Y despertar a tu lado
en cada amanecer,
hacer rodar mis labios sobre tu piel.
DUNCAN DHU,
A tu lado
Peter no recordaba nada del trayecto hasta casa de Lali.
Había conducido con un único objetivo en mente; llegar allí para abrazarla.
Estaba convencido de que ella le echaría de allí de una patada, o de que ni
siquiera le abriría la puerta. Pero tenía que intentarlo. Aunque ella no
estuviese dispuesta a perdonarlo, ni tan solo a escucharlo, él tenía que volver
a intentarlo. Y Juan Martin tenía razón, nadie tenía que estar solo en momentos
tan difíciles como el que Lali estaba atravesando. «Probablemente a ella le
gustaría estar con Agus», le dijo la voz de su conciencia, «pero Agus no está.
Y yo sí».
Aparcó con movimientos bruscos, furioso por tener que perder
el tiempo con aquellas banalidades y corrió hacia la puerta. Llamó dos veces
seguidas y acto seguido una tercera sin obtener respuesta. Volvió a llamar y el
loro de Lali graznó y Peter vio luz a través de una ventana.
—¡Lali, abre la puerta!
Nada.
—¡Lali, abre la puerta, por favor!
Nada. Peter apoyó las manos y la frente en la puerta y tuvo
la sensación de que ella estaba haciendo lo mismo al otro lado.
—Abre la puerta —le pidió en voz más baja que antes—. Por
favor. Solo quiero asegurarme de que estás bien. Luego me iré. Te lo prometo.
—¡Cómo te atreves a prometerme nada! —le gritó ella abriendo
la puerta hecha una furia.
—Lali —susurró Peter. Era obvio que había estado llorando,
tenía los ojos rojos e hinchados y en las mejillas todavía podían verse los
senderos que habían dibujado las lágrimas—. ¿Puedo pasar?
—¡Cómo te atreves a prometerme nada! —repitió ella sujetando
la puerta con firmeza—. Dímelo. La última vez que me prometiste algo no tuviste
ningún problema en romper la promesa. Oh, veo que no te acuerdas, por qué será
que no me extraña.
Peter entrecerró los ojos y la observó un instante y al
verle los ojos comprendió que la expresión echar chispas por los ojos podía
tener un sentido literal.
—Me acuerdo. La noche de tu cumpleaños —vio que la había
sorprendido y aprovechó aquella pequeña ventaja—, la noche que nos besamos
—añadió para ver cómo reaccionaba y, aunque Lali no dijo nada, apretó los dedos
con los que sujetaba la puerta y se sonrojó—, te prometí que a la mañana
siguiente iría a buscarte a tu casa. Esa no ha sido la única promesa que he
roto en mi vida, pero sí la que más me ha dolido.
—¿Dolido? Nadie lo diría, capitán —se burló Lali.
—¿Has estado bebiendo?
—Eso, lo que me faltaba. No, capitán, no he estado bebiendo,
sencillamente no estoy de humor para tus tonterías. —«Porque necesito estar
enfadada, si no volveré a ponerme a llorar y tú volverás a abrazarme.»
—¿Tonterías? ¿Le llamas tontería a que tu... —tragó saliva—
a que yo me preocupe por ti?
—No, tienes razón, no es una tontería. Es una gran
estupidez.
Peter respiró hondo y se recordó que no había ido allí a
discutir con ella, a pesar de que era más que evidente que Lali estaba buscando
pelea.
—¿Puedo entrar? Aunque no me importa que me insultes en
medio de la calle, no creo que quieras que se te llene la casa de mosquitos. Y
tu loro nos está mirando mal —añadió tras mirar por encima del hombro de Lali.
Lali se lo pensó unos segundos y al final dio un paso hacia
atrás y le indicó que pasase.
—Adelante, ¿quieres tomar algo? —le preguntó sin tener
ninguna intención de servirle nada. Cerró la puerta y se acercó al loro—.
Traidor —murmuró antes de tapar la jaula con una sábana.
—No, gracias.
Lali caminó hasta el sofá pero no se sentó, estaba demasiado
tensa como para sentarse y fingir que Peter había ido a visitarla como haría
cualquier amigo.
—¿De qué quieres hablar? —le preguntó directamente. Cuanto
antes se fuese Peter, antes podría meterse en la cama y echarse a llorar.
Peter también se quedó de pie y se acercó a ella tanto como
pudo, pero no como quiso. Había algo en los hombros de Lali que le advirtió que
no toleraría que diese ni un paso más hacia ella.
—¿Por qué no me dijiste que tu madre había tenido cáncer?
—le dijo cuando ella todavía le estaba dando la espalda.
