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lunes, 12 de agosto de 2013

Capitulo 5

 

             
            Peter volvió a casa poco después de las dos y, aunque parecía un poco agitado, Lali decidió hablar con él. Fuese el momento o no, tenía que dejar claro que necesitaba dos días a la semana para visitar a Gaston.

            –¿Dónde está el fuego?
            –Siento mucho haberte dejado sola con los niños, pero no sabía que iba a estar tanto tiempo con mi hermano –Peter sacudió la cabeza–. No quería dejarte más de una hora sola con ellos, perdona.
            Lali se tocó el pecho.
            –Niñera –dijo, señalándolo luego a él–. Jefe.
            –¿Qué quieres decir?
            –Que mi trabajo consiste en cuidar de los niños mientras tú haces lo que tengas que hacer. Además, son adorables. No es un trabajo cuidar de ellos.
            –Son buenos cuando están contigo –Peter tiró las llaves sobre la mesa de café y se inclinó para besar a Tom y luego a Alai–. ¿Cómo está mi niña?
            Alai alargó los bracitos hacia él y a Lali se le encogió el corazón. En esos cinco años, mientras soportaba operaciones y rehabilitación, no había pensado en niños. No había pensado en nada más que en visitar a Gas y en reparar su maltrecha pierna y, de repente, aquellos dos preciosos niños despertaban un anhelo inesperado en ella...
            Pero era algo en lo que no debería pensar. Era absurdo.
            –¿Quieres irte a comer? –le preguntó Peter–. Seguramente estarás muerta de hambre.
            –La cocinera ha enviado a Robert con la comida... además, quiero hablarte de algo.
            Peter frunció el ceño.
            –Muy bien.
            –No te preocupes, no es nada malo.
            –Eso espero –dijo él, colocándose a Alai sobre las rodillas.
            –Es que necesito un par de días libres a la semana
            –¿Eso es todo?
            –Nunca he sido niñera profesional, pero es un trabajo de veinticuatro horas y necesito dos días libres porque... –Lali se aclaró la garganta–. En fin, tengo que... –no terminó la frase. No quería su compasión y se sentía rara compartiendo algo tan personal con un hombre al que apenas conocía–. Hay un sitio al que tengo que ir dos veces por semana.
            Peter enarcó una ceja.
            –Todo el mundo tiene derecho a dos días libres, no es ningún problema.
            –Sé que este solo es un trabajo temporal y no me gusta pedírtelo, pero... –Alai empezó a protestar en ese momento–. Ah, vaya, es la hora de su siesta.
            –¿Ah, sí?
            –He decidido esta mañana que deberían tener un horario... si te parece bien.
            –Claro que me parece bien. Tú sabes más de bebés que yo. Cambia lo que haya que cambiar.
            –Muy bien –Lali se dirigió a la cocina para calentar dos biberones y después de darles de comer los metieron en sus cunas y salieron de puntillas de la habitación.
            –¿Tenemos algún refresco en la nevera? –preguntó peter.
            –Creo que eso es lo único que tu madre ha olvidado comprar.
            –Llamaré a la cocinera. Emma hace la compra para las dos casas.
            –Muy bien.
            Como Lali no provenía de una familia rica, no sabía cuáles eran las tareas de una cocinera y, de repente, se sentía completamente inadecuada.
            Con la camisa blanca, las mangas subidas hasta el codo, Peter tenía un aspecto tan sexy... como un marido que regresara a casa por la noche.
            ¿Qué? ¿De dónde había salido eso?, se preguntó.
            Pero ella sabía de dónde había salido: se sentía atraída por él. Y no solo porque fuese guapo y tuviera dos hijos encantadores. Era un error en todos los sentidos y le gustaría salir corriendo, pero no podía hacerlo.
            No solo tendría que acostumbrarse a vivir con él, sino que debían ponerse de acuerdo sobre sus días libres para visitar a Gas, su prometido. Eso era lo que debía recordar y tal vez entonces dejaría de mirar a Peter como si tuviera derecho a hacerlo.
