Como
si hubiera leído sus pensamientos, Lali contuvo el aliento durante unos
segundos.
Peter recordó entonces a Liliah y la
humillación que había sentido al saber que se había reído de él, la furia
cuando abandonó a sus hijos. Recordó que apenas conocía a Lali y que ella tenía
un secreto.
–¿Sabes una cosa? Estoy más cansado
de lo que creía –le dijo, levantándose del sofá–. Creo que me voy a dormir.
EL LLANTO de los niños despertó a Lali a las tres de
la madrugada. Medio dormida, se puso el albornoz y fue cojeando hasta la
habitación. La pierna le dolía un poco después de estar horas de pie o cuando
se levantaba de la cama, de modo que no le preocupó.
Cuando abrió la puerta de la
habitación de los niños vio a Peter abriendo la otra, que conectaba con la
suya.
No llevaba pijama, solo un pantalón
de chándal bajo de cadera y nada más. Tenía un torso firme cubierto de vello
oscuro...
Lali se quedó sin aliento, recordando
lo que había pasado unas horas antes, cuando se rozaron en el sofá. Y volvió a
sentir el calor que había sentido entonces.
Nunca había sentido algo así por un
hombre, ni siquiera porGaston, de modo que era un error, un terrible error.
Rápidamente, se dirigió a la cuna de
Alay.
–Pensé que mi trabajo era encargarme
de los niños.
Tenía que decir algo, cualquier cosa,
para no mirarlo como una colegiala. Era guapísimo y sexy, pero después de
haberlo mirado de ese modo en el sofá tenía que demostrar que podía portarse de
manera profesional. Como una niñera.
Él se pasó una mano por la cara.
–Dormir una noche de un tirón ha sido
maravilloso, pero son dos niños y será más fácil si lo hacemos juntos.
Su voz, tan masculina, provocó un
cosquilleo en su interior. No sabía qué le pasaba. Era una mujer de veinticinco
años y sus hormonas debían haber estado contenidas durante el tiempo que estuvo
en el hospital, pero de repente parecían haber despertado.
Cuando por fin cambiaron a los niños,
Peter le pidió que fuese a buscar los biberones y Lali puso a Alay en sus
brazos, con cuidado para no tocarlo, antes de ir a la cocina. Pero cuando
volvió a la habitación encontró a los dos niños intentando que los dejase en el
suelo y a Peter desesperado.
–Ayuda –murmuró.
Riendo, Lali se apresuró a tomar a Alay
antes de sentarse en la mecedora. Salvo por el ruido de succión de los niños,
la habitación estaba en completo silencio.
Parecía un momento tan íntimo...
claro que solo era una percepción suya. Un hombre que saltaba del sofá para ir
corriendo a su habitación no quería ninguna intimidad con ella. Tenía que
controlar sus sentimientos y no malinterpretar la situación. Peter era su jefe,
ella era la niñera. Él la necesitaba y a ella le gustaba ser necesitada.
Tomi fue el primero en terminar el
biberón y Peter se lo colocó al hombro para que expulsase el aire. Y luego, sin
decir una p alabra, salio de la habitación, confirmando que todo aquello estaba
solo en su cabeza.
Alay cerró los ojitos.
–No puedes dormirte hasta que hayas
terminado el biberón.
La niña abrió los ojos de inmediato.
–Qué guapa eres. ¿Te gusta que te
hable mientras comes? Pues habrá que decírselo a tu papá.
Alay terminó de comer y cuando empezó
a quedarse adormilada, Lali la dejó en la cuna.
De repente, deseaba que Peter aceptase
trabajar con su hermano porque de ese modo ella seguiría allí y podría ver
crecer a los dos niños...
Era un sueño tonto y peligroso. ¿O
no?
Los médicos no sabían cuándo saldría Gas
del coma o si saldría de él, pero no tenía intención de abandonarlo. Ser la
niñera de Tomi y Alay durante los próximos dieciocho años le daría algo que no
podría tener de otro modo: la oportunidad de ser madre.
