Datos personales

sábado, 7 de diciembre de 2013

Capitulo: 11




Normalmente, cuando subía al coche después de visitar a Gas se sentía mejor, pero esa noche se sentía más sola que nunca.



            EL DÍA antes de Acción de Gracias brillaba el sol y hacía una temperatura perfecta. Lali entró en la cocina para darle el desayuno a los niños y descubrió que Peter ya lo había hecho... y que Gimena estaba sentada frente a la mesa.
            –Buenos días, Lali.
            –Buenos días, señora Lanzani.
            Ella hizo un gesto con la mano.
            –Por favor, déjate de señora Lanzani. Tu madre y yo somos amigas, así que puedes llamarme Gimena.
            –Buenos días, Gimena.
            –Voy a llevarme a estos dos angelitos a mi casa porque va a venir un fotógrafo.
            Peter, ocupado en meter platos y cubiertos en el lavavajillas, no dijo nada.
            –Qué bien.
       –Quiero tener fotografías de los mellizos para enseñarlas en el club de bridge y Cande va a traer a sus hijos a las doce, así tendré fotos de todos mis nietos.
            –Me parece una idea estupenda –dijo Lali.
            –¿Hoy es tu día libre?
            –Sí.
            –¿Y tienes planes?
            –Voy a hacer lo mismo que hago todos los sábados.
            –¿Y qué es?
            –Va a visitar a su prometido, mamá –intervino Peter.
            Lo había dicho con un tono cortante, antipático. Y no debería hablar por ella.
            –Ah, se me había olvidado –Gimena puso una mano en su brazo.
            –No pasa nada –murmuró Lali–. Espera, voy a guardar pañales y biberones en la bolsa para que te la lleves.
            –No te molestes en guardar ropa –dijo Gimena–. Les he comprado un par de cosas.
            –¿Un par de cosas? –repitió Peter, burlón.
            Lali fue a la habitación de los niños y cuando salió con la bolsa, Peter ya se había marchado. Mejor, pensó. Le daba igual dónde fuera o dejase de ir, ella tenía su propia vida.
            Ayudó a Gimena a meter a los niños en el cochecito y luego se duchó y se vistió para ir al hospital.
            Cuando salió de casa y vio a Peter abrillantando la moto como si no pasara nada, de repente se enfadó.
            –Si no vas a dirigirme la palabra, no deberías responder por mí.
            Él la miró con cara de sorpresa.
            –Mi madre y yo hablamos después de la fiesta sobre tu prometido. Solo estaba ayudándola a recordar.
            –Ya, claro. ¿Le dijiste a tu madre que me habías besado?
            –Le pregunté por qué no me había contado que estabas comprometida, nada más.
            –Ya, seguro.
            De repente, Lali se dio cuenta de que estaba a unos centímetros de la enorme motocicleta y, en su mente, escuchó el crujido del metal. Vio los cristales rotos, las chispas que saltaban del asfalto mientras la moto se deslizaba por el pavimento.
            Se le encogió el corazón y dio un paso atrás.
            –Esta moto te trae malos recuerdos, ¿verdad? –le preguntó Peter.
            –Sí.
            –Pues márchate. Ve a ver a Gas, es tu día libre.
            Pero  Lali se quedó inmóvil, mirándola. No sabía por qué, tal vez porque una moto como aquella le había robado cinco años de su vida. Un viaje, un minuto, un segundo y todo había cambiado para siempre.
            –¿Estás bien?
            Sus ojos se llenaron de lágrimas.
            –Es que estoy tan cansada de tener miedo a todo...
            –Es lógico que tengas miedo de una moto.
            –Sí, claro.
            –Pero no quieres tenerlo, ¿es eso?
            Lali asintió con la cabeza.
            –Podríamos ir a dar una vuelta –sugirió  Peter entonces.
            Ella dio un paso atrás.
            –No.
            –¿Habrías dejado de conducir si hubieras tenido un accidente de coche?
            –Una moto es diferente.
            –Sí, lo sé. Pero tal vez dar una vuelta es lo que necesitas para curar tu miedo –Peter le ofreció un casco.
            Ella lo miró durante unos segundos y luego, por fin, lo aceptó.
            –No puedo creer que vaya a hacerlo.
            –No va a pasar nada. Venga, sube.
            Lali subió al asiento de cuero, nerviosa. Pero recordó la sensación de vacío que había experimentado cuando estaba con  Gas en el hospital, la sensación de que no tenía vida, nada salvo a sus padres y a dos niños adorables a los que cuidaba mientras Peter trabajaba.
            Tenía que superar sus miedos para volver a vivir, para volver a estudiar, a salir con gente, para ver el futuro como algo más que un agujero negro. Tenía que curarse y convertirse en una mujer fuerte, capaz. Tenía que dejar de escuchar los ruidos de un accidente que había tenido lugar cinco años atrás.
            Tenía que hacerlo.
            De modo que se agarró a la cintura de Peter con todas sus fuerzas.
            –No va a pasar nada –repitió él, mientras la moto se lanzaba hacia delante.
            El rugido del motor la paralizó, pero estaba cómoda en el asiento, agarrada a su cintura, con el viento en la cara.
            Ya no sentía miedo, al contrario, y la felicidad de hacer algo que siempre le había gustado hacer alegró su corazón.
            Peter parecía un experto piloto y Lali, casi sin darse cuenta, apoyó la cabeza en su espalda.
            Peter Lanzani la conocía. Los padres de Gas querían que estuviera cada minuto libre con su hijo, como si no hubieran pasado cinco años. Sus padres querían que siguiera adelante con su vida...
            Peter veía su miedo y la ayudaba a superarlo haciendo que volviera a disfrutar de cosas sencillas como dar un paseo en moto.
            De repente, sintió algo... algo tan insustancial como el humo, pero casi podría jurar que era una pieza de la antigua Lali, la persona que solía ser, intentando abrirse paso, intentando darse permiso para disfrutar de la compañía de Peter.
            Pero no podía hacerlo. No solo para protegerse a sí misma sino para protegerlo a él.
            Peter detuvo la moto frente a la casa y  Lali bajó de un salto, apenada.
            –¿Qué tal?
            Ella rio. Aunque odiaba que no pudiese haber nada entre ellos, no podía disimular su alegría.
            –Asombroso.
            –¿Podrás mirarla a partir de ahora sin poner cara de susto?
            –Incluso podría tocarla alguna vez –le confesó Lali–. Gracias.
            –De nada.
            El aire parecía cargado de electricidad. Pete rhabía sentido todo lo que ella había sentido en esos cinco minutos: una conexión especial y probablemente el deseo de dejarse llevar.
            Pero no podían hacerlo.
             
