Lali
Un Mes Después
--¡Los amo, Austin y nos vemos el próximo año! ―grité en el
micrófono. Cuando caminé fuera del escenario, saludé a
la bulliciosa multitud.
A diferencia de los
chicos, no me detengo en los camerinos para cambiarme. En su lugar, me dirigí directamente hacia el autobús. Mi
corpulento guardaespaldas siguiéndome justo a mi lado
y no me
dejó hasta que
las puertas del
autobús estuvieron cerradas
y aseguradas detrás de mí.
Una vez que estuve en la seguridad de la habitación, saqué
mi teléfono y llamé a Peter.
Mientras que nuestro
arreglo de amor a larga
distancia ha estado funcionando sin
problemas, me había
preocupado por él
las últimas veces
que habíamos hablado. En las semanas después de que me había ido, la
salud de Susan había comenzado a
deteriorarse rápidamente, y
estaba causando estragos emocionalmente en Peter. Quería más
que nada terminar la gira para estar con él.
Él contestó al tercer timbrazo.
―¡Hola Ángel, ¿cómo estuvo el show?
―Bien. Era un lugar muy grande, y lo agotamos.
―Eso es impresionante. Te extraño como loco.
Sus palabras provocaron una agitación en mí pecho.
―Yo también te echo de menos. ¿Cómo está Susan?
Peter inhaló una fuerte respiración, y casi podía sentir su
angustia a través del teléfono.
―Ella está bien, supongo. Va a tener más días malos que
buenos.
Me dolía el
corazón por él,
y hubiera dado
cualquier cosa por
poder envolver mis brazos
alrededor de él
y consolarlo. Sabía
que necesitaba una distracción, y después de más charlas de
chicas con Euge, yo sabía que ella había admitido que a menudo recurrió a
confortar las angustias emocionales de Nicolas con el amor físico.
Después de mordisquear
mi labio inferior,
finalmente me decidí
a ser descarada.
―Compré algo para ti hoy.
―¿En serio? ―preguntó Peter distraídamente.
―En realidad, es para mí, pero creo que lo disfrutarás.
Un silbido vino de Peter.
―Caray, espera un minuto. ¿Qué has comprado?
Me reí.
―Me alegro de que tengo tu atención, señor cachondo.
Él gimió.
―Joder, ¿te compraste algo de lencería?
―Mmm, hmm.
―Muéstrame.
―No, no hasta este fin de semana.
―¡Sí! ¡Ve a ponértela y tomate una foto para mí! ―ordenó con
una voz que me puso al instante toda caliente y mojada.
―Nop. Paciencia, señor Lanzani. Tendrás una agradable
sorpresa este fin de semana.
En una voz casi impotente, triste, me pidió:
―¿Por favor?
No pude evitar sonreír ante su cambio de tono.
―Está bien, está bien. Dame cinco minutos.
―Gracias, nena. No
sabes lo
feliz que me haces.
Por supuesto, ya
estoy muy duro de solo pensar en ti desnudándote.
―¡Peter! ―chillé mientras el calor llenaba mis mejillas.
Se rio de mi indignación.
―Está bien, ve a cambiarte.
Después de colgar, me asomé fuera de la habitación. Los
chicos todavía no habían regresado al autobús. Cerré la puerta y luego me puse
el sujetador y tanga a cuadros blancos y negros. Con lazos blancos en los
bordes, lucía como una muy traviesa
colegiala, sobre todo
cuando me deslicé
en las blancas
ligas de encaje. Inocente, pero sexy. Una vez que
estuve vestida, me paré frente al espejo
y me tomé un par de fotos desde diferentes ángulos. Entonces se las envié en un
mensaje a Peter. Apenas había terminado de enviar la última cuando me llamó.
―¿Estás tratando de matarme? ¡Incluso estás usando
ligas!
Me eché a reír.
―¿Eso significa que te gusta?
―Oh joder, Ángel,
voy a estallar
antes del viernes.
―Él contuvo la respiración entrecortada―. ¿Todavía estás
usando eso?
―Sí ―le contesté con cautela. Tenía el presentimiento de a
dónde iba esto, y yo no estaba segura de que estaba preparada para ello.
―¿Quieres hacer el amor conmigo por teléfono?
Solté un bufido.
―¿Quieres decir: “tengamos sexo por teléfono”?
―Cualquiera puede hacer que suene sucio ―bromeó.
Jugando con el encaje de mis ligas, le pregunté:
―¿Estás en tu habitación?
Después de escuchar algunos ruidos amortiguados, Peter
respondió:
―Sí, estoy en
la cama ahora,
desnudo y duro como
una maldita roca debido a tus fotografías.
Un estremecimiento pasó por encima de mí ante la imagen que
se formó en mi mente. Cerré los ojos y me concentré en la familiar imagen de
sus músculos magros, sus abdominales apretados y todos sus tatuajes. Cuando el
calor ardió entre mis muslos, me di un poco más de coraje.
