Normalmente, cuando subía al coche después de visitar
a Gas se sentía mejor, pero esa noche se sentía más sola que nunca.
EL DÍA antes de Acción de Gracias
brillaba el sol y hacía una temperatura perfecta. Lali entró en la cocina para
darle el desayuno a los niños y descubrió que Peter ya lo había hecho... y que Gimena
estaba sentada frente a la mesa.
–Buenos días, Lali.
–Buenos días, señora Lanzani.
Ella hizo un gesto con la mano.
–Por favor, déjate de señora Lanzani.
Tu madre y yo somos amigas, así que puedes llamarme Gimena.
–Buenos días, Gimena.
–Voy a llevarme a estos dos angelitos
a mi casa porque va a venir un fotógrafo.
Peter, ocupado en meter platos y
cubiertos en el lavavajillas, no dijo nada.
–Qué bien.
–Quiero
tener fotografías de los mellizos para enseñarlas en el club de bridge y Cande va
a traer a sus hijos a las doce, así tendré fotos de todos mis nietos.
–Me parece una idea estupenda –dijo
Lali.
–¿Hoy es tu día libre?
–Sí.
–¿Y tienes planes?
–Voy a hacer lo mismo que hago todos
los sábados.
–¿Y qué es?
–Va a visitar a su prometido, mamá
–intervino Peter.
Lo había dicho con un tono cortante,
antipático. Y no debería hablar por ella.
–Ah, se me había olvidado –Gimena puso
una mano en su brazo.
–No pasa nada –murmuró Lali–. Espera,
voy a guardar pañales y biberones en la bolsa para que te la lleves.
–No te molestes en guardar ropa –dijo
Gimena–. Les he comprado un par de cosas.
–¿Un par de cosas? –repitió Peter,
burlón.
Lali fue a la habitación de los niños
y cuando salió con la bolsa, Peter ya se había marchado. Mejor, pensó. Le daba
igual dónde fuera o dejase de ir, ella tenía su propia vida.
Ayudó a Gimena a meter a los niños en
el cochecito y luego se duchó y se vistió para ir al hospital.
Cuando salió de casa y vio a Peter abrillantando
la moto como si no pasara nada, de repente se enfadó.
–Si no vas a dirigirme la palabra, no
deberías responder por mí.
Él la miró con cara de sorpresa.
–Mi madre y yo hablamos después de la
fiesta sobre tu prometido. Solo estaba ayudándola a recordar.
–Ya, claro. ¿Le dijiste a tu madre
que me habías besado?
–Le pregunté por qué no me había
contado que estabas comprometida, nada más.
–Ya, seguro.
De repente, Lali se dio cuenta de que
estaba a unos centímetros de la enorme motocicleta y, en su mente, escuchó el
crujido del metal. Vio los cristales rotos, las chispas que saltaban del
asfalto mientras la moto se deslizaba por el pavimento.
Se le encogió el corazón y dio un
paso atrás.
–Esta moto te trae malos recuerdos,
¿verdad? –le preguntó Peter.
–Sí.
–Pues márchate. Ve a ver a Gas, es tu
día libre.
Pero Lali se quedó inmóvil, mirándola. No sabía por
qué, tal vez porque una moto como aquella le había robado cinco años de su
vida. Un viaje, un minuto, un segundo y todo había cambiado para siempre.
–¿Estás bien?
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
–Es que estoy tan cansada de tener miedo
a todo...
–Es lógico que tengas miedo de una
moto.
–Sí, claro.
–Pero no quieres tenerlo, ¿es eso?
Lali asintió con la cabeza.
–Podríamos ir a dar una vuelta
–sugirió Peter entonces.
Ella dio un paso atrás.
–No.
–¿Habrías dejado de conducir si
hubieras tenido un accidente de coche?
–Una moto es diferente.
–Sí, lo sé. Pero tal vez dar una
vuelta es lo que necesitas para curar tu miedo –Peter le ofreció un casco.
Ella lo miró durante unos segundos y
luego, por fin, lo aceptó.
–No puedo creer que vaya a hacerlo.
–No va a pasar nada. Venga, sube.
Lali subió al asiento de cuero,
nerviosa. Pero recordó la sensación de vacío que había experimentado cuando
estaba con Gas en el hospital, la
sensación de que no tenía vida, nada salvo a sus padres y a dos niños adorables
a los que cuidaba mientras Peter trabajaba.
Tenía que superar sus miedos para
volver a vivir, para volver a estudiar, a salir con gente, para ver el futuro
como algo más que un agujero negro. Tenía que curarse y convertirse en una
mujer fuerte, capaz. Tenía que dejar de escuchar los ruidos de un accidente que
había tenido lugar cinco años atrás.
Tenía que hacerlo.
De modo que se agarró a la cintura de
Peter con todas sus fuerzas.
–No va a pasar nada –repitió él,
mientras la moto se lanzaba hacia delante.
El rugido del motor la paralizó, pero
estaba cómoda en el asiento, agarrada a su cintura, con el viento en la cara.
Ya no sentía miedo, al contrario, y
la felicidad de hacer algo que siempre le había gustado hacer alegró su
corazón.
Peter parecía un experto piloto y
Lali, casi sin darse cuenta, apoyó la cabeza en su espalda.
