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miércoles, 25 de diciembre de 2013

Capitulo: 17

          



  TRES meses más tarde, sentada en la clase de contabilidad de la señora Mulcahy, Lali miraba el programa de Office Excel en la pantalla del ordenador. Supuestamente, debía crear un documento que la ayudase a hacer un presupuesto de construcción, pero aunque su fórmula era correcta, dejaba mucho que desear.

            No podía concentrarse en ello del todo y olvidaba cosas importantes pensando en Peter.
            Peter...
            La amaba.
            Se lo había dicho mil veces, aunque no con palabras. De repente, sus ojos se llenaron de lágrimas y los números de la pantalla se convirtieron en un borrón.
            Le había confiado a sus hijos, le había prestado atención, la había escuchado, la había respetado.
            La había llevado a dar un paseo en su moto para hacerla olvidar sus miedos porque quería que rehiciese su vida, que fuera feliz.
            Y ella apenas había reconocido nada de eso. Al contrario, cada vez que se acercaba, ella lo apartaba.
            Recordaba cuando Peter ni siquiera sabía lo que era un andador.
            Recordaba su primer beso en el jardín.
            Recordaba ir de compras en Navidad.
            Recordaba el desayuno en la cama, a los niños.
            Todo lo que había hecho para amarla sin hacerle daño a Gaston. No se había dado cuenta entonces, pero de repente todo estaba tan claro...
            Peter había insistido en ir al hospital con ella cuando Gaston sufrió la parada cardiorrespiratoria. Había insistido en llevar a los niños para que esa fuera su realidad, no el hombre inerte que yacía en la cama.
            Lali se pasó una mano por la cara. ¿Qué habría sentido cuando le dijo que la quería y ella no respondió?
            No había querido pensar en él en tres largos meses pero, de repente, no podía hacer otra cosa.
            –¡Señorita Esposito! –exclamó la señora Mulcahy al ver que se levantaba–. ¿Dónde va?
            –Fuera.
            –¿Está enferma?
            –Sí –respondió Lali.
            Y no era mentira, estaba enferma de dolor por cómo había tratado a Peter después de todo lo que había hecho por ella. Después de la amabilidad y la bondad que había mostrado, lo había echado de su vida sin hablar con él personalmente.
            Como una estúpida egoísta.
            No podía creer que fuese tan egocéntrica, pero estaba tan sumida en el dolor que no había podido verlo. Y tenía que compensarlo de algún modo. Al menos, tenía que pedirle disculpas.
             