¿Qué había de malo en eso?
Era bueno para todos: Peter tendría
ayuda para criar a sus hijos y ella podría ser algo parecido a una madre.
Parecía el plan perfecto.
Salvo por aquella maldita atracción.
No, no se quedaría allí para siempre.
Cinco años como máximo, así tendría tiempo de terminar la carrera. Tal vez
debería pensar en eso y no en Peter o en unos niños que no eran hijos suyos.
A la mañana siguiente, Peter tenía
otra reunión con su hermano, de modo que se puso el traje de chaqueta y la
corbata y desayunó a toda prisa. Afortunadamente, en esta ocasión recordó
despedirse de los niños.
Pero cuando estaba solo en el coche
volvió a recordar el momento con Lali en el sofá y tuvo que contenerse para no
golpear su cabeza contra el volante. ¿Cómo podía querer besar a a Lali si aún
recordaba la traición de Liliah? Especialmente cuando Lali tenía un sitio al
que ir los sábados y los domingos. Y un posible novio.
Lali era una empleada y si pensaba en
ella como una empleada se olvidaría de esos sentimientos tan absurdos.
–Lo que haga en su tiempo libre no es
asunto mío –murmuró para sí mismo.
Pero cuando coincidieron por la noche
en la habitación de los niños y ella lo miró como si no hubiera visto a un
hombre en muchos años...
Sin embargo, no había querido decirle
para qué necesitaba esos días libres y, después de su relación con Liliah,
tenía que sospechar de cualquiera que fuese deliberadamente esquivo.
De modo que debía levantar un muro.
Pensaría en ella como una empleada e incluso así tendría cuidado. No iba a
tolerar más dramas en su vida y si ese secreto suyo incluía un drama la
despediría de inmediato.
Haber racionalizado el asunto debería
hacerlo feliz, pero en realidad lo inquietó aún más. No quería despedirla, no
quería que Lali tuviera un secreto y no quería tener que luchar contra aquella
atracción, al contrario.
Pero eso lo inquietaba aún más.
¿Qué tenía aquella mujer que no podía
dejar de pensar en ella, incluso cuando el sentido común le decía que ocultaba
algo?
Poco después, llegó a la Constructora
Lanzani y usó el ascensor privado para ir al despacho de Vico. Cuando las puertas
se abrieron, el sofá y los sillones estaban ocupados por hombres y mujeres con
serios traje de chaqueta. Muy bien, aquel era su territorio, los negocios. Así
dejaría de pensar en Lali, en sus secretos y en sus bonitos ojos castaños.
Vico se acercó y le pasó un brazo
sobre los hombros.
–Os presento a mi hermano, Peter.
Peter estrechó un montón de manos,
sintiéndose de repente parte de aquello. Vico estaba presentándolo como si ya
hubiera aceptado el puesto de director general, pero a medida que pasaba el día
el comportamiento de su hermano empezó a parecerle un poco raro.
Sabiendo que algún día iba a hacerse
cargo de la Constructora Lanzani, Vico había
sido la sombra de su padre y siempre quiso ser como él. ¿Por qué iba a creer
que había cambiado? ¿Cómo había conseguido hacerle creer eso?
Cuando todos se marcharon, se sentó
frente al escritorio de su hermano, dispuesto a hablar claro.
–¿Qué te ha parecido? –le preguntó
Vico–. ¿Es la clase de empresas en la que podrías trabajar durante los próximos
veinte años?
Peter sonrió. Sin darse cuenta, su
hermano estaba poniéndole la oportunidad en bandeja de plata.
–Directo al grano, ¿eh?
–No sé cuánto tiempo tienes previsto
quedarte aquí, así que tengo que ir al grano.
–¿Sabes lo que creo? Creo que vas a
empezar a hacer promesas, como papá.
