CUANDO
Lali volvió el día dos de enero se sentía bien otra vez. Estaba deseando ver a
los niños, pero también convencida de su responsabilidad hacia Gaston. Él había
soportado lo peor del accidente por ella, de modo que se quedaría a su lado.
Pero en cuanto abrió la puerta de la
casa se dio cuenta de qu
e ocurría algo. Mientras se quitaba el abrigo miró
alrededor...
–¿Qué ha pasado?
–¿No me saludas siquiera? –respondió Peter,
con una sonrisa en los labios.
–Puedo sentirlo, pasa algo.
–No es nada. Tomas tiene un pequeño
resfriado, nada más.
Lali corrió al sofá, donde Tomas
estaba tumbado con carita triste.
–Pobrecito.
–Lo he llevado a la consulta del
doctor Nelson y dice que es un simple resfriado. Nada importante.
Lali le dio un beso en la frente.
–Puede que no sea importante para el
doctor Nelson, pero sí es importante para nosotros.
Tomas levantó las manitas para que lo
tomase en brazos y ella lo hizo, encantada. Era tan maravilloso volver a sentir
el cuerpecito del niño contra su pecho...
–¿Qué más ha pasado?
–Les han gustado mucho sus regalos.
Tengo un vídeo del día de Navidad por la mañana, si quieres verlo.
–Me encantaría. ¿Qué más?
–Mi madre ha presumido de nietos ante
gran parte de la población de Pensilvania.
Lali rio, encantada. Se sentía tan
feliz estando allí.
–No me extraña.
–Y hablando de mi madre, se ha ido a
Houston a visitar a unos amigos y estará allí todo el mes de enero.
–¿Todo el mes?
–Odia el invierno y ha ido a buscar
un clima más cálido.
–Ah, claro, lo entiendo.
–Pero no importa, Emma se encargará
del almuerzo como hasta ahora y nos echará una mano cuando sea necesario.
Peter intentó esbozar una sonrisa. Lali
parecía feliz de estar en casa y eso era suficiente para él. Tenía que ser
suficiente porque era lo único que podía permitirse.
–Nos veremos alrededor de las seis.
–Muy bien.
Se abrió paso bajo la nieve para
llegar a su coche y encendió el estéreo, fingiendo que todo estaba bien. No la
había echado de menos durante esa semana, no había querido darle los buenos
días, decirle lo bien que se habían portado los niños. No había querido
contarle cuánto les habían gustado los regalos que ella había elegido.
Su única opción era esperar que Lali
renegase de un compromiso que la convertía en la mujer fuerte y buena que tanto
lo atraía.
Recordaba su expresión de angustia
cuando sugirió que debía rehacer su vida y no quería volver a ver esa
expresión, de modo que no iban a hablar de ello.
Cuando llegó a la oficina, su hermano
estaba esperándolo tras su escritorio, como si aquel fuera su sitio.
–Ah, aquí está el hombre de moda, con
los dos niños más guapos del mundo.
Peter dejó el maletín sobre una silla
y se quitó el abrigo.
–Tus hijos tampoco están mal.
Vico se levantó.
–Trisha es un torbellino.
–Trisha será como tú dentro de
treinta años. Ya verás cuando empiece a comprar ratas –Peter colgó el abrigo en
el perchero–. Bueno, ¿qué tal? ¿Qué haces en mi oficina?
–Quería verte antes que nadie.
Nuestros socios japoneses me han sorprendido con una reunión esta misma mañana.
–¿Reunión o inspección?
–Lo llaman reunión, pero yo sé que es
una inspección. Cancela todo lo que tengas en tu agenda para esta mañana, hoy
haremos de guías turísticos.
–¿En serio?
–Y deja aquí el móvil –dijo Vico–.
Hoy no hay nada más importante que esos tipos. Y sonríe, hombre. Tienes dos
niños preciosos, eres socio de la constructora Lanzani y, sin embargo, aún
tienes tiempo para llevar tu empresa en Tennessee. Tu madre te adora y, además,
eres mi hermano. Vives mejor que el príncipe Harry.
Peter hizo una mueca, pero era
cierto. Tenía mucho más que la mayoría de la gente y debería sentirse feliz, no
estar pensando en una mujer que no podía ser suya.
Salió del despacho con su hermano,
pero en el último segundo pensó que no quería perderse la oportunidad de
escuchar su voz, especialmente si llamaba para contarle algo sobre los niños.
–Voy a buscar el móvil, espera un
momento.
–Pero ponlo en silencio. No vamos a
interrumpir la conversación cada tres por cuatro.
Después de la siesta de los niños, Lali
notó que Tomas tenía la frente muy caliente y llamó a Emma.
–Está muy pálido.
–Seguro que es un resfriado.
–No, es algo más que un resfriado
estoy segura. Voy a llamar al doctor Nelson, pero me gustaría que te quedases
con Alay.
–Estaré ahí en diez minutos.
Lali llamó a la consulta del doctor
Nelson y después a Peter, pero su móvil estaba apagado, de modo que le dejó un
mensaje:
–«No quiero asustarte, pero voy a
llevar a Tomas al médico porque tiene un poco de fiebre. Llámame si escuchas el
mensaje».
–Pobrecito Tomy –murmuró, acariciando
la carita del niño mientras esperaban.
El doctor Nelson entró en la consulta
en ese momento.
–¿Tomas ha vuelto a ponerse malito?
