que no podía respirar.
—¿De verdad crees que no somos nada? —le preguntó él besándole la mandíbula, y luego el cuello y el hombro. Se detuvo allí y le susurró la pregunta al oído. Lali no respondió, pero como tampoco se apartó, Peter decidió atrapar el lóbulo entre los dientes y luego soltarlo. Entonces sopló despacio y observó fascinado cómo a ella se le ponía la piel de gallina. Ella siguió en silencio, así que él se apartó un poco para poder mirarla a los ojos—. ¿Lali?
Ella lo miró. No podía pensar. Su madre estaba en el hospital y aunque esta vez saliera de allí, no sería por mucho tiempo. Doce años atrás, Peter se había ido sin despedirse de ella. Le había roto el corazón y había destrozado la confianza en sí misma. Y había vuelto también sin decirle nada. ¿Qué quería? ¿Volvería a desaparecer sin decir ni una palabra? ¿A ella le importaba? Tenía treinta años y había tenido unas semanas horribles. Hoy sin duda había sido uno de los peores días de su vida. Estaba cansada de pensar, de analizar todas las posibilidades y de ponderar todas las consecuencias de sus actos. Se merecía una noche libre. Y quizá si se acostaba con Peter por fin podría olvidarle de verdad, porque a pesar de lo que le había dicho, jamás le había olvidado. Y a Lali no le hacía falta ir a un psicólogo para que le dijese que sus relaciones nunca funcionaban porque ella jamás permitía que un hombre se acercase tanto a su corazón como se había acercado Peter. Él era el listón con el que comparaba a los pocos que lo habían intentado. Sí, quizás el mejor modo de exorcizar a Peter de su vida sería acostándose con él. «O sencillamente te sientes sola porque sabes que mamá va a morir.»
—¿Lali? ¿Estás bien? —le preguntó él preocupado acariciándole el rostro.
—Sí —afirmó ella tomando una decisión.
—Yo, te he echado tanto de menos, La —confesó él emocionado mirándola—. Me he imaginado tantas veces cómo sería volver a verte. Hablar contigo. Besarte, tocarte. Esa noche, después de que...
—No. —Levantó una mano y le tapó los labios—. Ahora no. Esta noche no,Pitt.
A él le sorprendió la actitud de ella y apartó la mano.
—Está bien, como quieras —dijo tras tragar saliva—. Será mejor que me vaya.
—No, quédate. —Le cogió por una muñeca y le miró a los ojos—. Quédate, Peter, pero no hablemos del pasado. Tú y yo acabamos de conocernos hace unas semanas en el trabajo y nos gustamos. ¿Qué hay de malo en eso?
Peter se quedó mirándola unos segundos. Sabía perfectamente lo que le estaba pidiendo Lali, y una parte de él comprendía la necesidad que ella tenía de desconectar, de no pensar en todo lo que le había sucedido. Y a otra le dolía que no quisiera que él formase parte de su vida. Lali estaba dispuesta a reconocer que entre ellos dos existía una fuerte atracción física, e incluso estaba dispuesta a hacer algo al respecto, pero eso no implicaba que estuviese dispuesta a reconocer que había algo más. Si aceptaba seguirle el juego, ¿conseguiría que ella le diese la oportunidad de explicarse, de pedirle perdón? Probablemente no. Pero si la rechazaba, seguro que Lali no volvería a acercarse a él. Maldita fuera por ponerle en esa situación. Maldita fuera por utilizar la pasión que sentían en su contra. Iba a decirle que no. Lo suyo era para siempre. Él así lo había creído la primera vez que la vio y seguía creyéndolo ahora. No iba a jugársela a cambio de acostarse con ella... por tentadora que fuese la idea. Pero entonces vio que a Lali le temblaba el labio y que le brillaban los ojos. A pesar de sus palabras, Lali le estaba ofreciendo mucho más que su cuerpo, aunque quizá ni ella misma lo sabía. «Y te ha llamado Pitt. Es la primera vez que te llama así desde que has vuelto.»
