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domingo, 1 de septiembre de 2013

Capitulo: 6

           
  

 Como si hubiera leído sus pensamientos, Lali contuvo el aliento durante unos segundos.
 Peter recordó entonces a Liliah y la humillación que había sentido al saber que se había reído de él, la furia cuando abandonó a sus hijos. Recordó que apenas conocía a Lali y que ella tenía un secreto.


            –¿Sabes una cosa? Estoy más cansado de lo que creía –le dijo, levantándose del sofá–. Creo que me voy a dormir.


EL LLANTO de los niños despertó a Lali a las tres de la madrugada. Medio dormida, se puso el albornoz y fue cojeando hasta la habitación. La pierna le dolía un poco después de estar horas de pie o cuando se levantaba de la cama, de modo que no le preocupó.
            Cuando abrió la puerta de la habitación de los niños vio a Peter abriendo la otra, que conectaba con la suya.
            No llevaba pijama, solo un pantalón de chándal bajo de cadera y nada más. Tenía un torso firme cubierto de vello oscuro...
            Lali se quedó sin aliento, recordando lo que había pasado unas horas antes, cuando se rozaron en el sofá. Y volvió a sentir el calor que había sentido entonces.
            Nunca había sentido algo así por un hombre, ni siquiera porGaston, de modo que era un error, un terrible error.
            Rápidamente, se dirigió a la cuna de Alay.
            –Pensé que mi trabajo era encargarme de los niños.
            Tenía que decir algo, cualquier cosa, para no mirarlo como una colegiala. Era guapísimo y sexy, pero después de haberlo mirado de ese modo en el sofá tenía que demostrar que podía portarse de manera profesional. Como una niñera.
            Él se pasó una mano por la cara.
            –Dormir una noche de un tirón ha sido maravilloso, pero son dos niños y será más fácil si lo hacemos juntos.
            Su voz, tan masculina, provocó un cosquilleo en su interior. No sabía qué le pasaba. Era una mujer de veinticinco años y sus hormonas debían haber estado contenidas durante el tiempo que estuvo en el hospital, pero de repente parecían haber despertado.
            Cuando por fin cambiaron a los niños, Peter le pidió que fuese a buscar los biberones y Lali puso a Alay en sus brazos, con cuidado para no tocarlo, antes de ir a la cocina. Pero cuando volvió a la habitación encontró a los dos niños intentando que los dejase en el suelo y a Peter desesperado.
            –Ayuda –murmuró.
            Riendo, Lali se apresuró a tomar a Alay antes de sentarse en la mecedora. Salvo por el ruido de succión de los niños, la habitación estaba en completo silencio.
            Parecía un momento tan íntimo... claro que solo era una percepción suya. Un hombre que saltaba del sofá para ir corriendo a su habitación no quería ninguna intimidad con ella. Tenía que controlar sus sentimientos y no malinterpretar la situación. Peter era su jefe, ella era la niñera. Él la necesitaba y a ella le gustaba ser necesitada.
            Tomi fue el primero en terminar el biberón y Peter se lo colocó al hombro para que expulsase el aire. Y luego, sin decir una p alabra, salio de la habitación, confirmando que todo aquello estaba solo en su cabeza.
            Alay cerró los ojitos.
            –No puedes dormirte hasta que hayas terminado el biberón.
            La niña abrió los ojos de inmediato.
            –Qué guapa eres. ¿Te gusta que te hable mientras comes? Pues habrá que decírselo a tu papá.
            Alay terminó de comer y cuando empezó a quedarse adormilada, Lali la dejó en la cuna.
            De repente, deseaba que Peter aceptase trabajar con su hermano porque de ese modo ella seguiría allí y podría ver crecer a los dos niños...
            Era un sueño tonto y peligroso. ¿O no?
            Los médicos no sabían cuándo saldría Gas del coma o si saldría de él, pero no tenía intención de abandonarlo. Ser la niñera de Tomi y Alay durante los próximos dieciocho años le daría algo que no podría tener de otro modo: la oportunidad de ser madre.
            ¿Qué había de malo en eso?
            Era bueno para todos: Peter tendría ayuda para criar a sus hijos y ella podría ser algo parecido a una madre.
            Parecía el plan perfecto.
            Salvo por aquella maldita atracción.
            No, no se quedaría allí para siempre. Cinco años como máximo, así tendría tiempo de terminar la carrera. Tal vez debería pensar en eso y no en Peter o en unos niños que no eran hijos suyos.
             
