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sábado, 17 de mayo de 2014

Capitulo 2


2

Fire away, fire away
You shoot me down but I won't fall
I'M TITANIUM!
You shoot me down but I won't fall
I'M TITANIUM!
DAVID GUETTA, Titanium
LALI

Besar a Peter es lo peor que me ha pasado en la vida. Sé que tarde o temprano habría descubierto que los cuentos de hadas no se hacen realidad y que los príncipes azules no existen, pero Peter me metió en el mundo real de un trompazo, sin previo aviso y sin concesiones. Y poco tiempo después mi vida entera empezó a desmoronarse.
Pieza a pieza.
Después de besarme en la playa, y de hacerme aquel regalo tan romántico (Peter fue el único que apoyó mi afición a la fotografía) y tan exagerado, nos subimos a su moto y me llevó de vuelta a casa. Recuerdo que volví a besarlo sentada encima de la moto y que pensé que jamás volvería a sentir nada parecido a lo que sentía estando en sus brazos. Le pedí que volviésemos a la playa, o que fuésemos a alguna otra parte donde pudiésemos estar solos y él me dijo que no, que no quería que nos precipitásemos. Yo volví a insistir. Patético, lo sé, y si pudiese volver atrás en el tiempo, me daría una bofetada a mí misma y me obligaría a estar callada. Peter me dio otro beso y me acarició el rostro y me prometió que volvería por la mañana para hablar con mis padres. Yo lo abracé y entré en casa como si estuviese flotando en una nube.
Al día siguiente aterricé de golpe.
Peter se había ido sin decirme nada. Al principio no me atreví a preguntarle a nadie si sabían algo de él, pero los rumores no tardaron en llegar. Peter se había aburrido de la vida de pueblo y
se había ido a ver mundo, decían algunos. Otros afirmaban que uno de sus antiguos colegas de Madrid había ido a buscarlo y que se había montado en su moto sin dudarlo. Y otros decían que por fin lo habían arrestado. Yo no me creí a nadie, o eso me dije a mí misma durante mucho tiempo. Hasta que semanas más tarde fui a ver al hermano de Peter y me confirmó que se había ido a vivir la vida.
Y yo que había estado dispuesta a dejar de vivir la mía para esperarlo.
El verano pasó y yo no le conté a nadie lo que había sucedido. No habría podido soportar las miradas de lástima que habría recibido; la pobre niña tonta que cae rendida ante los encantos del chico malo del pueblo. Era tan previsible que incluso daba asco. Mis padres creyeron que estaba nerviosa por lo de irme a la universidad, y yo no los corregí, y mi hermana Alexia todavía era pequeña, aunque creo que sabía más de lo que decía o dejaba entrever.
Todavía no sé cómo conseguí funcionar con cierta normalidad y la verdad es que durante esos meses apenas lloré. Estaba furiosa, con él y conmigo misma por haberme convertido en una estúpida. Por culpa de Peter era completamente incapaz de confiar en mí misma; a pesar de que las pruebas en contra de él iban amontonándose había días en los que seguía creyendo que tenía que haber alguna explicación, que era imposible que él se hubiese marchado sin más. ¿Cuánto más patética se puede ser? Mis amigas, a las que gracias a Dios nunca les había contado lo que sentía por Peter, se encargaron de distraerme todo el verano. Salimos todos los fines de semana y el último sábado de agosto me acosté con un inglés que estaba pasando unos días tostándose al sol de España. No fue horrible, fue sencillamente prescindible. Él estaba bastante borracho y yo demasiado nerviosa, fue tan insignificante que decidí que lo del sexo era una exageración y que al menos yo podía prescindir perfectamente del tema.