—Nada, no tiene nada de malo —dijo. Se puso en pie y la cogió en brazos. Vio que ella volvía a mirarle sorprendida y le dio un beso largo y profundo para demostrarle que la había entendido.
—Mi dormitorio —susurró ella cuando él se apartó un poco, y escondió el rostro en el recoveco del cuello de él—. Mis reglas.
Peter asintió y caminó con pasos firmes hacia la dirección que ella le indicó. Entraron en el dormitorio y Lali se dirigió hacia un armario, lo abrió, y de él sacó un corsé. Lo sujetó entre los dedos con fuerza y Peter vio que la tela parecía suave por el uso.
—No voy a justificarme —le dijo Lali mirándolo a los ojos sin vergüenza—. No lo he hecho nunca ante nadie y no pienso hacerlo contigo. —Tragó saliva y levantó las manos para enseñarle el corsé—. Tengo que ponerme esto.
—¿Por qué? —no pudo evitar preguntar Peter.
—Mis reglas, ¿recuerdas? Si no estás de acuerdo, puedes irte —lo retó con la mirada convencida de que Peter se iría.
Se quedó.
Nada ni nadie iban a echarlo de allí esa noche. Solo Ce. Y ella tendría que insistir.
—Tienes que ponerte el corsé —repitió Peter desviando la mirada del rostro de Lali al corsé durante unos segundos.
—Exacto. —Antes lo llevaba día y noche, incluso había llegado a ponérselo para dormir, pero a base de mucho esfuerzo había conseguido desprenderse un poco de la seguridad que le proporcionaba esa prenda. Excepto en las raras ocasiones en que tenía relaciones sexuales. Las pocas parejas que había tenido creían que se trataba de un juego, de un fetiche, y al principio les resultaba muy erótico. Hasta que descubrían la verdad y echaban a correr. O hasta que ella dejaba de llamarlos.
El corsé no solo la protegía, sino que también la hacía sentir segura, en pleno control de la situación.
—¿Te lo pones tú o quieres que te lo ponga yo? —la pregunta de Peter la sacó de su ensimismamiento y, aunque pareciese muy obvia, era el primero que se la hacía.
—Yo —contestó tras humedecerse los labios.
Solo con pensar en que se lo pusiese él sintió un nudo en el estómago... y por eso decidió que no iba a permitírselo.
—De acuerdo —aceptó Peter de pie frente a la cama sin moverse. No sabía por qué pero tenía la sensación de que Lali no quería que se le acercase en aquel momento—. ¿Alguna regla más? —«Son barreras, Peter», se dijo a sí mismo, «y si quieres derribarlas todas antes tienes que saber dónde están».
—Enseguida vuelvo... —dijo Lali y llevando el corsé en la mano se encerró en lo que Peter supuso que sería un baño.
Dios santo, Peter nunca se había sentido tan culpable por haberse ido como en aquel instante. Lali no le había explicado a qué venía eso del corsé, pero Peter tenía el horrible presentimiento de que tenía mucho que ver con él, o al menos con el modo en que él había desaparecido de su vida. Quizá debería irse, le dijo su conciencia, pero entonces sus entrañas lo obligaron a quedarse. Si se iba de allí ahora, Lali lo interpretaría como otro abandono, o quizás incluso como algo mucho peor. Quizá creería que la estaba juzgando, y sentenciando. No, tenía que quedarse y demostrarle a Lali que nada de lo que pudiera hacer o decirle iba a hacerle cambiar de opinión.

Oyó que se abría la puerta del baño y sus ojos buscaron a Lali convencido de que ella aparecería vestida como siempre con el corsé en la mano dispuesta a echarlo de allí. Se le paró el corazón y dejó de respirar. 

3 comentarios:

  1. Guauuuu guauuu..guauuu me quede sin palabras!!!!!
    Se viene #Rocklaliter????!!!!

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  2. Comentario en los demás caps ,y puesta al día.
    Me encanta!!
    Jajajajajaja,ese corsé tiene historia.

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