TRES
meses más tarde, sentada en la clase de contabilidad de la señora Mulcahy, Lali
miraba el programa de Office Excel en la pantalla del ordenador. Supuestamente,
debía crear un documento que la ayudase a hacer un presupuesto de construcción,
pero aunque su fórmula era correcta, dejaba mucho que desear.
No podía concentrarse en ello del
todo y olvidaba cosas importantes pensando en Peter.
Peter...
La amaba.
Se lo había dicho mil veces, aunque
no con palabras. De repente, sus ojos se llenaron de lágrimas y los números de
la pantalla se convirtieron en un borrón.
Le había confiado a sus hijos, le
había prestado atención, la había escuchado, la había respetado.
La había llevado a dar un paseo en su
moto para hacerla olvidar sus miedos porque quería que rehiciese su vida, que
fuera feliz.
Y ella apenas había reconocido nada
de eso. Al contrario, cada vez que se acercaba, ella lo apartaba.
Recordaba cuando Peter ni siquiera
sabía lo que era un andador.
Recordaba su primer beso en el
jardín.
Recordaba ir de compras en Navidad.
Recordaba el desayuno en la cama, a
los niños.
Todo lo que había hecho para amarla
sin hacerle daño a Gaston. No se había dado cuenta entonces, pero de repente
todo estaba tan claro...
Peter había insistido en ir al
hospital con ella cuando Gaston sufrió la parada cardiorrespiratoria. Había
insistido en llevar a los niños para que esa fuera su realidad, no el hombre
inerte que yacía en la cama.
Lali se pasó una mano por la cara.
¿Qué habría sentido cuando le dijo que la quería y ella no respondió?
No había querido pensar en él en tres
largos meses pero, de repente, no podía hacer otra cosa.
–¡Señorita Esposito! –exclamó la
señora Mulcahy al ver que se levantaba–. ¿Dónde va?
–Fuera.
–¿Está enferma?
–Sí –respondió Lali.
Y no era mentira, estaba enferma de
dolor por cómo había tratado a Peter después de todo lo que había hecho por
ella. Después de la amabilidad y la bondad que había mostrado, lo había echado
de su vida sin hablar con él personalmente.
Como una estúpida egoísta.
No podía creer que fuese tan
egocéntrica, pero estaba tan sumida en el dolor que no había podido verlo. Y
tenía que compensarlo de algún modo. Al menos, tenía que pedirle disculpas.
***
Peter estaba en la sala de juntas de
la constructora Lanzani, explicando una presentación de PowerPoint al consejo
de administración, con Vico sentado a la cabecera de la mesa.
–En un proyecto para la comunidad y
no esperamos obtener grandes beneficios económicos, pero el respeto que
conseguiremos en Pine Ward valdrá su peso en oro.
Su móvil sonó en ese momento, pero
siguió con la presentación, discutiendo los pros y los contras del proyecto.
Cuando el móvil sonó de nuevo, metió
la mano en el bolsillo de la chaqueta y lo apagó.
–Tenemos que hablar sobre las cifras
de... –estaba diciendo Vico cuando sonó el interfono.
–Perdone, señor Lanzani, pero su
madre está al teléfono y dice que es urgente.
Vico iba a descolgar, pero Peter se
adelantó.
–¿Mamá?
–Cariño, tienes que venir a casa
ahora mismo.
El corazón de Peter se detuvo durante
una décima de segundo.
–¿Por qué? ¿Qué ha pasado? ¿Los niños
están bien?
–Los niños están bien, pero te
necesito...
–Mamá, estoy en una reunión.
–¿Me has oído decir palabrotas alguna
vez?
–No –respondió él, atónito.
–Pues si no quieres que las diga, ven
a casa ahora mismo.
Después de eso cortó la comunicación,
dejando a Peter absolutamente perplejo.
–¿Qué ocurre? –preguntó Vico.
–Me ha dicho que vaya a casa ahora
mismo.
Su hermano hizo una mueca.
–Pues entonces será mejor que vayas.
Peter pisó el acelerador, temiendo
que le pusieran una multa por exceso de velocidad, pero sabía que le ocurría
algo a alguno de sus hijos y que su madre no había querido contárselo por
teléfono.
La puerta de la casa se abrió antes
de que bajase del coche.
–Ve al estudio.
–¿Dónde están los niños?