Me fui a Madrid y poco a poco mis amigas de la infancia fueron desapareciendo en la distancia. Supongo que en realidad nunca fuimos demasiado amigas; yo siempre he sido muy reservada y la única persona con la que me había atrevido a abrirme había sido Peter. Y mira cómo acabó. Lo bueno es que con el paso del tiempo mi hermana Alexia y yo empezamos a tener más cosas en común y a ser más sinceras la una con la otra. Además, vivir en Madrid era increíble y me encantaba ir a la universidad. Allí conocí a Candela y a Agus y mi vida se convirtió en algo interesante. Me
despertaba por las mañanas con ganas de ir a clase y disfrutaba saliendo con Candela y conociendo a más gente, y cuando Alexia cumplió los dieciocho se mudó a vivir conmigo. Confieso que me ponía furiosa siempre que pensaba en Peter y en esa última noche, en la única noche que nos habíamos besado, pero al menos no pensaba en él cada día. Mentira.
Después del fiasco del inglés, no volví a sentir curiosidad por el sexo durante mucho tiempo, lo que me resultó fácil pues no encontré ningún chico que lograse despertarme ni el más mínimo interés. Me decía a mí misma que no me hacía falta y me negaba a creer que Peter o sus recuerdos pudiesen tener algo que ver con eso. Una noche, Candela, Alexia y yo salimos por Madrid y mientras estábamos en un local se me acercó un chico. No recuerdo su nombre pero sí que recuerdo lo que me sucedió estando con él. Era un chico, un hombre en realidad, tenía veinticinco años y yo apenas veinte, muy atractivo y muy amable. Estuvimos charlando toda la noche y después me acompañó a casa en su coche. Me dio un beso en el portal del edificio donde vivíamos y no sentí nada. Absolutamente nada.
La semana siguiente, cuando volvimos a salir, me obligué a acercarme a un chico y a flirtear con él y comprobé que no me provocaba ninguna emoción. Aunque el hecho me preocupó un poco, ¿una chica de mi edad debería sentir como mínimo deseo, no? Decidí que me daría algo de tiempo y que si las cosas no cambiaban buscaría ayuda profesional (no me gustaba la idea de ir a ver un psicólogo, pero estaba dispuesta a hacerlo si con ello conseguía ser una chica normal).
Desde pequeña yo siempre he sido muy ordenada, muy meticulosa, algo neurótica según Alexia, pero después del verano en que Peter se fue, me volví más estricta conmigo misma. No iba a permitir que nadie más volviese a engañarme. Probablemente lo único que pasaba era que estaba demasiado tensa e iba a tener que relajarme un poco si quería sentir algo de placer estando con un hombre. Peter no tenía nada que ver con eso, era sencillamente una cuestión física y yo sola iba a resolverla.
Sí, todo iba a salir bien.
Meses después tuve otro fiasco y llegué a la conclusión de que no todo el mundo estaba destinado a disfrutar del sexo y que yo probablemente era una de esas personas a las que las relaciones físicas les son indiferentes. Además, si algún día sentía esa necesidad, yo sola podía resolverlo.
Me gustaba mi vida.
Es curioso como hay días en la vida en que se quedan para siempre grabados en tu memoria mientras que otros se borran por completo. Por desgracia, he aprendido que somos incapaces de decidir cuáles pertenecen a la primera categoría y cuáles a la segunda, y el día en que a mi madre le diagnosticaron que tenía cáncer era de la primera. Mamá vino a Madrid para pasar el fin de semana con nosotras y porque el lunes tenía que ir a una clínica a enseñarle unos resultados a un médico. Eso fue lo que nos dijo a Alexia y a mí, aunque ahora sé que en aquel entonces ella ya se temía lo peor. Fuimos al teatro y a cenar y el domingo paseamos por El Retiro. El lunes mi hermana y yo insistimos en acompañarla y al final mamá nos lo permitió a regañadientes. Alexia y yo salimos de la consulta destrozadas y para nuestra vergüenza fue mamá la que tuvo que consolarnos. Iba a salir de esa, nos aseguró con convicción, y mi hermana y yo asentimos y la abrazamos casi como si ya la hubiésemos perdido. Mamá nos riñó y nos mandó a paseo y nos dijo que si no estábamos dispuestas a luchar a su lado la dejásemos en paz.