             
            A la mañana siguiente, Peter tenía otra reunión con su hermano, de modo que se puso el traje de chaqueta y la corbata y desayunó a toda prisa. Afortunadamente, en esta ocasión recordó despedirse de los niños.
            Pero cuando estaba solo en el coche volvió a recordar el momento con Lali en el sofá y tuvo que contenerse para no golpear su cabeza contra el volante. ¿Cómo podía querer besar a a Lali si aún recordaba la traición de Liliah? Especialmente cuando Lali tenía un sitio al que ir los sábados y los domingos. Y un posible novio.
            Lali era una empleada y si pensaba en ella como una empleada se olvidaría de esos sentimientos tan absurdos.
            –Lo que haga en su tiempo libre no es asunto mío –murmuró para sí mismo.
            Pero cuando coincidieron por la noche en la habitación de los niños y ella lo miró como si no hubiera visto a un hombre en muchos años...
            Sin embargo, no había querido decirle para qué necesitaba esos días libres y, después de su relación con Liliah, tenía que sospechar de cualquiera que fuese deliberadamente esquivo.
            De modo que debía levantar un muro. Pensaría en ella como una empleada e incluso así tendría cuidado. No iba a tolerar más dramas en su vida y si ese secreto suyo incluía un drama la despediría de inmediato.
            Haber racionalizado el asunto debería hacerlo feliz, pero en realidad lo inquietó aún más. No quería despedirla, no quería que Lali tuviera un secreto y no quería tener que luchar contra aquella atracción, al contrario.
            Pero eso lo inquietaba aún más.
            ¿Qué tenía aquella mujer que no podía dejar de pensar en ella, incluso cuando el sentido común le decía que ocultaba algo?
            Poco después, llegó a la Constructora Lanzani y usó el ascensor privado para ir al despacho de Vico. Cuando las puertas se abrieron, el sofá y los sillones estaban ocupados por hombres y mujeres con serios traje de chaqueta. Muy bien, aquel era su territorio, los negocios. Así dejaría de pensar en Lali, en sus secretos y en sus bonitos ojos castaños.
            Vico se acercó y le pasó un brazo sobre los hombros.
            –Os presento a mi hermano, Peter.
            Peter estrechó un montón de manos, sintiéndose de repente parte de aquello. Vico estaba presentándolo como si ya hubiera aceptado el puesto de director general, pero a medida que pasaba el día el comportamiento de su hermano empezó a parecerle un poco raro.
            Sabiendo que algún día iba a hacerse cargo de la Constructora Lanzani,  Vico había sido la sombra de su padre y siempre quiso ser como él. ¿Por qué iba a creer que había cambiado? ¿Cómo había conseguido hacerle creer eso?
            Cuando todos se marcharon, se sentó frente al escritorio de su hermano, dispuesto a hablar claro.
            –¿Qué te ha parecido? –le preguntó Vico–. ¿Es la clase de empresas en la que podrías trabajar durante los próximos veinte años?
            Peter sonrió. Sin darse cuenta, su hermano estaba poniéndole la oportunidad en bandeja de plata.
            –Directo al grano, ¿eh?
            –No sé cuánto tiempo tienes previsto quedarte aquí, así que tengo que ir al grano.
            –¿Sabes lo que creo? Creo que vas a empezar a hacer promesas, como papá.
            Vico hizo una mueca.
            –¿Qué quieres decir?
            –Que tal vez sería mejor que me fuera antes de que me engañes o te guardes alguna información importante –respondió Peter.
            –Ah, ya entiendo por dónde vas. Tú quieres que sea como papá, quieres convertirme en el malo para decirle a mamá que lo has intentado, pero es imposible –Vico se levantó de repente–. A ver si lo entiendes de una vez: tú eres el propietario de un tercio de la compañía. Cuando mamá muera, serás el dueño del cincuenta por ciento, así que estamos unidos queramos o no. Vamos a dejar las cosas claras ahora mismo.
            Peter se levantó también.
            –¿Quieres las cosas claras? Pues empieza por explicar por qué no me contaste que papá era mi padre biológico.
            –Había oído rumores en la oficina, nada más –respondió Vico–. Y también yo tengo una pregunta que hacerte: si eres un tipo tan estupendo y quieres tanto a mamá, ¿por qué ni siquiera te has molestado en enviarle una tarjeta de Navidad en quince años?
            –Porque estaba furioso.
            Vico se dejó caer sobre el sillón.
            –Entiendo que estuvieras furioso, pero no entiendo que sigas estándolo después de tanto tiempo.
            Peter se sentó también.
            –No, en realidad ya no estoy furioso.
            –¿Entonces te da miedo trabajar conmigo?
            Aquel era el momento de la verdad. Sin acusaciones, solo la verdad. Y, por mucho que quisiera, no podía trabajar allí.
            –No puedo confiar en ti, Vico.
            –¿Porque me enteré de algo y no te lo conté inmediatamente?
            Peter negó con la cabeza.
            –Es algo más... son los recuerdos de este sitio. Además, me he pasado quince años detestándote y eso es algo que no se puede olvidar tan fácilmente.
            –Muy bien, lo entiendo.
            –¿Lo entiendes?
            –Entiendo lo que me estás pidiendo y estoy dispuesto a darte tiempo.
            –¿Acabo de decir que no confío en ti y tú me respondes que estás dispuesto a darme tiempo? –exclamó Peter, incrédulo.
            –Es hora de que confíes en mí –dijo Vico–. Yo soy un alcohólico que debe pedir perdón a la mitad de Pine Ward. He tenido que ser paciente mientras todos se acostumbraban al nuevo Vico y sería un idiota si no pudiera esperar que mi hermano se acostumbrase a esta nueva situación.
            Parecía sincero y si había alguien a quien Peter quisiera dar una segunda oportunidad era al hermano mayor al que siempre había querido tanto.
            –Y ya que estamos siendo sinceros – Vico sacó un sobre del cajón–, esto es tuyo.
            –¿Qué es?
            –Ábrelo.
            Peter tomó el sobre y sacó varios informes de los ingresos anuales de la empresa.
            –¿Quieres que vea lo bien que va la empresa o lo que has hecho desde que murió papá?
            –Quiero que compruebes los números.
            –No te entiendo.
            –Hay más cosas dentro del sobre.
            Peter sacó un documento bancario... a su nombre.
            –¿Qué es esto?
            –Es tu parte de los beneficios desde que papá murió. Tras su muerte, mamá nos hizo socios a los dos. Como he dicho, ahora mismo cada uno tiene un tercio y esa es la parte que te corresponde a ti.
            Peter miró a su hermano, perplejo.
            –Pero aquí habla de millones de dólares.
            –Lo sé.
            –¿Has dejado todo este dinero en una cuenta de ahorros donde apenas da intereses?
            Vico soltó una carcajada.
            –Mi obligación era guardar el dinero, no especular con él. Ahora, tú puedes invertirlo como te parezca.
            –No sé qué decir.
            Era cierto, no lo sabía. Su padre jamás hubiera hecho algo así, ni siquiera por un socio. Habría encontrado la forma de quedárselo, pero Vico lo había guardado para él...
            –Dime que te quedarás, al menos un tiempo. Dame una oportunidad de demostrarte que he cambiado. Podríamos volver a ser una familia.
            Una familia, el regalo que quería darle a sus hijos. Tíos, primos, una abuela. Y Vico también quería eso.
            Sin embargo, se negaba a aceptarlo porque no podía confiar en nadie...
            Peter se aclaró la garganta, pensando inesperadamente en Lali. Liliah era la culpable de que no pudiese confiar en nadie, incluso en personas que no le habían hecho nada.
            –¿Y si el problema no fuera que no confío en ti sino que no puedo confiar en nadie?
            –Entonces recomendaría aún más que te quedases. Tienes que confiar en tu familia, Peter. Danos a mamá y a mí la oportunidad de demostrar que te queremos.
             