Vico hizo una mueca.
–¿Qué quieres decir?
–Que tal vez sería mejor que me fuera
antes de que me engañes o te guardes alguna información importante –respondió
Peter.
–Ah, ya entiendo por dónde vas. Tú
quieres que sea como papá, quieres convertirme en el malo para decirle a mamá
que lo has intentado, pero es imposible –Vico se levantó de repente–. A ver si
lo entiendes de una vez: tú eres el propietario de un tercio de la compañía.
Cuando mamá muera, serás el dueño del cincuenta por ciento, así que estamos
unidos queramos o no. Vamos a dejar las cosas claras ahora mismo.
Peter se levantó también.
–¿Quieres las cosas claras? Pues
empieza por explicar por qué no me contaste que papá era mi padre biológico.
–Había oído rumores en la oficina,
nada más –respondió Vico–. Y también yo tengo una pregunta que hacerte: si eres
un tipo tan estupendo y quieres tanto a mamá, ¿por qué ni siquiera te has
molestado en enviarle una tarjeta de Navidad en quince años?
–Porque estaba furioso.
Vico se dejó caer sobre el sillón.
–Entiendo que estuvieras furioso,
pero no entiendo que sigas estándolo después de tanto tiempo.
Peter se sentó también.
–No, en realidad ya no estoy furioso.
–¿Entonces te da miedo trabajar
conmigo?
Aquel era el momento de la verdad.
Sin acusaciones, solo la verdad. Y, por mucho que quisiera, no podía trabajar
allí.
–No puedo confiar en ti, Vico.
–¿Porque me enteré de algo y no te lo
conté inmediatamente?
Peter negó con la cabeza.
–Es algo más... son los recuerdos de
este sitio. Además, me he pasado quince años detestándote y eso es algo que no
se puede olvidar tan fácilmente.
–Muy bien, lo entiendo.
–¿Lo entiendes?
–Entiendo lo que me estás pidiendo y
estoy dispuesto a darte tiempo.
–¿Acabo de decir que no confío en ti
y tú me respondes que estás dispuesto a darme tiempo? –exclamó Peter,
incrédulo.
–Es hora de que confíes en mí –dijo
Vico–. Yo soy un alcohólico que debe pedir perdón a la mitad de Pine Ward. He
tenido que ser paciente mientras todos se acostumbraban al nuevo Vico y sería
un idiota si no pudiera esperar que mi hermano se acostumbrase a esta nueva
situación.
Parecía sincero y si había alguien a
quien Peter quisiera dar una segunda oportunidad era al hermano mayor al que
siempre había querido tanto.
–Y ya que estamos siendo sinceros –
Vico sacó un sobre del cajón–, esto es tuyo.
–¿Qué es?
–Ábrelo.
Peter tomó el sobre y sacó varios
informes de los ingresos anuales de la empresa.
–¿Quieres que vea lo bien que va la
empresa o lo que has hecho desde que murió papá?
–Quiero que compruebes los números.
–No te entiendo.
–Hay más cosas dentro del sobre.
Peter sacó un documento bancario... a
su nombre.
–¿Qué es esto?
–Es tu parte de los beneficios desde
que papá murió. Tras su muerte, mamá nos hizo socios a los dos. Como he dicho,
ahora mismo cada uno tiene un tercio y esa es la parte que te corresponde a ti.
Peter miró a su hermano, perplejo.
–Pero aquí habla de millones de
dólares.
–Lo sé.
–¿Has dejado todo este dinero en una
cuenta de ahorros donde apenas da intereses?
Vico soltó una carcajada.
–Mi obligación era guardar el dinero,
no especular con él. Ahora, tú puedes invertirlo como te parezca.
–No sé qué decir.
Era cierto, no lo sabía. Su padre
jamás hubiera hecho algo así, ni siquiera por un socio. Habría encontrado la
forma de quedárselo, pero Vico lo había guardado para él...