Nunca la había admirado tanto como en ese instante.
Alexia y yo le pedimos perdón y volvimos al apartamento donde mamá nos preparó uno de nuestros platos preferidos porque nos dijo que le apetecía cocinar.
Y entonces me sacudió de repente; la incontenible necesidad que sentía de hablar con Peter. Tenía que hablar con él, tenía que contárselo para que él pudiese decirme que todo iba a salir bien, que él iba a estar a mi lado y que mi madre iba a curarse. Quería que Peter me abrazase, que me besase, que me hiciese el amor y me hiciese olvidar lo sola y perdida que me sentía. Fue en aquel horrible instante cuando comprendí de verdad que Peter no estaba. Fue como si durante los años que habían pasado desde aquel beso en la playa yo me hubiese convencido de que Peter iba a volver. Sí, estaba furiosa y dolida, y seguro que lo insultaría cuando lo viese, pero Peter volvería y haríamos las paces. Él me pediría perdón de rodillas y yo le perdonaría. Nos besaríamos y por fin haríamos el amor. Yo por fin sentiría algo al estar con un hombre. Lloraríamos y al terminar él me aseguraría que mamá se curaría y que todo iba a salir bien.
Eso no iba a suceder nunca: Peter se había ido sin darme una explicación y no había recibido noticias suyas en todos esos años.
No iba a volver. Jamás.
Mamá estaba en la cocina de nuestro pisito haciendo arroz con leche, Alexia estaba al teléfono hablando con no sé quién y yo corrí al baño y llegué justo a tiempo para vomitar en el váter. Vomité con lágrimas resbalándome por la mejilla. Peter no estaba allí mojándome la nuca con una toalla o consolándome, estaba sola y él no iba a aparecer de repente.
Salí del baño media hora más tarde, y tuve que ducharme para que mamá y Alexia no adivinasen que había tenido un ataque de nervios. O que acababa de rompérseme el corazón definitivamente. Escuché todos los planes que tenía mamá sobre cómo llevar su tratamiento; se lo haría en Cádiz para poder estar en casa y Alexia y yo iríamos siempre que pudiésemos. A mí me faltaba muy poco para terminar la carrera, así que le prometí que buscaría trabajo cerca de casa, tal como había sido mi intención desde un principio.
Pasaron unas semanas y sí, me planteé la posibilidad de buscar al hermano de Peter y pedirle que me diese su número de teléfono o su dirección. Quizá si conseguía hablar con Peter descubriría que era un cretino y se aflojaría el nudo que sentía en las entrañas y en el corazón. Aprovechando un puente, Alexia y yo decidimos ir a pasar unos días a Cádiz y cuando llegamos nos encontramos a papá con las maletas hechas. Al parecer la vida no estaba dispuesta a darme una tregua.
Papá tenía una amante. El marido y el padre perfecto llevaba años manteniendo a otra mujer a escondidas, una mujer más joven, y ahora que su esposa oficial le estaba dando problemas había decidido darle la patada. Así de cruel. Así de egoísta. Así de cierto.
Alexia y yo nos quedamos perplejas y miramos a papá con la esperanza de que se defendiese, de que dijese que había cometido un error y de que nos suplicase que lo ayudásemos a recuperar a mamá. No hizo nada de eso. Papá cogió las maletas, el Mercedes, casi todo su dinero, y se largó. Nos dijo que nosotras ya éramos mayores y que él quería empezar una nueva vida con esa otra mujer que lo entendía de verdad y que sabía satisfacer sus necesidades. Es decir, una mujer veinte años más joven que él y que a todo le decía que sí.
Ni siquiera mencionó a mamá.
Me habría gustado abofetearlo, insultarlo, pero cogí una de las carísimas maletas que el muy cretino había llenado hasta los topes y se la cargué en el coche. Alexia tardó unos segundos en reaccionar pero cuando lo hizo me imitó. Cuando el maletero del coche estuvo
