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PETER pensó que se le había parado el
corazón. ¿Lali lo amaba?
Le gustaría tomarla entre sus brazos
y besarla hasta dejarla sin aliento, pero...
Por fin había encontrado a la mujer
de sus sueños, la que lo hacía feliz, la que lo hacía creer que aunque las
cosas fueran difíciles también podían ser divertidas y emocionantes. Y, sin
embargo, no podía decírselo. No podía decirle que estaba loco por ella.
–Estoy comprometida con Gaston y me
he enamorado de otro hombre.
Peter sabía que no había futuro para
ellos. Eran dos personas que se habían conocido en el peor de los momentos.
–No te hagas eso a ti misma, Lali.
Quédate.
Ella apretó los labios.
–No puedo...
–Cena y luego vete a la cama.
Hablaremos mañana.
–Muy bien.
Unas horas después, Lali estaba
dormida. Peter entró en su habitación y se inclinó para darle un beso en la
frente. No sabía qué iba a pasar durante los próximos días, pero haría lo que
tuviese que hacer.
***
A la mañana siguiente, Lali se
levantó para atender a los niños. Se había compadecido de sí misma más que
suficiente el día anterior y no pensaba repetirlo.
Y tampoco haría que Peter lo pasara
mal. No tenía derecho a hacerle sufrir.
–¿Te encuentras mejor? –le preguntó
él.
–Sí –mintió Lali. No por ella, sino
por Peter. No quería involucrarlo en sus problemas. Lo había hecho sentir
culpable y eso no podía ser. Era ella la que se había enamorado tontamente, no
era culpa de Peter, de modo que a partir de aquel momento tendría que mantener
las distancias.
–¿Necesitas algo?
–No, estoy bien.
Rezaba para que no mencionase lo que
había dicho el día anterior, para que lo hubiese olvidado por completo...
Su móvil sonó en ese momento.
–¿Sí? –respondió.
–Soy Nate, cariño. Gaston lo ha
pasado mal esta noche... y creo que deberías venir a casa.
Con el corazón acelerado, Lali soltó
el móvil y se dejó caer sobre una silla.
–Tengo que irme.
–¿Irte?
–A casa de los padres de Gaston. Era
Nate...
–Muy bien, dame diez minutos para
llamar a Emma y pedirle que se quede con los niños.
–No, tengo que ir sola.
–Pero necesitas...
–Ir sola –lo interrumpió ella.
Dos horas después, Gimena llamó a Peter
para decirle que Gaston había fallecido.
–Los médicos con los que he hablado
antes de llamarte me han dicho algo muy interesante.
–¿Qué te han dicho?
Su madre tenía amigos en la dirección
del hospital de Pine Ward, pero no creía que ninguna opinión médica fuese a
animarlo.
–Me han dicho que Lali y tú fuisteis
con los niños ayer.
Peter se pasó una mano por el cuello.
–Sí, es verdad. Ir con los niños
tranquilizó un poco a Lali.
–Lo sé, me lo contó una de las
enfermeras. Pero Gaston no murió esta mañana.
–No te entiendo.
–Murió ayer, unos minutos después de
la visita de Lali.
–¿Le quitaron la respiración
artificial sin consultar con ella?
–No, Gaston murió antes de que
tuviesen que hacerlo.
–¿Después de que nos fuéramos?
–Los médicos saben poco sobre el
coma. No saben lo que una persona oye o entiende, pero uno de ellos me ha dicho
que tal vez la visita fue una bendición. A veces, los pacientes en coma no
mueren porque les preocupa quién cuidará de sus seres queridos cuando ellos no
estén. Que Lali fuese a verlo con los niños fue casi como decirle a Gaston que
había encontrado a otra persona que cuidase de ella, que tenía otra vida. Yo
creo que le disteis la paz que necesitaba, hijo.
Lali volvió dos horas después, tan
pálida y acongojada que Peter se preguntó cómo podía caminar.
–Los padres de Gaston llamaron a mi
madre –le dijo, mientras la ayudaba a sentarse en el sofá.
–Entonces lo sabes.
–Sí.
–¿Cómo están los niños?
