Capítulo 1
Me senté en la encimera de la cocina, observando a mi mamá hacer pasta
al horno; ella estaba entrando ligeramente en pánico y seguía mirando
al reloj a cada minuto. Sabía por qué lo hacía, mi papá debía estar en casa en
exactamente en dieciséis minutos y a él le gustaba que la cena estuviera en la mesa tan pronto como entrara.
Gas se acercó, jugando con sus figuras del Hombre Araña.
—Mamá, ¿puedo ir a jugar a casa de Peter? —preguntó, lanzándole una mirada de
cachorrito.
Ella miró el reloj de nuevo y sacudió la cabeza rápidamente.
—No ahora, Gaston. La cena no tardará mucho y necesitamos comer como una
familia. —Se estremeció ligeramente mientras hablaba.
La cara de Gas cayó, pero asintió y vino a sentarse a mí lado. Inmediatamente le
arrebaté el hombrecito de sus manos y me reí cuando jadeó y lo arrebató de
vuelta, sonriendo y poniendo los ojos en blanco hacia mí. Él era un chico lindo, con
cabello rubio y ojos grises con motas marrones en ellos. Era mi hermano mayor, y como los hermanos mayores, era el mejor. Siempre me cuidaba en casa y en la
escuela, se aseguraba de que nadie me molestara. El único que tenía permitido
molestarme, según su opinión, era él, y en una menor medida su mejor amigo
Peter, que resultaba que vivía en la casa de al lado.
—Entonces, La, ¿necesitas ayuda con tu tarea? —preguntó él, codeándome.
Gas tenía diez, y era dos años mayor que yo, así que siempre me ayudaba con el
trabajo de la escuela.
—Nop. No tengo tarea. —Sonreí, balanceando mis piernas mientras colgaban de la
encimera.
—Bien, niños, pongan la mesa por mí. Ya saben cómo. Exactamente bien, ¿de
acuerdo? —pidió mamá, rociando queso sobre la pasta y poniéndola en el horno.
Gaston y yo nos bajamos de la encimera y agarramos las cosas, dirigiéndonos a la sala comedor.
Mi papá era muy particular sobre todo, si todo no estaba exactamente bien, se
enojaba y nadie quería eso. Mi mamá siempre decía que mi papá tenía un trabajo
estresante. Siempre se enojaba con facilidad si hacíamos algo mal. Si has
escuchado ese dicho: “Los niños deberían ser vistos y no oídos”, bueno, mi papá
llevaba eso a otro extremo. En su lugar, le gustaba: “Los niños no deberían ser vistos u oídos”. A las cinco treinta llegaba a casa todos los días, comía la cena de
inmediato, y luego Gas y yo éramos enviados a nuestras habitaciones, en donde
jugábamos en silencio hasta las siete y treinta cuando teníamos que ir a la cama.
Odiaba esta hora del día. Todo estaba bien hasta que él llegaba a casa, y luego
todos cambiábamos. Gas siempre se quedaba en silencio y no sonreía. Mi mamá
tenía esa mirada es su cara, como de miedo o preocupación, y empezaba a correr
de aquí para allá ahuecando los cojines sobre el sofá. Yo siempre me quedaba allí y deseaba silenciosamente que pudiera esconderme en mi habitación y nunca salir.
Gas y yo pusimos la mesa y luego nos sentamos en silencio, esperando que el clic
de la puerta señalara que él estaba en casa. Podía sentir mi estómago
revoloteando, mis manos empezando a sudar mientras rezaba en mi cabeza que él
hubiera tenido un buen día y estuviera normal esta noche.
Algunas veces, en estaba en un humor realmente bueno y me besaba y abrazaba.
