Cuando se quedó sola, Lali paseó por la casa. Había
estado tan concentrada en Peter y en la papilla de cereales que no había tenido
tiempo de echar un vistazo. Los tres dormitorios estaban en la parte de atrás,
pero desde la cocina, con armarios de arce, suelos cerámicos y encimeras de
granito marrón, podía ver el amplio salón rodeado por amplios ventanales y el
estudio-biblioteca. Una mesa y seis sillas a la izquierda hacían de office o
comedor.
Era el hogar perfecto para una
familia, pensó, pasando la mano por la encimera de granito. Ella podría tener
una familia y vivir en una casita como aquella, pero un día, una hora... no, un
minuto, lo había cambiado todo. En lugar de tener una familia y una carrera,
como había sido su intención, pasaba las horas en el hospital, hablando con un
prometido que no podía responderle.
Ni siquiera estaba segura de que
Jason pudiera oírla.
Haciendo un esfuerzo para escapar de
su tristeza, se acercó al sofá de piel, a juego con dos sillones, frente a una
enorme televisión de pantalla plana. Para ser una simple casita de invitados,
tenía de todo.
–¿Qué haces?
Lali se volvió al escuchar la voz de
Peter.
–Explorando un poco –respondió,
llevándose una mano al corazón–. Qué susto me has dado. Pensé que estabas
charlando con tu madre.
–Mira, Lali... no sé cómo decirte
esto, pero no quiero dejar a mis hijos con una extraña.
–Yo no soy una extraña, nuestras
madres son amigas. Además, llevo aquí una semana.
–Entonces, deberías conocer este
sitio.
Lali contuvo el aliento. Había
llegado la hora de la verdad. Tal vez no tendría que encontrar la forma de
renunciar al puesto porque él iba a despedirla.
–Tenemos que hablar, siéntate un
momento –dijo Peter.
Resignada, Lali se sentó en el sofá y
él se sentó en uno de los sillones.
–No me ha gustado que cuestionases
cuándo se echan la siesta los niños.
–Bueno, en realidad no lo he
cuestionado. Solo he mostrado mi sorpresa.
–Pues eso es como decir: «oye, Peter,
lo estás haciendo todo mal».
–Lo siento, no era mi intención.
–Son mis hijos, pero solo llevo dos
semanas con ellos. Y, aunque no soy perfecto, tampoco quiero que se me recuerde
constantemente que no sé lo que hago.
¿Tenía mellizos y no sabía lo que
estaba haciendo?
–Pero Peter...
–No contraté a una niñera porque
quiero criarlos personalmente, pero estoy dispuesto a probar contigo porque me
vendría bien un poco de ayuda. Además, no voy a quedarme aquí para siempre.
Solo he venido a visitar a mi madre.
¿Solo estaba de visita? Si era así,
entonces su puesto de trabajo era temporal. No tendría que abandonar a Gas,
pensó ella, aliviada.
–Pero si vas a criticarme todo el
tiempo, esto no va a funcionar –terminó Peter.
Con la situación en perspectiva,
todas las piezas del puzzle empezaron a caer en su sitio. Gime le había contado
que la madre de los niños no quería saber nada y eso explicaba que Peter fuese
tan desconfiado. No quería una niñera sino criar a los niños personalmente y
eso era admirable, pero no sabía cómo hacerlo y, precisamente por eso, se
mostraba exageradamente sensible a las críticas.
No era un gruñón, solo un padre
asustado que necesitaba ayuda. Y, de repente, ser la persona que lo ayudase no
le parecía tan insoportable.
–¿Está claro?
–Sí.
–Muy bien.
En ese momento, uno de los niños
empezó a llorar y Peter se levantó del
sillón.
–Esta es la razón por la que no me
importaría tenerte a mano. No logro que Tomas y Alai duerman durante más de
veinte minutos sin que alguno de los dos despierte, así que no tengo un minuto
de paz.
–¿Los has tenido en brazos todo el
tiempo durante estas dos semanas?
–Más o menos. A veces juegan en el
suelo...
–¿Y tu trabajo?
–Durante la primera semana no fue un
problema, pero he tenido que dejar la empresa en manos de mi gerente.
–No puedes vivir así para siempre,Peter.
–No, desde luego.
–Pero no quieres una niñera.
–No quiero ser como mi padre.
–¿No tenía tiempo para ti?
Él suspiró, pasándose una mano por el
pelo.
–Mis hijos aún están intentando
acostumbrarse a la falta de su madre y yo no puedo dejarlos como hizo ella.
Guapo o no, gruñón o no, en el fondo
Peter Lanzani era una buena persona que
quería a sus hijos, de modo que podía olvidarse de sus problemas durante un
tiempo para ayudarlo, pensó Lali. Especialmente porque necesitaba ganar algo de
dinero tanto como él necesitaba ayuda con los niños.
–¿Puedo hacer sugerencias?
–Cuando te pregunte, sí.
–¿Me estás preguntando?
Peter exhaló un suspiro.
–Si crees que debería preguntar es
que debo hacerlo.
–No he visto un andador para los
niños –dijo ella entonces.
–¿Un andador, como los ancianos?
Si no lo hubiera preguntado tan
serio, Lali habría soltado una carcajada. Pero si no conocía la diferencia
entre un andador de bebés y otro de ancianos tenía un serio problema.
–Un andador es un aparato con el que
los niños aprenden a andar y, además, los entretiene.
–¿Quieres decir que no tienen que
estar todo el tiempo en mis brazos?
Su tono esperanzado le rompió el
corazón.
–Claro que no. Y también hay
columpios que se cuelgan en el quicio de una puerta y los divierten mucho. Me
sorprende que tu exmujer no tuviera nada de eso.
–Liliah no era mi mujer. Y, como
puedes ver, tampoco era una buena madre.
Peter se volvió para ir a la
habitación de los niños y a Lali se le encogió el corazón.
Aquel hombre estaba tan dolido que no
iba a ser fácil convivir con él.
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Capitulo corto porque ando media acupada...
Mas rato les subo mas..
me encanto ;D
ResponderEliminarSeguilaaa porfaaaa