             
            ***

            Peter estaba en la sala de juntas de la constructora Lanzani, explicando una presentación de PowerPoint al consejo de administración, con Vico sentado a la cabecera de la mesa.
            –En un proyecto para la comunidad y no esperamos obtener grandes beneficios económicos, pero el respeto que conseguiremos en Pine Ward valdrá su peso en oro.
            Su móvil sonó en ese momento, pero siguió con la presentación, discutiendo los pros y los contras del proyecto.
            Cuando el móvil sonó de nuevo, metió la mano en el bolsillo de la chaqueta y lo apagó.
            –Tenemos que hablar sobre las cifras de... –estaba diciendo Vico cuando sonó el interfono.
            –Perdone, señor Lanzani, pero su madre está al teléfono y dice que es urgente.
            Vico iba a descolgar, pero Peter se adelantó.
            –¿Mamá?
            –Cariño, tienes que venir a casa ahora mismo.
            El corazón de Peter se detuvo durante una décima de segundo.
            –¿Por qué? ¿Qué ha pasado? ¿Los niños están bien?
            –Los niños están bien, pero te necesito...
            –Mamá, estoy en una reunión.
            –¿Me has oído decir palabrotas alguna vez?
            –No –respondió él, atónito.
            –Pues si no quieres que las diga, ven a casa ahora mismo.
            Después de eso cortó la comunicación, dejando a Peter absolutamente perplejo.
            –¿Qué ocurre? –preguntó Vico.
            –Me ha dicho que vaya a casa ahora mismo.
            Su hermano hizo una mueca.
            –Pues entonces será mejor que vayas.
            Peter pisó el acelerador, temiendo que le pusieran una multa por exceso de velocidad, pero sabía que le ocurría algo a alguno de sus hijos y que su madre no había querido contárselo por teléfono.
            La puerta de la casa se abrió antes de que bajase del coche.
            –Ve al estudio.
            –¿Dónde están los niños?
            –Con Bridget –respondió su madre, refiriéndose a la nueva niñera.
            –¿Entonces por qué me has hecho venir?
            Gimena lo empujó hacia la casa.
            –Ve.
            Peter entró en el vestíbulo sin entender nada. Su madre había hecho todo lo posible para que se sintiera a gusto en Pine Ward y también para que se olvidase de Lali, pero no había servido de nada. Aunque el tiempo había curado un poco la herida, seguía echándola de menos.
            Suspirando, abrió la puerta del estudio pensando que iba a encontrarse con algún regalo...
            Y se encontró con Lali.
            Estuvo a punto de tomarla entre sus brazos, pero pensó que seguramente solo estaba allí para pedirle perdón por haberse marchado sin despedirse siquiera de los niños. Ella era así, una persona responsable. No había nada más.
            –Hola, Peter. Tienes buen aspecto.
            –Un traje de chaqueta italiano siempre te hace tener buen aspecto –bromeó él.
            –Tú sabes que eres muy atractivo.
            Pero su atractivo no había sido suficiente para retenerla, pensó él.
            –Tú tampoco estás mal.
            Lali sonrió y el corazón de Peter dio un vuelco. La había visto sonreír mil veces, pero nunca cuando hablaban de los dos, de la atracción que había entre ellos.
            –Parece que estás bien.
            –Estoy bien –murmuró ella, apartando la mirada–. Bueno, regular. Han sido cinco años muy difíciles.
            –Lo sé, han sido trágicos. Algunas veces me he preguntado cómo pudiste sobrevivir.
            –Yo también.
            Peter siempre se había compadecido de sí mismo por las mentiras de su padre, pero estando a unos metros de una persona que había sufrido de verdad supo que, en realidad, había sido bendecido por la vida.
            –Pero ahora estás bien.
            Lali sonrió de nuevo.
            –Sí, estoy bien. Y he vuelto a estudiar.
            –Es lo que querías, ¿no?
            Había rehecho su vida, pero le dolía que la hubiera rehecho sin él. Solo deseaba despedirse de una vez, llorar su pérdida e intentar seguir adelante.
            No volvería a hacerse ilusiones.
            –Lo siento mucho –dijo Lali por fin.
            Peter sonrió, aliviado. Había ido a verlo porque sabía que diciéndoselo en persona se sentiría mejor.
            –Lo sé.
            –Te portaste de maravilla conmigo, fuiste la única persona que entendió por lo que estaba pasando y no sabes cuánto te lo agradezco.
            –Imagino que me resultó fácil comprenderte.
            –Nadie veía que estaba pasándolo fatal. Mis padres querían que buscase trabajo, los de Gaston que estuviera todo el día en el hospital, como si mi presencia demostrase que seguía vivo.
            –Lo entiendo.
            –Pero fuiste tú quien me dio el empujón que necesitaba.
            –Bueno, te di dos niños a los que cuidar, pero en lugar de quedarme a tu lado me iba a trabajar todos los días.
            –¿Qué otra cosa podías hacer? Además, ya sabes que adoro a tus hijos... Tomas y Alay hicieron que volviera a sentirme viva.
            Peter asintió con la cabeza.
            –Lo sé.
            –Y tú también.
            –Lo suficiente como para que te sintieras culpable.
            –Era una situación difícil.