             
            ***

            Cuando llegó al hospital, los padres de Gas estaban en la habitación, como siempre. Y, como siempre, unos minutos después se quedó sola.
            –La semana que viene es Acción de Gracias y pasaré el día con mis padres. Peter irá con los niños a casa de su madre porque Gime ha organizado de esas cenas tan elegantes. Había invitado a mis padres, pero les pedí que nos quedásemos en casa. No es fácil trabajar para alguien, vivir con él y, además, verlo cuando no estoy trabajando.
            Al darse cuenta de lo cerca que estaba de admitir lo que sentía por Peter, Lali cambió rápidamente de tema.
            –Además, a su madre le encanta quedarse con los niños y si yo estoy fuera tres o cuatro días ella lo pasará en grande.
            Siguió contándole aventuras de los mellizos y cuando se puso el sol, tomó su abrigo y salió de la habitación. No quería pensar que visitar a Gas le parecía cada vez más una tarea, una obligación. No quería pensarlo, pero era la verdad.
            Con cuatro días libres, los padres de Gas esperarían que fuese al hospital todos los días... y lo haría.
            Pero serían días largos y silenciosos, pensó, sintiéndose culpable de inmediato. Era ella quien había salido mejor parada del accidente. Gas se había llevado la peor, probablemente para salvarla, ¿y consideraba aburrido pasar un par de horas con él a la semana?
            ¿Cómo podía ser tan desagradecida?
             
             
            ***

            El día de Acción de Gracias, Lali ayudó a  Peter con los niños, aunque apenas se dirigieron la palabra. Cuando estuvieron bañados y vestidos, fue a su habitación a buscar la bolsa de viaje, que había preparado la noche anterior, y se dirigió a la puerta.
            Peter salía del cuarto de los niños en ese momento.
            –Oye...
            –Dime.
            –Quería hablar contigo antes de que te fueras.
            Lali tragó saliva. Si le pedía que se quedase, ¿lo haría? Aunque apenas hablasen le encantaba estar con él y con los niños. La casa de sus padres era muy silenciosa y su vida allí era un constante recordatorio de lo sola que estaba.
            –¿Necesitas algo?
            Peter sacó un sobre del bolsillo.
            –Te contrató mi madre, pero a partir de ahora te pagaré yo.
            –Pero si ella ya me ha pagado esta semana...
            –Es un dinero extra. Quiero darte las gracias por todo lo que haces por mí y por los niños.
            Un extra de mil dólares. Un dinero que podía utilizar para pagar la matrícula en la universidad.
            –No sé qué decir.
            Peter sonrió.
            –Di «gracias». Que disfrutes de tus vacaciones.
            –Gracias –Lali se dirigió a la puerta de nuevo, pero se volvió antes de salir. Desde que la llevó a dar una vuelta en la moto su relación había mejorado un poco, pero seguían mostrándose tensos el uno con el otro–. Te agradezco mucho este trabajo.
            –Y yo te agradezco que hayamos llegado a un acuerdo. Mis hijos te quieren y sé que tú los quiere a ellos. No podría haber encontrado a nadie mejor que tú.
            Peter no lo sabía, pero estaba dándola la oportunidad de ser madre, tal la vez la única que iba a tener.
            La traición de Liliah había hecho que desconfiase de todo y de todos, pero le gustaría decirle que el amor y la lealtad existían...

            Lali tragó saliva, volviéndose hacia la puerta de nuevo. Peter no era su misión sino Gas.

----------------------------------------------------------------------------------------
estos dan mas vuelta que rama y vale XD 

BIENVENIDA HEISY 

hay no me lo pued creer es mi ultima semana en el colegio¡¡¡¡ vamo¡¡ 

3 comentarios: