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jueves, 17 de octubre de 2013

Capitulo 9

           


Peter corrió tras ella, pero un viejo amigo de su madre lo detuvo para hacerle preguntas sobre posibilidades de inversión en la empresa mientras Lali salía del salón con sus padres.
            –Lo siento, pero tengo que hablar con una persona urgentemente –se disculpó–. Luego te veo.
            Corrió al vestíbulo, pero ya era tarde. Había un grupo de personas despidiéndose de Gimena, pero Lali y sus padres ya se habían ido.
            –Despídete de los Stevenson, cariño.
            Peter decidió cumplir con sus deberes familiares, pero no podía dejar de preguntarse si tendría una niñera cuando volviese a casa.


             
            LA VOZ de Lali despertó a Peter al día siguiente, pero en lugar de saltar de la cama para ayudarla se tapó la cabeza con el edredón.
            ¿De verdad la había besado la noche anterior?
            Sí, porque era un idiota. No sabía qué había pasado en la fiesta, pero no podía culpar a Cande por lo que había intuido con tal claridad: le gustaba Lali.
            Le gustaba más de lo que le había gustado ninguna otra mujer en mucho tiempo, pero no debería haberla besado porque no solo era un hombre con dos hijos y serios problemas de confianza sino que, además, la necesitaba.
            Lali era la niñera de sus hijos. Tenía que respetar la relación profesional que había entre ellos y no debería haberla besado.
            Ella había salido corriendo como Cenicienta y seguramente estaría a punto de decirle que no quería seguir trabajando para él...
            Suspirando, Peter apartó el edredón.
            El beso había sido un error y se disculparía. No pasaría nada, no tenía tanta importancia.
            Tomó una camiseta y se la puso a toda prisa antes de entrar en la habitación de los niños.
            –Buenos días.
            –Buenos días.
            Lali apartó la mirada inmediatamente y  Peter se sintió avergonzado. No sabía por qué se sentía tan tímido estando con ella, por qué quería algo más que una relación niñera-jefe. Pero fuera lo que fuera, era un error. Tenía que serlo. Si no, intentaría conquistarla, flirtear con ella como había hecho con otras mujeres. Como no podía hacer eso, tampoco se dejaría llevar por el deseo de besarla.
            –Antes de que digas nada, quiero pedirte disculpas por lo que pasó anoche –empezó a decir, señalando a Tomas, que daba saltos en el andador.
            –Ya están bañados y desayunados –Lali levantó a Alay del cambiador para dejarla en la cuna–.Peter, tenemos que hablar.
            No iba a dejarlo escapar con una simple disculpa, estaba claro.
            –Por favor, no te vayas. Me he portado como un idiota, pero te juro que no volverá a pasar.
            Lali se llevó una mano al cuello y sacó una cadena de la que colgaba un anillo.
            –Estoy comprometida.
            Peter tardó unos segundos en entender lo que estaba diciendo, pero cuando lo hizo tuvo que dejarse caer en una de las mecedoras.
            –¿Estás comprometida?
            –Sí.
            Y él pensando que se sentía atraída por él... era lógico que hubiera salido corriendo.
            –Lo siento.
            Lali se aclaró la garganta.
            –No tienes por qué disculparte. No llevo puesto el anillo, así que no podías saberlo.
            Peter no podía creerlo. ¿Estaba comprometida? Pero había bailado con él, había tonteado con él...
            –Mi prometido conducía la moto cuando tuvimos el accidente –siguió Lali–. Iba a darme el anillo esa noche, pero... en fin, él no tuvo tanta suerte como yo. Está en coma, Peter. Lleva cinco años en coma.
            –Vaya, lo siento mucho.
            –Sus padres encontraron el anillo y la carta en la que me pedía en matrimonio, escrita en un trozo de papel gastado... –Lali tuvo que aclararse la garganta–. Parecía haberla escrito y reescrito varias veces. Gas no pudo decírmelo de viva voz, pero conservé el anillo... aquí.
            Peter asintió con la cabeza. Estaba prometida y cuando intentaba divertirse un poco, su jefe había intentado ligar con ella.
            –¿Es eso lo que haces los sábados y domingos? ¿Visitar a tu prometido?
            –Sí.
            –Lo siento mucho.
            –Yo también –Lali sacó a Tom de su andador–. No es fácil. A veces siento que llevo sola toda mi vida. Y si quieres que sea sincera, me siento atraída por ti. Anoche me quedé abrumada, pero estoy comprometida con Gas y me encanta este trabajo. El accidente lo tuve a los veinte años y este es mi primer trabajo serio, pero no puedo seguir siendo la niñera de Tomas y ALAysi tú estás interesado por mí.
            –No, no lo estoy –anunció Peter. Decir eso el día anterior hubiera sido una mentira, pero en aquel momento era cierto. Lali estaba prometida, de modo que no había nada que hacer–. Y quiero que sigas siendo la niñera de mis hijos.
            –¿Entonces no hay ningún problema?
            –No, ninguno.
             
             
            Peter jugó con los niños durante toda la mañana mientras ella ponía varias lavadoras. Luego, a mediodía, dieron de comer a los niños y los metieron en sus cunas.
            Peter hizo un par de llamadas desde su habitación y cuando salió Lali estaba sentada en el sofá...
            Antes de que pudiese decir nada, alguien llamó a la puerta. Era Robert, el guardés de la finca, con una fiambrera en la mano.
            –Para usted, señor Lanzani.
            –¿Qué es? –preguntó Lali.
            –La comida. He llamado a la cocina para pedir que la trajeran.
            –No tenías por qué hacerlo.
            –Lo sé, pero anoche tuvimos un... tropiezo y he pensado que sería bueno que hablásemos de ello.
            –¿En serio?
            –Si seguimos hablando, tarde o temprano empezaremos a sentirnos cómodos el uno con el otro.
            Peter estaba dispuesto a probar lo que fuera.
            –¿Y de qué deberíamos hablar?
            Él se encogió de hombros mientras sacaba vasos y platos del armario.
            –No lo sé. En realidad te debo más de una disculpa. Me siento mal por haber hecho ese comentario sobre tu conjunto. Era precioso.
            –No pasa nada. Tú no sabías lo de mi pierna.
            –¿Te duele?
            –Cuando llueve o cambia el tiempo.
            Peter sonrió.
            –No es verdad.
            –Sí es verdad. Me duele cuando cambia el tiempo. Tiene algo que ver con los cambios de presión y con la humedad.
            –¿Te duele mucho?
            –Antes me dolía mucho, ahora menos –Lali levantó la pernera del pantalón para mostrarle la pierna, con cicatrices y todo.
            –Casi parece artificial.
            –Es por los injertos de piel.
            –¿Tuvieron que hacerte injertos de piel?
            –Me operaron muchas veces y tuve que hacer años de rehabilitación.
            –Imagino que lo pasarías mal.
            Lali se encogió de hombros.
            –Siento como si hubiera perdido cinco años de mi vida. Tengo veinticinco, pero en muchos sentidos es como si aún tuviese veinte.
            Peter asintió con la cabeza. Tenía un novio, pero como ella misma había dicho era casi una niña cuando sufrió el accidente y a partir de ese momento su vida había quedado en suspenso. Eso explicaba muchas cosas.
            Aunque aquella conversación debería haber cortado de raíz la atracción que sentía por Lali, Peter se sentía decepcionado. Pero se recordó a sí mismo que a menudo las relaciones no funcionaban, especialmente las suyas, de modo que debería alegrarse de que fuera una persona sensata y, sobre todo, de que a pesar de todo quisiera ser la niñera de sus hijos.
            Después de comer, Lali se tomó el resto del día libre y cuando volvió a casa Peter ya había metido a los niños en la cuna, de modo que le dio las buenas noches y fue directamente a su habitación.
            Peter fue a trabajar al día siguiente con la sensación de que todo había vuelto a la normalidad entre ellos y, antes de marcharse, llamó a la cocina para pedir que les llevasen la cena. Mientras se quitaba la chaqueta, Lali colocó platos y cubiertos en la mesa mientras los niños balbuceaban en sus tronas.
            Peter intentó no pensar en cuánto le recordaba esa imagen al sueño que había tenido cuando Liliah le dijo que estaba embarazada. Aunque odiaba admitirlo, estaba creando la imagen de una familia feliz... con Lali en ella.
            Una campanita de alarma sonó en su cerebro, pero decidió no hacer caso. Él era un hombre adulto con dos niños pequeños que necesitaban una niñera, eso era lo único importante. La madre de los mellizos le había hecho demasiado daño como para creer en fantasías, especialmente con una mujer que le había dejado bien claro que no podía haber nada entre ellos.
            Cuando abrió la fiambrera del asado, el aroma llenó la cocina.
            –Nadie cocina como Emma.
            –Desde luego –asintió Lali–. Seguramente engordaré veinte kilos antes de irme de aquí.
            Una conversación normal, pensó Peter. Nada personal.
            –Veinte kilos en dieciocho años no está tan mal. Algunas personas engordarían más.