—¿Y cuándo se supone que tendría que habértelo contado? —Lali
se dio media vuelta y él vio que mantenía los puños cerrados, como si solo así
pudiese contener las ganas de pegarle—. ¿Cuándo se supone que tenía que haberte
contado que mi madre tenía cáncer y que un mes más tarde de que se lo
diagnosticaran mi padre, mi fabuloso padre, se fue a vivir con su amante
húngara? Dime, Peter, cuándo. ¿Durante una de tus inexistentes llamadas de
teléfono? ¿O quizá podría haberte respondido a una de esas cartas que nunca
llegué a recibir? ¡Ah, no, ya sé! ¡Podría habértelo dicho en uno de los miles
de correos electrónicos que nos hemos escrito!
—¿Tu padre os abandonó?
—Oh, sí. Mi padre, el respetadísimo señor Ruiz-Espsito,
tenía una amante desde hacía años. Y cuando mi madre dejó de ser la anfitriona
perfecta, decidió que no tenía tiempo para nosotras.
—Lo siento.
—No te atrevas a decirme nada más, Peter. Tú no estabas aquí
cuando te necesité, así que nada de lo que digas ahora importa.
—Lo siento.
Ella dio un paso hacia él y levantó el rostro. Estaba
furiosa, dolida, enfadada con la vida y con el destino por haberle dado unas
cartas de mierda para jugar esa partida.
—No tienes derecho a sentirlo —dijo entre dientes mirándolo
a los ojos. Tenía los ojos brillantes y le temblaba la mandíbula.
—Vamos, pégame —dijo Peter al ver que ella abría y cerraba
nerviosa la mano.
Ambos se quedaron en silencio, mirándose, a la espera de la
reacción del otro. Lali no tenía ninguna duda de que si le pegaba, Peter
aguantaría estoico, y de que luego ella se sentiría todavía peor de lo que se
sentía ahora. A su madre no le gustaría verla así. «No metas a mamá en esto»,
se aconsejó a sí misma. Al final, Lali cerró los ojos y retrocedió un poco. Se dio
media vuelta de nuevo y se acercó a la ventana. Era de noche pero había luna
llena y podía ver el mar, las olas moviéndose al ritmo de las notas de una
lenta melodía que solo ellas podían oír. Apoyó la frente en el cristal y
durante un segundo recordó lo sola que se sintió diez años atrás cuando a su
madre le diagnosticaron cáncer por primera vez.
—Esa mañana fui a tu casa —empezó con una voz que apenas
identificaba como propia—. Juan Martin me dijo que te habías ido y que habías
dejado una nota diciendo que no volverías. Tu hermano había estado llorando,
así que le consolé y le dije que probablemente te habías discutido con tus
padres y que volverías más tarde. Y de verdad lo creía así, pero entonces vi a
tu padre y supe que te habías ido de verdad. Me despedí de ellos y días más
tarde, cuando volví a ver a Martin en una terraza, hice como si nada.
—Yo tuve...
—Déjame terminar. No podía decirle a nadie que te echaba de
menos. Tú siempre habías insistido en mantener en secreto lo mucho que nos
veíamos.
—Lali...
—Yo nunca le conté a nadie lo de esa noche, al principio me
callé porque una parte de mí estaba convencida de que te pondrías en contacto
conmigo y me contarías dónde estabas y por qué te habías ido. Y no quería
meterte en ningún lío. Pero cuando se hizo evidente que no ibas a llamarme ni a
escribirme, no se lo conté a nadie porque me daba vergüenza haber sido tan
estúpida como para enamorarme de ti. Me engañé a mí misma y me dije que solo
había sido una tontería, un encaprichamiento, pero el día que le diagnosticaron
cáncer a mi madre... —se le quebró la voz—. Jamás te he necesitado tanto como
ese día. Me pasé toda la noche llorando, creo que fue entonces cuando me di
cuenta de verdad que no sabía ni dónde estabas ni cómo encontrarte. Estaba en
Madrid, pero me tragué el orgullo y busqué el número de tu hermano para
preguntarle por ti.
Peter se puso detrás de ella y levantó despacio una mano, la
acercó al hombro de Lali decidido a abrazarla, pero las palabras de ella le
detuvieron.