–Con Bridget –respondió su madre,
refiriéndose a la nueva niñera.
–¿Entonces por qué me has hecho
venir?
Gimena lo empujó hacia la casa.
–Ve.
Peter entró en el vestíbulo sin
entender nada. Su madre había hecho todo lo posible para que se sintiera a
gusto en Pine Ward y también para que se olvidase de Lali, pero no había
servido de nada. Aunque el tiempo había curado un poco la herida, seguía
echándola de menos.
Suspirando, abrió la puerta del
estudio pensando que iba a encontrarse con algún regalo...
Y se encontró con Lali.
Estuvo a punto de tomarla entre sus
brazos, pero pensó que seguramente solo estaba allí para pedirle perdón por
haberse marchado sin despedirse siquiera de los niños. Ella era así, una
persona responsable. No había nada más.
–Hola, Peter. Tienes buen aspecto.
–Un traje de chaqueta italiano
siempre te hace tener buen aspecto –bromeó él.
–Tú sabes que eres muy atractivo.
Pero su atractivo no había sido
suficiente para retenerla, pensó él.
–Tú tampoco estás mal.
Lali sonrió y el corazón de Peter dio
un vuelco. La había visto sonreír mil veces, pero nunca cuando hablaban de los
dos, de la atracción que había entre ellos.
–Parece que estás bien.
–Estoy bien –murmuró ella, apartando
la mirada–. Bueno, regular. Han sido cinco años muy difíciles.
–Lo sé, han sido trágicos. Algunas
veces me he preguntado cómo pudiste sobrevivir.
–Yo también.
Peter siempre se había compadecido de
sí mismo por las mentiras de su padre, pero estando a unos metros de una
persona que había sufrido de verdad supo que, en realidad, había sido bendecido
por la vida.
–Pero ahora estás bien.
Lali sonrió de nuevo.
–Sí, estoy bien. Y he vuelto a
estudiar.
–Es lo que querías, ¿no?
Había rehecho su vida, pero le dolía
que la hubiera rehecho sin él. Solo deseaba despedirse de una vez, llorar su
pérdida e intentar seguir adelante.
No volvería a hacerse ilusiones.
–Lo siento mucho –dijo Lali por fin.
Peter sonrió, aliviado. Había ido a
verlo porque sabía que diciéndoselo en persona se sentiría mejor.
–Lo sé.
–Te portaste de maravilla conmigo,
fuiste la única persona que entendió por lo que estaba pasando y no sabes cuánto
te lo agradezco.
–Imagino que me resultó fácil
comprenderte.
–Nadie veía que estaba pasándolo
fatal. Mis padres querían que buscase trabajo, los de Gaston que estuviera todo
el día en el hospital, como si mi presencia demostrase que seguía vivo.
–Lo entiendo.
–Pero fuiste tú quien me dio el
empujón que necesitaba.
–Bueno, te di dos niños a los que
cuidar, pero en lugar de quedarme a tu lado me iba a trabajar todos los días.
–¿Qué otra cosa podías hacer? Además,
ya sabes que adoro a tus hijos... Tomas y Alay hicieron que volviera a sentirme
viva.
Peter asintió con la cabeza.
–Lo sé.
–Y tú también.
–Lo suficiente como para que te
sintieras culpable.
–Era una situación difícil.
–No te preocupes, lo entiendo
perfectamente.
Lali entendió el mensaje: quería que
se fuera. Misión cumplida, podía irse. Pero antes quería memorizar esos
preciosos ojos azules, los altos pómulos, la mandíbula definida. No quería
olvidarlo nunca.
Su corazón dio un vuelco dentro de su
pecho. No quería olvidarlo, no quería marcharse. No quería perderlo.
Pero, por su seria expresión, ya lo
había perdido.
Aun así...
Lali se preguntó cuál sería su
reacción si le dijese: «te quiero».
–Intenté luchar contra ello de todas
las formas posibles. Quería creer que eras tan especial para mí porque me
sentía sola y triste, pero estaba engañándome a mí misma. Te quiero, Peter. Y
quiero que lo sepas.
Él dio un paso atrás y Lali se sintió
avergonzada, pero no debería sentirse así. Durante esos meses había sido tan
bueno con ella, animándola sin esperar recompensa, que merecía saber la verdad.
Aunque ya no la amase...
–¿Me quieres? –le preguntó Peter
entonces.