            –¿Entonces te parece bien?
            –Sí, claro. Elige los días que prefieres.
            Los dos volvieron a quedarse en silencio y Lali miró alrededor.
            Iba a tener que vivir con aquel hombre durante unas semanas, tal vez incluso un mes. Si no se acostumbraba a su compañía siempre estaría tan nerviosa como una cría. Lo mejor sería conocerse un poco mejor, pensó.
            –¿Cómo van las cosas con tu hermano?
            –Igual que siempre. Quiere que trabaje para la constructora Montgomery.
            –¿Y tú no quieres trabajar con él?
            –Yo ya tengo mi propia constructora, no necesito un trabajo.
            –Dijiste que tu gerente estaba llevando la empresa estos días, ¿no?
            Peter asintió con la cabeza.
            –Vico cree que debo dejar que siga haciéndolo y quedarme en la constructora familiar como director general.
            –¿Director general?
            –Él es el presidente del consejo de administración, de modo que seguiría siendo mi jefe.
            –Ah, vaya.
            –Es una buena constructora... no lo era cuando la llevaba mi padre, que engañaba a todo el mundo –Peter torció el gesto–. Nunca hubiera trabajado con él, pero en los últimos años mi hermano la ha cambiado de arriba abajo. La empresa está creciendo y tiene buena reputación. Algunas de las cosas que ha hecho son muy novedosas y creo que me gustaría ser parte de eso.
            –¿Entonces piensas quedarte?
            –Estoy pensándolo. Sé que mi madre quiere que me quede para estar con los niños y ya le hice bastante daño cuando me marché de aquí. No sé, tal vez se lo debo.
            –Eso está muy bien.
            Peter la miró.
            –Pero eso significaría que tu trabajo no sería temporal sino permanente.
            Lali se quedó mirándolo sin decir nada. ¿Permanente? Solo llevaba un día allí, pero debía reconocer que le gustaba y que los niños llenaban un hueco en su corazón que ni siquiera sabía que existiera.
            Y el propio Peter era agradable. Durante años, solo había hablado con terapeutas, médicos y enfermeras además de sus padres. Y con Gaston, que no respondía.
            El único problema era la atracción que sentía por Peter, pero podía controlarla. Después de todo, estaba prometida con Gas, un hombre al que iba a ver dos veces por semana.
            –Entonces, mis días libres serían el sábado y el domingo.
            –O podríamos llegar a un acuerdo con mi madre si quieres tener algún día libre entre semana.
            –No hace falta, no tienes que cambiar nada por mí.
            –No me importa, me caes bien.
            El corazón de Lali dio un vuelco. Cuando sus miradas se encontraron experimentó un millón de sensaciones a la vez, pero la más importante era una sensación de felicidad.
            Se dijo a sí misma que era por los niños, pero mirando sus ojos azules se dio cuenta de que no era cierto.
            Le gustaba Peter. Era interesante, divertido y la hacía sentir cómoda, útil. Y guapa. Ni siquiera tenía que decirlo, podía verlo en el brillo de sus ojos.
            –Y me gustaría que te quedases como niñera.
            –Por supuesto.
            Peter no estaba interesado en ella, pensó. ¿Por qué tenía esas fantasías? Sentirse atraída por él era un error.
            –¿Por qué no probamos esta semana a ver cómo nos va? Durante el fin de semana, mi madre puede ayudarme con los niños.
            Estaba sonriendo y el corazón de Lali volvió a hacer una pirueta dentro de su pecho.
            –Muy bien.
            –En fin, si no te importa me gustaría cambiarme de ropa y tal vez dar un paseo por el bosque antes de que los niños despierten.
            –Claro que no me importa. Mi trabajo es quedarme con los niños –le recordó ella.
            Cuando Peter fue a su habitación, Lali exhaló un suspiro. ¿Qué le pasaba? Peter Lanzani era un hombre muy guapo, pero estaba fuera de su alcance y, además, era su jefe. Y ella estaba prometida con Gaston.
             
