Peter volvió a casa poco después de
las dos y, aunque parecía un poco agitado, Lali decidió hablar con él. Fuese el
momento o no, tenía que dejar claro que necesitaba dos días a la semana para
visitar a Gaston.
–¿Dónde está el fuego?
–Siento mucho haberte dejado sola con
los niños, pero no sabía que iba a estar tanto tiempo con mi hermano –Peter sacudió
la cabeza–. No quería dejarte más de una hora sola con ellos, perdona.
Lali se tocó el pecho.
–Niñera –dijo, señalándolo luego a
él–. Jefe.
–¿Qué quieres decir?
–Que mi trabajo consiste en cuidar de
los niños mientras tú haces lo que tengas que hacer. Además, son adorables. No
es un trabajo cuidar de ellos.
–Son buenos cuando están contigo –Peter
tiró las llaves sobre la mesa de café y se inclinó para besar a Tom y luego a
Alai–. ¿Cómo está mi niña?
Alai alargó los bracitos hacia él y a
Lali se le encogió el corazón. En esos cinco años, mientras soportaba
operaciones y rehabilitación, no había pensado en niños. No había pensado en
nada más que en visitar a Gas y en reparar su maltrecha pierna y, de repente,
aquellos dos preciosos niños despertaban un anhelo inesperado en ella...
Pero era algo en lo que no debería
pensar. Era absurdo.
–¿Quieres irte a comer? –le preguntó
Peter–. Seguramente estarás muerta de hambre.
–La cocinera ha enviado a Robert con
la comida... además, quiero hablarte de algo.
Peter frunció el ceño.
–Muy bien.
–No te preocupes, no es nada malo.
–Eso espero –dijo él, colocándose a Alai
sobre las rodillas.
–Es que necesito un par de días
libres a la semana
–¿Eso es todo?
–Nunca he sido niñera profesional,
pero es un trabajo de veinticuatro horas y necesito dos días libres porque... –Lali
se aclaró la garganta–. En fin, tengo que... –no terminó la frase. No quería su
compasión y se sentía rara compartiendo algo tan personal con un hombre al que
apenas conocía–. Hay un sitio al que tengo que ir dos veces por semana.
Peter enarcó una ceja.
–Todo el mundo tiene derecho a dos
días libres, no es ningún problema.
–Sé que este solo es un trabajo
temporal y no me gusta pedírtelo, pero... –Alai empezó a protestar en ese
momento–. Ah, vaya, es la hora de su siesta.
–¿Ah, sí?
–He decidido esta mañana que deberían
tener un horario... si te parece bien.
–Claro que me parece bien. Tú sabes
más de bebés que yo. Cambia lo que haya que cambiar.
–Muy bien –Lali se dirigió a la
cocina para calentar dos biberones y después de darles de comer los metieron en
sus cunas y salieron de puntillas de la habitación.
–¿Tenemos algún refresco en la
nevera? –preguntó peter.
–Creo que eso es lo único que tu
madre ha olvidado comprar.
–Llamaré a la cocinera. Emma hace la
compra para las dos casas.
–Muy bien.
Como Lali no provenía de una familia
rica, no sabía cuáles eran las tareas de una cocinera y, de repente, se sentía
completamente inadecuada.
Con la camisa blanca, las mangas
subidas hasta el codo, Peter tenía un aspecto tan sexy... como un marido que
regresara a casa por la noche.
¿Qué? ¿De dónde había salido eso?, se
preguntó.
Pero ella sabía de dónde había
salido: se sentía atraída por él. Y no solo porque fuese guapo y tuviera dos
hijos encantadores. Era un error en todos los sentidos y le gustaría salir
corriendo, pero no podía hacerlo.
No solo tendría que acostumbrarse a
vivir con él, sino que debían ponerse de acuerdo sobre sus días libres para
visitar a Gas, su prometido. Eso era lo que debía recordar y tal vez entonces
dejaría de mirar a Peter como si tuviera derecho a hacerlo.
–¿Entonces te parece bien?
–Sí, claro. Elige los días que
prefieres.
Los dos volvieron a quedarse en
silencio y Lali miró alrededor.