–Sí, no sé qué le pasa.
El medico examinó al niño un momento
y luego se volvió hacia ella.
–Tienes que llamar a Peter. Hay que
llevar a Tomas al hospital.
Peter estaba poniéndose la chaqueta
después de comer cuando notó que su móvil vibraba. La llamada fue al buzón de
voz antes de que pudiese responder, pero cuando lo sacó del bolsillo vio que
había ocho llamadas perdidas.
La temblorosa voz de Lali en el
primer mensaje hizo que se despidiera a toda prisa de Vico y los ejecutivos
japoneses para dirigirse al hospital.
Cuando por fin salió del ascensor en
la planta de pediatría, Lali estaba en el pasillo y se echó en sus brazos,
llorando.
–No sé qué le pasa, Peter
–No va a pasar nada, ya lo verás
–dijo él.
Aunque por dentro no estaba tan
seguro. Lo único que sabía era que su hijo estaba enfermo.
–Los médicos nunca dan buenas
noticias –decía Lali.
Aunque el miedo por Tomas lo tenía
paralizado, Peter se dio cuenta de que el miedo de ella eran aún peor. Lali había
pasado por eso, había estado años en hospitales con una pierna destrozada y su
novio estaba en coma...
–Tranquila, no va a pasar nada. Tomas
está en buenas manos.
El doctor Nelson salió entonces al
pasillo.
–Ah, hola. Me alegro de que hayas
venido.
–¿Cómo está mi hijo?
–Bien, bien. La fiebre ha bajado,
pero me gustaría que se quedase aquí esta noche, por si acaso.
Peter asintió con la cabeza,
intentando disimular su angustia.
–Puedes entrar a verlo cuando quieras
–dijo el doctor Nelson.
Él apretó la mano de Lali. Se
alegraba tanto de no estar solo.
Se tenían el uno al otro.
Pero no, no era así en realidad.
Lali tenía a otro hombre y cada vez
que la besaba o la abrazaba estaba haciendo algo inapropiado.
–Lo siento mucho –dijo ella entonces.
–¿Por qué?
–Por haberme asustado tanto. Es que
los hospitales...
–Lo entiendo –la interrumpió él–.
Además, me gusta que te preocupes tanto por mis hijos. Eso significa que los
quieres.
Lali intentó sonreír, pero cuando lo
miró a los ojos la sonrisa desapareció. Era como si lo viera por primera vez o
tal vez como si por primera vez se diera cuenta de la intimidad que había entre
ellos.
Peter estaba inmóvil, casi sin
respirar. Deseaba tanto a aquella mujer que le dolía, pero no quería poner en
peligro esa relación.
De repente, Lali se puso de puntillas
para darle un beso en los labios. Un beso suave, una caricia.
Él intentó decirle con la mirada todo
lo que no podía decirle con palabras: que la necesitaba, que le encantaba lo
buena que era con los niños, que había algo entre ellos que deberían explorar.
Pero cuando Lali dio un paso atrás
supo que nada importaba. Tenía un compromiso con su prometido y no iba a
romperlo.
Esa noche, en la habitación del
hospital, Peter se levantó para mirar por la ventana. Estaba nevando y las
farolas iluminaban los coches del aparcamiento. Tras él, Lali dormitaba en el
sillón...
Lali, que estaba entre dos mundos.
Por un lado, su vida con Gaston era triste, probablemente vacía, mientras la
que compartía con él y los niños estaba llena de risas, de promesas. También de
penas, pensó, mirando a su hijo en la cama.
Pero la lealtad de Lali hacia su
prometido era una de las cosas que más le gustaban de ella. Si no fuera tan
leal, ¿sería la misma mujer?
Cuanto más conocía a Lali, más
pensaba si el destino la habría puesto en su camino para devolverla a la vida.
Ya habían tenido esa conversación y
no había servido de nada... ¿debía intentarlo de nuevo? ¿O debería rezar para
que ella misma se diera cuenta?
***
Llevaron a Tomas a casa al día
siguiente y Alay no dejó de gritar hasta que Lali se inclinó para que tocase la
cara del niño.
–Pobrecita, echaba de menos a su
hermano.
–Es que no se habían separado nunca.
¿Ha dormido bien, Emma? –le preguntó Peter.
–Como un angelito –respondió la
cocinera–. Pero esta mañana no dejaba de llorar.
Metieron a los dos niños en la misma
cuna, pero cuando Peter iba a salir de la habitación, Lali se sentó en una de
las mecedoras.
–¿No vienes?
–Prefiero quedarme aquí un ratito.
–Sé que estás cansada. ¿Por qué
no...?
–Estoy bien, de verdad.
–Hay un monitor y tu habitación está
a unos metros. Deberías darte una ducha y descansar un rato.
–Prefiero quedarme aquí.
Peter salió de la habitación. Si no
quería dejar solo a un niño dormido jamás dejaría a Gaston, pensó.
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Que creen que seguira asiendo peter va a insistir o no¿?
CAPAS QUE AHORA EMPIEZE A SUBIR DIARIO PERO ESO TODAVIA NO ESTOY SEGURA PORQUE AHORA TENGO QUE COORDINARME CON EL TRABAJO
Quiero más más más Besos Naara
ResponderEliminarSoy nueva y ME ENCANTA LA NOVE subi mas por faaaaaaaa
ResponderEliminarNaty