–Están bien, con mi madre.
Lali asintió con la cabeza, dos
gruesas lágrimas rodando por su rostro. Incapaz de soportarlo, Peter la tomó
por los hombros para que lo mirase a los ojos.
–Lo siento muchísimo.
–Era tan joven, tan inteligente.
Sabiendo que estaba recordando al
joven del que se había enamorado, Peter tragó saliva.
–Seguro que sí.
–Y divertido. Nadie me hacía reír
tanto como él –Lali se levantó para pasear por el salón–. Era muy fuerte. Ya te
dije que él se llevó la peor parte para salvarme a mí.
–Uno de los médicos le contó a mi
madre que Gaston murió sin que tuvieran que quitarle la respiración asistida.
–Lo sé.
–También le dijo que murió unos
minutos después de tu visita.
–Sí, es verdad.
Peter tragó saliva.
–Según ese médico, a veces los
pacientes en coma se agarran a la vida porque les preocupan sus seres queridos
y que fueras con los niños fue casi como decirle que tenías a alguien que
cuidaría de ti.
Lali hizo una mueca.
–No sé lo que quieres decir.
–Que Gaston ya podía irse. Se quedó
hasta que supo que tú ibas a estar bien.
–Él haría eso, sí.
–Porque te quería y quería que fueras
feliz cuando él ya no estuviera aquí. Solo quería que fueras feliz, Lali.
–Eres tú quien quiere que sea feliz, Peter.
–Sí, claro, pero eso no significa
que...
–Sé que todo el mundo cree que
debería sentirme agradecida porque Gaston ha dejado de sufrir... –lo
interrumpió ella, con la voz rota–. Pero no lo estoy. Estoy tan triste que
siento como si mi corazón estuviera rompiéndose en pedazos.
Peter dio un paso adelante.
–Lali...
Ella levantó una mano.
–No, por favor. Todo esto –le dijo,
señalando alrededor –es muy desconcertante ahora mismo. Debería estar llorando
la muerte de Gaston. Durante diez años fue el amor de mi vida y cuando más me
necesitaba, no estuve a su lado.
–Tenías que ganarte la vida.
–No quiero pensar más. Lo único que
necesito es llorar.
–Y yo te daré todo el espacio y el
tiempo que necesites –le aseguró él.
–¿Es que no lo entiendes? No puedo
quedarme aquí porque me recuerda que mientras él estaba yéndose yo estaba
contigo.
–No digas eso.
–Es verdad. Los dos sabemos que es
verdad.
–No hemos hecho nada malo.
Lali hizo una mueca.
–Sí lo hemos hecho. Hemos roto la
conexión con él.
–No es verdad. Los dos hemos tenido
cuidado, hemos sido respetuosos.
Ella negó con la cabeza, pasándose
una mano por la cara.
–No quiero seguir hablando de esto.
–Lo que sentimos no es algo sucio
–siguió Peter–. Porque yo también te quiero, Lali. Con toda mi alma.
Ella lo miró a los ojos un momento y
luego, de repente, se dio la vuelta para ir a su habitación.
Peter la siguió, pero Lali estaba
sacando la maleta del armario.
¿Se marchaba?
Se le ocurrían un millón de
argumentos, un millón de razones para que se quedase, pero si no respondía a
una declaración de amor, ¿qué más podía decirle? ¿Cómo podía convencerla?
Se dijo a sí mismo que solo
necesitaba un poco de tiempo para hacerse a la idea, que volvería. Tal vez
después del funeral de Gaston.
O tal vez en unas semanas, un mes.
Pero cuando la puerta se cerró tras
ella, Peter ya no estaba tan seguro.
Peter atravesó la verja del
cementerio, detrás de una larga fila de coches funerarios, y aparcó el coche
bajo unos árboles intentando pasar desapercibido.
Vio a Lali inmediatamente, del brazo
de los padres de Gaston, llorando desconsoladamente, y se le encogió el
corazón.
Él no sabía lo que era amar tanto a
alguien, tan completamente. Y tampoco sabía lo que era ser amado así.
«¿Cómo voy a quedarme con el hombre
del que me he enamorado mientras mi prometido se muere en el hospital?».