—Le pregunté a Martin si sabía algo de ti y me dijo que os
escribíais a menudo. «Está en Chile», me dijo, «haciendo submarinismo». Le
pregunté incluso si en alguna de esas cartas preguntabas por alguien de aquí, o
si tenías intención de volver algún día. Martin me dijo que no, que nunca
preguntabas por nadie y que no volverías porque estabas muy feliz «navegando a
todas horas». Le di las gracias a Martin y volví a casa. Ese día me juré a mí
misma que te olvidaría para siempre, Peter. Y lo he logrado, así que no quiero
oír tus excusas. —Se volvió y le empujó en el pecho—. No quiero que te
intereses por mí. —Otro empujón—. No quiero que vengas a preguntarme cómo
estoy. —Otro—. Ni que preguntes por mi madre o por mi hermana. No quiero nada
de ti. Nada. Así que ahora que has visto que no estoy hecha un mar de lágrimas
y que no necesito ningún hombro sobre el que llorar, puedes irte tranquilo. —Se
apartó de él y se acercó de nuevo al sofá—. Vete y no vuelvas, Peter.
—No me has olvidado. No del todo —farfulló él con los pies
clavados en el suelo.
—Por supuesto que te he olvidado —insistió ella—. ¿Acaso
creías que iba a esperarte? ¿Así sin más? Solo tenía dieciocho años, Peter, y
probablemente tú solo querías pasar un buen rato.
Esa última frase consiguió hacer reaccionar a Peter, que se
puso en movimiento y caminó hasta Lali.
—No te burles de nosotros, La. Tú no eres así.
—¿Ah, no? Hace doce años que no sabes nada de mí, Peter. Te
fuiste y perdiste la oportunidad de conocerme. Ahora tú y yo no somos nada.
—No digas eso. Insúltame, grítame, pero no finjas que lo
nuestro no existió.
—Fuiste tú el primero que actuó como si no existiese. Como
si lo nuestro, como si yo —se le rompió de nuevo la voz y se odió por ello—, no
importase—. Se sentó en el sofá y cogió un cojín para abrazarlo.
—Tú importabas. —Se arrodilló delante de ella—. Importas.
Eres lo único que importa.
—No, Peter. Si te hubiese importado, no te habrías ido. No
sé qué diablos pretendes demostrar ahora, pero sea lo que sea, no me interesa.
Ya te lo he dicho, te he olvidado. —Se obligó a vaciar el rostro de emoción y
le miró a los ojos—. Vete, Peter.
Aquella mirada helada le hirió incluso más que las palabras
de Lali.
—No me has olvidado —insistió él.
—Esto no es ningún juego, Peter, no te lo estoy diciendo
para retarte a nada. Eso es lo que quiero que entiendas. Tú y yo ya no somos
nada. Nunca lo fuimos.
Peter seguía en el suelo y en esa posición los ojos le
quedaban a la misma altura que los de Lali. Ella estaba triste, dolida, y muy
preocupada por su madre, él lo sabía porque a pesar de las palabras de ella, Peter
la conocía mejor que nadie en el mundo. Y a pesar de todo, a pesar de las
preocupaciones y de la soledad, Lali insistía en querer pasar sola por eso. Ni
hablar, él ya le había fallado una vez. No volvería a abandonarla una segunda,
aunque ella insistiera en que hiciese exactamente eso. Respiró hondo y la miró
a los ojos una última vez antes de tomar una decisión. Si se equivocaba,
entonces probablemente recibiría la bofetada que Lali no le había dado antes. Peter
colocó ambas rodillas sobre el suelo y levantó las manos. Ella debió de creer
que iba a levantarse porque se echó un poco hacia atrás, pero entonces él la
cogió por los hombros y la atrajo hacia él sin darle tiempo de reaccionar.
La besó.
Suerte que ya estaba en el suelo, si no, dudaba que sus
piernas le hubiesen mantenido en pie. Estaba besando a Lali después de pasarse
doce años echándola de menos, soñando con ella —y con sus besos—, cada noche. Lali
era igual y completamente distinta a como la recordaba. Ya no era una chica de
dieciocho años, ahora era una mujer de treinta, y las diferencias físicas eran
más que evidentes. Ahora tenía las facciones más marcadas y poseía una
elegancia de la que había carecido de adolescente, aunque había perdido su
dulzura. Pero seguía oliendo igual y su piel seguía siendo la más suave que Peter
había tocado jamás. Y sus corazones seguían acompasando sus latidos.
Peter la estaba besando. Lali tardó medio segundo en
reaccionar. Cuando comprendió lo que iba a suceder, iba a ponerse furiosa, a
abofetearle. Pero cuando notó los labios de él encima de los suyos se olvidó
del rencor y sencillamente reaccionó. Se había pasado incontables noches
despierta preguntándose cómo sería besar a Peter de mayor, y ahora por fin lo
sabía. Devastador.
