2
Fire away, fire away
You shoot me down but I won't fall
I'M TITANIUM!
You shoot me down but I won't fall
I'M TITANIUM!
DAVID GUETTA, Titanium
LALI
Besar a Peter es lo peor que me ha pasado en la vida. Sé que
tarde o temprano habría descubierto que los cuentos de hadas no se hacen
realidad y que los príncipes azules no existen, pero Peter me metió en el mundo
real de un trompazo, sin previo aviso y sin concesiones. Y poco tiempo después
mi vida entera empezó a desmoronarse.
Pieza a pieza.
Después de besarme en la playa, y de hacerme aquel regalo
tan romántico (Peter fue el único que apoyó mi afición a la fotografía) y tan
exagerado, nos subimos a su moto y me llevó de vuelta a casa. Recuerdo que
volví a besarlo sentada encima de la moto y que pensé que jamás volvería a
sentir nada parecido a lo que sentía estando en sus brazos. Le pedí que
volviésemos a la playa, o que fuésemos a alguna otra parte donde pudiésemos
estar solos y él me dijo que no, que no quería que nos precipitásemos. Yo volví
a insistir. Patético, lo sé, y si pudiese volver atrás en el tiempo, me daría
una bofetada a mí misma y me obligaría a estar callada. Peter me dio otro beso
y me acarició el rostro y me prometió que volvería por la mañana para hablar
con mis padres. Yo lo abracé y entré en casa como si estuviese flotando en una
nube.
Al día siguiente aterricé de golpe.
Peter se había ido sin decirme nada. Al principio no me
atreví a preguntarle a nadie si sabían algo de él, pero los rumores no tardaron
en llegar. Peter se había aburrido de la vida de pueblo y
se había ido a ver mundo, decían algunos. Otros afirmaban
que uno de sus antiguos colegas de Madrid había ido a buscarlo y que se había
montado en su moto sin dudarlo. Y otros decían que por fin lo habían arrestado.
Yo no me creí a nadie, o eso me dije a mí misma durante mucho tiempo. Hasta que
semanas más tarde fui a ver al hermano de Peter y me confirmó que se había ido
a vivir la vida.
Y yo que había estado dispuesta a dejar de vivir la mía para
esperarlo.
El verano pasó y yo no le conté a nadie lo que había
sucedido. No habría podido soportar las miradas de lástima que habría recibido;
la pobre niña tonta que cae rendida ante los encantos del chico malo del
pueblo. Era tan previsible que incluso daba asco. Mis padres creyeron que
estaba nerviosa por lo de irme a la universidad, y yo no los corregí, y mi
hermana Alexia todavía era pequeña, aunque creo que sabía más de lo que decía o
dejaba entrever.
Todavía no sé cómo conseguí funcionar con cierta normalidad
y la verdad es que durante esos meses apenas lloré. Estaba furiosa, con él y
conmigo misma por haberme convertido en una estúpida. Por culpa de Peter era
completamente incapaz de confiar en mí misma; a pesar de que las pruebas en
contra de él iban amontonándose había días en los que seguía creyendo que tenía
que haber alguna explicación, que era imposible que él se hubiese marchado sin
más. ¿Cuánto más patética se puede ser? Mis amigas, a las que gracias a Dios
nunca les había contado lo que sentía por Peter, se encargaron de distraerme
todo el verano. Salimos todos los fines de semana y el último sábado de agosto
me acosté con un inglés que estaba pasando unos días tostándose al sol de
España. No fue horrible, fue sencillamente prescindible. Él estaba bastante
borracho y yo demasiado nerviosa, fue tan insignificante que decidí que lo del
sexo era una exageración y que al menos yo podía prescindir perfectamente del
tema.
Me fui a Madrid y poco a poco mis amigas de la infancia
fueron desapareciendo en la distancia. Supongo que en realidad nunca fuimos
demasiado amigas; yo siempre he sido muy reservada y la única persona con la
que me había atrevido a abrirme había sido Peter. Y mira cómo acabó. Lo bueno
es que con el paso del tiempo mi hermana Alexia y yo empezamos a tener más
cosas en común y a ser más sinceras la una con la otra. Además, vivir en Madrid
era increíble y me encantaba ir a la universidad. Allí conocí a Candela y a Agus
y mi vida se convirtió en algo interesante. Me
despertaba por las mañanas con ganas de ir a clase y
disfrutaba saliendo con Candela y conociendo a más gente, y cuando Alexia
cumplió los dieciocho se mudó a vivir conmigo. Confieso que me ponía furiosa
siempre que pensaba en Peter y en esa última noche, en la única noche que nos
habíamos besado, pero al menos no pensaba en él cada día. Mentira.
Después del fiasco del inglés, no volví a sentir curiosidad por
el sexo durante mucho tiempo, lo que me resultó fácil pues no encontré ningún
chico que lograse despertarme ni el más mínimo interés. Me decía a mí misma que
no me hacía falta y me negaba a creer que Peter o sus recuerdos pudiesen tener
algo que ver con eso. Una noche, Candela, Alexia y yo salimos por Madrid y
mientras estábamos en un local se me acercó un chico. No recuerdo su nombre
pero sí que recuerdo lo que me sucedió estando con él. Era un chico, un hombre
en realidad, tenía veinticinco años y yo apenas veinte, muy atractivo y muy
amable. Estuvimos charlando toda la noche y después me acompañó a casa en su
coche. Me dio un beso en el portal del edificio donde vivíamos y no sentí nada.
Absolutamente nada.
La semana siguiente, cuando volvimos a salir, me obligué a
acercarme a un chico y a flirtear con él y comprobé que no me provocaba ninguna
emoción. Aunque el hecho me preocupó un poco, ¿una chica de mi edad debería
sentir como mínimo deseo, no? Decidí que me daría algo de tiempo y que si las
cosas no cambiaban buscaría ayuda profesional (no me gustaba la idea de ir a
ver un psicólogo, pero estaba dispuesta a hacerlo si con ello conseguía ser una
chica normal).
Desde pequeña yo siempre he sido muy ordenada, muy
meticulosa, algo neurótica según Alexia, pero después del verano en que Peter
se fue, me volví más estricta conmigo misma. No iba a permitir que nadie más
volviese a engañarme. Probablemente lo único que pasaba era que estaba
demasiado tensa e iba a tener que relajarme un poco si quería sentir algo de
placer estando con un hombre. Peter no tenía nada que ver con eso, era
sencillamente una cuestión física y yo sola iba a resolverla.
Sí, todo iba a salir bien.
Meses después tuve otro fiasco y llegué a la conclusión de
que no todo el mundo estaba destinado a disfrutar del sexo y que yo
probablemente era una de esas personas a las que las relaciones físicas les son
indiferentes. Además, si algún día sentía esa necesidad, yo sola podía
resolverlo.
Me gustaba mi vida.
Es curioso como hay días en la vida en que se quedan para
siempre grabados en tu memoria mientras que otros se borran por completo. Por
desgracia, he aprendido que somos incapaces de decidir cuáles pertenecen a la
primera categoría y cuáles a la segunda, y el día en que a mi madre le diagnosticaron
que tenía cáncer era de la primera. Mamá vino a Madrid para pasar el fin de
semana con nosotras y porque el lunes tenía que ir a una clínica a enseñarle
unos resultados a un médico. Eso fue lo que nos dijo a Alexia y a mí, aunque
ahora sé que en aquel entonces ella ya se temía lo peor. Fuimos al teatro y a
cenar y el domingo paseamos por El Retiro. El lunes mi hermana y yo insistimos
en acompañarla y al final mamá nos lo permitió a regañadientes. Alexia y yo
salimos de la consulta destrozadas y para nuestra vergüenza fue mamá la que
tuvo que consolarnos. Iba a salir de esa, nos aseguró con convicción, y mi
hermana y yo asentimos y la abrazamos casi como si ya la hubiésemos perdido.
Mamá nos riñó y nos mandó a paseo y nos dijo que si no estábamos dispuestas a
luchar a su lado la dejásemos en paz.