–Dime que te quedarás, al menos un
tiempo. Dame una oportunidad de demostrarte que he cambiado. Podríamos volver a
ser una familia.
Una familia, el regalo que quería
darle a sus hijos. Tíos, primos, una abuela. Y Vico también quería eso.
Sin embargo, se negaba a aceptarlo
porque no podía confiar en nadie...
Peter se aclaró la garganta, pensando
inesperadamente en Lali. Liliah era la culpable de que no pudiese confiar en
nadie, incluso en personas que no le habían hecho nada.
–¿Y si el problema no fuera que no confío
en ti sino que no puedo confiar en nadie?
–Entonces recomendaría aún más que te
quedases. Tienes que confiar en tu familia, Peter. Danos a mamá y a mí la
oportunidad de demostrar que te queremos.
Las palabras de Vico se repetían en
su cabeza mientras entraba en casa por la noche. Eran más de las seis y Lali ya
había dado la cena a los niños.
–Ha sido una visita muy larga, ¿no?
–Mi hermano y yo teníamos muchas
cosas que discutir –respondió Peter.
Y estaba tan desconcertado por la
atracción que sentía por Lali que no quería volver a casa. Por eso había estado
dando vueltas, intentando entender qué le pasaba. No quería ser víctima de una
absurda atracción, pero tampoco quería perder a una buena niñera con la que sus
hijos se encontraban a gusto.
Suspirando, se acercó al parque y
tomó a Tom en brazos.
–Hola, grandullón. ¿Qué has hecho
hoy?
–La verdad es que hoy ha sido un día
especial.
–¿Ah, sí?
–Tu madre ha decidido quedarse con
ellos mientras yo almorzaba.
–Ya sabía yo que no podría resistirse
a la tentación.
–Es su abuela.
–Sí, técnicamente lo es.
–¿Técnicamente?
Tal vez había llegado el momento de
ser sincero con ella, pensó Peter.
–Soy adoptado.
–Ah.
Peter dejó a Tom en el parque y tomó
a Alay en brazos.
–Hola, cariño –la niña rio, tocando
su cara–. Yo también te he echado de menos, pero papá va a salir esta noche.
Cenar con Vico, Cande y sus sobrinos
era parte del plan de su hermano para reunir a la familia y también podría ser
la respuesta a sus problemas con Lali. Si quería confiar en ella, necesitaba
conocerla un poco mejor.
–Mi hermano y mi cuñada me han
invitado a cenar, espero que no te importe.
Lali sonrió, aliviada. ¿Importarle?
Así no tendría que verlo con el pantalón de chándal.
–Pues claro que no me importa. Tu
madre se ha quedado con ellos a la hora de comer, así que estoy descansada.
–Si quieres, puedes ir a cenar ahora
mismo. No me cambiaré hasta que vuelvas.
–¿No has quedado con tu hermano?
–Da igual, llamaré para decirles que
llegaré un poco después de las ocho. Tú ve a cenar.
Lali tomó su chaqueta y se dirigió a
la casa principal, contenta. Todo era mucho más fácil cuando estaba sola con
los niños.
Cuando volvió, Peter se duchó y se
cambió de ropa mientras ella le daba el biberón a los niños y luego se despidió
diciendo que no lo esperase despierto.
Lali tenía toda la casa para ella
sola, sin preocuparse de la atracción que sentía por Peter Lanzani.
Sin preocuparse de esos sentimientos
que ella sabía equivocados.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------
HOLA¡¡¡
PERDON POR NO SUBIR ANTES PERO ANDO MUY COLGADA CON LAS COSAS DEL COLEGIO
bue.. medio aburridito el cap asi que les promet que entre la semana les subo otro...
hasta el proximo cap y porfa firmen se que soy colgada yo pero tambien los cap dependen de sus comentarios....
No hay comentarios:
Publicar un comentario