Iba a tener que vivir con aquel hombre
durante unas semanas, tal vez incluso un mes. Si no se acostumbraba a su
compañía siempre estaría tan nerviosa como una cría. Lo mejor sería conocerse
un poco mejor, pensó.
–¿Cómo van las cosas con tu hermano?
–Igual que siempre. Quiere que
trabaje para la constructora Montgomery.
–¿Y tú no quieres trabajar con él?
–Yo ya tengo mi propia constructora,
no necesito un trabajo.
–Dijiste que tu gerente estaba
llevando la empresa estos días, ¿no?
Peter asintió con la cabeza.
–Vico cree que debo dejar que siga
haciéndolo y quedarme en la constructora familiar como director general.
–¿Director general?
–Él es el presidente del consejo de
administración, de modo que seguiría siendo mi jefe.
–Ah, vaya.
–Es una buena constructora... no lo
era cuando la llevaba mi padre, que engañaba a todo el mundo –Peter torció el
gesto–. Nunca hubiera trabajado con él, pero en los últimos años mi hermano la
ha cambiado de arriba abajo. La empresa está creciendo y tiene buena
reputación. Algunas de las cosas que ha hecho son muy novedosas y creo que me
gustaría ser parte de eso.
–¿Entonces piensas quedarte?
–Estoy pensándolo. Sé que mi madre
quiere que me quede para estar con los niños y ya le hice bastante daño cuando
me marché de aquí. No sé, tal vez se lo debo.
–Eso está muy bien.
Peter la miró.
–Pero eso significaría que tu trabajo
no sería temporal sino permanente.
Lali se quedó mirándolo sin decir
nada. ¿Permanente? Solo llevaba un día allí, pero debía reconocer que le
gustaba y que los niños llenaban un hueco en su corazón que ni siquiera sabía
que existiera.
Y el propio Peter era agradable.
Durante años, solo había hablado con terapeutas, médicos y enfermeras además de
sus padres. Y con Gaston, que no respondía.
El único problema era la atracción
que sentía por Peter, pero podía controlarla. Después de todo, estaba prometida
con Gas, un hombre al que iba a ver dos veces por semana.
–Entonces, mis días libres serían el
sábado y el domingo.
–O podríamos llegar a un acuerdo con
mi madre si quieres tener algún día libre entre semana.
–No hace falta, no tienes que cambiar
nada por mí.
–No me importa, me caes bien.
El corazón de Lali dio un vuelco.
Cuando sus miradas se encontraron experimentó un millón de sensaciones a la
vez, pero la más importante era una sensación de felicidad.
Se dijo a sí misma que era por los
niños, pero mirando sus ojos azules se dio cuenta de que no era cierto.
Le gustaba Peter. Era interesante,
divertido y la hacía sentir cómoda, útil. Y guapa. Ni siquiera tenía que
decirlo, podía verlo en el brillo de sus ojos.
–Y me gustaría que te quedases como
niñera.
–Por supuesto.
Peter no estaba interesado en ella,
pensó. ¿Por qué tenía esas fantasías? Sentirse atraída por él era un error.
–¿Por qué no probamos esta semana a
ver cómo nos va? Durante el fin de semana, mi madre puede ayudarme con los
niños.
Estaba sonriendo y el corazón de Lali
volvió a hacer una pirueta dentro de su pecho.
–Muy bien.
–En fin, si no te importa me gustaría
cambiarme de ropa y tal vez dar un paseo por el bosque antes de que los niños
despierten.
–Claro que no me importa. Mi trabajo
es quedarme con los niños –le recordó ella.
Cuando Peter fue a su habitación, Lali
exhaló un suspiro. ¿Qué le pasaba? Peter Lanzani era un hombre muy guapo, pero
estaba fuera de su alcance y, además, era su jefe. Y ella estaba prometida con
Gaston.
Que Lali le gustase tanto era una
cuestión de testosterona, de modo que Peter decidió alejarse un rato. Pero no
había recorrido diez metros cuando empezó a pensar con cierta lógica...
Lali tenía un secreto.
Por eso le había costado tanto
explicarle por qué necesitaba días libres o qué iba a hacer con ellos. Había
algo en su vida de lo que no quería hablar.