            –No te preocupes, lo entiendo perfectamente.
            Lali entendió el mensaje: quería que se fuera. Misión cumplida, podía irse. Pero antes quería memorizar esos preciosos ojos azules, los altos pómulos, la mandíbula definida. No quería olvidarlo nunca.
            Su corazón dio un vuelco dentro de su pecho. No quería olvidarlo, no quería marcharse. No quería perderlo.
            Pero, por su seria expresión, ya lo había perdido.
            Aun así...
            Lali se preguntó cuál sería su reacción si le dijese: «te quiero».
            –Intenté luchar contra ello de todas las formas posibles. Quería creer que eras tan especial para mí porque me sentía sola y triste, pero estaba engañándome a mí misma. Te quiero, Peter. Y quiero que lo sepas.
            Él dio un paso atrás y Lali se sintió avergonzada, pero no debería sentirse así. Durante esos meses había sido tan bueno con ella, animándola sin esperar recompensa, que merecía saber la verdad. Aunque ya no la amase...
            –¿Me quieres? –le preguntó Peter entonces.
            –Sí –respondió ella–. Pase lo que pase en mi vida a partir de ahora, te quiero.
            Peter bajó la mirada y Lali tragó saliva, nerviosa.
            ¿Qué estaba esperando? ¿Que dijese que la quería? No iba a hacerlo. Se lo había dicho tres meses antes y ella lo había rechazado. No sería tan tonto de volver a arriesgarse.
            –Solo quería que supieras que lo siento mucho y que te quiero –le dijo, antes de dirigirse a la puerta.
            –Espera –la llamó Peter.
            Lali se volvió, en silencio, para no forzarlo a decir nada que no quisiera decir.
            –Parece que nunca encontramos el momento adecuado.
            –No, es verdad.
            Los dos dieron un paso adelante para encontrarse a medio camino, casi como si lo hubieran ensayado, y él tomó su mano.
            –Te quiero. Te he querido desde que me hablaste de los andadores y los columpios, desde que conseguiste que mis hijos durmieran toda la noche, desde que me mirabas como si fuese el hombre más guapo que hubieras visto nunca.
            Su romance nunca había consistido en flores y cenas a la luz de las velas. No, había sido un romance con bebés, llantos, caos, despertando de madrugada... y con una atracción que los había pillado desprevenidos a los dos.
            –Me gusta tanto que me hagas sentir normal.
            –Es que eres normal –Peter tiró de su mano para atraerla hacia sí–. Y preciosa.
            Ella rio.
            –¿Me has atormentado durante meses y ahora no me dejas ser romántico?
            El corazón de Lali estaba a punto de estallar de alegría.
            –Adelante, sé romántico.
            –Muy bien –asintió Peter, aclarándose la garganta–. Eres preciosa, fuerte, increíblemente sexy y encantadora. Y estoy deseando meterme en la cama contigo.
            –¡Eso no es muy romántico!
            –Claro que lo es.
            Peter la besó entonces y por fin... por fin, Lali no tuvo miedo. Ya no se sentía culpable. Lo único que sentía era placer y felicidad, una felicidad tan profunda que casi la mareaba.
            Cuando por fin se separaron, ella tiró de su corbata.
            –¿Crees que podría volver a mi habitación?
            –¿Quieres seguir siendo la niñera de Tomas y Alay?
            –Quiero ser la madre de Tomas y Alay.
            –Ah, pues entonces tendrás que dormir con el padre de los niños –dijo él, tomándola por la cintura–. Pero yo tengo una idea mejor.
            –¿Ah, sí?
            –Creo que deberíamos salir juntos.
            –¿Salir juntos?
            –Ir al cine, cenar a la luz de las velas, pasar fines de semana románticos en algún hotelito encantador.
            –¿Y durante cuanto tiempo tendríamos que salir juntos?
            –Para siempre.
            –Ah, quieres convertirme en una mujer honesta.
            –Por supuesto. Pero podríamos seguir saliendo juntos incluso después de casados. Los dos hemos perdido mucho tiempo, ¿no crees?
            –Sí, es verdad.
            –¿Por qué no recuperarlo?
            ¿Por qué no?, se preguntó ella.
            –¿Qué es lo primero que vamos a hacer?
            –Yo estaba pensando tomar un té en el patio. Y tal vez por la noche podríamos ver juntos una película –Peter abrió la puerta para salir al vestíbulo, donde Gimena esperaba con cara de angustia–. Podríamos comer palomitas, pasar un rato con los niños... y luego te llevaré a casa de tus padres.
            –Bueno, ¿qué ha pasado? –preguntó Gimena, impaciente.
            Peter miró a Lali.
            –¿Estamos de acuerdo? ¿Vamos a ser felices?
            –Vamos ser felices –respondió ella.
            Gimena dejó escapar un suspiro de alivio.
            –Gracias a Dios. Tengo a todo el personal preparando una barbacoa para celebrarlo.
            Peter soltó una carcajada.
            –¿Estás preparada para esto, Lali? Ya sabes que mi madre está un poco loca.
            Ella sonrió de oreja a oreja.
            –Nunca había estado tan preparada en toda mi vida.

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Les gusto el final?

FELIZ NAVIDAD ojala que papa noel se ha bueno con ustedes

Yenifer cuando pueda me voy a pasar por tu blog ;)

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