Nunca la había admirado tanto como en ese instante.
Alexia y yo le pedimos perdón y volvimos al apartamento
donde mamá nos preparó uno de nuestros platos preferidos porque nos dijo que le
apetecía cocinar.
Y entonces me sacudió de repente; la incontenible necesidad
que sentía de hablar con Peter. Tenía que hablar con él, tenía que contárselo
para que él pudiese decirme que todo iba a salir bien, que él iba a estar a mi
lado y que mi madre iba a curarse. Quería que Peter me abrazase, que me besase,
que me hiciese el amor y me hiciese olvidar lo sola y perdida que me sentía.
Fue en aquel horrible instante cuando comprendí de verdad que Peter no estaba.
Fue como si durante los años que habían pasado desde aquel beso en la playa yo
me hubiese convencido de que Peter iba a volver. Sí, estaba furiosa y dolida, y
seguro que lo insultaría cuando lo viese, pero Peter volvería y haríamos las
paces. Él me pediría perdón de rodillas y yo le perdonaría. Nos besaríamos y
por fin haríamos el amor. Yo por fin sentiría algo al estar con un hombre.
Lloraríamos y al terminar él me aseguraría que mamá se curaría y que todo iba a
salir bien.
Eso no iba a suceder nunca: Peter se había ido sin darme una
explicación y no había recibido noticias suyas en todos esos años.
No iba a volver. Jamás.
Mamá estaba en la cocina de nuestro pisito haciendo arroz
con leche, Alexia estaba al teléfono hablando con no sé quién y yo corrí al
baño y llegué justo a tiempo para vomitar en el váter. Vomité con lágrimas
resbalándome por la mejilla. Peter no estaba allí mojándome la nuca con una
toalla o consolándome, estaba sola y él no iba a aparecer de repente.
Salí del baño media hora más tarde, y tuve que ducharme para
que mamá y Alexia no adivinasen que había tenido un ataque de nervios. O que
acababa de rompérseme el corazón definitivamente. Escuché todos los planes que
tenía mamá sobre cómo llevar su tratamiento; se lo haría en Cádiz para poder
estar en casa y Alexia y yo iríamos siempre que pudiésemos. A mí me faltaba muy
poco para terminar la carrera, así que le prometí que buscaría trabajo cerca de
casa, tal como había sido mi intención desde un principio.
Pasaron unas semanas y sí, me planteé la posibilidad de
buscar al hermano de Peter y pedirle que me diese su número de teléfono o su
dirección. Quizá si conseguía hablar con Peter descubriría que era un cretino y
se aflojaría el nudo que sentía en las entrañas y en el corazón. Aprovechando
un puente, Alexia y yo decidimos ir a pasar unos días a Cádiz y cuando llegamos
nos encontramos a papá con las maletas hechas. Al parecer la vida no estaba
dispuesta a darme una tregua.
Papá tenía una amante. El marido y el padre perfecto llevaba
años manteniendo a otra mujer a escondidas, una mujer más joven, y ahora que su
esposa oficial le estaba dando problemas había decidido darle la patada. Así de
cruel. Así de egoísta. Así de cierto.
Alexia y yo nos quedamos perplejas y miramos a papá con la
esperanza de que se defendiese, de que dijese que había cometido un error y de
que nos suplicase que lo ayudásemos a recuperar a mamá. No hizo nada de eso.
Papá cogió las maletas, el Mercedes, casi todo su dinero, y se largó. Nos dijo
que nosotras ya éramos mayores y que él quería empezar una nueva vida con esa
otra mujer que lo entendía de verdad y que sabía satisfacer sus necesidades. Es
decir, una mujer veinte años más joven que él y que a todo le decía que sí.
Ni siquiera mencionó a mamá.
