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jueves, 27 de marzo de 2014

Capitulo: 30



Estaba  quitándose  sus  pantalones  cuando  rápidamente  me  volteé  para irme. No llegué muy lejos antes de que tomara mi brazo y me volteara hacia él.
Grité mientras el agua mojaba mi cabello y empapaba mi ropa interior.
—No te vayas, Angel. Quiero que te quedes.
Al  deseo  y  el  amor  que  quemaba  en  sus  ojos,  encontré  difícil  respirar.
Cuando finalmente pude hablar, respondí: 
―Entonces me quedaré.
Peter miró mi camisón mojado que ahora se moldeaba a mi cuerpo como
una segunda piel.
—¿De verdad compraste esto para mí?
—Si —respondí  mientras mis brazos iban  alrededor  de  su  cuello—. ¿Te gusta?
—Mmm  —murmuró  mientras  sus  manos  iban  a  la  copa  de  mis  senos dentro del sujetador—. Es hermoso… eres hermosa en él.
Sonreí.
—Pensé que te gustaría porque era blanco, y tú siempre dices…
—Eres mi ángel en blanco.
—Soy tú ángel.
Inclinándose,  agarró  el  borde  del  camisón  y  lo  sacó  por  encima  de  mi cabeza. Cerré los ojos y apoyé la espalda en la ducha mientras él internalizaba mi apariencia. Cuando él no se extendió para buscarme, abrí los ojos.
Peter estaba mirando justo debajo de mi pecho. Cuando miré hacia abajo, me quedé sin aliento. De alguna manera en mi nerviosismo y entusiasmo, había puesto mi camisón sobre mi cobertura del pecho. Mi mano voló a cubrir mis ojos.
—¡Oh Dios, soy tan idiota! ¡Qué manera de arruinar un momento!  —me lamenté.
Con una sonrisa, Peter apartó la mano de mis ojos.
—Supongo que se saca al igual que la ropa interior, ¿no?
—Sí.
Me guiñó un ojo.
—Entonces  deja  de  preocuparte.  Solo  lo  sacaré.  Llevando  sus  dedos  al broche, Peter comenzó a desenvolver el vendaje. Comencé a girar de lado a lado para ayudarle a conseguir que fuera más rápido. Con una sonrisa maliciosa, dijo:
—Sabes,  esto  me  hace  pensar  en  esa  escena  en  la  película  Shakespeare Enamorado. Will desenvuelve los pechos de Viola.
Me eché a reír.
—El hecho de que sepas de esa película es digno de desvanecimiento, Sr. Lanzani —bromeé.
—Oye, no actúes como si no fuera un romántico. Cité una frase de Romeo y Julieta la primera noche que nos conocimos.
Subí mis cejas hacia él.
—Justo después de que tenía que demostrar que podías tener una erección por una virgen.
Peter sonrió.
—Fui un idiota contigo.
Me incliné y lo besé.
—Te he perdonado por todos los momentos idiotas en el pasado.
—Gracias, Ángel  —respondió  con una sonrisa.  Una  vez que terminó de quitarme  el  vendaje,  la  expresión  de  Peter  se  oscureció,  y  contuvo  una  áspera exhalación.  Sabía  que  estaba  sorprendido  por  la  forma  en  que  todavía  estaba amoratado.  La  mayoría  de  ellos  habían  desaparecido,  pero  aún  quedaba  una coloración amarilla y verdosa alrededor de mi caja torácica y abdomen.
Acuné su mejilla en mi mano y negué con la cabeza.
—Por favor no hagas eso. Te prometo que no duelen.
Dejándose caer de rodillas, Peter comenzó a posar ligeramente tiernos besos a lo largo de mis costillas y estómago.
—Lo siento —murmuró entre dientes calentando mi piel ya ardiente.
Agarré los mechones de su cabello y tiré suavemente de su cabeza hacia atrás para que me mirara.
—Deja de pedir perdón por algo que no podías evitar. Tú no eres el que me hizo esto, y yo nunca, nunca te culparé.
El descansó su mejilla en mi estómago.
—Te amo, Angel.
—También te amo, Peter.
Cuando sus dedos rozaron la cinturilla de mi tanga, subió la mirada hacia mí. Le di una breve inclinación de cabeza antes de que él tirara de ella por mis muslos. Los dos estábamos completamente desnudos juntos por primera vez en la historia, y yo temblaba de anticipación.
—¿Tienes frío?
—No, solo te deseo.
Un quejoso ruido provino de la parte posterior de la garganta de Peter. Besó mis muslos antes de separar más mis piernas. Mirando hacia mí, sostuvo mi mirada mientras su lengua se movía lamiendo mis pliegues. Aspiré una bocanada de aire y dejé caer mi cabeza hacia atrás contra la pared de la ducha mientras su cálida lengua trabajaba  en  mí.  Lamió  y  succionó  mi  clítoris  hasta  que  estuve  meciendo  mis caderas  contra  él.  Tomó  uno  de  mis  pies  y  lo  puso  a  descansar  en  su  hombro dándole mejor acceso. En el momento en que metió su lengua dentro de mí me vine y grité su nombre.