             
            Las palabras de Vico se repetían en su cabeza mientras entraba en casa por la noche. Eran más de las seis y Lali ya había dado la cena a los niños.
            –Ha sido una visita muy larga, ¿no?
            –Mi hermano y yo teníamos muchas cosas que discutir –respondió Peter.
            Y estaba tan desconcertado por la atracción que sentía por Lali que no quería volver a casa. Por eso había estado dando vueltas, intentando entender qué le pasaba. No quería ser víctima de una absurda atracción, pero tampoco quería perder a una buena niñera con la que sus hijos se encontraban a gusto.
            Suspirando, se acercó al parque y tomó a Tom en brazos.
            –Hola, grandullón. ¿Qué has hecho hoy?
            –La verdad es que hoy ha sido un día especial.
            –¿Ah, sí?
            –Tu madre ha decidido quedarse con ellos mientras yo almorzaba.
            –Ya sabía yo que no podría resistirse a la tentación.
            –Es su abuela.
            –Sí, técnicamente lo es.
            –¿Técnicamente?
            Tal vez había llegado el momento de ser sincero con ella, pensó Peter.
            –Soy adoptado.
            –Ah.
            Peter dejó a Tom en el parque y tomó a Alay en brazos.
            –Hola, cariño –la niña rio, tocando su cara–. Yo también te he echado de menos, pero papá va a salir esta noche.
            Cenar con Vico, Cande y sus sobrinos era parte del plan de su hermano para reunir a la familia y también podría ser la respuesta a sus problemas con Lali. Si quería confiar en ella, necesitaba conocerla un poco mejor.
            –Mi hermano y mi cuñada me han invitado a cenar, espero que no te importe.
            Lali sonrió, aliviada. ¿Importarle? Así no tendría que verlo con el pantalón de chándal.
            –Pues claro que no me importa. Tu madre se ha quedado con ellos a la hora de comer, así que estoy descansada.
            –Si quieres, puedes ir a cenar ahora mismo. No me cambiaré hasta que vuelvas.
            –¿No has quedado con tu hermano?
            –Da igual, llamaré para decirles que llegaré un poco después de las ocho. Tú ve a cenar.
            Lali tomó su chaqueta y se dirigió a la casa principal, contenta. Todo era mucho más fácil cuando estaba sola con los niños.
            Cuando volvió, Peter se duchó y se cambió de ropa mientras ella le daba el biberón a los niños y luego se despidió diciendo que no lo esperase despierto.
            Lali tenía toda la casa para ella sola, sin preocuparse de la atracción que sentía por Peter Lanzani.
            Sin preocuparse de esos sentimientos que ella sabía equivocados.
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HOLA¡¡¡ 
          PERDON POR NO SUBIR ANTES PERO ANDO MUY COLGADA CON LAS COSAS DEL COLEGIO 
 bue.. medio aburridito el cap asi que les promet que entre la semana les subo otro...
  hasta el proximo  cap y porfa firmen se que soy colgada yo pero tambien los cap dependen de sus comentarios....

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