Me habría gustado abofetearlo, insultarlo, pero cogí una de
las carísimas maletas que el muy cretino había llenado hasta los topes y se la
cargué en el coche. Alexia tardó unos segundos en reaccionar pero cuando lo
hizo me imitó. Cuando el maletero del coche estuvo
lleno, lo cerré de un golpe y le dije a mi padre que no
volviese jamás. Él ni se inmutó. Alexia, que siempre había sido mucho menos
cerebral que yo (algo que siempre le he envidiado pero no tanto como en ese
momento), se acercó a papá y le dio una bofetada para después meterse en casa
llorando. Yo me esperé en el portal de pie y me quedé observando cómo se
alejaba el Mercedes. Mi padre, el hombre en el que más había confiado en la
vida me estaba dando la espalda sin ningún remordimiento.
Entré en casa y me encerré en mi dormitorio. Sé que debería
haber ido a ver a mamá, pero necesitaba estar sola, se me habían llenado los
ojos de lágrimas y apenas podía respirar, y ella no necesitaba verme en ese
estado, bastante tenía con lo suyo. Además, mi vida entera se estaba
desmoronando a mi alrededor. Si Peter no se hubiese ido, lo tendría a mi lado
para apoyarme. Pero se había ido. Igual que papá.
Me tumbé en la cama y encendí el televisor del año de la
pera que tenía en mi dormitorio. Necesitaba aturdirme o el dolor acabaría
conmigo. Hacían Lo que el viento se llevó y me quedé embobada mirando la
película, era curioso, pero en aquel instante me pareció que era lo mejor que
podía hacer. En algún momento mi hermana vino a preguntarme si quería comer
algo pero le dije que no, que no me apetecía. Terminó la película y acto
seguido empezó Siete novias para siete hermanos. Esas mujeres sí que lo
tenían todo bajo control, no como yo.
Escarlata O'Hara, a pesar de la época, lo tenía todo
controlado. El mundo entero parecía ir en su contra y ella seguía manteniendo
la calma y unos objetivos clarísimos. No como yo. Escarlata podía enfrentarse a
unos soldados confederados, al hambre, al abandono del hombre de su vida sin
perder la compostura. Sin perder la calma ni el aplomo. No como yo que vomitaba
y lloraba como una estúpida.
Me quedé embobada mirando a Escarlata, el rostro impecable
de Vivien Leigh, el peinado, el maquillaje, la ropa. Ese corsé debía de
obligarla a mantenerse erguida, a no perder el mundo de vista. Ni el mismísimo
Red Butler conseguía destruirla, ella seguía luchando pasara lo que pasase.
Escarlata era una mujer fuerte, una mujer capaz de ayudar a su familia y de
luchar por sí misma.
Pasé varias semanas medio aturdida, ayudando a mamá en todo
lo que podía e intentando volver a la normalidad, y una tarde, al salir de la
facultad, pasé por delante de una tienda de ropa interior y vi un corsé en el
escaparate. Me lo compré y en cuanto me lo puse sentí tal
seguridad en mí misma que fui incapaz de quitármelo. El
corsé me hacía sentir poderosa, fuerte, decidida. Y me negué a cuestionarme el
porqué. Hay gente que fuma, gente que bebe, gente que juega, yo sencillamente
llevaba una ropa interior más cara de lo habitual y algo pasada de moda. No
tenía nada de malo. Y a mí me ayudaba, y estaba harta de sentirme sola e indefensa.
Cuando llevaba el corsé era capaz de cualquier cosa, incluso de estar con un
hombre. No iba a quitármelo por nada del mundo. Por fin había encontrado el
modo de mantener el control, de funcionar sin necesitar a nadie. Ni siquiera a Peter.
Me encanta la nove!!#
ResponderEliminarpero porque Peter se fue!!!!!
seguila!!!
HOLA AHORA COMENTO POR AKA PORQUE LOS CAP YA ESTAN PROGRAMADOS
ResponderEliminarCalmen calmen tengan pasiencia se que todas quieren saber el porque se fue peter Pero todo a su tiempo c:
No quiero que se queden sin lagrimales tan pronto
ale seguirla mass. No te olvides de avisarme por twitter @cfyssmile
ResponderEliminarX fin se hizo fuerte!!!!
ResponderEliminar