Me decía la niñita tan especial que era, y lo mucho que me quería. Eso sucedía
normalmente los domingos. Mi mamá y Gas iban a la práctica de hockey y me
quedaba en casa con mi padre. Aquellos Domingos eran los peores, pero no le dije jamás a nadie de esos días, y lo mucho que me tocaba y me decía lo bonita que era. Odiaba esos días, y deseaba que los fines de semana nunca llegaran. Prefería mucho más que fuera un día de escuela cuando sólo lo veíamos para la hora de lacena.
Definitivamente prefería cuando me miraba con ojos enojados, que cuando
me mira con ojos suaves. No me gusta en absoluto, me hacía sentir incómoda,
siempre hacía que me temblaran las manos. Afortunadamente, sin embargo, hoy
apenas era lunes, así que tenía casi una semana antes de que tuviera que
preocuparme por eso de nuevo.
Un par de minutos después, él entró. Gas me lanzó una mirada que me decía que
me comportara y sostuvo mi mano bajo la mesa. Mi padre tenía cabello rubio, del
mismo color del de Gas. Tenía ojos marrones, y siempre tenía el ceño fruncido.
—Hola, niños —dijo en su ruidosa y profunda voz. Un estremecimiento se deslizó
por mi columna cuando habló. Puso su maletín a un lado y tomó asiento a la
cabeza de la mesa. Intenté no mostrar ninguna reacción; de hecho, intenté no
moverme para nada. Siempre parecía que era yo la que metía a todos en
problemas o hacía algo mal.
Siempre parecía que era la que empeoraba las cosas para todos. No solía ser así,
solía ser la niñita de papá, pero desde que empezó su trabajo, hace tres años,
cambió. Nuestra relación con él cambió por completo. Él todavía me favorecía por
encima de Gas, pero cuando venía del trabajo, era como si quisiera pretender que
Gas y yo no estábamos allí. La forma en que miraba a Gas algunas veces era como si estuviera deseando que no existiera, hacía que me doliera el estómago verlo mirar a mi hermano de esa forma.
—Hola, papá —respondimos ambos al mismo tiempo. Justo entonces, mi mamá
vino cargando la pasta y un plato de pan con ajo.
—Esto se ve bien, Margaret —dijo él, dándole una sonrisa. Todos empezamos a
comer en silencio e intenté no moverme incómodamente en mi lugar—. Entonces,
¿cómo estuvo la escuela, Gaston? —le preguntó a mi hermano.
Jake levantó la mirada nerviosamente.
—Estuvo bien, gracias. Intenté entrar al equipo de hockey sobre hielo y Peter y yo…
—empezó a decir, pero mi papá asintió, sin escuchar.
—Eso es genial, hijo —interrumpió él—. ¿Qué hay de ti, Lali? —preguntó,
volviendo su mirada hacia mí.
¡Oh, Dios! De acuerdo, sé cortés, no divagues.
—Bien, gracias —respondí calladamente.
—¡Habla más alto, niña! —gritó.
Me estremecí con su tono, preguntándome si iba a pegarme, o quizá me enviaría a
la cama sin cenar.
—Estuvo bien, gracias —repetí un poco más fuerte.
Él frunció el ceño y luego se volvió hacia mi mamá, que estaba estrujándose las
manos nerviosamente.
—Entonces, Margaret, ¿qué has estado haciendo hoy? —preguntó, comiendo su
cena.
—Bueno, fui al supermercado y conseguí ese shampoo que te gusta, y luego
planché un poco —respondió mi mamá rápidamente. Sonaba como una respuesta
preparada, siempre hacía eso, tenía sus respuestas listas de modo que no fuera a
decir nada inapropiado que lo hiciera enojar.
Extendí la mano por mi bebida, pero no estaba observando apropiadamente y la
volqué, derramando el contenido sobre la mesa. Los ojos de todos volaron hacia
mi padre, que se levantó de un salto de su silla.