Los labios de él no le pidieron permiso para seducirla,
sencillamente la conquistaron y demolieron cualquier obstáculo que ella hubiese
podido interponer. Le acarició la lengua con la suya, le mordió el labio
inferior y la intoxicó con su sabor. Y todo sin dejar de sujetarle el rostro
con las manos. Tiró de ella hasta hacerla bajar del sofá, aunque Lali llevaba
ya varios minutos en el suelo cuando se dio cuenta de que se había movido, y
siguió besándola y besándola. Peter encadenaba un beso tierno y de disculpa con
uno de pasión y de lujuria, para luego volver a besarla con delicadeza. A Lali
nunca nadie la había besado así, ni siquiera el Peter de doce años atrás. Ella
estaba tan afectada por esos besos, por los recuerdos que evocaban y por los
deseos que despertaban en su interior, que no sabía qué hacer con las manos. Se
moría de ganas de tocarlo, de palpar todas y cada una de las diferencias que habían
ido apareciendo en el cuerpo de Peter con el paso del tiempo. Pero no se
atrevió y se contentó con dejarlas encima de los hombros de él. Notó que la
piel de él quemaba, o quizás eran sus manos, y sintió que no podía respirar.
—¿De verdad crees que no somos nada? —le preguntó él
besándole la mandíbula, y luego el cuello y el hombro. Se detuvo allí y le
susurró la pregunta al oído. Lali no respondió, pero como tampoco se apartó, Peter
decidió atrapar el lóbulo entre los dientes y luego soltarlo. Entonces sopló
despacio y observó fascinado cómo a ella se le ponía la piel de gallina. Ella
siguió en silencio, así que él se apartó un poco para poder mirarla a los
ojos—. ¿Lali?
Ella lo miró. No podía pensar. Su madre estaba en el
hospital y aunque esta vez saliera de allí, no sería por mucho tiempo. Doce
años atrás, Peter se había ido sin despedirse de ella. Le había roto el corazón
y había destrozado la confianza en sí misma. Y había vuelto también sin decirle
nada. ¿Qué quería? ¿Volvería a desaparecer sin decir ni una palabra? ¿A ella le
importaba? Tenía treinta años y había tenido unas semanas horribles. Hoy sin
duda había sido uno de los peores días de su vida. Estaba cansada de pensar, de
analizar todas las posibilidades y de ponderar todas las consecuencias de sus
actos. Se merecía una noche libre. Y quizá si se acostaba con Peter por fin
podría olvidarle de verdad, porque a pesar de lo que le había dicho, jamás le
había olvidado. Y a Lali no le hacía falta ir a un psicólogo para que le dijese
que sus relaciones nunca funcionaban porque ella jamás permitía que un hombre
se acercase tanto a su corazón como se había acercado Peter. Él era el listón
con el que comparaba a los pocos que lo habían intentado. Sí, quizás el mejor
modo de exorcizar a Peter de su vida sería acostándose con él. «O sencillamente
te sientes sola porque sabes que mamá va a morir.»
—¿Lali? ¿Estás bien? —le preguntó él preocupado
acariciándole el rostro.
—Sí —afirmó ella tomando una decisión.
—Yo, te he echado tanto de menos, La —confesó él emocionado
mirándola—. Me he imaginado tantas veces cómo sería volver a verte. Hablar
contigo. Besarte, tocarte. Esa noche, después de que...
—No. —Levantó una mano y le tapó los labios—. Ahora no. Esta
noche no,Pitt.
A él le sorprendió la actitud de ella y apartó la mano.
—Está bien, como quieras —dijo tras tragar saliva—. Será
mejor que me vaya.
—No, quédate. —Le cogió por una muñeca y le miró a los
ojos—. Quédate, Peter, pero no hablemos del pasado. Tú y yo acabamos de
conocernos hace unas semanas en el trabajo y nos gustamos. ¿Qué hay de malo en
eso?
Peter se quedó mirándola unos segundos. Sabía perfectamente
lo que le estaba pidiendo Lali, y una parte de él comprendía la necesidad que
ella tenía de desconectar, de no pensar en todo lo que le había sucedido. Y a
otra le dolía que no quisiera que él formase parte de su vida. Lali estaba
dispuesta a reconocer que entre ellos dos existía una fuerte atracción física,
e incluso estaba dispuesta a hacer algo al respecto, pero eso no implicaba que
estuviese dispuesta a reconocer que había algo más. Si aceptaba seguirle el
juego, ¿conseguiría que ella le diese la oportunidad de explicarse, de pedirle
perdón? Probablemente no. Pero si la rechazaba, seguro que Lali no volvería a
acercarse a él. Maldita fuera por ponerle en esa situación. Maldita fuera por
utilizar la pasión que sentían en su contra. Iba a decirle que no. Lo suyo era
para siempre. Él así lo había creído la primera vez que la vio y seguía
creyéndolo ahora. No iba a jugársela a cambio de acostarse con ella... por
tentadora que fuese la idea. Pero entonces vio que a Lali le temblaba el labio
y que le brillaban los ojos. A pesar de sus palabras, Lali le estaba ofreciendo
mucho más que su cuerpo, aunque quizá ni ella misma lo sabía. «Y te ha llamado Pitt.