Peter se preguntó si Lali sabría lo
que había dicho.
Que lo amaba.
Suspirando, escuchó las palabras del
sacerdote durante el funeral, lo vio acercarse después a los padres de Gaston
para consolarlos y cómo abrazaba a Lali.
Había pasado cinco años como una
prisionera y no podía creer que nadie le hubiera prestado atención hasta ese
momento. No solo porque fuese guapa sino porque emanaba bondad.
Y lo amaba.
Pero estaba rota de dolor.
Y como él había estado allí,
insinuándose en su vida durante los últimos meses, diciéndole que debía seguir
adelante, tal vez ella lo uniría siempre con la muerte de su prometido.
El paisaje invernal a su alrededor lo
hizo pensar que esa era la razón por la que lo había dejado, porque le
recordaba el peor momento de su vida, un tiempo que no quería recordar. Por eso
quería olvidarlo.
Cuando el funeral terminó, Peter
subió al coche y volvió a casa sin decirle nada.
Vico y Cande lo esperaban allí, cada
uno con un niño en brazos.
–¿Y bien? –preguntó su hermano.
Peter se quitó el abrigo.
–Está destrozada.
Cande tenía que hacer un esfuerzo
para contener las lágrimas.
–Me lo imagino, debe ser horrible.
–Sí, lo es. No creo que ninguno de
nosotros entienda por lo que ha pasado en los últimos años.
–¿Crees que volverá?
–¿Por qué iba a volver? He intentado
alejarla de Gaston, hacerla reír, darle la oportunidad de rehacer su vida
animándola a volver a la universidad. Animándola a que olvidase el accidente.
Si no me odia por eso...y estoy seguro de que así es, los niños y yo le
recordamos a Gaston –Peter se dejó caer en el sofá y apoyó la cabeza en el
respaldo–. Le recordamos los peores momentos de su vida.
–Pero también ha habido cosas buenas
–dijo Cande.
–¿Por qué no vamos a casa de mamá?
–sugirió Vico–. Podemos cenar todos juntos.
Cande miró a Peter y luego a su
marido.
–Me parece buena idea. Es buen
momento para una cena familiar. Voy a buscar a los niños.
Cuando Cande se marchó, Peter miró a
su hermano.
–No voy a abrirte mi corazón.
–Yo no te he pedido que lo hicieras,
pero quiero decirte una cosa: puede que tú le recuerdes uno de los peores
momentos de su vida, pero había algo entre vosotros.
–Sí, lo sé.
–No puedes dejarla ir.
–Y tampoco puedo hacerla sufrir. Ya
ha sufrido más que suficiente.
–Pero está sufriendo ahora y te
necesita –insistió Vico–. Yo dejé ir a Cande cuando más me necesitaba y
perdimos ocho años de nuestras vidas. Pasó por un embarazo sola, crió a Trisha
sola durante ocho años... No querrás abandonar a la mujer de la que estás
enamorado cuando más te necesita, ¿verdad?
Peter negó con la cabeza.
–No es lo mismo.
–¿Por qué?
–Cande te necesitaba, pero era tu
mujer. En cierto modo, Lali sigue siendo la novia de Gaston y tal vez siga
siéndolo para siempre. Puede que me necesite, pero yo la he presionado cuando
no necesitaba ser presionada... creo que es por eso por lo que se ha marchado.
No iré tras ella, Vico, Lali tiene que volver por su cuenta.
***
Lali se encerró en casa de sus padres
durante los dos días siguientes. No comió, no durmió. El tercer día, su madre
entró en la habitación con la bandeja del desayuno y abrió las cortinas.
–Es hora de levantarse, cariño.
–Estoy despierta –murmuró Lali.
–Lo sé. Has estado despierta toda la
noche, pero eso tiene que terminar.
–No, aún no.
Samantha, su madre, se acercó a la
cama.
–Si vas a empezar la universidad en
primavera tendrás que matricularte.
Lali se tapó la cabeza con la sábana.
–No estoy preparada para eso.
–Tienes que estarlo. Si no te
matriculas, lo lamentarás.
–No sé...