—¡Mierda! ¡Lali, estúpida pequeña perra! —gruñó, agarrándome del brazo y
empujándome bruscamente de la mesa. De repente mi espalda golpeó la pared, el
dolor me atravesó y me mordí el labio para dejar de llorar. Llorar lo empeoraba
todo, él odiaba que llorara, decía que solo los débiles lloraban. Lo vi apartar su
mano; iba a golpearme. Sostuve el aliento esperando el golpe, sabiendo que no
había nada que pudiera hacer más que soportarlo, igual que siempre.
Mi hermano se levantó de un salto de su silla y se abalanzó sobre mí, envolviendo
con fuerza sus brazos a mí alrededor, cubriéndome. La suya estaba hacia mi padre
mientras me protegía.
—¡Suéltala, Gaston! ¡Necesita aprender a ser más cuidadosa! —gritó mi padre,
agarrando a Gas de su ropa y lanzándolo al piso. Me abofeteó, enviándome al
piso, luego se volvió hacia Gas y lo pateó en la pierna, haciéndolo gemir—. ¡No te
metas en mi camino de nuevo, pequeño pedazo de mierda! —le gritó a Gas,
mientras estaba acurrucado en una bola en el piso.
Lágrimas silenciosas corrían por mi cara. No podía soportar ver herido a mi
hermano; él sólo estaba intentando protegerme. Gas siempre hacía eso.
Cuando me metía en problemas, él provocaba a mi padre de modo que la tomara
contra él en su lugar.
Mi padre levantó su plato y su bebida, caminó a zancadas hacía la sala para
terminar su comida, murmurando algo sobre nosotros siendo “los peores niños en
el mundo” y “cómo infiernos se pudo quedar atrapado en esta vida”.
Me arrastré hasta mi hermano y envolví mis brazos alrededor suyo con fuerza,
aferrándome a él como si mi vida dependiera de ello. Él gimió y se levanto para
sentarse, abrazándome de vuelta, frotando su mano por mi mejilla punzante.
—Lo siento, Gas. Lo siento —murmuré en voz baja, llorando sobre su hombro.
Él negó con la cabeza.
—Está bien, La. No es culpa tuya —dijo con voz ronca, me dio una pequeña
sonrisa y tratando de ponerse en pie, gimiendo. Me puse de pie con un salto y le
ayudé a levantarse. Podía oír movimiento así que levanté la mirada para ver que mi
madre estaba limpiando la mesa frenéticamente.
—Lleven sus cenas a sus cuartos y coman, ¿bien? —ordenó, besándonos a los dos
en la mejilla. Ella tenía que ir a donde mi padre y hacer control de daños, él estaría
de mal humor por mi error y ella tenía que calmarlo antes de que pasase algo
más—. Los veré a la mañana. Los quiero a los dos. Por favor estén callados, y pase
lo que pase, quédense en sus habitaciones —ordenó, rápidamente besándonos
otra vez y entregándonos nuestras cenas a medio comer, antes de empujarnos
hacia el vestíbulo trasero.
Teníamos una buena casa, cuatro dormitorios y todo estaba en un nivel. Mi padre
ganaba un buen dinero por lo que vivíamos en una bonita zona, pero preferiría que
la casa fuera más pequeña así no tuviera que trabajar en ese empleo. Puede que
entonces fuera como el viejo Papá, llevándonos al parque y comprándome
juguetes y dulces. Gas vino a mí habitación y comimos en silencio, sentándonos en
el suelo cerca de mi cama. Tomó mi mano con fuerza cuando oímos a mi padre
gritar a mi madre desde el salón, algo se rompió, y me estremecí. Esto era
totalmente culpa mía.
Empecé a sollozar así que Gas envolvió su brazo alrededor de mi hombro,
apretando suavemente. Él siempre parecía mucho mayor que yo; era mucho más
maduro que yo.
—Está bien. Todo está bien, La. No te preocupes —susurró, acariciándome el
pelo. Una vez que me calmé, y los gritos habían cesado, jugamos a las cartas por
un rato.