–Sí –respondió ella–. Pase lo que
pase en mi vida a partir de ahora, te quiero.
Peter bajó la mirada y Lali tragó
saliva, nerviosa.
¿Qué estaba esperando? ¿Que dijese
que la quería? No iba a hacerlo. Se lo había dicho tres meses antes y ella lo
había rechazado. No sería tan tonto de volver a arriesgarse.
–Solo quería que supieras que lo
siento mucho y que te quiero –le dijo, antes de dirigirse a la puerta.
–Espera –la llamó Peter.
Lali se volvió, en silencio, para no
forzarlo a decir nada que no quisiera decir.
–Parece que nunca encontramos el
momento adecuado.
–No, es verdad.
Los dos dieron un paso adelante para
encontrarse a medio camino, casi como si lo hubieran ensayado, y él tomó su
mano.
–Te quiero. Te he querido desde que
me hablaste de los andadores y los columpios, desde que conseguiste que mis
hijos durmieran toda la noche, desde que me mirabas como si fuese el hombre más
guapo que hubieras visto nunca.
Su romance nunca había consistido en
flores y cenas a la luz de las velas. No, había sido un romance con bebés,
llantos, caos, despertando de madrugada... y con una atracción que los había
pillado desprevenidos a los dos.
–Me gusta tanto que me hagas sentir
normal.
–Es que eres normal –Peter tiró de su
mano para atraerla hacia sí–. Y preciosa.
Ella rio.
–¿Me has atormentado durante meses y
ahora no me dejas ser romántico?
El corazón de Lali estaba a punto de
estallar de alegría.
–Adelante, sé romántico.
–Muy bien –asintió Peter, aclarándose
la garganta–. Eres preciosa, fuerte, increíblemente sexy y encantadora. Y estoy
deseando meterme en la cama contigo.
–¡Eso no es muy romántico!
–Claro que lo es.
Peter la besó entonces y por fin...
por fin, Lali no tuvo miedo. Ya no se sentía culpable. Lo único que sentía era
placer y felicidad, una felicidad tan profunda que casi la mareaba.
Cuando por fin se separaron, ella
tiró de su corbata.
–¿Crees que podría volver a mi
habitación?
–¿Quieres seguir siendo la niñera de Tomas
y Alay?
–Quiero ser la madre de Tomas y Alay.
–Ah, pues entonces tendrás que dormir
con el padre de los niños –dijo él, tomándola por la cintura–. Pero yo tengo
una idea mejor.
–¿Ah, sí?
–Creo que deberíamos salir juntos.
–¿Salir juntos?
–Ir al cine, cenar a la luz de las
velas, pasar fines de semana románticos en algún hotelito encantador.
–¿Y durante cuanto tiempo tendríamos
que salir juntos?
–Para siempre.
–Ah, quieres convertirme en una mujer
honesta.
–Por supuesto. Pero podríamos seguir
saliendo juntos incluso después de casados. Los dos hemos perdido mucho tiempo,
¿no crees?
–Sí, es verdad.
–¿Por qué no recuperarlo?
¿Por qué no?, se preguntó ella.
–¿Qué es lo primero que vamos a
hacer?
–Yo estaba pensando tomar un té en el
patio. Y tal vez por la noche podríamos ver juntos una película –Peter abrió la
puerta para salir al vestíbulo, donde Gimena esperaba con cara de angustia–.
Podríamos comer palomitas, pasar un rato con los niños... y luego te llevaré a
casa de tus padres.
–Bueno, ¿qué ha pasado? –preguntó Gimena,
impaciente.
Peter miró a Lali.
–¿Estamos de acuerdo? ¿Vamos a ser
felices?
–Vamos ser felices –respondió ella.
Gimena dejó escapar un suspiro de
alivio.
–Gracias a Dios. Tengo a todo el
personal preparando una barbacoa para celebrarlo.
Peter soltó una carcajada.
–¿Estás preparada para esto, Lali? Ya
sabes que mi madre está un poco loca.
Ella sonrió de oreja a oreja.
–Nunca había estado tan preparada en
toda mi vida.
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Les gusto el final?
FELIZ NAVIDAD ojala que papa noel se ha bueno con ustedes
Yenifer cuando pueda me voy a pasar por tu blog ;)
Yenifer cuando pueda me voy a pasar por tu blog ;)
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