Es la primera vez que te llama así desde que has vuelto.»
—Nada, no tiene nada de malo —dijo. Se puso en pie y la
cogió en brazos. Vio que ella volvía a mirarle sorprendida y le dio un beso
largo y profundo para demostrarle que la había entendido.
—Mi dormitorio —susurró ella cuando él se apartó un poco, y
escondió el rostro en el recoveco del cuello de él—. Mis reglas.
Peter asintió y caminó con pasos firmes hacia la dirección
que ella le indicó. Entraron en el dormitorio y Lali se dirigió hacia un
armario, lo abrió, y de él sacó un corsé. Lo sujetó entre los dedos con fuerza
y Peter vio que la tela parecía suave por el uso.
—No voy a justificarme —le dijo Lali mirándolo a los ojos
sin vergüenza—. No lo he hecho nunca ante nadie y no pienso hacerlo contigo.
—Tragó saliva y levantó las manos para enseñarle el corsé—. Tengo que ponerme
esto.
—¿Por qué? —no pudo evitar preguntar Peter.
—Mis reglas, ¿recuerdas? Si no estás de acuerdo, puedes irte
—lo retó con la mirada convencida de que Peter se iría.
Se quedó.
Nada ni nadie iban a echarlo de allí esa noche. Solo Ce. Y
ella tendría que insistir.
—Tienes que ponerte el corsé —repitió Peter desviando la
mirada del rostro de Lali al corsé durante unos segundos.
—Exacto. —Antes lo llevaba día y noche, incluso había
llegado a ponérselo para dormir, pero a base de mucho esfuerzo había conseguido
desprenderse un poco de la seguridad que le proporcionaba esa prenda. Excepto
en las raras ocasiones en que tenía relaciones sexuales. Las pocas parejas que
había tenido creían que se trataba de un juego, de un fetiche, y al principio
les resultaba muy erótico. Hasta que descubrían la verdad y echaban a correr. O
hasta que ella dejaba de llamarlos.
El corsé no solo la protegía, sino que también la hacía
sentir segura, en pleno control de la situación.
—¿Te lo pones tú o quieres que te lo ponga yo? —la pregunta
de Peter la sacó de su ensimismamiento y, aunque pareciese muy obvia, era el
primero que se la hacía.
—Yo —contestó tras humedecerse los labios.
Solo con pensar en que se lo pusiese él sintió un nudo en el
estómago... y por eso decidió que no iba a permitírselo.
—De acuerdo —aceptó Peter de pie frente a la cama sin
moverse. No sabía por qué pero tenía la sensación de que Lali no quería que se
le acercase en aquel momento—. ¿Alguna regla más? —«Son barreras, Peter», se
dijo a sí mismo, «y si quieres derribarlas todas antes tienes que saber dónde
están».
—Enseguida vuelvo... —dijo Lali y llevando el corsé en la
mano se encerró en lo que Peter supuso que sería un baño.
Dios santo, Peter nunca se había sentido tan culpable por
haberse ido como en aquel instante. Lali no le había explicado a qué venía eso
del corsé, pero Peter tenía el horrible presentimiento de que tenía mucho que
ver con él, o al menos con el modo en que él había desaparecido de su vida.
Quizá debería irse, le dijo su conciencia, pero entonces sus entrañas lo
obligaron a quedarse. Si se iba de allí ahora, Lali lo interpretaría como otro
abandono, o quizás incluso como algo mucho peor. Quizá creería que la estaba
juzgando, y sentenciando. No, tenía que quedarse y demostrarle a Lali que nada
de lo que pudiera hacer o decirle iba a hacerle cambiar de opinión.
Oyó que se abría la puerta del baño y sus ojos buscaron a Lali
convencido de que ella aparecería vestida como siempre con el corsé en la mano
dispuesta a echarlo de allí. Se le paró el corazón y dejó de respirar.
Maaass
ResponderEliminarGuauuuu guauuu..guauuu me quede sin palabras!!!!!
ResponderEliminarSe viene #Rocklaliter????!!!!
Comentario en los demás caps ,y puesta al día.
ResponderEliminarMe encanta!!
Jajajajajaja,ese corsé tiene historia.