Cuando estábamos en la mitad del juego, escuchamos pisadas fuertes viniendo por el vestíbulo. Gas se puso rígido cuando los pasos pasaron por mi puerta. No se
detuvieron sin embargo, gracias a Dios. Dejé escapar el aliento que no me di
cuenta que estaba aguantando y miré a Gas, quien esbozó una pequeña sonrisa.
—Mejor me voy a mi habitación, son pasadas las siete —dijo mirando a mi
despertador—. Cierra con llave la puerta. Te veré en la mañana —dijo con un
guiño. Salió de la habitación y lo observé arrastrarse por el pasillo hasta su
habitación, se volvió hacia mí—. Cierra con llave tu puerta, La—susurró,
esperando ahí, observándome.
Cerré la puerta con llave rápidamente como me dijo. Poniendo mi oreja en la
madera, escuché para asegurarme de que Gas hiciera lo mismo con la suya. Volví
corriendo a mi cama y me tiré sobre ella, llorando silenciosamente. No podía parar,
estaba sollozando y sollozando. ¡Había sido estúpida esta noche e hice que hiriera
a mi hermano otra vez! Y probablemente a mi madre también, por el sonido de los
ruidos en el salón.
De repente, se produjo un rasguño, un ruido golpeando en mi ventana. Abrí mis
ojos de golpe para ver a Peter fuera, mirándome con tristeza. Me levanté y corrí
hacia mi ventana la abrí y la deslicé hacia arriba silenciosamente preguntándome
qué demonios estaba haciendo aquí. ¿No debería estar en su casa?
—¿Peter, qué estás haciendo aquí? ¡Tienes que irte, ahora! —le grité susurrando,
sacudiendo mi cabeza con fuerza. Pero el chico estúpido solo trepó a mi habitación por la ventana, cerrándolo silenciosamente detrás de él.
Contuve la respiración, mirando a mi puerta con los ojos muy abiertos. Si mi padre
lo atrapaba aquí se iba a volver loco, no le gustaba que Peter viniera y jugara en
nuestra casa, siempre decía que era muy ruidoso.
—¡peter, sal! —susurré, desesperadamente intentando empujarlo devuelta hacia la
ventana. Me estremecí, preguntándome que haría mi padre si hubiera escuchado
abrirse la ventana y supiera que Peter estaba aquí. Peter no se movió; simplemente envolvió sus brazos alrededor mio con fuerza y me atrajo contra su pecho. Traté de empujarlo, pero él solo me sostuvo con más fuerza.
—Está bien —susurró, acariciando mi pelo. Empecé a llorar otra vez en su pecho;
pensamientos de Gas siendo herido antes inundaron mi cabeza.
Peter era alto para su edad; tenía diez años, igual que Gas. Ellos eran mejores
amigos, y lo habían sido desde que nos mudamos hace cuatro años. Tenía el pelo
castaño chocolate, el cual normalmente ponía en punta con demasiado gel, y ojos
azules claros que eran como ventanas a su alma. Cuando Peter te miraba te hacia
sentir como si pudieras volar. Era muy lindo; todas mis amigas estaban coladas por el por alguna razón. Peter y yo, sin embargo, no nos llevábamos del todo bien. Él se burlaba de mí todo el tiempo, me pone la zancadilla, me tira del pelo, y tiene esta molesta costumbre de llamarme Ángel por alguna razón, me llamó así desde el momento en que me conoció y realmente me pone furiosa.
¿Qué demonios estaba haciendo aquí ahora? ¿Y por qué estaba abrazándome? Tal vez pensó que esta era la habitación de Gas, tal vez se acercó a la ventana
equivocada —pero no podía estar en lo cierto porque la habitación de Gas estaba
en la otra parte del vestíbulo, su ventana daba al patio trasero.
Me eché hacia atrás para mirarlo. Por alguna razón él se veía tan triste; tenía
lágrimas en sus ojos mientras se limitaba a seguir abrazándome. Él sabía sobre mi
padre, Gas había sido cubierto por moratones una vez y le soltó la verdad a él.