Peter Lanzani la conocía. Los padres
de Gas querían que estuviera cada minuto libre con su hijo, como si no hubieran
pasado cinco años. Sus padres querían que siguiera adelante con su vida...
Peter veía su miedo y la ayudaba a
superarlo haciendo que volviera a disfrutar de cosas sencillas como dar un
paseo en moto.
De repente, sintió algo... algo tan
insustancial como el humo, pero casi podría jurar que era una pieza de la
antigua Lali, la persona que solía ser, intentando abrirse paso, intentando
darse permiso para disfrutar de la compañía de Peter.
Pero no podía hacerlo. No solo para
protegerse a sí misma sino para protegerlo a él.
Peter detuvo la moto frente a la casa
y Lali bajó de un salto, apenada.
–¿Qué tal?
Ella rio. Aunque odiaba que no
pudiese haber nada entre ellos, no podía disimular su alegría.
–Asombroso.
–¿Podrás mirarla a partir de ahora
sin poner cara de susto?
–Incluso podría tocarla alguna vez
–le confesó Lali–. Gracias.
–De nada.
El aire parecía cargado de
electricidad. Pete rhabía sentido todo lo que ella había sentido en esos cinco
minutos: una conexión especial y probablemente el deseo de dejarse llevar.
Pero no podían hacerlo.
***
Cuando llegó al hospital, los padres
de Gas estaban en la habitación, como siempre. Y, como siempre, unos minutos
después se quedó sola.
–La semana que viene es Acción de
Gracias y pasaré el día con mis padres. Peter irá con los niños a casa de su
madre porque Gime ha organizado de esas cenas tan elegantes. Había invitado a
mis padres, pero les pedí que nos quedásemos en casa. No es fácil trabajar para
alguien, vivir con él y, además, verlo cuando no estoy trabajando.
Al darse cuenta de lo cerca que
estaba de admitir lo que sentía por Peter, Lali cambió rápidamente de tema.
–Además, a su madre le encanta
quedarse con los niños y si yo estoy fuera tres o cuatro días ella lo pasará en
grande.
Siguió contándole aventuras de los
mellizos y cuando se puso el sol, tomó su abrigo y salió de la habitación. No
quería pensar que visitar a Gas le parecía cada vez más una tarea, una
obligación. No quería pensarlo, pero era la verdad.
Con cuatro días libres, los padres de
Gas esperarían que fuese al hospital todos los días... y lo haría.
Pero serían días largos y
silenciosos, pensó, sintiéndose culpable de inmediato. Era ella quien había
salido mejor parada del accidente. Gas se había llevado la peor, probablemente
para salvarla, ¿y consideraba aburrido pasar un par de horas con él a la
semana?
¿Cómo podía ser tan desagradecida?
***
El día de Acción de Gracias, Lali ayudó
a Peter con los niños, aunque apenas se
dirigieron la palabra. Cuando estuvieron bañados y vestidos, fue a su
habitación a buscar la bolsa de viaje, que había preparado la noche anterior, y
se dirigió a la puerta.
Peter salía del cuarto de los niños
en ese momento.
–Oye...
–Dime.
–Quería hablar contigo antes de que
te fueras.
Lali tragó saliva. Si le pedía que se
quedase, ¿lo haría? Aunque apenas hablasen le encantaba estar con él y con los
niños. La casa de sus padres era muy silenciosa y su vida allí era un constante
recordatorio de lo sola que estaba.
–¿Necesitas algo?
Peter sacó un sobre del bolsillo.
–Te contrató mi madre, pero a partir
de ahora te pagaré yo.
–Pero si ella ya me ha pagado esta
semana...
–Es un dinero extra. Quiero darte las
gracias por todo lo que haces por mí y por los niños.
Un extra de mil dólares. Un dinero
que podía utilizar para pagar la matrícula en la universidad.
–No sé qué decir.
Peter sonrió.
–Di «gracias». Que disfrutes de tus
vacaciones.
–Gracias –Lali se dirigió a la puerta
de nuevo, pero se volvió antes de salir. Desde que la llevó a dar una vuelta en
la moto su relación había mejorado un poco, pero seguían mostrándose tensos el
uno con el otro–. Te agradezco mucho este trabajo.
–Y yo te agradezco que hayamos
llegado a un acuerdo. Mis hijos te quieren y sé que tú los quiere a ellos. No
podría haber encontrado a nadie mejor que tú.
Peter no lo sabía, pero estaba
dándola la oportunidad de ser madre, tal la vez la única que iba a tener.
La traición de Liliah había hecho que
desconfiase de todo y de todos, pero le gustaría decirle que el amor y la
lealtad existían...
Lali tragó saliva, volviéndose hacia
la puerta de nuevo. Peter no era su misión sino Gas.
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estos dan mas vuelta que rama y vale XD
BIENVENIDA HEISY
hay no me lo pued creer es mi ultima semana en el colegio¡¡¡¡ vamo¡¡
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estos dan mas vuelta que rama y vale XD
BIENVENIDA HEISY
hay no me lo pued creer es mi ultima semana en el colegio¡¡¡¡ vamo¡¡
Ah me encanta quiero más
ResponderEliminarquiero otro!! jajajja y si dan más vueltas!!
ResponderEliminarmás más más más
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