Su vida privada era eso, privada,
pero...
Su propia vida había sido construida
entre secretos y mentiras. Después de su padre y Liliah, necesitaba sinceridad.
Vico había recuperado su confianza esa mañana simplemente contándole la verdad,
pero su niñera parecía estar ocultando algo.
Lali tenía derecho a una vida privada
en la que nadie podía inmiscuirse, pero siendo la sinceridad tan importante
para él, descubrir que ocultaba algo logró enfriar la atracción que sentía por
ella.
Eso era lo bueno.
Lo malo era el secreto. ¿Iba a dejar
a sus hijos con una persona que escondía algo?
Peter volvió a la casa y encontró a Lali
cambiando a Alay mientras Tomas gritaba en su cuna. Después de cambiar el pañal
del niño jugaron con ellos un rato antes de que Lali se fuera a la casa
principal a cenar.
La atracción había quedado en
suspenso y ella no se había mostrado nerviosa o disgustada, de modo que el
secreto debía ser algo personal. Algo como... un novio al que veía un par de
veces por semana.
Mejor, así podrían mantener las
distancias.
Cuando volvió, Peter estaba jugando
con los niños sobre una manta.
–¡Están aprendiendo a gatear!
Él sonrió, pero la sonrisa se congeló
en sus labios un segundo después. Lali tenía un novio. Si el secreto fuera otra
cosa, un delito, malas referencias, un despido, su madre se lo habría contado.
Había conocido a muchas mujeres
comprometidas en su vida y siempre se había alejado de ellas tranquilamente,
pero pensar eso no consiguió que la extraña tristeza desapareciera.
¿Por qué lo molestaba tener que mantener
las distancias con aquella mujer?
–Deberíamos bañarlos –dijo Lali,
tomando a Alay en brazos.
–Muy bien –Peter se levantó para
ayudarla a montar la bañera portátil–. Una pena que no quepan en los lavabos
–bromeó después.
A Toom le encantaba el agua y empezó
a chapotear.
–Pronto esta bañera portátil será
pequeña para ellos –dijo Lali.
–¿Y dónde los bañaremos entonces?
–En la bañera grande.
–¿Eso no es peligroso?
–Si estamos todo el tiempo con ellos,
no. Cuidar de un niño requiere algunos conocimientos, pero sobre todo sentido
común.
Peter recordó todas las cosas que ya
le había enseñado. En dos días, sus hijos estaban contentos y él se sentía un
poco más competente.
Lali era tan dulce y divertida, la
clase de mujer que necesitaba después de Liliah.
Liliah. Solo recordar su nombre lo
enfurecía, recordándole la humillación que había sufrido cuando admitió que
solo había salido con él para utilizarlo. Y a Liliah la conocía...
¿No era estúpido pensar tanto en Lali
cuando apenas la conocía? Además, guardaba un secreto, probablemente un novio.
¿Dónde tenía la cabeza?
Era muy buena con sus hijos, pero
estaba llevando su agradecimiento demasiado lejos. Tal vez deseaba tanto una
madre para los niños que estaba viendo cosas donde no las había.
Y eso no podía ser.
–A la señorita Alay también le gusta
mucho el baño.
Después de bañarlos, envolvieron a
los niños en dos gruesas toallas y se dirigieron a la habitación para ponerles
el pijama, darles el biberón y acunarlos hasta que se quedaron dormidos.
Solos en el salón unos minutos
después, Peter tomó el mando de la televisión y se dejó caer en el sofá.
Al lado de Lali.
Sus caderas se rozaban y estaba a
punto de disculparse cuando un brillo de anhelo en sus ojos castaños lo detuvo.
Podría enterrar una mano en su pelo y
apoderarse de sus labios para satisfacer el ansia que sentía cada vez que
estaban cerca.
Como si hubiera leído sus
pensamientos, Lali contuvo el aliento durante unos segundos.
Peter recordó entonces a Liliah y la
humillación que había sentido al saber que se había reído de él, la furia
cuando abandonó a sus hijos. Recordó que apenas conocía a Lali y que ella tenía
un secreto.
masss!
ResponderEliminarquieroo maasss me encanta esta novelaa por favorr subee!!
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