–Y también deberías llamar a tu jefe.
–¿A Peter?
–Necesitas dinero para pagar la
matrícula, de modo que tienes que trabajar, cariño.
Ella tragó saliva.
–En realidad, he ahorrado lo
suficiente como para pagar dos semestres.
–¿Entonces no piensas volver a
trabajar?
A Lali se le encogió el corazón. No
podía estar con los mellizos...
Pero no quería ser feliz. No era
justo que fuese feliz. No era justo echarse en los brazos de Peter cuando Gaston
acababa de morir.
Recordar cómo se habían besado, cómo
deseaba estar con él de nuevo hacía que se avergonzase. Había tenido cinco
cortos meses desde el día que conoció a Peter hasta el día que Gaston murió.
¿No había podido ser paciente en cinco meses?
–Toma el desayuno, cariño –insistió
su madre–. Luego date una ducha. Iremos juntas a matricularte.
Lali miró el plato de huevos
revueltos y se le encogió el estómago al recordar el día de san Valentín, a Peter
llevándole el desayuno a la cama diciendo que lo habían hecho los niños...
Y luego la llegada de Nate y Emily
para decirle que Gaston había sufrido una parada cardiorrespiratoria...
–No me apetece comer nada.
–Por favor, hazlo por mí –le rogó su
madre.
Ella le había dicho lo mismo a Tomas
el día que estuvo malito y, de repente, sus ojos se llenaron de lágrimas. Nunca
volvería a ver a Gaston, nunca volvería a ver a los niños y no quería volver a
ver a Peter porque todo estaba relacionado y cada vez que pensaba en él sabía
que había traicionado a Gaston.
Y cada vez que pensaba eso no podía
respirar.
–Comeré si me haces un favor.
–Lo que quieras.
–Llama a Gimena y dile que Peter debe
contratar a otra niñera.
–Cariño... deberías decírselo tú
misma.
–¡Acabo de perder a Gaston, estoy
exhausta y tengo que pensar qué voy a hacer con el resto de mi vida! ¿Podrías
hacerlo por mí, mamá?
Samnantha asintió con la cabeza,
sorprendida por su tono.
–Muy bien, de acuerdo.
–Lo siento –Lali se pasó una mano por
el pelo–. Perdona que te haya hablado así.
Lo sentía de verdad, sentía haber
arruinado tantas cosas.
Peter supo que Lali no iba a volver
cuando Gimena fue a la casa con una carpeta llena de currículos para ayudarlo a
encontrar otra niñera.
Su madre se había puesto manos a la
obra y él sabía que lo hacía por su bien, pero estaba enfadado, desconcertado.
¿Por qué no le había llamado Lali personalmente? ¿Por qué, de repente, estaba
fuera de su vida?
–Deja los currículos ahí, ya los
miraré esta noche –murmuró.
–¿Y me llamarás por la mañana para
decirme cuál te gusta más?
–Sí.
–Muy bien, hijo.
Solo en el salón, sintiendo un dolor
tan intenso que no podría describirlo, Peter pensó en lo que Vico le había
dicho: que había abandonado a Cande cuando más lo necesitaba.
Cansado y desconcertado, sacó el
móvil para llamar a Lali, pero se acobardó en el último momento.
Lo había hecho cuatro veces por la
noche, pero al final no era capaz de llamarla.
Lali había dicho que lo amaba, pero
que no podía amarlo. Se había enamorado de él sin quererlo y eso le dolía.
Y cuando él le dijo que sentía lo
mismo, lo había ignorado, como si no hubiese dicho nada.
No podía ir a buscarla porque si lo
hacía y ella lo rechazaba de nuevo sería desolador. Peter sabía que debía
esperar hasta que estuviese preparada.
Lali tenía que ir a él.
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Falta solo 1 y el prologo para que termine :/ es la frustraciones de toda las novelas: que terminen
Cielo eres psica ajajaajaaj
Hola mayra bienvenida
Perdon por no subir ayer pero se corto la luz y perdon por subir tan tarde pero de nuevo se corto la luz (a la misma hora¬¬) y aparte me tenia que bañar pero bue aqui estoy :)