Cuando volví en mí, supuse que él se pondría de pie, pero en cambio, se quedó de rodillas. Él se apartó un momento para tantear mi entrada con un dedo antes  de  empujarlo  en  su  interior.  Añadió  dos  y  luego  tres  girándolos  y moviéndolos dentro de mí. Con la otra mano, sus dedos rozaron mi estómago antes de llegar a la copa de uno de mis pechos.
Estaba en una sobrecarga sensorial mientras mi pezón se tensaba bajo su atención.  Su  mano  se  deslizó  hacia  el  otro  seno  para  llevarlo  a  endurecerse también. Todo el tiempo se mantuvo hundiendo sus dedos dentro y fuera de mí, mientras su pulgar hacía sentir a mi clítoris como si fuera a explotar.
Agarrando las hebras de su cabello, grité su nombre una y otra vez cuando llegué. Si fuera posible, creo que había experimentado un orgasmo más fuerte en ese momento. Cuando miré hacia abajo a Peter con ojos entornados, frunció el ceño.
—¿Qué pasa?
—Cariño, estás tan estrecha. Me preocupa hacerte daño.
—Estaré bien —jadeé.
—Sí, maldición, ¡ahora llévame a la cama y hazme el amor! —pedí.
Peter se rio.
—Caramba, te pones mandona cuando llegas, ¿no es así?
—Por favor.
—Bueno, en realidad nunca tomé un baño. —Cuando comencé a protestar, agarró el gel de baño. Empujando mis manos, él roció un poco en mis manos—. Lávame, Angel.
Llevando mis manos a su pecho, pasé mis manos sobre sus pectorales, abajo a lo largo de sus tatuados brazos, y luego a sus duros abdominales. A medida que mis manos se deslizaban por encima de su cintura, su estómago se tensó mientras su erección se animaba  contra mi mano. Viéndolo,  no pude dejar de empezar a sentir  algo  de  la  ansiedad  que  Peter  tenía  antes.  Me  presioné  contra  Peter  para alcanzar su espalda antes de que mis manos se sumergieran a tomar su trasero.
Con nuestros cuerpos  tan cerca, Peter  comenzó a deslizar su  erección en
contra de mis pliegues, jadeé y me mecí contra él. Justo cuando empezaba a dejarse
llevar de nuevo, se detuvo. En una respiración entrecortada, dijo:
―Tenemos que ir a la cama.
—Bien —respondí.
Cuando nos salimos de la ducha, Peter ni siquiera se molestó en ponerse una tolla. Me cargó y procedió a llevarme a la cama. Gentilmente me puso en un lado del colchón. Llevando mis rodillas arriba, abracé mis piernas mientras observaba a Peter abrir la primera gaveta de la cómoda. Sacó un condón y una botella de algo que no reconocí. A lo que supongo era mi expresión dudosa, el respondió:
―Es lubricante. Va a hacerte más fácil la primera vez.
—Ya veo. —Subí la cabeza hacía él—. Entonces ¿tienes todo un cajón de golosinas sexuales ahí?
—No es lo que piensas, Ángel —respondió mientras abría el paquete.
—¿Y qué estoy pensando?
—Que uso este  lugar  como  mi  piso  de  soltero donde  reúno  a  todos  mis conquistas y me las follo
Me odiaba a mí misma por ser tan fácil de leer.
—¿Estás seguro, o simplemente me dices eso para sacarte de apuros?
Él sonrió.
—Mantengo  esto  aquí  porque  es  el  único  lugar  fuera  de  los  límites  de mamá y su chica de limpieza. Prefiero mantener en privado algunos aspectos de mi vida.
—Sí, rompería el corazón de la pobre chica de limpieza saber que eres un chico sucio.
Con un encogimiento de hombros, Peter respondió:
—Sin mencionar a mi mamá.
Mi  sonrisa  murió  en  los  labios  mientras  Peter  comenzaba  a  ponerse  el condón. Aunque quería alejar la mirada, no podía evitar estar fascinada a la vista de él deslizándolo en su extrema longitud. Cuando terminó, me vio a los ojos, y empujó mi hombro suavemente con el suyo. Entonces me deslicé sobre mi trasero al centro del colchón. De rodillas, Peter se arrastró a lo largo de la cama hasta que se cernió sobre mí.
Me besó con ternura antes de poner su lengua en mi boca. Aunque no había besado  a  un  montón  de  chicos  u  hombres,  sabía  lo  que  era  bueno  cuando  lo experimentaba, y Peter era muy, muy bueno. Mientras saqueaba mi boca, sentí la humedad creciendo entre mis piernas. Las manos de Peter lograron estar en todas partes al mismo tiempo. Ellas amasaban mis pechos, acariciaban mis nalgas, o se deslizaban entre mis piernas para acariciarme. Me estremecí con las gotas de sudor que caían a lo largo de mi piel por el calor que se construía dentro de mí.
Mientras Peter se ubicaba entre mis muslos, no podía evitar tensarme. Esto era todo, el gran momento, y no podía evitar sentirme nerviosa. Tuve que respirar profundamente unas pocas veces para calmarme y evitar ponerme en modo pánico total
Cuando su erección atizó mi entrada, cerré los ojos, preparándome para el dolor.