             
            Que Lali le gustase tanto era una cuestión de testosterona, de modo que Peter decidió alejarse un rato. Pero no había recorrido diez metros cuando empezó a pensar con cierta lógica...
            Lali tenía un secreto.
            Por eso le había costado tanto explicarle por qué necesitaba días libres o qué iba a hacer con ellos. Había algo en su vida de lo que no quería hablar.
            Su vida privada era eso, privada, pero...
            Su propia vida había sido construida entre secretos y mentiras. Después de su padre y Liliah, necesitaba sinceridad. Vico había recuperado su confianza esa mañana simplemente contándole la verdad, pero su niñera parecía estar ocultando algo.
            Lali tenía derecho a una vida privada en la que nadie podía inmiscuirse, pero siendo la sinceridad tan importante para él, descubrir que ocultaba algo logró enfriar la atracción que sentía por ella.
            Eso era lo bueno.
            Lo malo era el secreto. ¿Iba a dejar a sus hijos con una persona que escondía algo?
            Peter volvió a la casa y encontró a Lali cambiando a Alay mientras Tomas gritaba en su cuna. Después de cambiar el pañal del niño jugaron con ellos un rato antes de que Lali se fuera a la casa principal a cenar.
            La atracción había quedado en suspenso y ella no se había mostrado nerviosa o disgustada, de modo que el secreto debía ser algo personal. Algo como... un novio al que veía un par de veces por semana.
            Mejor, así podrían mantener las distancias.
            Cuando volvió, Peter estaba jugando con los niños sobre una manta.
            –¡Están aprendiendo a gatear!
            Él sonrió, pero la sonrisa se congeló en sus labios un segundo después. Lali tenía un novio. Si el secreto fuera otra cosa, un delito, malas referencias, un despido, su madre se lo habría contado.
            Había conocido a muchas mujeres comprometidas en su vida y siempre se había alejado de ellas tranquilamente, pero pensar eso no consiguió que la extraña tristeza desapareciera.
            ¿Por qué lo molestaba tener que mantener las distancias con aquella mujer?
            –Deberíamos bañarlos –dijo Lali, tomando a Alay en brazos.
            –Muy bien –Peter se levantó para ayudarla a montar la bañera portátil–. Una pena que no quepan en los lavabos –bromeó después.
            A Toom le encantaba el agua y empezó a chapotear.
            –Pronto esta bañera portátil será pequeña para ellos –dijo Lali.
            –¿Y dónde los bañaremos entonces?
            –En la bañera grande.
            –¿Eso no es peligroso?
            –Si estamos todo el tiempo con ellos, no. Cuidar de un niño requiere algunos conocimientos, pero sobre todo sentido común.
            Peter recordó todas las cosas que ya le había enseñado. En dos días, sus hijos estaban contentos y él se sentía un poco más competente.
            Lali era tan dulce y divertida, la clase de mujer que necesitaba después de Liliah.
            Liliah. Solo recordar su nombre lo enfurecía, recordándole la humillación que había sufrido cuando admitió que solo había salido con él para utilizarlo. Y a Liliah la conocía...
            ¿No era estúpido pensar tanto en Lali cuando apenas la conocía? Además, guardaba un secreto, probablemente un novio.
            ¿Dónde tenía la cabeza?
            Era muy buena con sus hijos, pero estaba llevando su agradecimiento demasiado lejos. Tal vez deseaba tanto una madre para los niños que estaba viendo cosas donde no las había.
            Y eso no podía ser.
            –A la señorita Alay también le gusta mucho el baño.
            Después de bañarlos, envolvieron a los niños en dos gruesas toallas y se dirigieron a la habitación para ponerles el pijama, darles el biberón y acunarlos hasta que se quedaron dormidos.
            Solos en el salón unos minutos después, Peter tomó el mando de la televisión y se dejó caer en el sofá.
            Al lado de Lali.
            Sus caderas se rozaban y estaba a punto de disculparse cuando un brillo de anhelo en sus ojos castaños lo detuvo.
            Podría enterrar una mano en su pelo y apoderarse de sus labios para satisfacer el ansia que sentía cada vez que estaban cerca.
            Como si hubiera leído sus pensamientos, Lali contuvo el aliento durante unos segundos.

            Peter recordó entonces a Liliah y la humillación que había sentido al saber que se había reído de él, la furia cuando abandonó a sus hijos. Recordó que apenas conocía a Lali y que ella tenía un secreto.

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