lleno, lo cerré de un golpe y le dije a mi padre que no volviese jamás. Él ni se inmutó. Alexia, que siempre había sido mucho menos cerebral que yo (algo que siempre le he envidiado pero no tanto como en ese momento), se acercó a papá y le dio una bofetada para después meterse en casa llorando. Yo me esperé en el portal de pie y me quedé observando cómo se alejaba el Mercedes. Mi padre, el hombre en el que más había confiado en la vida me estaba dando la espalda sin ningún remordimiento.
Entré en casa y me encerré en mi dormitorio. Sé que debería haber ido a ver a mamá, pero necesitaba estar sola, se me habían llenado los ojos de lágrimas y apenas podía respirar, y ella no necesitaba verme en ese estado, bastante tenía con lo suyo. Además, mi vida entera se estaba desmoronando a mi alrededor. Si Peter no se hubiese ido, lo tendría a mi lado para apoyarme. Pero se había ido. Igual que papá.
Me tumbé en la cama y encendí el televisor del año de la pera que tenía en mi dormitorio. Necesitaba aturdirme o el dolor acabaría conmigo. Hacían Lo que el viento se llevó y me quedé embobada mirando la película, era curioso, pero en aquel instante me pareció que era lo mejor que podía hacer. En algún momento mi hermana vino a preguntarme si quería comer algo pero le dije que no, que no me apetecía. Terminó la película y acto seguido empezó Siete novias para siete hermanos. Esas mujeres sí que lo tenían todo bajo control, no como yo.
Escarlata O'Hara, a pesar de la época, lo tenía todo controlado. El mundo entero parecía ir en su contra y ella seguía manteniendo la calma y unos objetivos clarísimos. No como yo. Escarlata podía enfrentarse a unos soldados confederados, al hambre, al abandono del hombre de su vida sin perder la compostura. Sin perder la calma ni el aplomo. No como yo que vomitaba y lloraba como una estúpida.
Me quedé embobada mirando a Escarlata, el rostro impecable de Vivien Leigh, el peinado, el maquillaje, la ropa. Ese corsé debía de obligarla a mantenerse erguida, a no perder el mundo de vista. Ni el mismísimo Red Butler conseguía destruirla, ella seguía luchando pasara lo que pasase. Escarlata era una mujer fuerte, una mujer capaz de ayudar a su familia y de luchar por sí misma.
Pasé varias semanas medio aturdida, ayudando a mamá en todo lo que podía e intentando volver a la normalidad, y una tarde, al salir de la facultad, pasé por delante de una tienda de ropa interior y vi un corsé en el escaparate. Me lo compré y en cuanto me lo puse sentí tal

seguridad en mí misma que fui incapaz de quitármelo. El corsé me hacía sentir poderosa, fuerte, decidida. Y me negué a cuestionarme el porqué. Hay gente que fuma, gente que bebe, gente que juega, yo sencillamente llevaba una ropa interior más cara de lo habitual y algo pasada de moda. No tenía nada de malo. Y a mí me ayudaba, y estaba harta de sentirme sola e indefensa. Cuando llevaba el corsé era capaz de cualquier cosa, incluso de estar con un hombre. No iba a quitármelo por nada del mundo. Por fin había encontrado el modo de mantener el control, de funcionar sin necesitar a nadie. Ni siquiera a Peter. 

4 comentarios:

  1. Me encanta la nove!!#
    pero porque Peter se fue!!!!!
    seguila!!!

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  2. HOLA AHORA COMENTO POR AKA PORQUE LOS CAP YA ESTAN PROGRAMADOS
    Calmen calmen tengan pasiencia se que todas quieren saber el porque se fue peter Pero todo a su tiempo c:
    No quiero que se queden sin lagrimales tan pronto

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  3. ale seguirla mass. No te olvides de avisarme por twitter @cfyssmile

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  4. X fin se hizo fuerte!!!!

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