            Lali hizo una mueca.
            –No creo que vaya a quedarme aquí dieciocho años.
            –¿No?
            –No –respondió ella, en voz baja–. Al principio pensé que sí, pero los niños no necesitarán una niñera durante tanto tiempo. Además, quiero terminar mis estudios.
            –¿Ah, sí?
            –Antes del accidente estaba estudiando administración de empresas... por estudiar algo. Pero le he tomado tanto cariño a tus hijos que he decidido ser profesora de primaria. Aunque para eso tengo que terminar la carrera, claro.
            Peter asintió con la cabeza. No tenía ninguna responsabilidad hacia ellos aparte de su trabajo y después de lo que había tenido que sufrir merecía una segunda oportunidad en la vida.
            –Creo que serías una profesora estupenda.
            –No sé si lo creerás, pero yo era una niña tímida.
            –¿No me digas? –bromeó Peter.
            –Entonces era más tímida que ahora, pero mis profesores hicieron todo lo posible para que me integrase con los demás alumnos. Y eso es lo que quiero ser: alguien que entiende los problemas de los niños y los ayuda.
            –Me parece muy buena idea –dijo él, aunque no era exactamente lo que estaba pensando.
            –Había pensado tomar clases nocturnas, por supuesto. No creerías que iba a dejarte solo con los niños, ¿verdad?
            El corazón de Peter dio un vuelco. Iba a quedarse. Había pensado en ellos y había hecho planes teniéndolos en cuenta.
            Todo lo contrario que Liliah.
            La emoción que experimentó en ese momento casi lo asustaba. Solo habían pasado unas semanas, pero empezaba a sentir algo extrañamente fuerte por aquella chica.
            Porque era buena, sincera, inteligente.
            Dulce, amable.
            Todo lo que siempre había querido en una mujer.
            Pero no podía tenerla.
            Ni siquiera debería desearla. Si no tenía cuidado, iba a romperle el corazón.
            –No tienes que quedarte, Lali.
            –Pero es que me he encariñado con los niños. Y oí lo que dijiste el primer día.
            –¿A qué te refieres?
            –Sé que Tom y Alay  han sido abandonados por su madre –respondió Lali–. Tú querías que tuvieran continuidad y yo puedo ser parte de esa continuidad.
            ¿De verdad podía ser tan generosa?, se preguntó Peter.
            Lali puso una mano sobre la suya.
            –Me gusta sentir que alguien me necesita. Creo que estar aquí contigo y con los niños me está ayudando a rehacer mi vida. Hasta que os conocí tenía la intención de seguir en mi casa, compadeciéndome de mí misma, pero tú haces que me sienta útil.
            Peter contuvo el aliento. ¿Él la hacía sentir bien consigo misma? Ella estaba restaurando su fe en la humanidad. Era tan diferente a Liliah que resultaba increíble que pertenecieran a la misma especie. ¿Y creía que él estaba ayudándola?
            Nervioso, se aclaró la garganta.
            –Tú también eres muy buena para mí y para mis hijos.
            En ese momento, Tomy empezó a llorar y  Lali se levantó de un salto.
            –¿Que te ocurre, pequeñajo? ¿Quieres que alguien te tome en brazos?
            Tomy apoyó la cabecita en su hombro.
            –Yo lo haré, tú sigue comiendo –dijo Peter.
            –No hace falta. Come, creo que Tomy solo necesita estar unos minutos en brazos.
            Después de decir eso salió de la cocina y Peter miró a Alay, que le sonreía desde su trona.

            –Es estupenda, pero puede que tengamos un problema porque no quiere lo que yo quiero –murmuró.

:(

10 comentarios:

  1. Holaa gracias por pasarte! quiero mucho mas me encanta tu nove!
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  2. Holaaa gracias por pasarte querida quiero mucho mucho mas dalee no me dejes asi jajaa

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  3. te pasas? tengo 2 blogs
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  7. Masa nove porfa me encanta

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  9. Holaaa quiero maas jajaja gracias por pasaar
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