―¿Me quieres desnuda?
―Solo tu sostén primero.
Llegué alrededor y desabrochó los broches. Una vez que cayó
libre, luché contra la tentación de cruzar los brazos sobre mí pecho desnudo.
―¿Está fuera?
―Sí...
―Ponme en el altavoz.
―Jesús, seguro que eres mandón ―dije mientras ponía el
teléfono en la cama y apretaba el botón.
―Agarra tus pechos. ―Así como me dijo, llevé mis manos a mi
pecho―. ¿Están tus pezones duros ya?
―No ―murmuré.
―Pellízcalos.
En contra de mi mejor juicio, hice lo que me dijo.
―¿Se siente bien? ―preguntó Peter.
―Sí ―murmuré verdaderamente. Bueno, tal vez podría entrar un
poco en esto.
El largo gemido de Peter hizo eco por toda la
habitación.
―Oh nena, me gustaría estar allí. Me gustaría tener mi boca
y mis manos todas sobre tus pechos.
―También me gustaría que estuvieras aquí. ―Mordiendo mí
labio, dudé antes de preguntar―: ¿Te estás tocando a ti mismo?
―Oh, sí. Pero me estoy imaginando tus manos sobre mí o a mí
entrando y saliendo de tu caliente boca.
Mientras estaba un poco mortificada por su charla sucia, un
escalofrío me recorrió con sus palabras. El pesado dolor entre mis piernas
comenzó a crecer.
―¿Quieres que me quite las bragas ahora?
―Mmm, sí. Pero mantén las ligas.
Me bajé el tanga y luego me hundí en la cama.
―Muy bien, estoy desnuda.
―¿Estás mojada?
Calidez entró en mis mejillas mientras la realidad caía
sobre mí de nuevo por lo que estoy haciendo.
―Peter...
―Vamos, Ángel, dime.
―Sí ―le susurré.
―Mmm, me encanta lo mojada que te pones por mí. Ahora
recórrete suave y lento ―ordenó Peter. Una vez más, hice lo que me dijo. Cerré
los ojos y lo imaginé a él y sus deliciosos dedos tocando y sondeando mi
centro―. Ahora más rápido. ―Cuando aceleré mi ritmo, no pude evitar jadear de
placer―. Oh nena, eso es. Deja que te escuche.
Incluso con la
televisión encendida, todavía
no quería ser
demasiado ruidosa en caso de que los chicos llegaran. Así que en su
lugar, me mordí el labio, conteniendo algunos de mis gritos.
―Te estás conteniendo ―jadeó Peter.
―Sí, bueno, me voy a venir si me dejas escucharte ―repliqué
sin aliento.
Al oír sus gruñidos y gemidos, me sentí más y más cerca de
venirme.
―¡Oh Peter! ―chillé
mientras me iba al límite.
Justo cuando empecé
a venirme abajo, la respiración de Peter creció aún más desigual.
―¡Ángel, oh joder!
Me quedé allí por un momento, tratando de recuperar mí
aliento. Pasaron unos segundos antes de que alguno de los dos hablara.
―¡Eso fue jodidamente fantástico! ―exclamó Peter.
Una risita escapó de mis labios.
―Sí, lo fue. Ahora incluso te has llevado mi virginidad
telefónica.
―Amo lo que hiciste por mí, Ángel. Pero sobre todo, te amo a
ti
Mi corazón latía violentamente en mi pecho.
―Yo también te amo. No puedo esperar a verte el viernes.
―¿Me prometes que usarás la lencería debajo de tu ropa?
―Por supuesto que lo haré. Haría cualquier cosa por ti.
―Dios, te amo, Ángel.
―Te amo más.
Tres días y dos presentaciones después de la infame llamada
con Peter, me pasee tranquilamente en una gigantesca suite de hotel que la
disquera había previsto
para mis hermanos
y para mí.
Estaba contando las horas y minutos antes de que pudiera ver
a Peter de nuevo. Al sonido del
tono de Mariachi
haciendo eco a
través de la habitación,
sonreí y contesté el teléfono.
—Hola,Poli, ¿Qué hay de nuevo?
—Hola, Abuela, ¿Cómo estás?
Mis cejas se arrugaron mientras alejaba el teléfono para
asegurarme de que fuera realmente Poli. Luego repliqué en español:
—Uhm, creo que marcaste mal el número.
Todavía en español, Poli respondió:
—Sí, tengo el número bien. Simplemente no puedo hablar
libremente de momento. Por eso es que estoy hablando en español.
Jadeé.
—¿Es Peter? ¿Algo está mal?
Uyy nooo pobre peterrr :(
ResponderEliminarNoooo te odio por dejarme asi que intriga por dios mujer
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