—No cierres los ojos —susurró, su respiración soplando contra mi mejilla. Mis párpados se abrieron para disfrutar de una intensa mirada de Peter—. Te amo, Ángel.
—También te amo.
Mientras empujaba dentro de mí, las lágrimas me escocían los ojos tanto por el dolor físico como el emocional de la enormidad del momento.
—Lo siento, cariño —murmuró Peter mientras besaba mis lágrimas que se habían escapado en líneas saladas por mi cara.
—Está bien. Quiero esto… te quiero a ti —respondí mientras trataba de tomar unos profundos respiros. Una vez que Peter sintió que me acostumbré a él, él se retiró y empujó de nuevo en mí. Esta vez fue doloroso y placentero—. Mmm.
—¿Mejor?
—Sí.
A  continuación,  comenzó  a  moverse  dentro  de  mí.  Después  de  unos minutos, el dolor se evaporó, y quise levantar las caderas para encontrarme con sus embestidas.  Eso  hizo  a  Peter  gemir  de  placer.  A  medida  que  avanzábamos  en perfecta sincronización entre nosotros, Peter llevó sus labios a los míos y comenzó a  besarme  apasionadamente.  Su  lengua  se  hundió  en  mi  boca  e  imitó  sus movimientos dentro de mí. Un sofoco corrió sobre mí desde lo alto de la cabeza hasta los dedos de los pies, y yo no podía dejar de apartar mi boca para gemir de placer.
Aunque  se  sentía  muy,  muy  bien,  sabía  que  no  iba  a  venirme,  como  lo había hecho antes. Cuando sentí el cuerpo de Peter tensándose, envolví mis brazos alrededor de su espalda, atrayéndolo más cerca de mí.
—¡Oh Lali!  —exclamó mientras se estremecía con su liberación.  Froté círculos sobre su espalda mientras seguía temblando dentro de mí.
Cuando Peter sacó la cabeza de mi hombro, yo le sonreí.
—Eso fue increíble, amor. Te amo mucho por dármelo.
—También te amo, pero… —sus cejas se fruncieron.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—No te viniste.
Mis mejillas se sonrojaron a su comentario.
—No, pero creo que es normal para las chicas la primera vez. —Cuando Peter no respondió, tomé su cara en mis manos—. Me vine dos veces antes.
—Sí, pero…
Sonreí.
—Amor, acabas de darme la mejor experiencia de mi vida.
Él frunció el ceño.
—No tienes  nada con que compararlo. Pude  haber sido pésimo como el infierno, y tú podrías pensar que fue arcoíris y unicornios.
—¿Estás tratando de arruinar la primera vez que hago el amor, solo porque tu ego está herido porque no me vine? —le espeté.
Su expresión se suavizó.
—No, no es eso.
—Bueno, así es como sonó para mí. —Alejé mis manos de su cara—. He estado esperando y preguntándome toda mi vida adulta como sería el sexo, y para mí, tú sobrepasaste todas mis expectativas. Entonces, ¿qué si no me vine cuando estabas  dentro  de  mí?  Fue  mi  primera  vez,  y  para  empezar,  ¡duele endemoniadamente!
Cuando comencé a bajarme del colchón, Peter me atrapó en sus brazos.
—Lo siento, Ángel.
—Sí, bueno, deberías. ¡Imbécil!
Sonrió.
—Confía  en  mí,  lo  soy.  —Con  sus  dedos,  subió  mi  mentón  para  que  lo viera—. Tenías razón. Estaba siendo un completo imbécil porque pensé que había jodido tu primera vez porque no te viniste. —Me beso tiernamente la mejilla—. Es difícil para mí habituarme a todas las emociones en el sexo. Es abrumador ser el primero.
—¿Entonces lo que quieres decir es que estabas bajo mucha presión?
—Sí, pero valió la pena. Fue increíble. —Sonrió—. Tú fuiste jodidamente increíble.
—¿De verdad? —pregunté, mi voz alzándose un poco más de lo normal.
Peter se alzó sobre su codo para mirarme.
—¿Sabes  lo  que  hizo  que  fuera  tan  especial?  Fue  la  mirada  en  tus  ojos cuando estabas experimentando cada gama de emociones desde el dolor físico hasta la  conexión  emocional.  Tus  ojos  son  tan  expresivos,  y  sentí  como  si  realmente, realmente, estuviese dentro de ti.
Mi  pulso  se  aceleró  al  escuchar  sus  palabras  bien  pensadas,  y  por  un momento, lo único que pude responder fue:
—Oh guau. —Incliné la cabeza hacia él—. ¿Eso quiere decir que te gusta más hacer el amor que follar?
Peter se rio mientras su dedo rozaba mis labios.
—Que boca tan sucia tienes, Ángel.
—Estás evadiendo la pregunta.
—Planeo continuar haciéndote el amor así como enseñarte como se folla.
Sonreí.
―Eso estoy buscando.
—Ahora ven aquí y déjame acurrucarme de nuevo.
Con mucho gusto me acurruqué contra él. Después de todo, ¿quién podría discutir con eso?



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