Gas y yo le rogamos que no dijera nada, sin embargo, nunca lo ha hecho.
—¿Qué estás haciendo aquí, Peter? —susurré, limpiándome la cara, pero las
lágrimas siguieron cayendo.
Me tiró sobre la cama, meciéndome suavemente, igual que Peter siempre hacia
cuando lloraba. Miré su pecho y me di cuenta que estaba usando shorts y camiseta
de los Power Rangers. Fruncí el ceño, un poco confundida en cuanto ha por qué
tendría puesto eso, hacía mucho frío fuera. Entonces me di cuenta de que estaba
usando su pijama. Miré al reloj para ver que eran casi las ocho y media. Había
estado llorando durante más de una hora.
—Te vi a través de la ventana. Solo quería venir y asegurarme de que estabas bien
—susurró a su vez, todavía abrazándome con fuerza.
Volvía mirar a la ventana. La habitación de Peter estaba directamente en frente de
la mía y podía ver en su habitación, lo que significaba que él podía ver en la mía.
Me mordí el labio, oh Dios me había visto llorando, tengo que verme tan débil para
él. Las únicas personas ante las que alguna vez había llorado eran mi madre y Gas.
—Estoy bien. Tienes que irte —susurré empujándole otra vez, tratando de sacarlo
de la cama.
Se limitó a negar con su cabeza.
—No me voy hasta que dejes de llorar —declaró, tirándome hacia abajo de manera
que ahora estábamos tumbados en mi cama, uno enfrente del otro. Tenía sus
brazos envueltos alrededor mío tan fuerte que ni siquiera podía retorcerme. Me
sentí segura y caliente. Me deslicé aún más cerca de él, presionando todo mi
cuerpo con el suyo y sollocé en su pecho.
Me desperté a la mañana, todavía fuertemente envuelta en sus brazos; di un grito
ahogado y miré al reloj 6:20 a.m.
—¡Peter! —susurré, sacudiéndolo.
—Ahh, ¿qué, Mamá? —preguntó con sus ojos cerrados.
—¡Shhh! —siseé, rápidamente cubriendo su boca antes de que hablase otra vez.
No puedo creer que nos quedásemos dormidos, esto está tan mal.
Sus ojos se abrieron de golpe y me miró, sorprendido, luego miró alrededor de mi
habitación.
—Oh no, ¿me quedé dormido? —susurró, sentándose y pasándose la mano por su
pelo, que estaba levantado por todas partes pero en realidad se veía mejor que
cuando tenía ese asqueroso gel en él.
—Tienes que ir a casa, Peter. ¡Rápido! —siseé, empujándolo hacía la ventana. La
abrió y empezó a trepar fuera pero agarré su mano haciendo que se detuviera.
Levantó la vista hacia mí una expresión confundida en su cara.
—Gracias —susurré, sonriéndole agradecidamente. Realmente necesitaba ese
abrazo la otra noche, esa fue probablemente la cosa más bonita que Peter alguna
vez había hecho por mí.
Él me devolvió la sonrisa.
—De nada, Ángel —respondió, sonriendo y saliendo.
Vi como pasaba por el agujero en la valla y volvió a subir a su propia ventana. La
cerró y me saludó, le devolví el saludo y luego fui a vestirme. El pensamiento de
Peter viniendo a escondidas aquí y estando en la casa sin permiso, hizo que mi
estómago doliera. Tuvimos mucha suerte de no ser atrapados. Me aterraba pensar
que habría sucedido si sus padres hubieran ido a su habitación a la noche y
hubieran visto su cama vacía, o que habría pasado si no me hubiera despertado
temprano. Me estremecí al pensar en lo que mi padre haría si hubiera entrado aquí
para encontrar a Peter en la casa durante la noche...
Me gustaaaaa♥
ResponderEliminaresta buenaaa like
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